Del Tratado del para qué
(fragmentos)
Ileana Garma
De los nueve, diez u once años
Por ahora las paredes falsas o el arrodillarme ante los párpados que ya no sé manejar. Tengo las muelas contadas, los huesos contados, las uñas cortadas y el sueño filtrándose con el café hasta mis nervios. No tengo nada que reclamar, aunque podría; a mi madre, a mi padre, a las hojas de la terraza, a los domingos de campanario de aburrirse frente al pan de cada día. Aunque podría convertirme en pregunta, y saber de antemano que donde comenzó la corrosión se prenderán lámparas.
Hoy la sombra del oleaje de mis pies descalzos.
amanecer en el viaje de las ventanillas de la ultima luna por el momento.
Por el momento, sólo ellas parten y me quedo con el disfraz escolar pegada al envoltorio de la sonrisa. El baño estrecho, la luz pequeña, la esclavitud deliciosa debajo de las garras de los libros, que rasguñaron con rapidez la raíz de mi razón. Están los movimientos de mi cuerpo sepultados en el después de mi palabra, disolutos en el anillos del viento de mi boca y para siempre, y para hacer mi casa de velocidad de desierto de arroyo de alacranes profundos, para eso, están mis pasos.
No se puede
no puedo no quiero
no reunión de voces de plástico podrido
no espejos de corta cara
no ardor de brandi de beberte en la conciencia
de buscar el escape
No advenedizos que roban el tiempo
no pensar que hablar es perdida de espacio
no corroerse y saberse atado a las apalabras
pero yo sé no puedo saber se me nubla la cintura
el escaparate de la ropa de moda tiene mi cuerpo perdido
no puedo no quiero no sé lo que pasa
la ansiedad ha sembrado flores de cal abiertas en los labios
no sé
labios que arden que tiemblan sobre el orden del desorden de la pintura que se acaba
y se acaban las paredes las puertas la ternura de las madres
tengo los dientes preparados para romper la luna entre tus costillas
no puedo
No mujeres que parlotean
no hombres que abandonan
no matrimonios
no matriarcados
tengo el frío de la sombra comiéndose mis talones
tengo la cruz de la muerte instalada en el paladar
No lejanías no reencuentros programados
Para la piel para la tortuga para mi hombre cansado
para mi hombre volátil tengo el cráneo abierto y las piernas y las alas o aliento
tengo el vientre extendido
para que descanse sobre mí
Sin fin pero cansancio
Tengo que escuchar a los compañeros de la oficina
tengo que beberte
tengo que pensar en la próxima ruta para el metro
tengo que vivir en el peso de mis manos lentas
tengo que comer palitos de queso
tengo que reírme de los lentes rotos
de la sombra rota de mi completo alambre de girasol en la garganta
tengo que recrearme en insultos de silencio
tengo que acceder a la noche de mis venas
al ser como tú
al escarbarle el corazón a mi rutina de carpetas
a mi rutina de conservadores para todo
tengo que comprar una natilla de chocolate
tengo que pensar sobre el retrete
en este poema
que nunca termina
Para conocimiento in-total
Me gusta Zero 7 cuando estoy debajo de la regadera y el espejo se empaña. Me gusta fumar Camels cuando tengo dinero y Delicados con filtro cuando estoy en quiebra. Me gusta el café con leche, si esta es Nido o Clavel. Me gusta el Danzón Num. 2 cuando no puedo dormir, comprar tines, el color negro, blanco, vino y romper hojas secas entre las manos. Me gusta perseguir rostros bellos en el metro y matar hormigas. Me gustan los hombres con alas, el cielo gris, las mujeres espesas, alguna sonrisa, una faz de tristeza, una careta de malvada. Me gusta el te de canela, los niñitos que se dejan besuquear, las niñas que rasguñan. Me gusta el frío, tener a alguien que me abrase o me jale del cabello. Me gusta correr y detenerme de pronto porque me falta aliento o todo es inútil. Me gusta no dormir siempre en la misma posición, encontrar ese tiempo que se escapa para cerrar los ojos y respirar. Me gusta la claridad, las ventanas enormes, la lluvia tibia. Me gusta Onetti y la letra de las canciones de los Héroes del silencio. Me gusta que los senos me duelan de placer, las fotografías a destiempo y la computadora encendida hasta que los ojos lagrimen, me gusta soñar conmigo, volando.
“El amor sensato es un amor sabio”
Cuestión de costumbre
ya no tengo ganas de dormir con el periódico revuelto y revuelta trasmigrar
ya no regreso a la cama
No quiero saber más de lo que fue el teléfono sonando sobre el abrigo de frío
llamas para terminar con maquillaje o al revés
y hielo
con los pendientes para terminar de suprimirse
y la hora de la comida que no deseo tener
Ni hora ni comida los dientes ilegibles para volver a nada
ojalá sea cierto
Tanta edad con estómago quieto de remolinos que persiguen remolinos
que le pisan el alma a la tarde y el temor
Con las noticias en la multitud atravieso lo mejor que nunca será
jardín para los pies decidirse del todo
Vuelo sin mansedumbre en la noche de vientres pálidos amasados con la sal del reloj
en el recobrarme gesto de tren se perdieron los días de playa salvaje sin memoria
Sé claro y atestigua que no me conoces
Son las paredes las únicas hermanas para mi camino pájaro de hostigar la sangre
y con lavabo posible sin que me encuentre limpia
son las paredes
Cuestionar y para nunca me pedí tiempo de llano sin humedad y sin raíces
El placer es una hoja que se defiende de mi vestido de la nueva palabra
de la palabra de hace siglos
y sólo es la puntuación de madrugadas infértiles lo que quiero para la entrepierna
y ofrecerse a todo lo provisional del te amo
Él dijo moriremos juntos
Verdad:
tengo las hojas de la lluvia secas en la frente
el acrecentarme catarro y bilis de puerta
Verdad:
puedo todo lo que ya no puedo
y para nunca