A
Luis Rafael Gálvez, poeta
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Muchos
lo califican de patético, otros de trágico,
no menos, de exageradamente dramático. Sin embargo,
César Vallejo constituye, desde mi visión muy
personal, una de las mejores voces que ha dado la lengua española.
Su
ubicación puede plantearse de dos maneras. Por un lado
desde la vanguardia, escuela, movimiento o rótulo en
el que muchos quieren estacionarlo. De otro lado, desde o
a raíz de su poesía visceral, incisiva, un tanto
corrosiva, aguda y punzante.
Su
locus primero obedece a que se instaura como uno de
los poetas más distinguidos de las vanguardias americanas.
Al lado de Octavio Paz, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Nicolás
Guillén, entre otros, César Vallejo consolida
para el mundo lo que sería la poesía del siglo
XX.
Su
locus segundo puede explicarse desde la percepción
de un lector acostumbrado a una retórica simple, un
poco barroca, almibarada o en demasía ligera. La poesía
de Vallejo es ruptura ante todo, una búsqueda tan honda
que por eso mismo se aleja del aplauso, la venia, la admiración
de lo escueto: es una escritura que rompe paradigmas, quiebra
sedimentos sobre todo mentales y espirituales
de cruentos movimientos telúricos. Esa puede ser una
explicación para que cientos de lectores lo encuentren
aburrido, pesimista o traumático, ¿hay algo
más traumático que la vida de un hombre? ¿Cómo
cantarle al alba después de que su madre ha muerto
y el hogar se desmorona como "piedra sobre piedra"?
En
la poesía, como en todas las artes, queremos hallar,
desde la contemporaneidad, escenas bucólicas que nos
lleven a "los años mejores", si es que alguna
vez existieron desde perspectivas de fuga o pretendemos
hacer existir. Una poesía de sabores, olores, contra
la que no poseo ninguna afrenta, que nos regocije como lo
hacen los libros de receta o esas narrativas de "ciencia
ficción" escritas por las máquinas de hacer
dinero, Paolo Coehlo o Carlos Cuauhtemoc Sánchez, narradores
que hallaron la piedra filosofal desde lo mercantil y bursátil,
y no desde el dolor y el fuego como lo hizo el poeta peruano:
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar;
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Es
lógico admitir que César Vallejo es un poeta
supremamente mustio, ¿qué lo impulsa a no serlo?
¿Debemos juzgarlo por no ser divertido o radiante,
por no causar esperanzas debemos confiarnos a ellas?
por estar en permanente fuga con Dios o con lo que concebimos
de él?:
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
La
poesía es la historia del espíritu, es el pálpito
de un cuerpo interno en contravía a la narrativa,
la voz de demonios y espectros que subyacen en el subsuelo
de un hombre en combustión. ¿Cómo pretender
que Vallejo sea ajeno a su cruz, a sus calvarios, a sus caminatas
por el monte de sus olivos?
César
Vallejo es, reitero, un intelectual de escrituras funestas,
sombrías. En él hallo más verdad y más
sabiduría que en todos los libros de superación
personal que se siguen comercializando como si fueran la gran
panacea o el terreno prometido por la tradición religiosa.
Espergesia
y lo hereje
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
La permanente reiteración de un Dios enfermo nos lleva
a plantearnos muchas preguntas, ¿es César Vallejo
un ateo? La respuesta puede abarcarse desde muchas direcciones.
Sin embargo, pretendo imaginar que el poeta hace alusión
o plantea la posibilidad de un Dios imperfecto; no lo niega,
ni lo anula, lo cuestiona, lo refuta. Su arribo al mundo natal
lo lleva a plantearse la posibilidad de un universo en permanente
fricción, en donde los equilibrios o las armonías
entre los opuestos nunca serán posibles.
Su
incursión en el marxismo del que después
se aleja, la muerte de su madre, sus amigos, sus mayores,
las guerras, lo llevan a asumir una interiorización
escrita con sangre, interiorización que él entrega
después en su escritura y que se constituye en una
médula problemática para sus contemporáneos,
al punto de recibir críticas tan injustas como esta:
¿Ud. cree señor Vallejo que colocar una imbecilidad
encima de otra es hacer poesía? (Clemente Palma).
No
obstante, Vallejo continúa su camino y cuestiona, en
gran parte de su poética, "lo otro", aquello
que concebimos como la divina providencia o el halo paradisíaco
de lo monacal:
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Parece
ser que el error más grande del Cristo consistió
en "hacer" algo que no lo hace del todo apóstata
a un hombre con todas las deficiencias del mundo; Vallejo
era enfermizo, vivía con el ceño fruncido, había
soportado todos los dolores del cuerpo y la carne. De allí
que evoque a la muerte, a la que poetiza, a la que le canta:
esto significa una negación de manera directa.
Su
herejía se ve reducida a una queja permanente de lo
que es el acontecer cotidiano. Si este Dios existe, ¿por
qué el hombre está tan mal diseñado?
Parece preguntarse a diario el poeta ¿por
qué la iniquidad, las guerras, los holocaustos? De
allí su permanente fricción con un padre superior
hecho a imagen y semejanza de su hijo; el poeta nunca cuestiona
al mundo ni a su naturaleza, critica las obras y los procederes
de un hombre nacido "del barro y del polvo"
El
texto en el poeta
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar;
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Vallejo
no niega la metafísica, los submundos, los planos alternativos
de punto y encuentro, simplemente reconoce un vacío
en la fibra más íntima de su ser y en sus esencias
primarias: casi un sino edénico, con el que se carga
desde el origen, desde las épocas primarias del hombre,
una especie de destierro permanente, en donde sus versos se
ven atravesados por un constante "Obscuro sinsabor de
féretro".
El
poema Espergesia es una especie de espejo en donde Vallejo
no sólo se mira sino que se refleja. La imagen es más
un reflejo que una mirada. Allí está traducido
el poeta, allí está narrado Vallejo. El poeta
habla a través de la poesía y esa voz es la
misma que colinda con lo pulsional destructivo, tanático,
por el maremagno interior, por lo oscuro y sin rostro
(S. Yurkievich):
Todos saben que vivo
que mastico
Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
El
autor y su época
César
Vallejo, como la gran mayoría de los poetas, es un
hombre de su época. En él están presentes
todas las contradicciones del mundo moderno (contradicciones
en el mundo, no en su escritura) y en ella subyacen los conflictos
morales, las injusticias sociales, la siempre viva pregunta
del poeta: ¿Es importante la escritura?
No obstante, el aeda peruano pertenece también a un
tiempo y a un espacio que no poseen delimitaciones lógicas.
Su escritura es una escritura que puede ubicarse en presentes,
pasados y futuros inmediatos, jamás pierde vigencia
porque es una poética que está revestida de
cosas universales: la caída, el viaje, el dolor, el
sufrimiento, la soledad, las ruinas humanas, la condición
de un hombre y su relación con Dios.
Al
igual que otros poetas de las vanguardias, Vallejo no sólo
evoluciona en su escritura sino también en sus consideraciones
de tipo espiritual, filosófico y metafísico.
El poeta conoce la orfandad del hombre y es esa misma orfandad
la que tiene su arraigo en la escritura:
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
De
otro lado, en su estro literario se evidencia el divorcio
con Dios mejor con la iglesia y su permanente
querella con una realidad anterior en donde la moral, la ética,
las leyes, las reglas y las conductas eran paradigmas para
el ser humano. Vallejo reniega de la verdad absoluta y la
relativiza, adoptando, por filosofía y no provocación,
una mirada más subjetiva-objetiva, retirándose
de convicciones eternas y dominantes; propone una ruptura
en el maridaje que existe entre el hombre y su tradición
judeocristiana, de allí el aislamiento que emprende
con otros poetas, lo que lo lleva a rechazar un sinnúmero
de homenajes o manutenciones ofrecidas por ciertos gobiernos
como el ruso.
Vallejo se considera un poeta integro y en esto tiene fricciones
con Neruda: No comparte los honores, no persigue la famosa
posteridad, los cargos diplomáticos le fastidian; no
solo la gloria divina sino también la humana le resultan
"tísicas". Para el poeta nada es más
contundente o pesado que aquella gran cadena que se lleva
en los hombros. Esa es la sombra, la cruz, el gólgota
personal al que se está condenado.
Todos saben
Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda
Plano
temático
Vallejo
significa rupturas en muchos de los sedimentos poéticos
que se habían hecho hasta entonces. De un lado está
la destrucción de ciertas lógicas estructurales.
De otro lado, relativiza como ya lo he dicho los
dualismos y sus fuerzas antagónicas.
Hermano, escucha, escucha
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Los
silencios y lo dicho o lo no dicho son preponderantes
para el gran escritor. La palabra como un instrumento social
y político es fundamental en Vallejo. No es únicamente
un recurso estilístico u ornamental; ella debe resignificarse
en el sentido en que tenga no sólo una carga semántica.
La poética debe ser también canal de información,
de difusión filosófica, de lucha interna, de
grito, de rasgadura de ropas.
La autoconciencia del escritor lo lleva a convertirse en un
hombre que se concatena con sus entornos, las realidades humanas
son abordadas desde su escritura y desde ese plano intelectual
y creativo recrea, transforma, propone una memoria nueva para
el hombre y para las artes.
Esa fue y es la lucha de Vallejo y es eso mismo
lo que ha significado el que muchos lectores lo califiquen
de escritor desolado, tanático, monstruosamente pesimista.
Un mundo solitario que el poeta lleva en su escritura es el
que se establece a lo largo de sus consideraciones poéticas-literarias.
Los héroes ya no existen y Vallejo lo sabe. Para él,
todos los dioses han muerto. Sólo el hombre va por
el mundo arrastrando pesados grilletes y esforzándose
por desprenderse de sus cadenas más atroces: lo anodino
y pueril:
Y no saben que el Misterio sintetiza
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

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BIBLIOGRAFÍA:
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Yurkievich,
Saúl. Fundadores de la nueva poesía
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