LA
CONSTANTE DE LA MUERTE
COMO PROCESO VITAL
EN LA OBRA POÉTICA DE
WINSTON MORALES CHAVARRO
María
del Pilar Ferro
Profesora
de Literatura
Revista Región y Cultura No 15
Tal
vez nunca como ahora había sentido el artista moderno
una necesidad tan imperiosa de representar el mundo con todo
el caos en que se ha sumergido, anteponiendo cordura, ternura
y profundidad a tanta banalidad, vértigo e intrascendencia.
Este parece ser uno de los objetivos que se ha propuesto el
poeta colombiano Winston Morales Chavarro.
Sin
los medios para acceder a los círculos elitistas que
determinan la actividad literaria en el país, ha empeñado
su vida en un trabajo que a pocos procura gloria y fortuna.
Y, sin embargo, sorprende la fuerza de su obra poética,
el lenguaje exuberante y sonoro, las imágenes límpidas
y vivaces que le otorga brillantez a sus versos. El trabajo
febril que ha desarrollado en los últimos seis años
le han merecido primeros lugares en los concursos "Casa
de poesía", en 1996, "José Eustasio
Rivera", en 1997 y 1999, "Concursos Departamentales
del Ministerio de Cultura", en 1998 y los más
recientes, el Concurso "Euclides Jaramillo Arango, del
departamento del Quindío y el "Ciudad de Chiquinquirá",
en el año 2000.
Winston
Morales ha construido su vida desde la poesía. Ella
es la esencia y fundamento de sus pensamientos, sueños
y acciones, utilizando para expresarlos "Las casas de
su entorno, las imágenes de sus sueños y los
objetos de sus recuerdos", aproximándose a la
visión de Rilke en Cartas a un joven poeta.
El permanente ejercicio de introspección que devela
sus sueños nos sumerge en una poesía bella y
profunda, que cuestiona verdades absolutas, recordándonos
que somos viajeros fugaces de la vida, pero que el retorno
siempre es posible si existe la poesía.
En
su poemario se entrecruzan dos vertientes: por una parte,
el mundo onírico del que extrae a Schuaima y Aniquirona
y por otra, el sustrato religioso que revela gran dominio
e interpretación en la desmitificación de los
personajes bíblicos.
Estas dos vertientes no se contradicen, por el contrario,
se nutren mutuamente a través el uso del lenguaje y
la constante de la muerte proceso vital.
Es
frecuente encontrar en sus versos el tema de la muerte en
esa dualidad de temor y fascinación que se ha manifestado
en la historia cultural de la humanidad; a ella sólo
se anteponen el arte y la cultura como instrumentos de materialización,
de utopías y medios para trascender hacia la posteridad.
"Como se piensa la muerte, se piensa la vida" nos
plantea Cruz Kronfly al respecto, y explica cómo cada
sociedad expresa sus ideas, miedos y tabúes sobre la
muerte a su manera y según la época. Y dado
que la presentación de la muerte en la cultura occidental
ha variado significativamente en las últimas épocas,
también para los artistas adquiere otra dimensión.
Seguramente
este novel poeta encontró en sus delirios oníricos
la respuesta al dilema de vivir para morir o morir para vivir(utopía
del hombre moderno), fundiendo vida y muerte en una simbiosis
perfecta que sólo puede realizarse mediante la poesía:
Extranjera
Amo la vida
Amo la muerte
En realidad no sé distinguir una de la otra...
Aquí
la fibra de su sentimiento individual experimenta una muerte
diferente, una "Muerte viva" que lo lleva al reino
de Schuaima (¿Es esta la gloria prometida?):
Gracias
a la muerte
Estoy en Schuaima...
He
abierto los ojos a la vida
Luego del viaje inexorable
Después del paso transitorio por el sueño...
Schuaima
es la visión onírica del Edén perdido,
la encarnación femenina del paraíso: cruzada
por numerosos ríos, poblada de volcanes, aire azul
y piedras que hablan, de música húmeda y silencio
musical, allí la naturaleza se confabula, con el poeta
para hablar un solo lenguaje, de la poesía. Y aunque
es el reino de la muerte, allí nada está inerme,
nada es oscuro; por el contrario, el entorno exhibe una refrescante
vitalidad:
Llueve
Llueve minutos
La carretera adversa,
Va el camino
Contragolpeando este chasquido de paisajes...
Un
árbol de pájaros azules
El río de los caracoles...
Voy
prendido al viento
Floto
Y me doy cuenta
Que la muerte es música
Y a la muerte hay que escucharla
Con los oídos despiertos
La
muerte le coquetea, lo seduce, le aprisiona. Basta dormir,
cruzar cuantas veces quiera el umbral hacia Schuaima para
escuchar otras voces(¿otros poemas?) y resucitar en
cada metáfora, en cada verso:
Yo
no te busco forastera
Llevo en mis bolsillos
El mapa transparente de tu tierra
Y puedo cruzar cuando me parezca...
Todo
ese proceso creativo se desencadena a partir de un ser único:
Aniquirona. Ella es la llave de entrada al mundo del más
allá; sabia mujer-palabra, "hembra suave y sudorosa...
me diluyes como un río que desciende por la muerte/
hasta constituirse en poesía". Con ella emprende
el viaje, lo conduce, le guía y se funde con él,
transformándolo en árbol, pájaro o piedra;
es la tejedora de sus poemas, la artífice del "ritual
de la palabra/ palabra olorosa que se expande" por el
cosmos. Pero este proceso que posibilita Aniquirona tiene
una razón mucho más profunda, un motivo subyacente
en todos los cantos: pervivir a través de sus poemas,
escapar al sino del olvido; dar respuesta al dilema de perecer
para trascender a partir de la poesía:
Yo
soy el polvo que no vuelve al polvo...
Yo
no pienso y me festejo de ello
Me alegro de ser loco
Y por loco libre
Por libre feliz
Y por feliz
Intensamente
Irremediablemente eterno.
En
sus versos aflora una pasión verdadera por la exquisitez
del lenguaje. En metáforas deslumbrantes, imágenes
sensoriales, personificaciones y vocablos creados por él,
converge la palabra llena de significación en un mundo
de sonoridad, luz y color:
...quizás
desde el otro lado de la noche
luniluz de manto azul...
Aniluz
Voy adherido a tu agua
A tu silencio sonoro que me espera
Soy la voz de tu bosque...
Pero
Winston explora otros temas en su obra Memorias de Alexander
de Brucco, algunos de ellos publicados en La Lluvia
y el ángel. Del mito judeocristiano retoma el amor,
la traición y la muerte, esta vez como producto del
paroxismo del amor:
Ven
amada Betsabé
Si embargo en esta noche
-luego del amor-
ningún castigo cobrará el valor
que tú y yo nos merecemos
en la candidez del abrazo de otra muerte.
Poesía
y muerte, amor y poesía. Los dos caminos que le quedan
al hombre para trascender su miseria, su condición
humana, "cuando silencio, poesía y muerte
suelen restituirnos".
María
del Pilar Ferro
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