En
una ocasión, existió un gran vacío donde
circularon unas cuantas partículas subatómicas
en forma de cuerdas, tan diminutas, como lo inimaginable.
De pronto, dos de ellas coincidieron frente a frente y surgió
una concentración energética apenas un poco
más grande que la nada misma, era universalmente insignificante
pero en su interior contenía inconmensurables densidades
de energía, luego se rompió y nació nuestro
universo. El movimiento estuvo presente antes del Big Bang
e inmediatamente después decidió transfigurar
a la energía.
El
instante surgió de temperaturas y densidades inconcebibles
para el discernimiento humano. Todo aquello que es, emanó
de un movimiento que disparó partículas subatómicas
a velocidades superiores a las que suele viajar nuestra imaginación,
transgredieron al horizonte y el plasma energético
que las acompañaba, cubrió lo inconcebible.
El
universo desaceleró su expansión y surgieron
movimientos sincopados que propiciaron encuentros entre partículas
que a su vez formaron moléculas y, juntas, construyeron
los primeros átomos de hidrógeno y de helio
que inmediatamente decidieron agruparse para enfrentar con
dignidad a la innombrable fuerza del vacío
nosotros,
somos el polvo de aquellos eventos.
Para
nuestro nivel de conciencia, el movimiento es la certeza,
la verdadera intención de la voluntad humana y lo que
da sentido a nuestras vidas. Las diferentes interpretaciones
del movimiento han determinado los criterios, las conductas
y las conciencias de las civilizaciones. En nuestros soles,
el conocimiento científico y la observación
de nuestro entorno nos permiten reconocer que nos ha tocado
vivir en un universo caníbal: en el macro, las galaxias
y las estrellas se devoran entre sí y en el micro,
las bacterias también practican el canibalismo. Los
chimpancés, las iguanas, las ardillas, las gaviotas,
diversos árboles como los pertenecientes a la familia
Ficus, así como las sociedades antiguas y algunos
pueblos contemporáneos en Nueva Zelanda, todos fueron
y son
caníbales.
En
el mundo de razón encontramos ritos religiosos como
la eucaristía y juegos infantiles como las mordidas
que nos remiten a la atávica tendencia humana de devorase
los unos a los otros. Entre los mexicas era un honor obtener
un brazo de un enemigo y crónicas franciscanas nos
permiten concluir que el Pozole (sabroso caldo mexicano preparado
con granos de maíz, carne de cerdo, verduras y especies)
original, llevaba carne humana. Apenas 15 generaciones atrás,
nuestros ancestros mesoamericanos interpretaron al movimiento
del Sol de manera religiosa y tuvieron conductas violentas.
Ahora
nos devoramos de manera diferente, en el ámbito social
la conducta machista de mujeres y hombres reconoce a la simulación
como un anzuelo que permite comerse todos los días
a "los otros". En el ámbito emocional, nuestra
tendencia a la individualización ha propiciado que
se vea "al otro" como "a un ajeno" de
uso y desuso, en consecuencia: los espejos se están
opacando.
En
un ensueño, un aliado me comentó cinco realidades
del movimiento: La primera determina que en nuestro universo
caníbal no hay espacio para los espíritus débiles.
La segunda explica que la añoranza es una pérdida
energética tanto en lo individual como en lo colectivo;
lamentarse por las pérdidas significa no haber entendido
y asimilado las esencias y las carencias propias de nosotros,
los animales espirituales. La tercera nos invita a valorar
la conveniencia del reposo; deteniendo nuestra voluntad y
pensamientos, logramos descifrar los ritmos de la evolución
de los seres y de las cosas. La cuarta entiende al tiempo
como una abstracción humana que descubre ritmos y secuencias
en el movimiento, luego nos abordan las experiencias, las
expectativas y las perspectivas. La quinta realidad del movimiento
declara que la fuerza de nuestro espíritu determina
la permanencia de nuestro ser en el universo caníbal.
Al
despertar me di cuenta de que la autocompasión es muy
peligrosa porque bordea los enjambres de la simulación,
el verdadero guerrero prescinde de los ojos de "los otros"
y al mismo tiempo los ama infinitamente ya que está
consciente de que el movimiento los ha puesto enfrente de
él para que a través del reflejo de miradas,
palabras e intenciones, se acreciente la conciencia humana;
intuyo que ese resplandor es uno de los sentidos profundos
de la vida.
Al
inicio del siglo XXI de la era cristiana los seres humanos,
orondos y tecnificados, hemos transformado la materia y al
medio ambiente simulando tener el control del movimiento,
sin embargo, nuestras sociedades industrializadas se mueven
hacia su autodestrucción por la insalvable brecha de
la inequidad, la sobrepoblación y los cada vez más
violentos reclamos de la naturaleza. Estamos en el filo de
un trampolín, el salto es inevitable, lo que interesa
ahora es la manera en que vamos a caer y cómo nos adaptaremos
a la decadencia. El desarrollo de la Historia indica que "la
esperanza muere junto a las buenas intenciones". La condición
humana se caracteriza por confrontar "al otro" y
si no estamos permanentemente conscientes de ello, es gracias
a nuestra infinita capacidad de hacernos tarugos. La simulación
recrea realidades-fantasmas que circundan a la realidad del
movimiento, ello nos conduce a un diálogo mental de
justificaciones y expectativas que se nutre del engaño
por haber nacido en la contradicción.
El
movimiento no es positivo ni negativo, es. Carece de una verdadera
intención, se encuentra más allá de las
promesas y de los deseos, tan sólo se mueve y nosotros
con él. En un instante por venir que de hecho ya sucedió,
las estrellas se alejarán unas de otras, toda energía
tangible, oscura o luminosa terminará por separarse
de las demás energías hasta el punto de alejarse
de sí misma o sucumbir a una implosión, el vacío
cubrirá casi todos los espacios y quizá dos
partículas en forma de cuerdas se encuentren frente
a frente, creen una concentración de inconmensurables
densidades energéticas y nazca un nuevo universo, yo
no lo sé de cierto, todo depende de la intensidad del
movimiento.
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