Estaba
inquieto. Sintió roer su estómago y cambió
la postura de las piernas, cruzándolas. Cogió un cigarrillo.
Al cabo de un rato, escuchó el motor de un coche y la gravilla
crujiendo bajo las ruedas. Se levantó, cruzó la sala
de estar y se detuvo ante la puerta, sin abrirla. Giró el
pomo cuando oyó acercarse unos pasos.
La mujer (vestida con un traje chaqueta azul oscuro, de amplio escote,
y un pañuelo a rayas, alrededor de su cuello) abrió
los brazos y esbozó una sonrisa.
¡Continuas
siendo el mismo de siempre! dijo, y se estrecharon en un
fuerte abrazo.
Tú
tampoco has cambiado nada le contestó él
¿Encontraste el camino con facilidad?
Entran. Los muebles del comedor son de madera de pino. Al lado de
la butaca hay un montón de periódicos y, enfrente,
un viejo televisor portátil con la antena ladeada. Hay restos
de comida en el mantel.
Llevo
una hora dando vueltas. No había estado en esta parte de
la ciudad.
Silvia se sienta en el sofá. Sus piernas son largas y bonitas.
Acomoda el bolso a su lado y lo abre.
¿Quieres
tomar algo? dice Alex, desde la puerta de la cocina.
Ella levanta la vista y se encoge de hombros.
Lo
mismo que tú. No sé...
Alex hace un gesto con la mano y desaparece. Silvia continua revolviendo
en el bolso y saca una polvera. Se da unos pequeños toques
en las mejillas, se mira detenidamente los ojos y pasa varias veces
la lengua por los labios.
Alex trae una bandeja con dos vasos largos, una botella con la etiqueta
de un velero y una cubitera. La deja sobre la mesa y sirve.
¿Hielo?
pregunta.
Ella asiente y coge el vaso.
Me
sorprendió tu llamada Alex se sienta en la butaca
y bebe un sorbo me gustó que te acordaras.
Silvia hace un mohín.
Lo
guardo para las grandes ocasiones. El médico me lo ha prohibido
añade.
Ella lo mira sin apartar los labios del vaso.
Un
día es un día dice ella ¿Tienes
un cigarrillo?... no sé lo que he hecho con ellos.
Por
aquí hay Alex se levanta y mira por los estantes
¡Joder! Esta mañana he comprado un cartón. Tienen
que estar por aquí. ¡Aja! Ya los tengo.
Arruga el celofán y lo tira en el cenicero. Cogen cigarrillos
y Alex le ofrece fuego. Mira las piernas de Silvia, enfundadas en
unas medias color café.
¿Cómo
te va la vida? dice ella, y se recuesta un poco en el sofá
desprendiéndose de uno de los zapatos no te importa
¿verdad? Me duelen horrores.
Como
siempre contesta Alex, expulsando el humo por la nariz.
Lo que ves es lo que hay. Apura el vaso.
Ella lo imita y se sirven otra ronda.
Diez
años Alex. Parece mentira, Dios mío... diez años.
Cómo pasa el tiempo echa la cabeza hacia atrás
y suspira. Da una fuerte calada a la colilla. Diez años...
es increíble. ¿Sabes algo de los demás?
Alex niega con la cabeza.
No
creo que vengan enciende otro cigarrillo y mira el reloj.
Las cinco y media dice.
Silvia se estira en el sofá. Apura el whisky y apoya el vaso
en el pecho.
Me
encontré con el gilipollas de Ignacio ladea la cabeza
y lo mira y sonríe acabó químicas.
Con un gesto se aparta el flequillo.
Trabaja
en la Titanlux continua ¿puedes imaginártelo?
Cinco años de universidad para terminar mezclando pinturas.
Alex le mira las piernas. Se incorpora y le coge la mano.
¿Te
casaste? le pregunta, a bocajarro.
Sí
contesta ella con firmeza cierra los ojos y se frota
la rodilla y da una fuerte chupada al cigarrillo... y tengo
un hijo... si no llegan pronto me van a encontrar borracha.
Ríen. Alex vuelve a la cocina por cubitos y sirve, sin medida.
Levantan los vasos y los hacen chocar.
Salud
dicen, al unísono.
Escuchan con atención el acercarse de un coche. El automóvil
remonta la pequeña cuesta y continua.
¿Cómo
se llamaba el bedel? Sí, hombre... el tío que siempre
mordía el puro... Dios... era más feo que Bela Lugosi
dice ella, sin prender el cigarrillo.
Alex le acerca el mechero.
Jodido
baboso. Me hubiese gustado matarle.
Deberías
haberlo hecho enciende el cigarrillo y coge la mano de Alex,
con fuerza ¿crees que fue Ignacio quién se
chivó?
Se encoge de hombros. Al cabo de diez años, importa poco
que te hayan pillado manoseando a una chica, en un ascensor. Alex
mueve los dedos bajo la falda, ella suspira y tira de la mano. No
lleva bragas.
Como
en el ascensor murmura él y siente la humedad en
sus yemas y le besa la ingle. Diez años...
Silvia jadea. Levanta el pecho, abre las piernas, se echa el pelo
hacia atrás y, con ambas manos, le coge la cabeza, hundiéndosela
entre los pechos.
©
Bob
T. Morrison
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