Estamos sordos. Nunca estuvimos tan sordos como ahora. No sabemos si esos perros de mirada plana nos alcanzarán de nuevo cuando estemos solos en aquella vieja sala de juntas abandonada. Si te pregunto cuánto tardarás, tus ojos miran hacia el lado de las esclusas. Esto se parece a las inmediaciones de un circo de provincias. Las banderolas no engañan. El nuevo rey de la fiesta ha enmudecido. Si te pregunto por el accidente aéreo, tus pies y tus manos me hablan de una vieja película danesa. Tiene gracia. Miles de niños enterrados bajo el hangar. Eso mismo estoy pensando yo cuando te veo, ya lejos, cruzando el paso elevado pero deteniéndote en mitad para asomar la mitad de tu cuerpo sobre el tráfico de la autovía y jugar a que no te caes.