P O R T A D A        
César Augusto
Terrero Escalante

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  37     Escarcha o centella bebe conmigo, de María Luisa Lázzaro (2004).    

Escarcha o centella
bebe conmigo
, de María Luisa Lázzaro (2004)

 
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El libro Escarcha o centella bebe conmigo (2004, editorial La escarcha azul, bajo el patrocinio de la Asociación de Profesores de la Universidad de los Andes y Fundalea) es el cuarto poemario de la escritora venezolana María Luisa Lázzaro (Marial).

Los poemas incluidos en esta selección fueron escritos entre el 1989 y el 2002. El dato resulta extraordinario cuando se tiene en cuenta la homogeneidad del discurso. Y es que esta antología es suma de variaciones sobre un arte poética nacida como catarsis del escritor ante la conciencia de la posesión de su ego declamador por la trinidad: amor, padre incomprensible y omnipotente; angustia, manifestación inmaterial y omnipresente del amor; escritura, realización material y omnisciente de la angustia. No se produce tal catarsis si alguno de los elementos de esa trinidad no se obsesiona con el poeta. Es muy poco probable que el triple punto de coincidencia en las obsesiones haya sido una constante durante trece años. Lo natural debió ser la ocurrencia casi-periódica del mismo. En este caso, la frecuencia habría sido de aproximadamente una vez cada dos meses y diez días. Tan alta frecuencia explicaría la admirable persistencia de la duda. Porque, como sucede tan a menudo, el manifiesto desplegado a lo largo de las 65 páginas del poemario parece revelar más dudas que convicciones sobre el estado vital asociado a la creación poética. Yo diría que es, precisamente, la convicción de la escritora en la duda, y no en las respuestas, la causa de su recurrente atracción hacia el tema.

Las virtudes del libro se distribuyen en su eje vertical. Las palabras, mientras son arrastradas a lo largo del eje por pequeñas corrientes ascendentes y descendentes del aliento, se condensan sobre los signos y luego colisionan entre sí. Este movimiento turbulento propicia la coalescencia heterogénea entre las palabras y da lugar a versos organizados en un espectro de significados con forma de tricornio, donde cada pico se corresponde a una de los significantes de la trinidad amor-angustia-escritura. Con la réplica a diferentes escalas de la oscilación vertical, los versos ganan gravedad y se precipitan, arrastrando con ellos contradicciones más leves. De esta manera, en la primera fase de percepción, la caída se vuelve el sentido dominante. Casualidad o causalidad, este sentido parece señalarse en el libro con la geometría de muchos de sus poemas.

Los versos finales del poema "Abro los brazos ávida,", nos provocan a no considerar la caída únicamente como el sentido inverso de la creación, sino como una rama imprescindible en el ciclo de la re-creación. Llegado ese momento en la lectura, mi especulación se ovilló en el aforismo que asegura que todo lo que sube tiene que bajar.... A pesar de que el radio de acción de esa regla es mucho mayor que la sombra del manzano de Cambridge (y aun que el perihelio de Mercurio), no es difícil encontrarle contraejemplos (e. g. el valor del dólar expresado en términos de cualquier moneda tercermundista). Por lo mismo, uno puede desafiar el sentido común y proponer un complemento no menos universal e incierto: ... y todo lo que baja tiene que subir. La fría gota de lluvia regresa a las alturas como vapor de agua, como savia y como sangre de pájaro; el fruto ahíto de madurez sobre la tierra es reascendido como tronco de árbol, como norte del rastreador y como fórmula matemática; el imperio caído es levantado nuevamente por la nostalgia, por la pretensión de los nombres y por la dialéctica histórica. Así, todo lo que cae tiende a recuperar o superar la altura máxima a que alguna vez estuvo, para luego encontrar irresistible la atracción de tener peso y volver a caer. Cada culminación del ciclo genera un cambio de calidad: esa es la esencia de la re-creación.

En este ambiente trinitario de re-creación, la escritora danza con el amor a las ontofanías reveladas mediante la fragmentación de la visión ("Bienestar de especies/ que resuelven/ un día cualquiera de oficina:/ viernes social.../ sordera de afuera;/ pátina, barniz."), con la angustia que conduce al desmantelamiento del lenguaje (como afable ejemplo véase la incorporeidad sugerida mediante la desintegración de la palabra en el verso l e v i t a n d o, del poema que comienza con He accedido a una parte de su cuerpo, ) y con la escritura automática (Prescrita agua de arterias/ en desbandada de Sol/ que ni siquiera entinta/ los claveles del recinto Fortuna.). Condimentos propios, por ejemplo, del cubismo, la poesía concreta y el surrealismo adquieren nuevos relieves por la necesidad genuina de la voz de re-crear su discurso. ¿Qué poeta (antes y después del surrealismo, antes y después del cubismo, antes y después de la poesía concreta) no ha caído alguna vez bajo la seducción de esa particular manifestación de la trinidad amor-angustia-escritura y luego ha sido ascendido por la satisfacción suprema de haber dicho algo cualitativamente nuevo, al menos en el ámbito de la expresión personal? Esos son los ingredientes que generan la atmósfera para un devaneo del tipo que obsesionara a Gaston Bachelard. En este poemario, junto a una concisión sin reducciones fundamentalistas, ellos proveen un lenguaje para el delirio de oráculos contemporáneos.

Los defectos que encuentro en el libro están distribuidos sobre el eje horizontal. En toda ars poética hay rechazo a formas y contenidos, por tanto, un libro que gira sobre ese tema enfrenta el riesgo de la repetición excesiva de la negación a través de sus páginas: no diadema en tinta china, || No describas las bóvedas,/ no salves del peso,/ de la estaca./ No apoyes la huida. || Ya no jaculatorias || Nunca más espacios níveos. || No más playas cerebrales, ...

Las redundancias suelen frenar el flujo de la lectura. Con la insistencia en la negación, la fricción adquiere una resistencia adicional al insinuarse como dogma. Esta insinuación resultaría aquí particularmente molesta, porque se opone a la apacible embriaguez inducida al rumiar, en las páginas de este libro, la viabilidad de la salvación mediante la re-creación bajo el influjo del amor-angustia-escritura. No obstante, el tono dominante de la duda menoscaba la fricción y preserva la atmósfera propicia para la danza de las neuronas.

Si concordamos con Voltaire en que la poesía está hecha sólo de hermosos detalles, entonces Escarcha o centella bebe conmigo es pura poesía.

 

Escarcha o centella bebe conmigo, de María Luisa Lázzaro (2004).

 
         
         
         
         
         
        © César Augusto Terrero Escalante Datos sobre el autor  
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