UN ANIMAL oculto en el crepúsculo me vigila y se apiada de mí. Pesan las frutas corrompidas, hierven las cámaras corporales. Cansa atravesar esta enfermedad llena de espejos. Alguien silba en mi corazón. No sé quién es pero entiendo su sílaba interminable.
Hay sangre en mi pensamiento, escribo sobre lápidas negras. Yo mismo soy el animal extraño. Me reconozco: lame los párpados que ama, lleva en su lengua las sustancias paternales. Soy yo, no hay duda: canta sin voz y se ha sentado a contemplar la muerte, pero no ve más que lámparas y moscas y las leyendas de las cintas fúnebres. A veces, grita en las tardes inmóviles.
Lo invisible está dentro de la luz, pero, ¿arde algo dentro de lo invisible? La imposibilidad es nuestra iglesia. En todo caso, el animal se niega a fatigarse en la agonía.
Es el que está despierto en mí cuando yo duermo. No ha nacido y, sin embargo, ha de morir.
Así las cosas, de qué perdida claridad venimos? ¿Quién puede recordar la inexistencia? Podría ser más dulce regresar, pero
entramos indecisos en un bosque de espinos. No hay nada más allá de la última profecía. Hemos soñado que un dios lamía nuestras manos: nadie verá su máscara divina.
Así las cosas,
la locura es perfecta.
---
UM ANIMAL oculto no crepúsculo vigia-me e apieda-se de mim. Pesam as frutas corrompidas, fervem as câmaras corporais. Cansa atravessar esta doença cheia de espelhos. Alguém assobia no meu coração. Não sei quem é mas compreendo a sua sílaba interminável.
Há sangue no meu pensamento, escrevo sobre lápides negras. Eu mesmo sou o animal estranho. Reconheço-me: lambe as pálpebras que ama, leva na sua língua as substâncias paternais. Sou eu, não há dúvida: canta sem voz e sentou-se a contemplar a morte, mas apenas vê lâmpadas e moscas e as lendas das fitas fúnebres. Às vezes, grita nas tardes imóveis.
O invisível está dentro da luz, porém, arde alguma coisa dentro do invisível? A impossibilidade é a nossa igreja. De qualquer modo, o animal recusa afadigar-se na agonia.
É ele quem está acordado em mim quando durmo. Não nasceu e, apesar disso, tem de morrer.
Assim as coisas, de que perdida claridade vimos? Quem pode recordar a inexistência? Poderia ser mais doce regressar, mas
entramos indecisos num bosque de espinhos. Não há nada para além da última profecia. Sonhámos que um deus lambia as nossas mãos: ninguém verá a sua máscara divina.
Assim as coisas,
a loucura é perfeita.