PRESAS
DE ESTE PÁNICO
¡Hay
que agotar el dolor! ¡A vuelta vela! ¡Que arrastren
las bestias sus sacos de almendra hecha harina!
Nadie
va a aguantar con las piernas en las manos, desoyéndose.
¡Apuesten! ¡Tiene que llegar! ¡Va a llegar!
¡El dolor hay que agotarlo, destrenzando las cuerdas,
hatillándose los zapatos con las llagas!
¡Cómo
vais a entenderos babeandoos el idioma en media cama, cercados
por salivazos y postres revenidos! ¡La actriz espera
su diálogo y se atraganta con la altura de sus huesos!
El dolor celebra su puré por las ciudades pariéndose
tanto sudor en los bares.
Para
besarse hacerse valer de los puños y ya no puedo verte
por el ardor de la angustia. ¡Embustes! ¡Algunas!
¡La angustia que me encoge las maneras por no darme
contigo hacia los campos nuevos! ¡La angustia me ha
dorado quietecito para caer callarme!
¡Porque
no digas que te previenes del dolor! ¡Si sólo
somos cáscara, parasol, abrigo! ¡Barrica la pereza
que se dé esponja en la tarta y otros se mueran observando!
¡Que te vas a lanzar a escribir tus deseos! ¡No
me vengas! ¡Habla ahora, sillón mudo!
Déjate
domar por el lado de las previsiones, que (si no) te berbiquearán
hueso adentro del dolido, y tendrás que cenar muchos
calmantes y traga agua y acuéstate en la cama. ¡Si
vas a decir cómo amas, se agolparán los mirones
escuchando! ¡Falacias y no más que falacias!
¡Calaña que por decir más se creen algo!
¡Ven,
sin embargo, a doblar la espalda ante el dolor! ¡Mira!
¡Mira! ¡Que arrecia, qué bonito! ¡Tiene
las alas aburridas de contonear cogotes y cereza de rodilla!
¡Viene, viene!
¡Tiene la pechera de bellas plumas blancas!
Las
soperas, los folletos, todos los domingos tarde, resoplando.
©
Héctor
Arnau
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