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Brasil    
      Marina Colassanti   punto de encuentro
  29 tierra - prosa    

Antología
de cuentos

Traducción de Carlos Bonfim

  índice de autores
             
         

En fin, un individuo de ideas abiertas

 

La picazón en el oído lo atormentaba. Cogió el llavero y metió la llave más finita en la cavidad. Rascó suavemente el pabellón, luego la hundió en el orificio encerado. Y rodó, giró la puntita de la llave en beatitud, procurando aquel punto exacto en que cesaría la picazón.

Hasta que, trac, oyó el ligero ruido y, la llave en fin encajada, notó que la cabeza lentamente se abría.


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Título original: "Enfim, um indivíduo de idéias abertas", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 11 - traducido por Carlos Bonfim.


 

Nunca descuidándose del deber

 

Jamás permitiría que su marido fuese al trabajo con la ropa mal planchada, no fueran a decir los colegas que era esposa descuidada. Arrimada a la tabla de planchar con mirada vigilante, cazaba arrugas, deshacía pliegues, alisaba puños y pechos, afilaba el pliegue de los pantalones. Y a pura plancha y almidón, envuelta en vapores, alcanzaba el punto máximo de su arte al arrancar de los cuellos liso brillo de celuloide.

Impecable, transitaba el marido por el tiempo. Que, aunque respetaba ternos y camisas, empezó subrepticiamente a marcar su avance en la piel del rostro. Un día notó la mujer un ligero aflojarse de los párpados. Semanas después notó que en la sonrisa se fruncían hondos los lados de los ojos.

Pero fue sólo muchos meses más tarde que la presencia de dos fuertes pliegues bajando desde los lados de la nariz hasta la boca se hizo innegable. Sin decir nada, ella esperó la noche. Estando finalmente segura de que el hombre dormía el más pesado de los sueños, cogió un trapito húmedo y, silenciosa, prendió la plancha.


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Título original: "Nunca descuidando do dever", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 31. - traducido por Carlos Bonfim.


 

Cantata dividida

 

Desde los tiempos del noviazgo se amaban en una lengua que sólo los dos conocían. Con ella intercambiaron promesas, con ella inventaron una canción. E incluso después de casados, aunque hablasen otras lenguas en la calle, al cerrar la puerta de casa sólo en su lengua se entendían.

Fue también en su lengua que se desentendieron y, después de muchas discusiones, decidieron separar sus vidas. Dividieron los discos, dividieron los libros, quedó ella con los muebles del cuarto, escogió él los de la sala, y hasta el piano que les habían regalado los padrinos se hizo en dos: a ella le tocaron las teclas blancas, mientras él se contentaba con las negras.

A pesar de la pérdida de la mitad del cotidiano, ella luchaba por conducir la vida a un nuevo orden cuando, una tarde, sentada frente a lo que quedaba del piano, la revelación le heló las manos. Sólo en ese instante, preparándose para cantar, notó que el amor nunca más le sería posible. El marido se había llevado todas las consonantes de su lengua. Y, subrepticio, había cargado con él el segundo verso de la canción.


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Título original: "Cantata dividida", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 85. - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Preludio y fuga

 

La noche sobre la piel. Y el deseo. Los pezones lentamente duros exigiendo que se acostase de bruces. Los pelos contra el colchón exigiendo que abriese lentamente las piernas. En la boca, sin embargo, sólo su propia lengua, que no la sabía penetrar.

Se levantó en secreto. Fue hasta la sala. Descalza, hizo el amor con el piano de cola.

No era un buen amante. Desafinó varias veces antes de que ella alcanzase el orgasmo. Pero tenía la virtud principal: era muy romántico.


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Título original: "Prelúdio e fuga", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 91. - traducido por Carlos Bonfim.

 

 

La pasión de su vida

 

Amaba a la muerte. Pero no era correspondido.

Tomó veneno. Se lanzó desde los puentes. Aspiró gas. Siempre ella lo rechazaba, negándole el abrazo.

Cuando finalmente desistió de la pasión y se entregó a la vida, la muerte, celosa, le explotó el corazón.


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Título original: "A paixao da sua vida", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 87 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Para sentir su liviano peso

 

Guardaba el ruiseñor en una cajita. Todo lo que quería era andar con el ruiseñor trepado en el dedo. Pero si abriese la cajita, ¡ah!, seguramente se escaparía.

Entonces, amorosamente, se cortó el dedo. Y, a través de una mínima ranura, lo metió en la cajita.


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Título original: "Para sentir seu leve peso", publicado en Um espinho de marfim e outras histórias, Porto Alegre: L&PM, 1999, p.13 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

El pajarito

 

Empezó diciendo que tenía un pajarito en la cabeza. Se quejaba.

El pajarito movía las alas, le dolía la cabeza. Nadie le hizo caso.

Hasta dejó de quejarse. Gemía, conversaba con el pajarito que la habitaba. Murió sofocada, la nariz repleta de alpiste.


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Título original: "O passarinho", publicado en Um espinho de marfim e outras histórias, Porto Alegre: L&PM, 1999, p.14 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Apoyándose en el espacio vacío

 

Durante más de 20 años compartió la cama con su esposa china. Y aunque Ching-Ping-Mei no le hubiese dado hijos, sabía cuánto ella los había deseado. Varias veces, a lo largo de aquel tiempo, le había dicho que estaba embarazada, y perdía la criatura en lamentables accidentes. Y él piadosamente fingía creerle por no herir su delicada sensibilidad oriental.

Gentilmente se amaban. Recato, oscuridad, juegos de abanicos. Así se procuraban desde siempre en la pesada penumbra del cuarto. Cuerpos nunca revelados, niebla de incienso, el amor envuelto en velos y cortinas, conservando el misterio de los primeros días.

Pero, enfermándose Ching-Ping-Mei, exigió el médico que se abriesen puertas y ventanas y se hiciese luz, haciendo posible el examen. Y aunque él se mantuviese del lado de afuera de la puerta, en discreta espera, no se le permitió escapar a la dura revelación traída junto con el diagnóstico.

La paciente pronto se curaría, le comunicó el médico, pero él consideraba que era su deber comunicarle que a la luz de la medicina y no obstante la gracia y la dulzura innegable, su esposa Ching-Ping-Mei era, en realidad, un hombre.

Aturdido, tambaleó sintiendo deshacerse el cerne del amor, estiró las manos hacia delante. Pero ¿en qué apoyarse si él mismo, a pesar de la barba y de los bigotes, y sin que su amada jamás desconfiase, era y había sido a lo largo de aquellos años todos, mujer?


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Título original: "Apoiando-se no espaço vazio", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 93-94 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Una vida al lado

 

Fina la pared. Y más allá de ella, la vida del vecino.

Irritante al principio. Ruidos, golpes, tos, todo interfiriendo, infiltrándose. Luego, poco a poco, familiar.

Le sabía el baño, las comidas, las horas de descanso. A cada gesto, un sonido. Y en el sonido, recreado, lo veía moverse en geometrías idénticas a las suyas. La sala, el cuarto, el corredor.

Cada vez más se ligaba al vecino, absorbiendo sus hábitos. Oía el batir de ollas y se apresuraba a la cocina, venían voces moduladas y prendía la tele. Por la noche sólo podía dormir después del golpe de los zapatos del otro en el suelo, el crujir de la cama señalando que se había metido entre sábanas.

Lo perdía, sin embargo, cuando salía puerta afuera. Pasos, tilinteo de llaves, allá se iba el vecino. Sin él, vacíos la sala y el cuarto, la pared enmudecía, separando silencios.

Volvía al final del día, puntual. Pasos, tilinteo de llaves. Él entonces prendía la luz al clic del interruptor del otro y, juntos, ponían la casa en marcha.

Intentaba a veces seguirle las andanzas. Espiaba por el ojo mágico estudiando la paciencia con que esperaba el elevador, se ponía a la ventana para ver qué dirección tomaba, en qué ómnibus subía.

Y justamente en una tarde en que acechaba, vio al otro cruzar en mala hora la calle agitada, hesitar, correr y ser atropellado por una furgoneta.

Notó que necesitaba trabajar rápido. Sin hesitar, arrancó las puertas de los armarios, las cortinas, cogió la caja de herramientas y empezó a aserrar, lijar, batir, pegar.

Todo estaba listo cuando oyó que llegaba el ataúd del otro para el velorio. Sobre la mesa de la sala, en la exacta posición en que debería estar el del vecino, colocó su propio ataúd. Después abrió la puerta de par en par y, vestido en el terno azul marino, se acostó cruzando las manos sobre el pecho.

Todavía tuvo tiempo de pensar que se había olvidado de limpiarse los zapatos. Y los primeros visitantes empezaban a llegar, entrando con la misma tristeza en los dos departamentos para llorar difuntos tan iguales.


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Título original: "Uma vida ao lado", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 105-106- traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Por servicios prestados

 

El lavabo les pareció a todos el mejor lugar para la gallina, antes pollito regalado en cumpleaños de niño. Pero oprimida por el frío brillo de los mármoles, entristecida por la soledad, se refugió la pobrecita en la postura rompiendo récords. Tres, cuatro veces por día buscaban docenas de huevos en el suave nido del bidé. Y de noche.

Pronto, vendían huevos y enriquecían. Televisión, cine, se ocuparon de la gallina. Los amigos se hicieron más frecuentes. Recibían.

Y, recibiendo, el lavabo se volvió fundamental. Para las visitas, no para la gallina. Que de allí fue transferida al vivero alemán importado, con agua corriente y luz natural, donde, como siempre había deseado, pasó a poner tan sólo un huevito diario.

Por lo que fue considerada improductiva y llevada a la olla, fricassé, en cena de muchos amigos.


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Título original: "Por serviços prestados", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 113 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Pero por ella esperaba desde el inicio

 

No teniendo mar en su país, el dictador soñaba, sin embargo, en combatir los grandes cetáceos. Mandó entonces que una ballenera construida con el dinero del pueblo fuese colocada sobre el césped delante del palacio.

Y todos los años, llegada la época propicia, declaraba abierta la estación de caza, subía a bordo y mandaba levantar anclas. Remolcado por cuerdas, singlaba los verdes flujos del césped.

Luego, entre espumas de bordados franceses, los criados traían ballenas de cartón que, al sonido de una orquesta de cámara, eran gloriosamente arponeadas por el líder.

Durante años navegó el verde, alineando victorias bajo los aplausos de los ministros. Hasta el día en que se deparó con una ballena blanca. Que, inmensa y voraz, terminó por agotarle las fuerzas. Y en lucha desigual lo arrastró con ella hacia el fondo.


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Título original: "Mas por ela esperava desde o início", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 109 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Aunque sin asco

 

Cenaba con la amante en restaurantes llenos de espejos.

Mal terminaba el maitre de flambear el postre, iba él a encerrarse en el baño. Con la mano metida en el fondo de la garganta, vomitaba rojas langostas, sanguíneas salsas y las llamas del coñac.

Luego, se iba a casa, a cenar con la esposa.

Se acostaba con la amante en moteles llenos de espejos.

Mal corría el agua de la ducha, ya él se encerraba en el baño. Con la mano metida en el fondo de la garganta, vomitaba los rubios bucles, los rubios muslos, las llamaradas de la amante.

Luego, se iba a casa, a acostarse con la esposa.


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Título original: "Embora sem náusea", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 131 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Una cuestión de educación

 

Vio a su mujer conversando en el portón con el amante. No tuvo dudas. Cuando ella entró, la decapitó con el machado. Después recogió la cabeza y, antes de que toda la sangre escapase por el cuello interrumpido, la arrojó a la olla. Picó la cebolla, los condimentos, agregó agua y empezó a cocinar la grande sopa.

Lista, sin embargo, no pudo comerla. Ansias de vómito le cerraban la garganta delante del plato macabro. Nunca, desde pequeño, había soportado la visión de cabellos en la comida.


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Título original: "Uma questão de educação", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 205 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Dormiremos a la sombra

 

No sabía dormir con luz. Apenas amanecía, ataba un pañuelo negro sobre los ojos y continuaba el sueño en profunda noche.

En plena revolución lo apresaron y lo condenaron a muerte. Permitieron que se sentase delante del pelotón de fusilamiento. El padre trajo la extremaunción. El capitán trajo la venda.

Antes de que fuese dada la orden de disparar, el trapo negro hizo noche en sus ojos. Y, recostando la cabeza en la silla, se durmió.


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Título original: "Dormiremos à sombra", publicado en Contos de amor rasgados, Sao Paulo: Rocco, 1986, p. 205 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Ángel de la guarda

 

De allí no escaparía. Garantizaban su permanencia la argolla de hierro en el pie y la punta del ala cortada. Sin él, qué soledad insoportable sería su vida.

Sí, era otra mujer. Lavaba, planchaba, cantaba en la cocina y crecía plantas.

Lejos estaban los días de llanto y desesperación. Lejos aquella tarde en que, el veneno listo en la cocina, había sonado el timbre interrumpiendo el gesto. Y desde la puerta, rubio y alado, el adolescente le había dicho:

— No llores. Vine a ayudarte. Soy tu ángel de la guarda.


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Título original: "Ängel de la guarda", publicado en Um espinho de marfim e outras histórias, Porto Alegre: L&PM, 1999, p.52 - traducido por Carlos Bonfim.


 

 

Un engranaje

 

Desarmó la cabeza, pieza por pieza. La aceitó, pulió, limpió con franelas. Después empezó a montarla. Lista, vio que un engranaje había quedado en la mesa. Pensó en recomenzar. Lo intentó. No pudo. Faltaba, para saber desarmar, aquel engranaje principal.


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(Título original: "Uma engrenagem", publicado en Um espinho de marfim e outras histórias, Porto Alegre: L&PM, 1999, p.164 - traducido por Carlos Bonfim)

 

   
             
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