LOS ÚLTIMOS DESPOJOS
autoelegía
A
todo lo propicio, a lo no recobrado,
volveré a abrir las puertas a lo que nunca fue,
resucitar de pronto y ver cuán primitivo
nuestro anhelo de vida, las metáforas sordas
dictadas en la sombra a un ser sin existencia
por miedo a descubrir nuestra propia mentira.
A
aquél que fui y que soy, de pronto tan vacío,
tan lleno de pobrezas impuestas o heredadas,
decirme al fin a solas que siempre han pervivido
los recuerdos que nunca volveré a recobrar.
Mil veces inclinado sobre sus torreones
sereno fue mi sueño, he aquí mis despojos.
Hacer
que arda de nuevo la ya extinguida llama
de nuestra muerte breve, hacer que arda de nuevo
y volver a nacer con los labios sellados
por el beso del viento, de la lluvia o la niebla
que la visión no ciega mas que de pronto impide
posar con confianza en el suelo los pies.
Alcanzar la sonrisa
no la mueca maligna
en mi rostro marchito, el rubor, la perenne
capacidad de amar. Alejar ya por siempre
los pesares sufridos, casi dignificados
por un sórdido siempre anhelo de sufrir.
Postrado está
mi torso; mi pelo, encanecido.
El vuelo de las aves: una imagen estática
no sé por qué fijada. He aquí otros despojos.
El ritual de mi
sangre que apenas se derrama
reducido al espasmo y al temblor continuado
de una fingida fiebre, de enfermedad banal.
Aquello que de súbito ya no es sonido ciego
sino voz, sólo voz que se escucha a sí misma.
Se humedecen mis
labios, el dolor, esa imagen...
En vano, siempre en vano, he aquí mis despojos.
©
Antonio
Redondo Andújar
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