edimir la noche, mezclar su escritura y comprender. No es posible huir luego de haber iniciado la cacería mayor, brazos y ojos señalados por el fuego de la búsqueda. El dedo que fijó la página, el agua que vemos resplandecer en el poema. Todavía, ese leve gesto se repite. La luna del comienzo no declina ni se oculta.
Un instante: se descifra el movimiento de la llama.
Otro: el humo que asciende.
Ahora se prueba el fluir de la sangre, un círculo de correspondencias.
El silencio explora su laberinto. La estela de ese otro sol se mantiene. El rito de la noche no termina. Viejos hombres deambulan hoy bajo su antorcha.
De: Maiastra
Selección:
Poema XXXIII, de Maiastra
Djuna, de Las Hijas del Espino
De La Noche en el Espejo:
[Cuando la noche se inclina...]
[Abro la noche para recibirte...]
[Todas las voces están huérfanas de sí...]
[Nos han dejado verdaderamente solos...]