Una
inversión de la dicotomía célebre
(civilización-barbarie) predominante todavía
en la ensayística de la época, operación
que Martí lleva a cabo a través de la redefinición
y resignificación de los términos (ahora falsa
erudición-naturaleza) y que permite, por un lado, ingresar
a la discusión un nuevo campo de identidad, un "ser
latinoamericano" basado en el "hombre natural",
diferente más adelante focalizaré en esta
cuestión al "buen salvaje" de Rousseau,
y, por otro lado, derribar el postulado teórico que,
desde Sarmiento hasta los contemporáneos de Martí,
justificaba, con fines modernizadores, la "necesaria"
aplicación del modelo "civilizatorio" y utilitario
basado sobre el "sujeto lógico", categoría
que resultaba de la racionalización que imponía
el imaginario positivista durante el Siglo XIX, y sobre el
"hombre útil", que por miles ya contaba entre
sus filas la América del Norte para su prosperidad.
Nuestra
América, magnífica retícula martiana
que ha reproducido mediante su red de puntos las sombras y
los claros de una época e intervenido subjetivamente
el contexto al ejecutar con mayor o menor densidad, según
la perspectiva política e ideológica de su autorpersona
admirable José Martí, una realidad diferente
que, aunque ya podía ser narrada, aún debía
contarse, en gran medida, con verbos de inclinación
futura. La temporalidad futura de gran parte de los verbos
de Nuestra América connota esperanza
y optimismo, pero también compromiso de lucha.[i]
Nuestra América, por lo tanto, se erigía
hacia 1891 como un entramado simbólico pero también
literal, rico en significados subyacentes y analogías
realizadas a través de sugerentes alegorías,
pero dotado además de la enérgica y por qué
no violenta disposición de oraciones explícitas.
Nuestra América, un poema narrativo,
compuesto de párrafos que parecen estrofas. Nuestra
América, poesía, un manifiesto, un ensayo,
un panfleto, una compleja retícula que también
se entrelazaba como teoría sociológica que,
entre otras aristas de su geometría escrituraria, presentaba,
como destacada pretensión, la inversión, a través
de la redefinición, de la dicotomía famosa anteriormente
mencionada, pues Martí consideraba que civilización-barbarie
era una falsa contradicción que imponía fórmulas
ajenas a nuestras condiciones, a nuestra naturaleza.
El doctor Joaquín Santana explica en su trabajo El
problema de la modernidad en América Latina; una aproximación
histórico-sociológica a la contradicción
civilización-barbarie[ii]:
"que
llegada a América con los "descubridores",
la problemática de la civilizaciónbarbarie
devino el instrumento ideológico por excelencia para
justificar la conquista y colonización del nuevo mundo
y que ésta adquirió un carácter y contenido
nuevo al asociarse a la modernización y a los procesos
mentales de lo que pudiera denominarse contemporáneamente
como estilo de pensamiento desarrollista."
"La
mayoría de los autores que estudian la cuestión
afirma Santana no vacilan en situar los orígenes
de este fenómeno en las primeras décadas del
siglo XIX, cuando los sectores dirigentes y la intelectualidad
de las emergentes naciones latinoamericanas aspiraban a alcanzar
un nivel de desarrollo en sus respectivos países equiparable
a los niveles de progreso y modernidad logrados por Inglaterra,
Francia y otras naciones europeas."
Luego, Santana cita a Leopoldo Zea que, en su libro Filosofía
y cultura latinoamericana, escribe al respecto:
"El
mundo iberoamericano colonizado por España y Portugal
entra en el siglo XIX en la más extraña aventura
en que un conjunto de pueblos pueda entrar en el campo de
las ideas: la aventura que significa tratar de deshacerse
de la propia formación cultural para adoptar otra.
El mundo iberoamericano se encuentra frente a un mundo dentro
del cual se siente inadaptado: el mundo moderno. Mientras
los países iberoamericanos permanecían en el
mundo de ideas y creencias, de hábitos y costumbres
establecidos por los poderes de la Península Ibérica,
el resto del mundo marchaba por otros caminos distintos, caminos
que, ante los sorprendidos ojos iberoamericanos, se presentaban
como opuestos y casi inconciliables con los que ellos habían
recibido como herencia. Inglaterra con su revolución
industrial y sus instituciones políticas; Francia con
su revolución política e ideológica,
y los Estados Unidos con sus nuevas instituciones de carácter
liberal y democrático mostraban otras rutas al mundo".
[iii]
Así
pues, en América Latina, civilizaciónbarbarie
será el eje en torno al que se organizará una
ideología que reaccionará contra la propia cultura,
pues, al "tomar como modelo a algunas naciones de
Europa y más tarde a los Estados Unidos para la realización
del proceso civilizatorio conducente a la modernidad"[iv],
negará todos los elementos autóctonos y aún
los hispánicos por interpretarlos a través del
término negativo de la contradicción, es decir,
la barbarie.
Entonces Martí resignifica la contradicción
convirtiéndola en una nueva: A civilización
la reemplaza por falsa erudición; a barbarie por naturaleza.
"No hay batalla entre la civilización
y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza"
(6).
De este modo, invierte la polaridad positivo-negativo y, en
consecuencia, el término que antes definía lo
autóctono y que correspondía, en la taxonomía
del eje binario de la ideología predominante, al espacio
negativo, ahora adquiere valor positivo. En la nueva contradicción
Martí celebra y postula para el futuro latinoamericano
su propia naturaleza y denuncia aquello que denominaban "civilización"
como una artificialidad, como una máscara o disfraz
que no se corresponde con las verdaderas necesidades de los
pueblos latinoamericanos. Martí afirma:
"Eramos
una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco
parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la
montera de España". (11)
José Martí postula en Nuestra América
un nuevo campo de identidad que, en realidad, es un viejo
campo de identidad; se trata del rostro que está detrás
de la máscara, se trata de la naturaleza de América
que ha sido violentada, vestida con ropa foránea. Por
lo tanto, Martí exige que los gobernantes deben entender
su forma de gobierno en función de los elementos naturales
del país. Denuncia "que
se imita demasiado" (11); pide, con entusiasmo,
un giro a lo propio: "El vino,
de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!"
(11); explica que "el buen gobernante
en América no es el que sabe cómo se gobierna
el alemán o el francés, sino el que sabe con
qué elementos está hecho su país, y cómo
puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos
e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado
apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan
todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en
el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus
vidas" (5); y agrega, como máximas,
"el gobierno ha de nacer del
país. El espíritu del gobierno ha de ser del
país. La forma de gobierno ha de avenirse a la constitución
propia del país. El gobierno no es más que el
equilibrio de los elementos naturales del país"
(5).
El campo de identidad que Martí propone se ubica en
el polo ahora positivo que denomina naturaleza y el sujeto
que lo sustenta es nombrado como "hombre
natural indignado y fuerte". Éste será,
para Martí, el encargado de realizar la segunda independencia,
idea que, según afirma Andrés Roig en su trabajo
Ética y liberación: José Martí
y el "Hombre natural", en Ética
del poder y moralidad de la protesta. La moral latinoamericana
de la emergencia[v]:
"ya
surge en los escritos de Simón Bolívar, caudillo
de la primera independencia, y que se trata de una tarea permanente
que desde el punto de vista de nuestra humanidad no es otra
cosa que la que constituimos como sujetos y, en particular,
como sujetos de derecho o, si se quiere, enunciado el problema
de modo amplio, como constructores de una entidad en la que
nuestros pueblos se sientan expresados como agentes históricos."
Entonces, para que esto pueda llevarse a cabo es necesario,
como explica Roig, alcanzar "una subjetividad".
"Ese sujeto es denominado "hombre
natural" y nada tiene que ver con el mito del "buen
salvaje", porque Europa jamás vio en ese personaje
fantástico un agente histórico y el "hombre
natural" del que habla Martí, en cambio, sí
lo es."[vi]
"Con él nos está hablando afirma
Roig de un sujeto de derecho, enfrentado a un derecho,
el establecido y expresado en los libros, es decir, un derecho,
este último, que goza de la fuerza institucional de
la letra escrita; se trata, en otras palabras, del destructor
de una eticidad que desde su ser "natural" propone
una nueva eticidad necesaria para un despliegue de la libertad
humana."
Y Martí, optimista, afirma que el "hombre natural"
triunfa y que el nuevo campo de identidad, el de la América
mestiza, el del "ser latinoamericano", se impone:
"el
libro importado ha sido vencido en América por el hombre
natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados
artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo
exótico". (6)

De este modo, la inversión de la polaridad positivo-negativo
de la dicotomía se completa. Y esa inversión
no es otra cosa que la segunda independencia que, mediante
la violencia del "hombre natural
indignado y fuerte" en actitud revolucionaria,
"derriba la justicia acumulada
en los libros" (7).
Este
"hombre natural indignado y
fuerte" que Martí define y propone
como sujeto pilar para el futuro latinoamericano perdurará
como categoría a través de los años y
resurgirá en la obra de otros autores, como Roberto
Fernández Retamar, que también presenta la necesaria
centralidad de un sujeto que, aunque nombrado de manera diferente,
se compone en esencia de un modo casi idéntico. El
"hombre natural" que indudablemente configura al
sujeto "Calibán" que Retamar presenta en
su famosa obra titulada con el mismo nombre, está construido
en la línea de Martí, como símbolo del
pueblo latinoamericano culturalmente mestizo.
"La
palabra "caníbal", proviene de "caribe",
apelativo con el que Cristóbal Colón nombró
a la presunta tribu antropófaga del mar Caribe. "Caníbal"
es una deformación de "caribe" y es una palabra
que se articuló gracias a la idea de que esos pueblos
eran habitantes del reino del Gran Kan, lugar del que hablaba
Marco Polo en sus Viajes. La afinidad fonética y gráfica
entre caribe-caníbal-calibán es evidente, sin
embargo, con respecto a Shakespeare y la denominación
de su personaje en La tempestad, lo más probable es
que haya tomado su Calibán exclusivamente de la palabra
"caníbal". La discusión relacionada
con si Shakespeare, a través de su Calibán,
hacía referencia explícita a la América
recientemente descubierta ha sido larga e intrincada. De todas
maneras, a través del tiempo, muchos han sido los intelectuales
latinoamericanos que han recurrido a esta imagen shakespereana
para realizar una analogía con América Latina."[vii]
Fernández
Retamar configura su "hombre natural" retomando
gran parte de los conceptos de Martí en Nuestra
América, pero adopta el nombre "Calibán"
de Shakespeare como un gesto que, sin dudas, pretende aludir
y enfrentar al sujeto antitético, también tomado
de Shakespeare, que José Rodó había postulado
con su Ariel.
El
autor uruguayo, organizando gran parte de su ideología
sobre una base que respondía a la dicotomía
civilizaciónbarbarie que Martí había
denunciado como falsa contradicción, no sólo
celebraba y proponía la figura de "Ariel",
al que ubicaba en el polocivilización, sino que despreciaba
y denominaba negativamente, como "torpeza" y "barbarie",
al símbolo que años después Retamar reivindicará,
es decir, a Calibán.
Escribe Rodó:
"Ariel
es el imperio de la razón y el sentimiento sobre los
bajos estímulos de la irracionalidad; es el entusiasmo
generoso, el móvil alto y desinteresado, la espiritualidad
de la cultura, la vivacidad y la gracia de la inteligencia,
el término ideal a que asciende la selección
humana, rectificando en el hombre superior los tenaces
vestigios de Calibán, símbolo de sensualidad
y torpeza, con el cincel perseverante de la vida".
[viii]
"Vencido
una y mil veces por la indomable rebelión de Calibán,
proscripto por la barbarie vencedora (...), Ariel resurge
inmortalmente, Ariel recobra su juventud y su hermosura..."
[ix]
Retamar,
en cambio, como antes Martí, sueñan con "una
integración futura de nuestra América que se
asiente en sus verdaderas raíces y alcance,
por sí misma, orgánicamente, las cimas de la
auténtica modernidad"[x].
[xi]
Es
decir, que "esa barbarie vencedora" considerada
negativamente por Rodó hacia 1900 es, de alguna forma,
el propio "mestizo autóctono que ha vencido
al exótico criollo" que Martí denominó
años antes de manera positiva y "las verdaderas
raíces" que, también positiva y martianamente,
serán luego señaladas por Fernández Retamar.
Con
respecto al lugar que el escritor debe ocupar en este campo
de identidad que Martí va construyendo, y teniendo
en cuenta el proceso de autonomización que se estaba
llevando a cabo en la época, Martí toma una
posición crítica ante el rol que muchos de sus
contemporáneos irán asumiendo.
El proceso de autonomización, según explica
Julio Ramos en El reposo de los héroes, en Paradojas
de la Letra, Caracas, Ediciones eXcultura, 1996, era
producto de "ese proceso de racionalización moderna
(que) sometió a los intelectuales a una nueva división
del trabajo, impulsando la tendencia a la profesionalización
del medio literario y delineando la reubicación de
los escritores ante la esfera pública y estatal".
"Este
sujeto literario continúa Julio Ramos se constituye
en un nuevo circuito de interacción comunicativa que
implicaba el repliegue y la relativa diferenciación
de esferas con reglas inmanentes para la validación
y legitimación de sus enunciados".
Por último, Ramos observa que Martí respondía
sospechosamente a esta autonomización pues "reducía
la literatura a una posición contemplativa, a una forma
débil de intervención social".
Esta "posición contemplativa" que Martí
criticara parece confirmarse en el culto a la forma que varios
de los escritores modernistas han hecho, quienes han focalizado
sobre todo en el aspecto retórico y han excluido muchas
veces de sus inquietudes posibles temáticas relacionadas
con el contexto social. Esta característica de culto
a la forma del modernismo está retomada sobre todo
de dos movimientos líricos surgidos en Francia en la
segunda mitad del siglo XIX: El parnasianismo y el simbolismo.
[xii]
Para
Martí, en cambio, el escritor debe asumir una posición
de intervención sobre esa realidad que otros sólo
contemplan. Pero para que esta intervención, acción,
del escritor sea posible, primero es necesario conocer a fondo
esa realidad. Escribe Martí:
"El
premio de los certámenes no ha de ser para la mejor
oda, sino para el mejor estudio de los factores del país
en que se vive" (8).
Por último y en clara alusión a muchos de sus
contemporáneos escritores, Martí, vehemente
y sin tapujos, afirma:
"Nuestra
Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra"
(5).
EN CONCLUSIÓN, Martí construye un campo de identidad
diferente al postulado en la ensayística predominante
de su época, invirtiendo la dicotomía civilización-barbarie
mediante la redefinición de sus términos, ahora
falsa erudición-naturaleza, y, por lo tanto, cambiando
la polaridad positivo-negativo. En consecuencia, el sujeto
que ahora ocupa el lugar central y de valoración positiva
ya no es el sujeto lógico resultante del imaginario
racionalizador, que debía tomar como modelo a Europa
y luego a los Estados Unidos, sino el "hombre natural",
que es autóctono, que es mestizo, que es latinoamericano.
Con ese hombre debe comprometerse el escritor; su escritura
debe intervenir de modo que asegure su futuro, asumiendo una
posición de acción y no de repliegue. Martí,
el poeta-soldado, escribe:
"Estos
tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza,
sino con las armas de almohada". (1)

NOTAS:
*.
José Martí, "Nuestra América",
en Páginas escogidas, La Habana,
Editorial de Ciencias Sociales, 1985. Todas las citas
corresponden a esta edición. Los subrayados que
aparezcan son míos. Imitaré la metodología
concerniente a las citas utilizada por David Lagmanovich
en Lectura de un ensayo: "Nuestra América",
de José Martí. "Debido
a la relativa brevedad del texto, (...) las citas (serán
identificadas) no por un número de página
sino por el que corresponde al párrafo de la
composición en donde aparecen las palabras citadas".
(David Lagmanovich).
i.
Acerca de la cuestión de los tiempos verbales,
David Lagmanovich señala en su trabajo "Lectura
de un ensayo: Nuestra América, de José
Martí", en Nuevos asedios al modernismo.
Comp. Ivan A. Schulman. Madrid: Taurus, 1987. 235-245:
"Es
preciso notar el número verdaderamente elevadísimo
de todas las formas verbales hacia delante, hacia el
futuro, muy especialmente con el matiz del llamado futuro
de obligación; gramaticalmente hablando,
aparecen frecuentemente el futuro propiamente dicho,
el futuro perifrástico, las formas imperativas
o subjuntivas, y hasta el infinitivo usado en función
de imperativo, es decir, señalando una acción
que debe cumplirse con el futuro. Veamos algunos ejemplos:
lo que quede de aldea en América ha
de despertar (1), los pueblos que
no se conocen han de darse prisa para conocerse, como
quienes van a pelear juntos (2), devuélvanle
sus tierras al hermano (2), a los
sietemesinos sólo les faltará el valor
(3), hay que cargar los barcos de esos insectos
dañinos (3), América...
ha de salvarse con sus indios (3), el gobierno
ha de nacer del país (4), los
incultos gobernarán... allí donde los
cultos no aprendan el arte del gobierno (6),
injértese en nuestras repúblicas
el mundo; pero el tronco ha de ser de nuestras repúblicas
(6), ¡bajarse hasta los infelices y alzarlos
en los brazos! (10), y muchísimos más.
Prosa dinámica tendida hacia el futuro, cargada
de exigencias, armada sobre una fuerte andadura moral:
prosa que, a través de su esquema verbal, señala
rumbos y llama a la acción".
ii.
Joaquín Santana, http://www.filosofia.cu/contemp/joaquin002.htm
iii.
Leopoldo Zea, Filosofía y cultura latinoamericana,
Caracas, Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo
Gallegos, 1976.
iv.
Joaquín Santana, ibídem.
v.
Arturo Andrés Roig, Ética del poder
y moralidad de la protesta. La moral latinoamericana
de la emergencia, en http://ensayo.rom.uga.edu/filosofos/argentina/roig/etica/
vi.
Arturo Andrés Roig, ibídem.
vii.
Extraído de http://www.ccydel.unam.mx/pensamientoycultura/
biblioteca%20virtual/diccionario/caliban.htm
viii.
José Enrique Rodó, Ariel,
Buenos Aires, Editorial Kapelusz, 1962. (pág.
107). Los subrayados son míos.
ix.
José Enrique Rodó, ibídem (Pág.
6).
x.
Roberto Fernández Retamar, Calibán.
Apuntes sobre la cultura de nuestra América,
Editorial la Pléyade, Buenos Aires, 1973 (Pág.
71).
xi.
"... las verdaderas raíces" que Retamar
enuncia están efectivamente en la línea
martiana por lo que Nöel Salomón, en José
Martí y la toma de conciencia latinoamericana,
describe, refiriéndose a las ideas de Martí,
como "concepción telúrica del hombre
americano fundido en los crisoles naturales del continente".
xii.
El predominio de la forma en los escritores modernistas
se tradujo no sólo en la perfección retórica
y poética, ligada casi siempre a la temática
grecolatina heredada del parnasianismo, sino también
en la dotación de cierta trascendencia de algunos
de estos elementos retóricos que, aunque en principio
parecían presentarse con una función ornamental,
alcanzaron desde allí (desde lo formal) un lugar
central también en el nivel semántico,
al ser configurados con una carga simbólica muy
fuerte, operación que, por supuesto, está
heredada del simbolismo y que implica una alta subjetividad
al concebir al mundo como una trama misteriosa que presenta
correspondencias entre los objetos que lo forman. Pero,
por supuesto, esta red simbólica entrelazada
en la propia retórica tendía más
a la universalización y aún al intertexto
con la tradición de la alta literatura que a
posibles analogías establecidas con referencias
contextuales específicas.
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