Tras
aprobar la Inducción ustedes suscribieron el
contrato de trabajo y desde entonces forman parte de nuestra
planta de intensificadores.
Subrayo la importancia que para nosotros tiene su labor, en
la que confiamos sin reservas porque los sabemos endurecidos
como los que más y que esperamos desborde el simple
tecnicismo.
Para todos lo reflejan las pruebas psicotécnicas,
esa labor no constituye propiamente una realización
personal. Es sobretodo un hábito por el que les pagamos,
algo que se les ha ido enquistando, a su modo también
una repetición. Por lo mismo, la Cámara aspira
a que exponiéndoles el plan y los métodos por
los que velamos para lo cual se me ha comisionado, harán
las intensificaciones en el Curso con la naturalidad que se
requiere.
Nuestro
Rector, Noel Rodríguez, el perfecto, siempre estuvo
atento a la normalidad. Desde niño su padre se la recalcaba,
más que tantos padres que simplemente se desvelan por
el futuro de sus hijos.
Viejo
profesor del Colegio Agustiniano, los alumnos lo apodaban
La Envoltura el perfecto Noel escribiría un manual
con ese título por sus constantes referencias a una
bolsa ampliándose en la cual lo más primitivo
de cada uno debía perderse bajo eso liso y suave que
es el exterior de la cultura. La bolsa seguiría llenándose
y un día no habría más noción
que de una superficie apretada, en la cual los sentidos ya
no podrían perturbar.
Punzado
con la imagen de la envoltura y dispuesto a conocer con anticipación
lo que otros proclamaban que debía evitarse, Noel se
fue adentrando por los caminos ya trillados. Y así,
aunque sentía inclinación por la pedagogía,
aceptó las razones de conveniencia de su padre, que
aspiraba a que estudiara una carrera de éxito con la
que pudiera ser alguien importante, y se matriculó
en Administración de Empresas en el Externado.
En la universidad, hacia el final del primer año, instigado
por el ambiente de profesionalización imperante varias
de nuestras técnicas tienen antecedentes en el suministro
constante de información y la mnemotecnia a las que
estuvo sometido en esa época, por primera vez pensó
borrosamente en una especie de sociedad profesional como la
nuestra.
Allí
advirtió lo que sería muy importante para su
definitiva vocación que los alumnos se formaban principalmente
con libros de manual en nuestra biblioteca, en estantes con
vidrieras debidamente aseguradas, se exhiben ejemplares de
su colección privada de manuales de enseñanza,
hoy día clásicos de la simplificación
y conoció a quien sería su inspirador en los
negocios y amigo más cercano, Eloy Rubiano, en cuya
memoria hizo dar su nombre al edificio de administración.
Afuera
aumentaban entretanto los brotes de anormalidad y la consecuente
expedición de normas. En nuestra Bodega de Normas hallarán
alrededor de siete mil por año entre actos legislativos,
leyes, decretos y resoluciones. En total más de doscientas
mil publicadas en el Diario Oficial desde el Setenta.
Los alumnos deben verlas. Es necesario que consulten las que
indican los manuales e imprescindible que las vean todas,
que sientan la dificultad de transitar por la bodega entre
las estanterías llenas y el miedo de que éstas
cedan por el peso y la ruptura de la inercia. Eso es parte
del Currículo. No nos interesa la instrucción
sólo teórica. Incluso acostumbramos a laurear
a quien demuestre habérselas leído todas.
Por supuesto que el perfecto Noel se las leía, apenas
promulgadas. Era suscriptor del Diario Oficial y cada edición
la repasaba en la mañana al levantarse y al paso que
leía iba desplegando en su interior el mapa de la legalidad.
Y como con todo mapa, que en su uso el observador encaja en
las convenciones de la carta la variedad completa del área
representada y entiende que las singularidades se han vuelto
hitos comunes a causa de la convención, el perfecto
iba encajando sus propósitos en la amplia superficie
de las normas.
También era suscriptor de otros diarios y receptor
constante de los noticieros de la radio y la televisión.
De su afición a la prensa y a los noticieros y del
efecto que le producían las informaciones diarias saldría
el Método de Maceración tratado en extenso en
la Inducción. Aunque a veces pues apenas se estaba
endureciendo lo abatía el caudal de las noticias de
violencia y las denuncias de las víctimas lo empujaban
a la introspección, tan dañina a la buena imagen
pública que quería labrarse.
Cuando estaba en esas, Eloy Rubiano lo devolvía a sus
cabales. Se reía de sus cargos de conciencia y de su
desadaptación, recordándole lo que Noel le inculcaba,
la necesidad de asegurarse de llegar en medio de la seducción
y la violencia hasta la conclusión de sus propósitos
que, ya entonces, se fincaban en la longevidad. De hecho,
para adelantarse a los momentos en que pudiera desmoralizarse,
en noches de lluvia previsible Eloy colgaba muñecos
de guiñol con su figura que amanecían como ahorcados
fofos y chorreantes en las ramas de los árboles o pendiendo
en las ventanas, de modo que al verlos desgonzados se aferraba
a su condición de vivo que podía moverse por
su propia cuenta.
Y fue el mismo Eloy Rubiano quien lo introdujo en el mundo
de las compañías de servicios, llevándolo
a los conciertos de repetición de los que era promotor
y que a Noel le servirían tanto en su endurecimiento
personal y en su vocación empresarial.
Es posible que en su juventud algunos de ustedes hayan requerido
esos servicios. Hordas de muchachos hastiados de lo insulso
de las normas y la normalidad se habituaban a la repetición
de música estridente. Congregados en el Coliseo, el
estadio o el Parque Metropolitano pagaban por conciertos fragorosos
en los que una y otra vez se repetían a gran volumen
melodías similares. Y ante la ansiedad creciente que
se percibía algunos visionarios como Eloy se habían
decidido a ofrecer repeticiones permanentes en locales.
Eso es sobretodo importante como saben porque en nuestra
práctica a menudo emplearemos el Método de Repetición.
Precisamente,
en visitas furtivas a un local acondicionado por Eloy arriba
del Bolívar Bolo Club, el perfecto Noel se interesó
en esos servicios al comprender que con las repeticiones los
farraguistas como los denominó apenas conocerlos
sólo pretendían adherirse de manera patente
y consciente a algo que, inmovilizándolos, les diera
al tiempo la impresión de movilidad. Y eso se le reveló
antes que extraordinario era normal, o en todo caso no muy
diferente de la consentida inmovilidad, dentro de una impresión
de movimiento, del hombre que se salvaguarda en sus horas
libres en la adicción a la pantalla de televisión
o a la de cine, o incluso del que se enfrasca en el trabajo
en forma tal que el cúmulo de actividades es garantía
de su tranquilidad.
Y en el alelamiento diario producido por el fragor de las
repeticiones, al cual se entregaban los asiduos para incrustarse
en el momento, entendió las proporciones que podría
tener la empresa que fraguaba por el gran número de
instigados y las modalidades de su vitalidad.
Entró en contacto con pegadores, desvelados permanentes,
ladrones de carteles de avances cinematográficos, lúbricos
hostigados por imágenes voluptuosas vistas en comerciales
de televisión, desplazados por causa de la guerra,
inquilinos del barrio Juanambú, suicidas que habían
fracasado en sus intentos, sicarios, Testigos de Jehová,
etc.
En las audiciones el estruendo era atroz. Sólo era
posible hablar a gritos, aunque se procuraba no hablar. Los
asistentes trataban de moverse con el mismo ímpetu
de la música y pronto estaban extenuados y vapuleados
por la repetición de los acordes y así impedidos
de cualquier conciencia martillante. Y a veces también
los pegadores, de costumbre agrupados cerca a la salida, se
contagiaban del estruendo y comenzaban a golpearse. Comenzaban
con los hombros, suave. Luego con los codos, con las caras
laterales de los muslos o las piernas. Y después sí
con el empeine, con los puños, ya en una verdadera
gresca generalizada, sin rencor pero también sin compasión,
sin miramientos, por la sola necesidad de la repetición
de la violencia. Ustedes han sido escogidos por ser profesionales.
Pero si alguno no está curtido del todo en esas grescas,
debe endurecerse bien antes de presentarse a disertarles.
Atacan con saña a los blandos, a los que, en ocasiones
fiándose de su naturaleza racional muchos que en la
vida cotidiana se avienen a hogares y trabajos asfixiantes,
prefieren al alelamiento la levedad de una serena, ensimismada
e incluso espiritual enajenación en la que no se perciba
nada extraño y todo se olvide apenas pase.
Ante la presencia de los pegadores, los que no se habían
endurecido suficiente huían de los locales. Y daba
verdadera lástima verlos afuera desasistidos en el
trajín de su cotidianidad.
Esa situación movió a organizarles compañías
de automovilismo. En vehículos de vidrios reforzados,
con choferes reclutados entre antiguos operadores de taladros,
cuartos de máquinas o pistas aeroportuarias, se transportaban
por la ciudad sin derrotero preciso a grupos de hasta cuatro
farraguistas con música a un volumen de anublamiento.
Y el volumen se compaginaba con velocidad en los servicios
ofrecidos a avanzadas horas de la noche y en tardes de domingo,
cuando se viajaba por calles despobladas entre edificaciones
en completa inercia. Pero sobornaban al chofer para que no
se detuviera ante los semáforos en rojo y para que
adelantara a todo vehículo avistado, por lo cual sobrevinieron
accidentes que atrajeron periodistas y pesquisas policiales.
Entonces, para sustraerse a las averiguaciones, las compañías
desplazaron sus servicios a las carreteras. En las rutas del
norte y del occidente había en la Sabana bastantes
tramos adecuados hasta el borde de las zonas de descenso,
pero se prefirieron las tierras bajas. Pues allí se
añadía al estado de suspensión esa evanescencia
que a gran velocidad y en fárrago con la música
producen el calor, la planicie entrándose por todos
los lados del vehículo y en la que en instantes se
parece no avanzar, y la reverberación del sol sobre
la prolongada recta de asfalto que llena el parabrisas.
Rápidamente vehículos fletados o de los propios
farraguistas comenzaron a viajar raudos por las carreteras.
Por la Troncal del Magdalena, el Valle del Cauca, la paralela
al Mar Caribe entre Cartagena y Riohacha y la Ruta al Sur.
En ésta, Eloy Rubiano administró un lote de
automóviles veloces él mismo conduciendo a
veces, cuando necesitaba adelantarse a los momentos en que
pudiera desplomarse, acompañado del perfecto Noel para
asegurarse de sobrevivir, cubriendo el trayecto Guamo Neiva:
132 kilómetros asfaltados por un valle en verano amarillento,
con muchos columpios sucesivos que impiden la visibilidad,
y con cada vez menos tráfico a medida que se avanza
hacia el sur.
Para quien iba adelante, con gruesos protectores cubriendo
sus oídos, los efectos de la mixtura de repeticiones,
velocidad y evanescencia que veía por el retrovisor
podían ser desasosegantes si no se estaba endurecido
es necesario estarlo para sobrevivir sin aturrullarse o
se desconocía el deseo de los farraguistas de dejar
de sentir cuanto antes. Pues éstos se iban sumiendo,
a través de una progresiva eterización, en una
insensibilidad tajante.
Viendo
el destino de los farraguistas el perfecto Noel se representó
con mayor exactitud nuestro Instituto al comprender que tenían
más probabilidades de sobrevivir los que hicieran parte
de una empresa. Ya que los que se aventuraban por sus propios
medios, sin conductor defendido con protectores en los oídos,
en su ansia de insensibilización apretaban sin tiento
el acelerador y con frecuencia terminaban detenidos en el
pavimento o en las llanuras a la vera ensartados en los hierros
de un carro abarquillado.
Por
entonces el perfecto Noel se graduó de Administrador
de Empresas. Y como el acopio de títulos provenientes
de personas e instituciones de prestigio reconocido es aconsejable
para la consolidación de la propia reputación
y, por ende, para la aceptación llana de nuestros actos,
dio inmediato inicio a la consolidación de su currículum.
Según disposición estatutaria, sus diplomas,
los de los miembros de la Cámara y los de los empleados
de dirección y confianza, deben colgar en forma permanente
en las paredes de nuestros edificios. Y cuando se llenen las
paredes está previsto que se suplan con la construcción
de grandes bastidores en los patios y azoteas.
Seguramente ahora entenderán la razón de nuestro
celo, que a algunos pudo parecerles extremado, en la constatación
de sus expedientes. Es que no nos basta con su conocimiento;
es imprescindible la certificación de que lo tienen.
Pero como ni es bien visto que finalizada la carrera el egresado
continúe sumido en el estudio, ni en verdad se necesita
porque las especializaciones se programan en horarios e intensidades
compatibles con cualquier ocupación, el perfecto Noel
se dispuso a trabajar al mismo tiempo que adelantaba la consolidación
de su currículum.
Y al respecto desechó una propuesta de Eloy Rubiano
para establecer entre ambos una gran distribuidora de enajenaciones
musicales, a pesar de que sabía que todos los negocios
de abastecimiento de productos y servicios de enajenación
prosperaban. El gobierno había importado la televisión
a color lo que favorecía las sugestiones y las antenas
parabólicas se generalizaban en las azoteas de los
edificios y en las zonas comunales de los conjuntos residenciales.
En los sectores comerciales se multiplicaban los salones de
máquinas para juegos electrónicos de simulación.
La oferta de placeres intensificados se diversificaba y los
supermercados y centros comerciales vivían atiborrados
de gentes que compraban sucedáneos de satisfacción.
Incluso negocios como el tráfico de estupefacientes
se expandían en los mercados a la manera de multinacionales.
Sin embargo, él quería evitar que algo así
lo absorbiera, que hiciera difusa su voluntad. Porque en el
suministro de enajenaciones había que enfrascarse en
un contrapesar constante de insatisfacciones y saturaciones
y continuamente distribuir nuevos productos o servicios o
variantes de los mismos que, en uno u otro caso, dieran la
impresión de novedad.
Por eso, situándose más bien en la perspectiva
de instructor de personal que le era familiar desde los tiempos
en que había concebido estudiar pedagogía, prefirió
orientarse hacia la actividad en auge, socialmente loable,
de difundir lecciones de motivación que le ayudaran
a inculcar el deseo de longevidad.
Organizó al efecto una agencia con psicólogos
bajo contrato y empezó la redacción de sus manuales
que durante años no pararía de redactar y son
el fundamento del Currículo, pensando en distribuirlos
en almacenes de cadena a precios uniformes y asequibles. Partía
del convencimiento de que sobraban las complejidades. Y quería
evitar la identificación que sería desastrosa
con un propósito de erudición o sabiduría
o de señalamiento de matices; pensaba más bien
dejar en claro que cualquiera cabe en grandes formas.
Poco después empezó también la producción
y venta de bolsilibros preparados temáticamente por
redactores a sueldo o reproducidos mediante administración
o concesión de licencias, conservados en la biblioteca
y que siguen reeditándose y distribuyéndose
semanalmente en puestos de revistas, supermercados y librerías,
con todos los derechos cedidos al Instituto y que constituyen
una de nuestras más seguras fuentes de recursos.
Se editan en los géneros Romántico, Infantil/Juvenil,
Crecer y Rehabilitaciones y, dentro de los géneros,
mediante series que brindan amplios y diversificados ámbitos
de levedad para adherirse en todas las edades. Se compaginan
temas en apariencia inconexos, desde instrucciones para amar,
en la serie Amor que con la de Sentimientos hacen vistosa
la sensiblería hasta breves crónicas de horror
que retoman el miedo común a la presencia cotidiana
de la delincuencia, en la serie Riesgo, o el paliativo de
la incomunicación mediante la convivencia con animales,
en la de Mascotas, pasando por los muy solicitados preceptos
de motivación.
Recuerden que dentro del Currículo hay un taller de
Preparación Temática de Bolsilibros, de modo
que al final nuestros alumnos deben estar capacitados para
preparar hasta dos a la semana.
Se
consagró a sus actividades con tal entrega que llegó
a disipársele la noción de lo que ocurría
mientras tanto alrededor y sólo salió de su
enfrascamiento el día que se vio en medio de la realidad
de la muerte de Eloy Rubiano.
Estaba en su agencia reunido con algunos de los psicólogos
a sueldo cuando lo interrumpieron para informarle que acababa
de entrar una llamada telefónica en la que, de afán,
alguien había anunciado el asesinato de Rubiano cerca
al Bolívar Bolo Club.
Mientras seguían entrando llamadas similares, que pronto
atribuyó a noveles y desconcertados usuarios de los
servicios enajenantes de su amigo, terminó aprisa de
despachar a los psicólogos a cumplir con las disertaciones
programadas los hacía inculcarles a los asistentes,
hasta convertírselo mediante ejercicios de mnemotecnia
en un dato involuntario, eso de que no debe uno variar abruptamente
la velocidad que lleva y se dirigió al lugar del crimen,
desasosegado por la consciencia voluminosa de su supervivencia.
Sin poder dominarse deambuló en su vehículo
percatándose de que los que como él no acudían
no al menos como clientes a las compañías
de abastecimiento de enajenaciones, se privaban en circunstancias
como estas de una guillotina rápida. Les tocaba verlo
todo en su delimitación exacta, mientras que los otros
contemplaban con los ojos adaptados a la bruma de una corrección
ortóptica.
Y como temió flaquear a la vista del cuerpo desgonzado
de su amigo, optó por devolverse a la agencia y se
entregó ahí solo y desahogándose a la
redacción del Manual para Sobrevivir, mientras en el
contestador se precipitaban todavía llamadas. Ya a
la madrugada, retomando el aplomo, escuchó los mensajes
y atándolos sacó en claro que un dúo
de sicarios había disparado contra Eloy. Lo esperaban
en los alrededores del local y noches atrás habían
sido vistos durante las repeticiones en el interior. Con los
repetidores solían mezclarse dúos de sicarios
que nunca se sabía si estaban de asueto enajenándose
o tras alguien, reconocidos por que llegaban en motocicletas
y por los escapularios que usaban al cuello o en las muñecas,
y a quienes incluso los pegadores trataban con obsecuencia.
Resultaba difícil saber para quién trabajaban
y la mayoría de las veces ni ellos mismos sabían
porque los enrolaban intermediarios, ignorancia que por lo
demás los dispensaba del peso de la complicidad.
De vuelta a su apartamento, Noel trató de asegurarse
de dormir desconectando el teléfono. Sin embargo sólo
lograba conciliar el sueño por fracciones que se tronchaban
abruptamente. Y al llegar la muchacha que hacía la
limpieza por las mañanas se halló en la sala
trasnochado, fumando mientras miraba por momentos un telenoticiero
sin volumen. Con el tiempo, como en el cine, había
aprendido a deducir qué se estaba diciendo por las
imágenes similares a muchas otras que había
visto antes. Pero no podía dejar de pensar en Eloy.
Y a la vez lo hostigaba la idea de que, por tremendos que
sean, el revuelo causado por los hechos se mantiene poco tiempo,
mientras sobreviene un nuevo revuelo el encargado de la Hemeroteca
dirigirá un taller sobre eso, en una sucesión
espasmódica.
Entonces,
sin disposición para entregarse al trabajo, arregló
la colaboración de uno de los psicólogos de
la agencia en los asuntos del entierro y abandonó el
apartamento sin un propósito definido. Pero al poco
tiempo de estar deambulando con la imagen indeleble de Eloy
y tras recordar el Manual para Sobrevivir, pensó con
lucidez en las distribuidoras de todo género de productos
y servicios y echó de menos la existencia de un centro
profesional de enseñanza que pudiera hacer realidad
las instrucciones del Manual.
El
Primer Curso de Longevidad se llenó con deseosos de
aprender a hallar la insensibilidad indispensable para vivir
normalmente o de salvaguardarse compartiendo de incógnito
con quienes ya estaban hasta el cuello en la normalidad o
de sentar bases para comprenderse y comprender a los renuentes.
Recordarán el eslogan, "observa con naturalidad
lo que ocurre alrededor, evita sorprenderte", usado en
la promoción y que ahora va en letra menuda como epígrafe
en toda nuestra papelería y en avisos y pendones.
Y desde el primer curso nuestra mayor fortaleza y hacia lo
que esperamos su mejor esfuerzo profesional ha sido el modelo
pedagógico sistematizado por Noel quien, apoyado en
su experiencia, lo basó en la combinación de
la formación teórica con prácticas caracterizadas
por su sencillez e identificación con lo cotidiano.
A la entrada, esculpida en losas de mármol que, como
hojas desprendidas, van formando el acceso, los alumnos pueden
leer a sus pies en cuanto avanzan la magnífica crónica
de Luis Tejada "La Canción de la Bala".
Enseguida
ingresan al Taller de Monociclos y Malabares donde, entre
juegos de pelotas, masas, aros, sombreros, palos chinos y
diábolos, se ejercitan media hora en librarse de sus
sensaciones íntimas.
Y después, al salir, los corretean imitadores, ventrílocuos
y mimos hasta la Hemeroteca, en la cual, durante las dos horas
siguientes, se entregan a la lectura de los periódicos,
mientras se les sintonizan noticias de radio por el sistema
de sonido central por suerte es posible hallar emisiones
sin interrupción hasta las diez de la mañana
y telenoticieros de acuerdo a la cartelera. Así realizan
los ejercicios matinales de maceración y predisposición.
Una y otra vez las cuñas de los anunciantes y las noticias
es frecuente que a partir de cierto momento los periodistas
repitan las noticias, lo que se añade a la repetición
de las cuñas, hasta hastiarlos, hasta aletargarlos.
Luego
se dirigen a las aulas. Pero así se previó
en la remodelación del edificio, para ir de la Hemeroteca
a las aulas deben pasar por la Bodega de Normas, desvencijada
y oscura. Varias veces se ha pensado en ampliarla, pero la
medida ha sido sucesivamente pospuesta hasta que con la ampliación
se garantice que los alumnos sientan la misma dificultad al
pasar por ahí y el temor de que las estanterías,
repletas de compilaciones de normas empastadas, se desplomen
sobre ellos.
Ya en las aulas, separándolos por grupos según
la Tabla Uniforme de Salvaguardas, se les imparten hasta el
mediodía las intensificaciones teóricas previstas
en el Currículo. La Tabla determina un sistema sencillo
de correspondencias en el cual a cada dependencia de salvaguarda
corresponde un patrón correlativo de normalidad y varias
diversificaciones de ésta, de suerte que, por ejemplo,
los pegadores se enfilan con policías y, en las diversificaciones,
con guardaespaldas, milicianos, boxeadores, vigilantes, guionistas
de series de acción y redactores de noticias. Así
para cada grupo, aunque públicamente aconsejamos usar
en vez de dependencias una gama de vocablos más livianos
como apegos o inclinaciones.
Ahora bien, la instrucción particular se proporciona
sin perjuicio de las asignaturas y módulos comunes
a los grupos como Redacción de Manuales, Preparación
Temática de Bolsilibros, Integraciones este año
sobre el cigarrillo y el programa "Rap Al Parque"
que promueve la Alcaldía, etc.
Y la jornada ordinaria concluye con la asistencia, también
común, al teatro. Los invito a que al teatro le presten
especial atención el nombre, Teatro Hollywood, se
destaca en lo alto en la visita guiada que haremos. Es una
de nuestras ayudas de intensificación más novedosas.
Lo inauguramos hace dos años. Cuenta con 1200 sillas
instaladas y sonido Dolby. Y en él la programación
es permanente y rotativa a partir de las doce del día.
Al comienzo del curso será usual ver a los alumnos
entrando atropelladamente al teatro. Semanas después,
algunos empezarán a salirse durante las proyecciones.
Y hacia el final del primer trimestre seguramente lo hará
la mayoría. Los verán merodear por los alrededores,
de tanto en tanto acercándose a la puerta para oír
los parlamentos. Y ya en el segundo semestre utilizaremos
los altavoces. Porque entonces, con sólo oír
los parlamentos, los alumnos sabrán lo que ocurre adentro
en la pantalla. Con los solos tonos, las acentuaciones, los
gritos característicos que se oyen, pues con otros
títulos, bajo otros decorados, con otros nombres de
personajes y algunas situaciones intercambiadas, las historias
son prácticamente las mismas. Y eso, con las sucesiones
de filmes, con las repeticiones por reposiciones o partes
consecutivas o nuevas versiones de un mismo título,
los va adhiriendo a un espacio tiempo que ellos a su vez
van aceptando como finito.
Pero tan importantes como las prácticas rutinarias
que conforman el Currículo son las repentinas las
Prácticas Inopinadas, que les enseñan a los
alumnos a familiarizarse inconscientemente con los estímulos
de la cotidianidad, y las Edificantes, que al modo de los
manuales pero sin su inmediatez recogen y fijan modos de vida,
unas y otras descritas en el Anexo al Currículo.
Precisamente para prácticas inopinadas erigimos la
Estatua de la Oveja Dolly en el centro de la plazoleta interior
del Edificio A de Aulas, rodeando el pedestal con escalinatas
en piedra rústica sobre las cuales en los días
diáfanos cae un sol agradable, reconfortante, que los
alumnos se acostumbran a tomar en grupo sentándose
en los escalones. Cubriendo todo el pedestal y en caracteres
grandes están inscritos los pormenores de la clonación
de Dolly, y contra las paredes que cierran la plazoleta cuelgan
pendones con fotografías mediáticas y con sugestiones
sobre la inmortalidad y la resurrección.
O en el pasado curso y con gran suceso intensificamos fogueando
al tiempo sus proyectos de longevidad el empalago de los
novatos por las noticias de violencia difuminadas en los
veteranos, más difuminadas en cuanto más se
reproducen, organizándoles comparsas de sepelios en
los que, con plañideras bajo contrato, ellos fueron
por turnos el occiso.
Y en materia de prácticas Edificantes, este año
desarrollaremos el Diccionario Usual del Instituto, con el
cual se fijará una vez adoptado por la Cámara
de Sobrevivientes el instrumento expresivo que todos usaremos
en adelante.
El proyecto consiste en editar el diccionario más sucinto
pero suficiente posible, casi un manual de la comunicación
interpersonal, bastante onomatopéyico, sólo
con acepciones de uso corriente, seleccionando entre los sinónimos
la voz más socorrida, limpio de localismos o vocablos
arcaicos, inútiles, simplemente figurados o en general
innecesarios. Por supuesto que sin etimologías. Abierto
a las jergas y a la combinación de idiomas y, por ende,
rico en neologismos y en los términos que emplea la
prensa que, a su modo, constituirá el parámetro
común. Se integrarán abreviaturas e interjecciones
y se evitarán las referencias a categorías gramaticales.
Y en simbiosis con una de las multinacionales de la informática
se promoverá la abolición de las letras superfluas.
La hache, la elle, la eñe ya eliminada en algunos
programas de computador, la erre y la uve doble, aunque de
acuerdo al desarrollo del proyecto la Cámara podría
reconsiderar la exclusión de alguna pienso en la eñe
o, por el contrario, extender la abolición a otras
como la equis o la zeta, tildadas de simple suntuosidad.
El seguimiento al proyecto estará a cargo de una comisión
de sobrevivientes que les procurará a los redactores
los recursos necesarios para que cuenten con grabaciones magnetofónicas
tomadas a todos los alumnos y para que contraten colaboradores
que hagan la revisión de diarios y de inventarios de
productos distribuidos por las compañías de
suministros. Así se garantiza la uniformidad de las
voces incluidas y la fidelidad de la obra al léxico
estrictamente necesario para una comunicación fluida
sin pérdida de tiempo.
Como
ven, la tarea que les espera es exigente. No les digo que
requiera vocación, pues sé que están
aquí movidos por el empleo, que sobrellevan por el
sueldo. Pero recuerden que grandes huestes confían
en nosotros.
Y les recomiendo que permanezcan alertas, que no se dejen
desorientar. Hay disidentes como los de la asociación
La Belleza del Joven que critican al perfecto Noel con el
argumento de que sería preferible incentivar destinos
cortos y lúcidos. Se preguntan para qué ha querido
él que tantos sobrevivan y sin empacho ellos mismos
se responden que para asegurarse admiradores.
Y la prensa los perennes críticos movidos por los
intereses de los competidores alborota por las utilidades
que obtenemos y recurrentemente hace eco de versiones maledicentes.
Se dice que el perfecto Noel paulatinamente ha venido siendo
desplazado por nosotros. Y que hay luchas intestinas, entre
nosotros los Sobrevivientes, por el poder en el Instituto.
Incluso hace poco, en una crónica dominical de El Nuevo
Siglo, se insinuó que el perfecto Noel está
desalentado con la dirección que ha venido tomando
el Instituto y que ha caído en una suerte de nihilismo
que le impide reemprender una renovación interna se
refieren a algo así como a una Revolución Cultural,
una revolución contra nosotros, contra la Cámara
dirigente, que algunos le habrían propuesto liderar.
Son por supuesto versiones infundadas, que incuban al amparo
de las escasas apariciones públicas del perfecto Noel
en los últimos tiempos.
Es cierto que sus apariciones públicas son cada vez
más esporádicas él mismo se empeña
en eso y que la Cámara de Sobrevivientes ha terminado
por asumir la conducción del Instituto a través
de la Mesa Directiva, lo cual resultaba necesario para una
sociedad en expansión. Pero él no sólo
conserva la Presidencia de la Cámara con carácter
vitalicio, conforme a los Estatutos a los que adherimos, si
no que, habiéndonos permitido sobrevivir con su pedagogía
sobrevivir hasta colmarnos, deseando contemplar toda la acumulación
en la envoltura henchida, para muchos por inercia o simple
voyerismo, siendo de su misma generación y él
mismo habiéndonos entronizado como dirigentes, sin
duda somos deudos y ejecutores suyos y no sus contradictores.
Éramos
refractarios a la normalidad y él nos educó,
nos insensibilizó, nos motivó a endurecernos
y nos permitió adaptarnos sin desasosiegos. Y cuando
requirió aportaciones para poner a funcionar el Instituto
sin estrecheces las recaudó entre nosotros en dinero
y otros bienes, incluso en trabajo remunerado a medias durante
un par de años para quienes no teníamos qué
más aportar, entregándonos como contraprestación,
previo sometimiento de cada uno a los Estatutos que ya había
redactado, la posibilidad de integrar la Cámara.
Por eso, como habrán visto, destacamos su efigie en
varios puntos del edificio los detractores dicen paladinamente
que lo mitificamos y en el Currículo sólo se
desarrolla su pedagogía.
Pero nada quita que él pueda estar inconforme con los
resultados de su obra. Estarlo es de hecho una peculiaridad
de su carácter y el inconformismo subrepticio ha sido
su propia y viciosa anormalidad. Eso se lo comprendemos. Y
ciñéndonos a los Estatutos, preservamos su obra
incluso de sus embates. Porque por ejemplo debimos sortear
su desconfianza sobre nuestra fidelidad a su persona, que
cierta prensa tacha en cambio de ortodoxia. O hemos tenido
que suplirlo en la necesaria redacción de más
manuales pues sigue siendo imprescindible incentivar lo
lineal, lo claro, lo que pueda seguirse sin tropiezos, para
lo cual contamos con varias promociones de egresados debidamente
instruidos a causa de su reticencia a continuar haciéndolos
por la mortificación, atizada por los interesados en
callarlo, de que como autor sólo haya sido un panfletario.
También le reprochan al Instituto ya no a nosotros,
porque nos ven con una lente similar sus signos de cansancio.
Es cierto ¿para quién es un secreto? que el
perfecto Noel se va hundiendo en un marasmo muelle que ellos
deploran con insidia. Se pegan de nonadas como que no halle
novedades lo que naturalmente corresponde a quien ya no se
sorprende, o que no esté en disposición de
polemizar. Y censuran que se pase la mayor parte del tiempo
en el piso superior del edificio, en el penhouse que le construyó
el Instituto, absorbido en su mismidad.
Como vive solo pues nunca se casó ni tuvo hijos, lo
que lo diferencia sustancialmente de nosotros, que en el acoplamiento
todos terminamos por casarnos y organizar una familia y eso
difumina nuestra situación, su soledad lo hace vulnerable
a la mirada de los competidores. Aunque verán que con
frecuencia vienen autoridades, hombres de negocios y representantes
de los establecimientos de educación y de la política
a alternar con él, y que suele recibir las visitas
de admiradoras desorientadas que lo quieren. Y que cuando
echa de menos el tener una familia, acude a la paterna. Les
arrebató a la hermana a las compañías
de suministros de estupefacientes de las que era cliente y
la colocó en el Departamento de Intermediarios. Y cuenta
con la silenciosa admiración del padre, que lo respeta,
que se regodea con el éxito de su hijo.
Por
lo demás, él vive al tanto del desarrollo de
toda nuestra actividad. En las efemérides los días
de Optimismo, el de La Pólvora, el del Medio Ambiente,
el de La Monotonía, etc, se dirige por los altavoces
a la comunidad del Instituto con una voz que no oculta su
desgaste, como la de esos clérigos católicos
cuando retoman ante sus feligreses las homilías de
cajón. O de repente, cuando reúnan a los educandos
en los patios, lo verán asomarse arriba en el penthouse
y quedarse ahí enfrascado mirando hasta mucho después
de que se han roto las filas.
Pero no se justifica gritar sería tanto como sorprenderse
sin que exista novedad por su hundimiento muelle, natural
y previsible, del mismo modo que todos incluso quienes se
aferran a las compañías de suministros y viven
felices, desbordados por las satisfacciones experimentamos
blandos hundimientos. El solo flujo ocasional de la lucidez
que, sin asistencia profesional, no se ha sellado por completo
o el vivir acumulando remanentes sin asimilar de seducciones
simultáneas, en general de suministros, en una envoltura,
La Envoltura descrita en el manual, que se va llenando, trae
gradualmente una sensación de apretamiento, de subyugación,
finalmente de cansancio y dilatación.
Es entonces por eso nuestra necesidad de diversificación,
que nos ha llevado a organizar el Taller de Estética
Corporal y a invertir en una agencia de publicidad para acomodarnos
mejor en la consciencia general, es realmente entonces cuando
un servicio profesional como el nuestro adquiere toda su importancia.
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