Occidente
Las
escuelas antiguas del pensamiento occidental coincidieron
en que uno de los anhelos de los seres humanos es la felicidad,
pero divergieron en el motivo de búsqueda tan noble.
Se preguntaron si se debería buscar porque sí
o porque era una virtud que se bastaba a sí misma o
quizá también había que condimentarla
con placer ausencia de dolor y reposo. En su obra De
vita beata, Séneca respondió a tan sesuda
pregunta argumentando que los seres humanos buscamos la felicidad
como una tendencia natural: "Todos quieren, hermano Galión,
vivir felizmente, y a esa vida nos impele un deseo natural
(ad quod nos cupiditas naturales impellit). El problema
está en que muchos se equivocan y persiguen una falsa
felicidad, de manera que cuando más buscan, más
crece su frustración. La raíz de ese error estriba
en confundir el verdadero bien con su apariencia, y el verdadero
gozo con el placer
" También nos regaló
esta frase: "en una sola cosa consiste la vida feliz,
en que la razón sea perfecta en nosotros".
A mediados del siglo XVII, Blas Pascal estableció que
"nuestro instinto nos hace sentir que debemos buscar
la felicidad fuera de nosotros. Nuestras pasiones nos empujan
hacia fuera, y lo harían aunque los objetos no se presentasen
para excitarlas. Los objetos exteriores nos tientan por sí
mismos y nos llaman, aun cuando no pensemos en ellos
"
Pascal reconoció que la vanidad está anclada
en el corazón de los seres humanos y que ella nos conduce
a vivir en la mente de los otros una vida imaginaria que ostenta
apariencias y, en consecuencia, consagramos nuestra energía
en decorar a un ser imaginario que incesantemente busca ser
reconocido por sus congéneres, de tal suerte "las
desventuras humanas tienen su origen en no saber estar en
pleno reposo, sin pasiones, sin divertimento, sin quehacer,
sin aplicación. Sentimos entonces nuestra nadas, nuestro
abandono, nuestra insuficiencia, nuestro vacío
inmediatamente surgen del fondo de nuestra alma el aburrimiento,
la melancolía, la tristeza, la pena, el despecho, la
desesperación" A Pascal le preocupó la
razón y dedujo que la racionalidad de la razón
no puede darse simplemente por supuesta; por ello, las creencias
cobran un significado substancial en el equilibrio de nuestras
emociones: ¡Creo, luego existo! Pascal propuso que el
ser humano es uno con el mundo y no uno delante al mundo,
como planteó su contemporáneo, el inefable Descartes.
Retomando
la máxima Aristotélica que establece: "la
felicidad es de los que se bastan a sí mismos",
en la primera década del siglo XIX; Arthur Schopenhauer
determinó que "el hombre más feliz es,
pues, el que pasa la vida sin grandes dolores, tanto en lo
moral como en lo físico, y no el que tiene de su parte
las alegrías más vivas o los goces más
intensos. Querer medir por éstos la felicidad de una
existencia, es recurrir a una medida falsa. Si a un estado
libre de dolor viene a agregarse la ausencia del tedio, entonces
se logra la felicidad en la tierra". Shopenhauer vio
con reticencia comprar placeres a costa de dolores y concluyó
que un ser insociable es muy privilegiado ya que no debe mantener
contacto con individuos moralmente malos e intelectualmente
limitados o descentrados: "lograr prescindir de la sociedad
es ya una gran felicidad". Shopenhahuer veía el
germen de la infelicidad en la sociedad de apariencias que
premia la estupidez y el absurdo en tanto que los logros individuales
mendigan perdón, por ello, Arthur escribió que
"la llamada buena sociedad aprecia los méritos
de todas las clases, excepto los méritos intelectuales;
estos son como contrabando
la superioridad intelectual,
sin concurso alguno de la voluntad, hiere por su sola existencia".
En
su obra El contenido de la felicidad, nuestro
contemporáneo Fernando Savater determina que la felicidad
es un proyecto de inconformismo y la ubica en el ámbito
de lo imposible, le otorga la duración de un segundo,
no sabría definirla y le da la vuelta a la búsqueda
argumentando que tiene el derecho a ser infeliz. "De
hecho no hay nada qué contar de la felicidad, por eso
nos aferramos a su recuerdo con la fuerza inconmovible y algo
ridícula de un acto de fe". En sus conclusiones,
Savater identifica a la felicidad como una de las formas de
la memoria. "Lo que tienen a su favor los recuerdos,
su parentesco con la felicidad, es eso: que están a
salvo. Una intensidad a salvo. ¿Qué otra cosa
puede ser la felicidad?". Y concluye con la paradoja
de que es el reverso amnésico de la memoria: recordamos
el momento feliz como aquel en el que nos olvidamos de todo
lo demás".
Budismo
El
budismo es una filosofía equitativa y jerarquizada,
su enseñanza se sintetiza en "cuatro nobles verdades":
que el misterio es una parte inevitable de la vida; que la
miseria y la infelicidad se originan por el deseo; que el
deseo puede ser eliminado; y que vencer al deseo y por lo
tanto al sufrimiento, es posible si se sigue la receta del
camino de la virtud que lleva substancialmente los siguientes
ingredientes:
- Comprensión
correcta (libre de superstición y delirio)
-
Pensamiento correcto
(elevado y digno de tu inteligencia)
-
Palabra correcta
(amable y con verdad)
-
Acciones correctas (pacíficas, honestas y
puras)
-
Sustento correcto (sin lastimar o matar)
-
Esfuerzo correcto (autodidacta y dominando al ego)
-
Atención correcta
(mente activa y alerta)
-
Concentración correcta (en las diferentes
realidades de la vida)
Con
estos ocho preceptos y las cuatro nobles verdades, se busca
alcanzar el estado de un Arhat, o "un Ser Digno".
En el estado de conciencia acrecentada que nos ofrece la meditación,
serenamos la parte de nuestro ser que vive de expectativas,
descubrimos las maravillas que ofrecen las perspectivas y
obtenemos el control de nuestros pensamientos. Estudiando
el budismo, uno se percata que para aprender, primero hay
que olvidar.
La
filosofía budista propone vivir permanentemente conscientes
de que navegamos por los mares del misterio. El entendimiento
correcto es el timón que nos guía a través
de las tormentas provocadas por nuestros deseos y los ajenos.
Es preciso navegar con atención para que cuando avistemos
el continente del desapego, logremos desembarcar y reconocer,
tan sólo reconocer
; si se tiene la fortaleza
de asimilar los hábitos de la actitud correcta y de
los demás asuntos correctos descritos con anterioridad,
nos transformamos -por el rigor de la disciplina-en seres
capaces de estar conscientes cuando mantenemos los ojos abiertos.
La
Ciencia
En
la década de los años setenta del siglo pasado,
John Hughes y sus colegas de la Unit for Research on Addictive
Drugs, descubrieron las endorfinas. Son unas substancias bioquímicas
analgésicas, segregadas por el cerebro, que desempeñan
un papel esencial en el equilibrio entre el tono vital y la
depresión. De ellas depende nuestro estado de ánimo.
Son agentes bioeléctricos transmisores de energía
vital; lo que vemos, oímos y sentimos es transformado
por nuestro cerebro en mensajes que se encargan de crear endorfinas.
Según este planteamiento científico, el dolor,
el miedo y el placer se gobiernan produciendo endorfinas.
El
stress neoliberal nos obliga a segregar más
endorfinas de las que acostumbraban generar nuestros tatarabuelos
y de esta manera controlamos con dificultad las náuseas
que nos producen los vaivenes de las dudas y los azares de
una vida consagrada a la productividad y al mercantilismo.
Las endorfinas son la droga natural de nuestro cerebro, gratis,
sin efectos secundarios y las podemos fabricar de dos maneras:
relajándonos o forzándonos. Cuando nos relajamos,
nuestro organismo descansa de la dictadura del ego, y de manera
natural, el cuerpo se regenera produciendo endorfinas, olvidándonos
por un instante de las ansiedades que provocan infortunio.
Forzando nuestro físico, corriendo o ejercitándonos,
podemos llevar a nuestro cuerpo a niveles de esfuerzo extremo
y así también producimos endorfinas.
La
maestra Ikran Antaki comentaba en El Banquete de Platón
que "En actitud, los seres humanos estamos emparentados
con los felinos, pero desde el punto de vista sonoro, con
los pájaros". La doctora Susan M. Ryan ha descubierto
que los pájaros cantan porque eso los hace felices,
cantando segregan endorfinas. En otro sentido, los mantras
tibetanos, indios, mayas o mexicas también producen
endorfinas. Los magos de todos los tiempos han poseído
palabras y cantos secretos que han aplicado en los momentos
precisos para abrir las puertas de la unicidad, las cuales
estúpidamente hemos cerrado para concentrarnos en nuestras
obsesiones y en nuestras penosas limitaciones emocionales.
Espejos
En
ocasiones, algunos buscadores occidentales se descubren deambulando
entre sueños, deseos y verdades relativas. Lo saben,
lo escriben y lo comparten, sin embargo, las constantes mentales
en complicidad con las displicencia les confeccionan una "historia
personal" que se amolda al frenético deseo de
pertenencia y transitan con ella ocultándola detrás
de sus palabras, trazando absolutos e ignorando las sutiles
bellezas de las paradas intermedias.
La
búsqueda de la felicidad ha sido una constante en todos
los seres que han descubierto que poseen conciencia. Por lo
regular, los deseos incumplidos y la consecuente obcecación
provocan la inmadurez emocional y, en consecuencia, se torna
un desafío retornar del pasado o del futuro para reconocer
y amar el presente. Quizá algunos secretos de la felicidad
consistan en replantearnos nuestras inquietudes y nuestras
obsesiones, valorar los daños emocionales y físicos
que nos provocan y poseer una atención plena sobre
nuestro entorno, así, serán más tenues
los embates que dispone la codificación social. En
suma, centrar un estadio de certezas y desapego controlado.
Pletórico
de argumentaciones, arribo al desvelo y concluyo que la gente
que vive feliz no crea civilizaciones, que la felicidad no
puede ubicarse en términos absolutos sino en
el ámbito de la transformación del criterio
humano y que racionalizar es importante, pero no suficiente.
Probablemente por ello, después de indagar en la Crítica
a la razón pura de Emmanuel Kant, un remolino
sacudió mi cabeza y después de observar como
lo incomprensible iba en búsqueda de lo ininteligible,
consulté a mi hermana espiritual, Michel Moreno: ¿qué
es la felicidad? le inquirí. Sin dudarlo,
Michele me respondió: "es algo que se te atora
en la garganta". Sus ojos centellearon y me regaló
una de las sonrisas que le otorgaron las hadas.
Caminé
por la playa y sentí que la felicidad es el espacio
entre dos olas que se descubre impulsado por el soplo de la
vida y luego decide reposar en la arena, provocando un breve
silencio.
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