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autores latinoamericanos:
"Cuando el verbo tensó su cuerda"
Por
Sergio Pravaz
MELANCOLÍA
a
Domingo Bolívar
Hermano,
tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a
tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas,
ciego de ensueño y loco de armonía.
Ese
es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas
sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.
Y así voy, ciego y loco, por este mundo
amargo;
a veces me parece que el camino es muy
largo ,
y a veces que es muy corto...
Y
en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?
A
ROOSEVELT
¿Es
con voz de la Biblia o verso de Walt Whitman,
Que habría que llegar hasta tí, cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuadro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
Eres el futuro invasor
De la América ingenua que tiene sangre indígena,
Que aún reza a Jesucristo y aún habla español.
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
Eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoi.
Y domando caballos o asesinando tigres,
Eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy)
Crees que la vida es incendio,
Que el progreso es erupción,
Que en donde pones la bala
El porvenir pones.
No.
Los Estados Unidos son potentes y grandes
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
Que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: las estrellas son vuestras
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
Y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
Y alumbrando el camino de la fácil conquista,
La libertad levanta su antorcha en Nueva York.
Más
la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
Que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
Que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
Que consultó los astros, que conoció la Atlántida
Cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
Que desde los remotos momentos de su vida
Vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
La América del grande Moctezuma, del Inca,
La América fragante de Cristóbal Colón,
La Amércia católica, la Amércia española,
La América en que dijo el noble Guatemoc:
"Yo no estoy en un lecho de rosas"; esa América
Que tiembla de huracanes y que vive de Amor;
Hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña, y ama, y vibra, y es la hija del sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo,
El riflero terrible y el fuerte Cazador,
Para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y,
pues contáis con todo, falta unas cosa: ¡Dios!
METEMPSICOSIS
Yo fui un soldado que durmió en el lecho
De Cleopatra la reina. Su blancura
Y su mirada astral y omnipotente.
Eso fue
todo.
¡Oh,
mirada! ¡Oh, blancura! y ¡oh, aquel lecho
En que estaba radiante la blancura!
¡Oh la rosa marmórea omnipotente!
Eso fue
todo.
Y crujió su espinazo por mis brazos;
Y yo, liberto, hice olvidar a Antonio
(¡Oh, el lecho y la mirada y la blancura!)
Eso fue
todo.
Yo, Rufo Galo, fui soldado, y sangre
Tuve de Galia, y la imperial becerra
Me dió un minuto audaz de su capricho.
Eso fue
todo.
¿Por
qué en aquel espasmo las tenazas
De mis dedos de bronce no apretaron
El cuello de la blanca reina en broma?
Eso fue
todo.
Yo fuí llevado a Egipto. La cadena
Tuve al pescuezo. Fui comido un día
Por los perros. Mi nombre, Rufo Galo.
Eso fue
todo.
Rubén Darío