e o m . aire . 1 . julio 2001            
                     
                       
        e o m . aire . 1 . julio 2001          
         


Dos poemas

Santiago Calleja Arrabal

       
                       
       

 

La noche sin alma

 

No importa que las luces queden encendidas,

ya no somos visibles.

Abilio Estévez


(Claudicar aquélla noche,

la menos esperada... )

 

Que un palacio de ángeles doctos en el amor

de cuerpos cincelados por el deseo,

-un deseo invertido que no les pertenece

pues procede de otros, sobrevive en otros-

me sea regalado.

Que no haya sorpresa no es nuevo.

Que todo sea deseo y mirada, tampoco.

Que la tundra y la estepa lejanas del alma

semejen cuadros de extraña perspectiva

tampoco importa en exceso.

Que todo suceda bajo la más completa clandestinidad...

La piel que es cuerpo en la noche y noble cual alma,

nos separa y nos une a un tiempo. Somos débiles

al brazo del deseo. O quizás somos gigantes pues ellos

jamás debieron existir sin regalarnos sus abrazos

ni sus cuerpos colosales a cualquier precio.

Y así vinieron a mis sueños (o vinieron a mis realidades),

desnudos, los ángeles, pues conocen el impudor y el celo de la fantasía,

a regalarme lágrimas y deseos gastados por el uso.

A regalarme mágicas palabras

de esas que gusta tanto el corazón.

No trajeron nada,

nada para la razón; pues ellos nada enseñan y nada deben ofrecer.

Mas trajeron sus almas intactas,

besos de primera vez,

ojos sin lágrimas

y las primeras sonrisas del amor.

También, torsos tatuados con el nombre

de aquellos que no les amaron.

Para vergüenza y escarnio

de una multitud que agoniza

antes de saber qué es el amor.

No saber quien es quién no hechiza

y ese maldito arte del disimulo...

Así son sus quimeras

y su miseria traslúcida,

así, dan de beber a proscritos del cielo y a enfermos efebos

heridos por la belleza.

O a simples bebedores noctámbulos, a jóvenes inquietos aunque

demasiado tímidos para el amor, a hombres ancianos

pero hermosos todavía, o modernos trasnochados

de anuncio en el WC y perfume de Klein.

Y en ellos, en quienes la generosidad habita a sus anchas,

se invierte el amor traído al ser ofrecido

a las hembras de la especie

pues son las madres de los hombres

y serán besadas también,

o engendradas con júbilo.

Y éstas, elegidas sin saber ni cómo,

bajo impoluto misterio

gemirán a cada abrazo con el sexo herido, abierto a la incertidumbre

y fingirán que es aquel el amor

que buscaban.

Malversación tácita,

alteración del orden

y caos virtual.

Esos serán los signos a su llegada,

pues ellos anunciarán una aurora sin espanto.

Las noches de las que hablo son pocas pero suceden.

El resto, simulacro radiante y centrífugo de la realidad,

no merece ser contado mas que para ser maldecido.

Ditirambo de cuerpos alargados en esperas tristes,

promiscuidad de miradas que silencian al deseo.

Es la esperanza que bajo forma inverosímil

embota nuestras cabezas al son de un ritmo 4x4

entre luces y aliento etílico.

En la ciudad es sábado por la noche y apenas la lluvia de otoño

cae ajena al mundo interno de sus habitantes.

Y es también, la ciudad de virtual ilusión, de asfaltos y de soledades

aunque también, a veces de alegrías.

No te duela amigo,

que no te duela saberlo.

Que esos seres, esos ángeles caídos que están entre nosotros

también son nosotros.

Que nos den vida o ilusión,

nos hagan verdadera la mentira

y transmuten la envidia en recuerdo ominoso.

Respiremos aliviados pues le castigo

hubiera sido peor.

Menos lírico,

menos arduo y hasta probablemente,

falto de pasión.

 

 

Cómo pudiste

a Jaime, en silencio


Cómo pudiste decir

mi fiel amigo que un reflejo

no habita en el silencio.

Si un reflejo fue

aquel que ya no somos,

¿dónde si no morirán

los besos que no dimos?


Cómo pudiste decir

al son de horas gastadas

que la tristeza no es tristeza

pues el tiempo juega

en sus horas muertas con los restos

del naufragio.


Cómo pudiste,

si tu cuerpo de tangente atleta,

tu semblante álgido y viril,

desmienten tu esfuerzo por decir

frases que aprendiste de memoria

en libros esquivos.


Y a mi me alcanzó

la dicha de valorar tus tesoros.

Todo tu, afirmación rotunda

de frases cuyo significado

te está vedado

por esos giros graciosos del cielo.


Todo tu, hecho de vigor

no menos que de dulzura

desmientes en un fugaz segundo

todas tus afirmaciones en ese gesto

ausente y sin hechizo.


Cómo pudiste tu

decir que Cristo ya no era Cristo

que el cielo ya no era el cielo:

que el amor está en otra parte

y no aquí yaciendo a nuestro lado.

 

 

     
 

Santiago Calleja Arrabal

estudió Filosofía en la Universidad de Barcelona (España), los dos poemas publicados pertenecen al libro Equilibrios, que será publicado próximamente en formato de libro electrónico

 
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