José
Saramago (AzinhagaPortugal, 1922), argumenta que la
memoria es un recuerdo poético, la memoria siempre
da pinceladas sobre los rostros y convierte a todo el mundo
en una especie de personaje, de creación imaginaria.
La memoria es el dramaturgo que tienen adentro todos los hombres,
pone en escena e inventa un disfraz para cada ser vinculado
con nosotros... (Revista
Común Presencia, Pág. 38, Bogotá).
En
este orden de ideas podemos testificar que Boletín
y elegía de las mitas, del poeta César
Dávila Andrade (Cuenca, 1919) es ante todo una recreación
poética instalada y manada del imaginario literario
e histórico del aeda ecuatoriano, quien pretende rememorar,
a través del texto, sus percepciones del proceso de
conquista y de colonia en la América hispánica.
¿Qué
se memoriza en el Boletín?
Boletín
y elegía de las mitas es un sumario de la invasión
española y del proceso de colonización en América
latina. Un sumario poéticamente construido, recreado
pese a narrar una lógica cronológica,
insta a un nuevo imaginario (por lo menos desde lo literario),
en donde el proceso doloroso de la colonia se ve "reinventado"
en la escritura de Dávila Andrade, con el objetivo
único de permitir o darle paso a la dignidad, a la
cultura, a la equidad y a los derechos del "otro":
II
A mí, tam. A José Vacancela tam. A Lucas Chaca
tam. A Roque Caxicóndor tam. En plaza de pomasqui y
en rueda de otros naturales nos trasquilaron hasta el frío
la cabeza. Oh, Pachacámac, Señor del Universo,
nunca sentimos más helada tu sonrisa, y al páramo
subimos desnudos de cabeza, a coronarnos, llorando, con tu
sol (Boletín
y elegía de las mitas, Pág. 7).
El
poeta sufre una especie de transubstanciación y es
a partir de esa metempsicosis que se instala en la voz de
"los otros" y habla desde ellos y con ellos; una
forma de recuperar al sujeto "indígena",
repensar la historia desde la perspectiva de los subalternos
y no desde la historia oficial, recuperar la iniciativa
histórica revolucionaria César Dávila
fue miembro del partido socialista ecuatoriano, instar
a una política de cambio y conciencia y establecer
una nueva representación del nativo: el indígena
reflexivo, resucitado, coherente, en contraste con las identidades
fundadas y "memorizadas" a partir del colonialismo
y la hegemonía occidental.
En
esa radiografía que es el poema, César Dávila
Andrade reencarna voz de los "marginados" y "subalternos"
hayan existido o no, lo que nos recuerda a Neruda en ese
bello poemario Alturas de Macchu Picchu. El poeta ofrece sus
recursos, su voz, su pluma y su intelecto para que aquellos
que han permanecido "mudos" eleven su protesta contra
la tragedia que vivió y vive la población indígena
del continente:
IV
Y vuestro Teniente y Justicia Mayor / José de Uribe:
"Te ordeno". Y yo, Con los otros indios, llevábamosle
a todo pedir, / de casa en casa, para sus paseos, en hamaca.
/ mientras mujeres nuestras, con hijas mitayas, a barrer,
a carmenar, a texer, a escardar; / a hilar, a lamer platos
de barro nuestra hechura. Y a yacer con viracochas,
nuestras flores de dos muslos, para traer al mestizo y verdugo
venidero (Boletín
y elegía de las mitas, Pág. 8).
La
voz que narra, sin embargo, no es la voz del poeta, no es
tampoco la "Memoria" poética ni histórica
de César Dávila Andrade, es la voz de un colectivo
primitivo o presente (desde qué lugar se recuerda?),
la voz quizás cósmica de un grupo
de individuos "muertos" que nos hablan precisamente
desde esa orilla, desde ese locus tal vez metafísico
del poeta (Dávila Andrade trasegó por el rosacrucismo
y la masonería). Sin embargo, lo "memorizado"
no se aparta de un referente histórico, simplemente
es asumido desde un punto de vista literario o desde la construcción
subjetiva-colectiva de Dávila Andrade.
¿Quién
memoriza?
César
Dávila Andrade es un hombre letrado, uno de los mejores
poetas que ha dado la poesía (para mi visión
muy personal y un tanto arbitraria, el mejor poeta que ha
dado hasta ahora el Ecuador). Como todo poeta, pasa por
varios procesos internos y externos: de una poesía
neorromántica y neosurrealista, a una poética
experimental, en donde propone una ruptura reniega un poco
de su búsqueda anterior y se vincula con la historia
y la geografía de su país, con los habitantes
de un territorio muy suyo; de este periodo es Boletín
y elegía de las mitas:
Sin
paga, sin maíz, sin runamora, / ya sin hambre
de puro no comer; sólo calavera, llorando granizo viejo
por mejillas, / llegué trayendo frutos de la yunga
/ a cuatro semanas de ayuno. / Recibiéronme: Mi hija
partida en dos por Alférez Quintanilla, / Mujer, de
conviviente de él. Dos hijos muertos a látigo.
/ Oh, Pachacámac, y yo, a la vida. Así morí
(Boletín
y elegía de las mitas, Págs. 8 y 9).
Esta
"memoria" poética se da desde abajo. César
Dávila Andrade como blanco-mestizo, como hombre letrado
construye esos pasos "rotos" desde su imaginario
literario, lo que significa apelar a la presencia del lenguaje
para convertir su "versión" o su "visión"
en algo tangible, en la "otra" realidad, en la realidad
"presente" y no en la pretérita. Lo narrado
es verdad en la medida en que el lenguaje crea ese efecto,
lo representa, lo crea, lo convierte en algo palpable: el
testimonio no es una obra de ficción: mejor dicho,
su convicción discursiva es que representa una historia
verdadera, que su narrador es una persona que realmente existe.
Esto produce lo que se podría llamar un "efecto
de veracidad" (Beverly,
Pág. 160).
Desde
ese locus de intelectual y letrado Dávila reencarna
la voz de los "otros", la voz del nativo, un evento
que se repite en todos los procesos de reconstrucción
o recreación histórica. El indígena,
como sujeto "analfabeto", no es capaz de traducirse
a la lógica occidental y a una lengua hegemónica,
por lo que tiene que ser "hablado", "representado"
a través de la voz y la cultura del intelectual (origen
de la literatura indigenista); el poeta nos los presenta no
representa a través de la creación literaria
y sólo vemos su presentación a través
del espejo o el laberinto que significa el lenguaje.
Sin
embargo, esa "visión" o "verdad"
del poeta demuestra, entre otras cosas, que el proceso de
las mitas es constante, circular, se repite, continúa
y no termina de narrarse. De otro lado, rebasa la voz del
"indio" (e incluso la voz del blanco-mestizo) y
se reincorpora hacia una nueva lógica. El poema de
Dávila Andrade no es un texto indígena (no fue
escrito por un indio) ni un poema indigenista (escrito por
un blanco que representa lo indígena). El texto del
poeta ecuatoriano va más allá de esto: se constituye
en un nuevo registro poético, en la voz que irrumpe
las lógicas históricas "memorizadas"
y las revalúa desde una "voz" literaria (otra?),
una locución situada por encima de paradigmas políticos
y sociales. Desde estas perspectivas resulta una propuesta
bien particular: antes del Boletín se
hablaba por el indígena, se pensaba por él y
se le representaba. César Dávila Andrade posee
la voz de ellos, se permea de un acento "ajeno",
habla con la vox de un sujeto "otro" como
si estuviera poseído por él; se intuye un poseso
en la construcción del Boletín y elegía
de las mitas. El poeta no subalterniza ni representa
lo indígena, el aeda es lo indígena, lo blanco,
lo mestizo, la historia, la memoria, la identidad, la nación
y la sangre de todos esos elementos que son equiparados a
través de la lengua y la escritura: el poema está
escrito en quechua y en español, lo que constata la
multiplicidad de intereses y búsquedas.
Pero
un día volví. ¡Y ahora vuelvo! / Ahora
soy Santiago Agag, Roque Buestende, Mateo Comaguara, Esteban
Chuqitaype, Pablo Duchinachay, Gregorio Guarlatana, Francisco
Nati-Cañar, Bartolomé Dumbay! / Y ahora, toda
esta Tierra es mía./Desde Llaguagua hasta Burgay; /
Desde Irubí hasta el Buerán ; / desde Guaslán,
hasta Punsara, pasando por Biblián. / Y es mía
para adentro, como mujer en la noche. / Y es mía para
arriba, hasta más allá del Gavilán
(Boletín
y elegía de las mitas, Pág. 18).
Finalmente,
el poema de Dávila posee una estructura moderna que
podemos acercar a la anatomía del testimonio. Por un
lado el poema, en lo que llamaría Beverly, asume una
posición política: implica
un reto al statu quo
de una sociedad dada (Beverly,
Pág. 157). De otra parte, reúne
características dentro de esa anatomía desde
perspectivas como "urgencia de comunicación",
es narrada por el poeta, que es a su vez es el protagonista
o la voz de "todos", su
unidad narrativa suele ser una "vida" o una vivencia
particularmente significativa (Beverly,
Pág. 157). Esto demuestra que Boletín
y elegía de las mitas no sólo apela
a la verdad y a la presencia del lenguaje sino que proporciona
voz y objetiviza la palabra (subalterna) a través de
su construcción y propuesta literaria.
¿Para
quién es significativa la memoria poética de
Dávila Andrade?
La
memoria del escritor ecuatoriano es significativa desde el
mismo proceso de representación de "acontecimientos"
y "procederes" históricos. Reconstruye, reinventa,
recrea y por esto mismo nombra, vuelve tangible lo aparentemente
"intangible"; búsqueda de varios intelectuales
entre quienes vale la pena destacar a José Carlos Mariategui,
José María Arguedas, Alcides Arguedas, Miguel
Riofrío, Pablo Neruda, Juan León Mera, etc,
etc, etc; a César Dávila Andrade lo podemos
situar en la vertiente del neoindigenismo (sin querer decir
con esto que agotemos sus búsquedas y consideraciones
de carácter esotérico, metafísico y filosófico)
en donde el realismo social, motivado por la inestabilidad
política del Ecuador, la inequidad, las luchas indígenas,
la revolución juliana, la revolución de mayo,
la crisis social y económica del país, se instala
como una vertiente ideal para promover la denuncia y la revolución
intelectual. De este periodo son: José de la Cuadra,
Joaquín Gallegos Lara, Enrique Gil, Demetrio Aguilera,
Alfredo Pareja Diezcanseco, Pablo Palacio, Fernando Chávez
y Jorge Icaza. Dávila Andrade no fue ajeno a la implosión
literaria de los 30 ni al cuestionamiento de la realidad desde
lo literario. De allí Boletín y elegía
de las mitas, un poema excepcional por lo particular
en la creación y el estro poético del aeda ecuatoriano.
De
otra parte, la lucha del poeta, desde la perspectiva literaria
(Dávila Andrade no tuvo militancias políticas:
su revolución fue a través de las letras), está
planteada. El poeta sabe, como lo afirma Stuart Hall, que
desde la cultura se puede establecer un lugar central de combate
contra la hegemonía. Es decir, para los mismos indígenas
los de hoy, los de ayer, los del futuro esta memoria es
por demás relevante y fundamental, es una memoria que
los "presenta" al margen de la sumisión,
la derrota, el olvido y la muerte.
Para
las nuevas generaciones e incluso para las pasadas es vital
encontrarse con una poética de esta naturaleza en dónde
la reivindicación del indígena así sea
a través de la voz del "otro" formule una
continuidad a algo que creíamos completamente sellado,
cerrado, borrado, suprimido. Sobre todo que esa continuidad
se da desde una "nueva verdad" y sigue configurándose
a lo largo de un tiempo y un espacio concreto y abstracto,
prueba de ello, las múltiples apropiaciones que han
hecho del texto los partidos políticos de izquierda
(socialistas o comunistas), los movimientos indígenas
en las recientes movilizaciones, los sindicatos y los defensores
de los derechos humanos en el Ecuador.
Para
terminar, quiero citar una entrevista realizada al Nobel de
Literatura José Saramago en donde éste expresa
su inconformidad respecto a algunas costumbres y tradiciones
de los pueblos occidentales: En
todas partes se educa para la guerra y jamás para la
paz, se nos somete a la estúpida adoración de
una bandera o un himno nacional, se idealizan las razas y
los pueblos se delimitan en forma excluyente las fronteras
(Revista Común
Presencia, Pág. 38).
Haciendo
énfasis en esto que podemos llamar "tradición"
y que es tocado incisivamente por Saramago, percibo que César
Dávila propone una nueva forma de mirar el mundo y
con él la realidad del indígena, por lo tanto
destruye cierta tradición hegemónica y postula
la suya, la nuestra la de todos. Lo
que debe decirse entonces acerca de toda tradición,
en este sentido, es que constituye un aspecto de la organización
social y cultural contemporánea del interés
de la dominación de una clase específica
(R. Williams, Marxismo
y literatura, Pág. 138).
De allí que el indígena viva, se levante desde
la escritura, resucite a través del verbo, se incorpore
de un pasado atroz y enuncie su nueva realidad, la que le
pertenece y necesita: Regreso / ¡Regresamos!
¡Pachacámac! / ¡Yo soy Juan Atampam! ¡Yo,
tam! / ¡Yo soy Marcos Atampam! ¡Yo, tam! / ¡Yo
soy Marcos Guamán! ¡Yo, tam! / ¡Yo soy
Roque Jadán! ¡Yo, tam! / Comaguara, soy. Gualanlema,
Quilaquilago, Caxicóndor. / Pumacuri, Tomayco, Chuquitaype,
Guartatana, / Duchinachay, Dumbay, ¡Soy! ¡Somos!
¡Seremos! ¡Soy! (Boletín
y elegía de las mitas, Pág. 19).
BIBLIOGRAFÍA:
Beverly
Jhon. Anatomía del Testimonio,
Pág. 160.
Dávila
Andrade, César. Boletín y elegía
de las mitas, Colección Media Luna, Campaña
de Lectura Eugenio Espejo, Quito-Ecuador, 2003.
Lezama
Lima, José. Imagen y posibilidad.
Editorial Letras cubanas, Instituto Cubano del Libro,
la Habana, Cuba, 1992.
Revista
Común Presencia, Pág. 38, Bogotá-Colombia.
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