P O R T A D A                 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2004.    
      Mónica Maud   punto de encuentro
  29 fuego - miscelánea    

Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2004.
La vidriera de los argentinos de hoy

  índice de autores
             
         
En medio de sofisticados aparatos de novedosa tecnología,
sobre mullidas alfombras de diversos colores, bajo una iluminación marquetineska fantástica, promotores que iban y venían,
enormes carteles de exposición, en el centro mismo del gentío asombrado por gran fastuosidad, caminé lento, con ojo avizor.
Estaba formando parte de la gran vidriera de nuestra cultura,
la que va instaurándose de la mano del libro.

Visité el inmenso predio de La Rural escondida detrás de diversos velos: con el rostro del educador inquieto por hallar armas y respuestas a situaciones concretas, con el semblante del joven ávido de conocimientos para ensanchar sus horizontes, con la mirada del intelectual que acostumbra acompañar las grandes líneas o tendencias del pensamiento humano manifestado a través del arte y de la ciencia, con la curiosidad del lector que busca llenar noches solitarias, con la cámara fotográfica del turista que carga en ella souvenires de sus itinerarios; también con la ilusión del escritor, con los ojos del editor, con las mañas del consagrado...

¿Mi fin?. A las puertas de nuevos aires sociales ¿qué cosa significa hoy el evento cultural más importante de nuestro país, el que convoca a miles de seres humanos que una y otra vez arremeten con sus demandas y dejan los rastros de lo que han de ser los próximos eventos?.

Simple: cada mirada, una visión diferente, cada necesidad, una voz diferente, cada búsqueda, un resultado diferente; mas, en lo profundo, una plataforma común, una amplia sonrisa de libreros y editores: vender y comprar, lo que sea, el juego que el hombre hoy juega, vender más, comprar mejor. La lectura desde opuestos cuarteles. La lectura para entretener; apenas una escueta lectura.

La Fundación El Libro, entidad que organiza la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires alcanzó este año, después de las dos últimas ediciones poco alentadoras, un éxito implacable. Diagnóstico basado en las estadísticas que, como sombras enjutas, han escoltado a cada visitante, detectando puntos de encuentro, intereses, temas de conversación, asombros, algún desengaño, y lo esencial, nivel de ventas. Este año, la Feria en su trigésima edición ha incrementado sus ventas en un treinta por ciento, hecho éste que aunque significativo, no basta para recomponer un mercado tan alicaído, pero que abre nuevamente las expectativas a libreros y editorialistas: que la industria del libro, promisoria en décadas pasadas en Argentina, recupere bríos y algunas de las firmas más importantes retornen a manos nacionales. La lucha comercial bajo la sombra de la inestabilidad y del marketing revolucionario está dando buenos resultados.

 

SIN EMBARGO...

La cuestión recién comienza, de modo que sentémonos a imaginar cada una de las imágenes generadas por heterogéneos antifaces.

Un educador, mareado por los últimos cambios en el sistema educativo nacional, vapuleado por circunstancias socio-económicas degradantes y sobre exigido por los tiempos que cada día son más cortos, se topa en la Feria con mayores dificultades y su labor se transforma en una quimera: voluminosos manuales sobre cómo atender al alumno, pero en ninguno, la escuela pobre, sin recursos, ni la falta de alimentos, ni del frío, ni de epidemias..., opiniones escuetas, teorías e investigaciones desarrolladas sobre algún escritorio de una oficina sin ventanas. ¿Instrumentos, respuestas, soluciones, propuestas?. Nada, ¿para qué está el educador, entonces?.

El jovencito que, de alguna manera, ha mamado cierto hábito de lectura seguramente en el seno del hogar, el que sueña con ampliar sus fronteras escapando de la aburrida vida del empleado común y, por ello, corre tras la huella de aquellos maestros de las primeras décadas del siglo XX (por ejemplo), cuyas primeras letras ha aprendido en la escuela, ¿qué se lleva de la Feria?. La desazón de la ausencia. Nada es lo que en sus épocas escolares.

El intelectual, no el intelectualoide que se viste de saco y corbata y camina con la tecnología en su oreja, el verdadero hombre que ya ha atravesado cientos de claustros institucionales aportando testimonios de vida, que escudriña desde un rincón la evolución de nuestro idioma, que cree en el talento, admitiendo, a la vez, que el talento en bruto, como un diamante, no ha de servir para comunicar nada; este hombre que ha sabido regodearse en las mieles de la solidez cultural, allá por los años cuando nuestro Borges se comunicaba con el lector; este hombre que ha entregado tanto como ha recibido de los libros, que no lee periódicos faranduleros, sino que sigue tomando aquellas obras de arte que aún después de la centésima lectura es sorprendido por algún sentido escondido; este hombre o mujer que sabe reconocer la poesía en una flor y el arte en la mirada inocente de un niño, que comprende el valor de una comedia, que distingue un verso de una expresión vana, que es capaz de deconstruir un texto y rearmarlo luego con la sola mirada; ese hombre... ha atravesado la puerta de salida del mayor evento cultural argentino con la cabeza gacha, las manos en los bolsillos y un vacío en el corazón; claro, cierto es que de este tipo de individuos ya casi no quedan en circulación.

El escritor ha puesto un pie en los accesos de la Feria, que son diversos y excelentemente montados con varios centinelas ataviados según la ocasión. El escritor, decíamos, ha ingresado portando una pesada carga de ilusiones y ante la posibilidad cierta de, por fin, tomar contacto con el editor. Con su mochila a cuestas, cuidando sus manuscritos como divinos tesoros, sí, ha conversado con el editor, quien sin siquiera dar un vistazo a lo que se le mostraba, pero con total eficiencia ha logrado desbaratar en un instante lo que se tardó años en edificar, un universo de signos que se han erigido en una obra de Literatura; y ¿cómo?, con una poderosa arma: los costos de edición. Sin importar lo que se escriba, ni que se escriba, el costo para el escritor... es siempre el mismo; y la respuesta la misma, editorial por editorial. Eso sí, el escritor ha de hacerse millonario en cortos meses, eso es una garantía.

Mientras el escritor regresa con la sensación de que ha perdido un espacio social dentro de su mismo país, sin embargo, sale con la convicción de que algo nuevo ha aprendido, por cierto, sobre tipos de papel, y diseños de portadas y redes de distribución, etcétera, después de todo, es bueno saber algo más cada día ¿o no?; bien, durante su retiro pensativo de la Feria se cruza con el turista que lo encandila con flashes y lo aturde con preguntas sobre qué es esto y aquello.

El turista encuentra en la Feria un sabroso material para llenar su álbum de recuerdos; disfruta de todos y cada uno de los sitios de descanso, así llamados a los bares que prolija e impecablemente ordenados se hallan ubicados cada determinados metros de distancia de modo de brindar la posibilidad de que el visitante no se canse en su recorrido y un espacio (bullicioso y atractivo) para comenzar alguna lectura; el turista sí tiene de qué hablar: de las personas, en primer lugar, códigos de una sociedad, de los carteles, del colorido de la muestra, del orden de los stands, de lo bien exhibidos los libros, del precio del café, de la atención de los empleados, de los baños, y de todos aquellos detalles que llaman la atención de un turista, ¿qué se lleva?. El entusiasmo de haber conocido un evento diferente, que lo ha tenido gran parte del día entretenido; ¿y después?, bueno, seguirá su gira, o su plan de paseos y visitas.

Me topé, luego, con el escritor consagrado (esto de "consagrado" habría que discutirlo, antes preguntarnos "consagrado" por quién; pero no nos salgamos del tema). Éste, con la frente alta y la mirada soberbia, busca en los anaqueles de las librerías sus libros, en primera instancia, observa la conducta de la gente en relación con ellos, y cuando advierte que otros se venden más, se acerca y compara precios, calidad de impresión, toca ambos libros, acaricia sus lomos, los pesa, se está preguntando qué le falta al suyo. No descubre, no obstante, que tal vez se trata de una cuestión de escritura, de peso, pero de peso significativo; ¡cómo podría si él es conocido, promocionado de acuerdo con las reglas del mercado y además, ha sido consagrado en tantos concursos que las mismas editoriales han ido organizando a lo argo de años!. Este hombre se retira con la esperanza de que su agente literario (pues, de seguro ya lo tiene) le tenga al fin, buenas noticias; pero, sin la inquietud seria y comprometida de la misión del escritor dentro del marco de la cultura; eso ya es tema superado, supone.

 

¿QUÉ PASA CON LOS ARGENTINOS?

Estamos perdiendo el concepto esencial y sublime de lo que es el arte. Lo bueno y lo malo está determinado por el mercado consumidor; la individualidad del hombre capaz de emitir juicios de valor sustentados en criterios básicos de estética, de armonía, de inmortalidad ha sido invadida por los spots publicitarios, que en concordancia con nuevas necesidades consumistas crean valores que nada tienen que ver con la belleza del arte, sino que están centrados en la problemática cotidiana: ¿Cómo llevarme bien con mi jefe?, ¿Cómo superar la crisis de pareja?, ¿Cómo tratar al adolescente?, Reglas prácticas para el buen uso de un ordenador, La sicosis colectiva de hoy, ¿Cómo administrar mejor mi salario?, y títulos por el estilo. De estos, todos han sido éxitos, indudables, ni qué decir de lo excelentemente exhibidos...

Los escasos escritores noveles que se han atrevido a poner dinero para la edición de un libro, y que han pasado horas y horas trabajando en el oficio de escritor, puliendo, mejorando, buscando la mejor manera del decir... sin alejarse de la elegancia del idioma... estos han encontrado sus producciones en las mesas de ofertas, debajo, bien debajo de una pila de clásicos (llamadores para el cliente), que pese a sus páginas amarillas siguen vendiéndose como pan caliente.

De la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires podríamos continuar relatando... pero, como la gracia está en la deducción y los límites existen, el nuestro es hoy... el espacio, éste que usamos para reproducir lo que la Feria reproduce de nosotros, los argentinos.

 

AL MARGEN


Inauguración

"Si algún sentido tuvo en su origen esta Feria del Libro fue el de ser un puente entre un hombre que habla a otro hombre" porque "todo libro es una voz que va y viene del autor al lector". (Dijo Abelardo Castillo durante la inauguración). Y concluyó: "La instrumentación de la ignorancia es el arma más formidable para aniquilar la libertad de un pueblo", palabras ante las cuales un aplauso emocionado cercó los lados del salón.


Reclamo

El presidente de la Fundación El Libro, organizadora de la muestra, Carlos Pazos, realizó dos reclamos. "La industria editorial se está recuperando", dijo y aún "hay que luchar contra la piratería y la reprografía ilegal", señaló como síntoma de "no tener un apoyo financiero como siempre hubo. Por ejemplo, en un insumo fundamental, como el papel, que tiene precios exorbitantes debido a aumentos injustificados".

"El verdadero negocio de la feria es ayudar a sostener la actividad editorial durante todo el año".


La Rural

Los 35.000 metros cuadrados de la Feria del Libro,10.000 más que el año pasado, que ocupan los 1370 sellos editoriales , distribuidos en 410 stands, se vieron colmados por el público, con gente que más que comprar recorrió, paseó y buscó datos sobre las novedades de esta ciudad de papel, que genera unos $ 700 millones por año y muestra los primeros signos de recuperación comercial.

 

   
             
          © Mónica Maud Datos sobre el autor   foro de opinión
  PORTADA                       fuego - miscelánea   inicio de la página