pero era tan solo ceguera y grava lo que nos abarcaba
por entonces,
retazos o escarcha en el vientre
—debías saberlo—
tal vez una hendidura roja y grande
que nos encendía desde dentro;
todo el amor egregio
era ese el tiempo en el que crujían las raíces,
la del rugido y del fermento
mucho antes de la espiga o
de los pliegues en el codo
Era nuestro momento. Ni arriba ni abajo
áspera como mano izquierda que señala
u otro eco que comienza
necesariamente