En
medio de sofisticados aparatos de novedosa tecnología,
sobre mullidas alfombras de diversos colores, bajo una
iluminación marquetineska fantástica,
promotores que iban y venían,
enormes carteles de exposición, en el centro
mismo del gentío asombrado por gran fastuosidad,
caminé lento, con ojo avizor.
Estaba formando parte de la gran vidriera de nuestra
cultura,
la que va instaurándose de la mano del libro.
|
Visité
el inmenso predio de La Rural escondida detrás de diversos
velos: con el rostro del educador inquieto por hallar armas
y respuestas a situaciones concretas, con el semblante del
joven ávido de conocimientos para ensanchar sus horizontes,
con la mirada del intelectual que acostumbra acompañar
las grandes líneas o tendencias del pensamiento humano
manifestado a través del arte y de la ciencia, con
la curiosidad del lector que busca llenar noches solitarias,
con la cámara fotográfica del turista que carga
en ella souvenires de sus itinerarios; también con
la ilusión del escritor, con los ojos del editor, con
las mañas del consagrado...
¿Mi
fin?. A las puertas de nuevos aires sociales ¿qué
cosa significa hoy el evento cultural más importante
de nuestro país, el que convoca a miles de seres humanos
que una y otra vez arremeten con sus demandas y dejan los
rastros de lo que han de ser los próximos eventos?.
Simple: cada mirada, una visión diferente, cada necesidad,
una voz diferente, cada búsqueda, un resultado diferente;
mas, en lo profundo, una plataforma común, una amplia
sonrisa de libreros y editores: vender y comprar, lo que sea,
el juego que el hombre hoy juega, vender más, comprar
mejor. La lectura desde opuestos cuarteles. La lectura para
entretener; apenas una escueta lectura.
La
Fundación El Libro, entidad que organiza la Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires alcanzó este año,
después de las dos últimas ediciones poco alentadoras,
un éxito implacable. Diagnóstico basado en las
estadísticas que, como sombras enjutas, han escoltado
a cada visitante, detectando puntos de encuentro, intereses,
temas de conversación, asombros, algún desengaño,
y lo esencial, nivel de ventas. Este año, la Feria
en su trigésima edición ha incrementado sus
ventas en un treinta por ciento, hecho éste que aunque
significativo, no basta para recomponer un mercado tan alicaído,
pero que abre nuevamente las expectativas a libreros y editorialistas:
que la industria del libro, promisoria en décadas pasadas
en Argentina, recupere bríos y algunas de las firmas
más importantes retornen a manos nacionales. La lucha
comercial bajo la sombra de la inestabilidad y del marketing
revolucionario está dando buenos resultados.
SIN
EMBARGO...
La cuestión recién comienza, de modo que sentémonos
a imaginar cada una de las imágenes generadas por heterogéneos
antifaces.
Un
educador, mareado por los últimos cambios en el sistema
educativo nacional, vapuleado por circunstancias socio-económicas
degradantes y sobre exigido por los tiempos que cada día
son más cortos, se topa en la Feria con mayores dificultades
y su labor se transforma en una quimera: voluminosos manuales
sobre cómo atender al alumno, pero en ninguno, la escuela
pobre, sin recursos, ni la falta de alimentos, ni del frío,
ni de epidemias..., opiniones escuetas, teorías e investigaciones
desarrolladas sobre algún escritorio de una oficina
sin ventanas. ¿Instrumentos, respuestas, soluciones,
propuestas?. Nada, ¿para qué está el
educador, entonces?.
El jovencito que, de alguna manera, ha mamado cierto hábito
de lectura seguramente en el seno del hogar, el que sueña
con ampliar sus fronteras escapando de la aburrida vida del
empleado común y, por ello, corre tras la huella de
aquellos maestros de las primeras décadas del siglo
XX (por ejemplo), cuyas primeras letras ha aprendido en la
escuela, ¿qué se lleva de la Feria?. La desazón
de la ausencia. Nada es lo que en sus épocas escolares.
El intelectual, no el intelectualoide que se viste de saco
y corbata y camina con la tecnología en su oreja, el
verdadero hombre que ya ha atravesado cientos de claustros
institucionales aportando testimonios de vida, que escudriña
desde un rincón la evolución de nuestro idioma,
que cree en el talento, admitiendo, a la vez, que el talento
en bruto, como un diamante, no ha de servir para comunicar
nada; este hombre que ha sabido regodearse en las mieles de
la solidez cultural, allá por los años cuando
nuestro Borges se comunicaba con el lector; este hombre que
ha entregado tanto como ha recibido de los libros, que no
lee periódicos faranduleros, sino que sigue tomando
aquellas obras de arte que aún después de la
centésima lectura es sorprendido por algún sentido
escondido; este hombre o mujer que sabe reconocer la poesía
en una flor y el arte en la mirada inocente de un niño,
que comprende el valor de una comedia, que distingue un verso
de una expresión vana, que es capaz de deconstruir
un texto y rearmarlo luego con la sola mirada; ese hombre...
ha atravesado la puerta de salida del mayor evento cultural
argentino con la cabeza gacha, las manos en los bolsillos
y un vacío en el corazón; claro, cierto es que
de este tipo de individuos ya casi no quedan en circulación.
El escritor ha puesto un pie en los accesos de la Feria, que
son diversos y excelentemente montados con varios centinelas
ataviados según la ocasión. El escritor, decíamos,
ha ingresado portando una pesada carga de ilusiones y ante
la posibilidad cierta de, por fin, tomar contacto con el editor.
Con su mochila a cuestas, cuidando sus manuscritos como divinos
tesoros, sí, ha conversado con el editor, quien sin
siquiera dar un vistazo a lo que se le mostraba, pero con
total eficiencia ha logrado desbaratar en un instante lo que
se tardó años en edificar, un universo de signos
que se han erigido en una obra de Literatura; y ¿cómo?,
con una poderosa arma: los costos de edición. Sin importar
lo que se escriba, ni que se escriba, el costo para el escritor...
es siempre el mismo; y la respuesta la misma, editorial por
editorial. Eso sí, el escritor ha de hacerse millonario
en cortos meses, eso es una garantía.
Mientras
el escritor regresa con la sensación de que ha perdido
un espacio social dentro de su mismo país, sin embargo,
sale con la convicción de que algo nuevo ha aprendido,
por cierto, sobre tipos de papel, y diseños de portadas
y redes de distribución, etcétera, después
de todo, es bueno saber algo más cada día ¿o
no?; bien, durante su retiro pensativo de la Feria se cruza
con el turista que lo encandila con flashes y lo aturde con
preguntas sobre qué es esto y aquello.
El turista encuentra en la Feria un sabroso material para
llenar su álbum de recuerdos; disfruta de todos y cada
uno de los sitios de descanso, así llamados a los bares
que prolija e impecablemente ordenados se hallan ubicados
cada determinados metros de distancia de modo de brindar la
posibilidad de que el visitante no se canse en su recorrido
y un espacio (bullicioso y atractivo) para comenzar alguna
lectura; el turista sí tiene de qué hablar:
de las personas, en primer lugar, códigos de una sociedad,
de los carteles, del colorido de la muestra, del orden de
los stands, de lo bien exhibidos los libros, del precio del
café, de la atención de los empleados, de los
baños, y de todos aquellos detalles que llaman la atención
de un turista, ¿qué se lleva?. El entusiasmo
de haber conocido un evento diferente, que lo ha tenido gran
parte del día entretenido; ¿y después?,
bueno, seguirá su gira, o su plan de paseos y visitas.
Me
topé, luego, con el escritor consagrado (esto de "consagrado"
habría que discutirlo, antes preguntarnos "consagrado"
por quién; pero no nos salgamos del tema). Éste,
con la frente alta y la mirada soberbia, busca en los anaqueles
de las librerías sus libros, en primera instancia,
observa la conducta de la gente en relación con ellos,
y cuando advierte que otros se venden más, se acerca
y compara precios, calidad de impresión, toca ambos
libros, acaricia sus lomos, los pesa, se está preguntando
qué le falta al suyo. No descubre, no obstante, que
tal vez se trata de una cuestión de escritura, de peso,
pero de peso significativo; ¡cómo podría
si él es conocido, promocionado de acuerdo con las
reglas del mercado y además, ha sido consagrado en
tantos concursos que las mismas editoriales han ido organizando
a lo argo de años!. Este hombre se retira con la esperanza
de que su agente literario (pues, de seguro ya lo tiene) le
tenga al fin, buenas noticias; pero, sin la inquietud seria
y comprometida de la misión del escritor dentro del
marco de la cultura; eso ya es tema superado, supone.
¿QUÉ
PASA CON LOS ARGENTINOS?
Estamos perdiendo el concepto esencial y sublime de lo que
es el arte. Lo bueno y lo malo está determinado por
el mercado consumidor; la individualidad del hombre capaz
de emitir juicios de valor sustentados en criterios básicos
de estética, de armonía, de inmortalidad ha
sido invadida por los spots publicitarios, que en concordancia
con nuevas necesidades consumistas crean valores que nada
tienen que ver con la belleza del arte, sino que están
centrados en la problemática cotidiana: ¿Cómo
llevarme bien con mi jefe?, ¿Cómo superar la
crisis de pareja?, ¿Cómo tratar al adolescente?,
Reglas prácticas para el buen uso de un ordenador,
La sicosis colectiva de hoy, ¿Cómo administrar
mejor mi salario?, y títulos por el estilo. De
estos, todos han sido éxitos, indudables, ni qué
decir de lo excelentemente exhibidos...
Los
escasos escritores noveles que se han atrevido a poner dinero
para la edición de un libro, y que han pasado horas
y horas trabajando en el oficio de escritor, puliendo, mejorando,
buscando la mejor manera del decir... sin alejarse de la elegancia
del idioma... estos han encontrado sus producciones en las
mesas de ofertas, debajo, bien debajo de una pila de clásicos
(llamadores para el cliente), que pese a sus páginas
amarillas siguen vendiéndose como pan caliente.
De la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires podríamos
continuar relatando... pero, como la gracia está en
la deducción y los límites existen, el nuestro
es hoy... el espacio, éste que usamos para reproducir
lo que la Feria reproduce de nosotros, los argentinos.
AL
MARGEN
Inauguración
"Si
algún sentido tuvo en su origen esta Feria del Libro
fue el de ser un puente entre un hombre que habla a otro hombre"
porque "todo libro es una voz que va y viene del autor
al lector". (Dijo Abelardo Castillo durante la inauguración).
Y concluyó: "La instrumentación de la ignorancia
es el arma más formidable para aniquilar la libertad
de un pueblo", palabras ante las cuales un aplauso emocionado
cercó los lados del salón.
Reclamo
El presidente de la Fundación El Libro, organizadora
de la muestra, Carlos Pazos, realizó dos reclamos.
"La industria editorial se está recuperando",
dijo y aún "hay que luchar contra la piratería
y la reprografía ilegal", señaló
como síntoma de "no tener un apoyo financiero
como siempre hubo. Por ejemplo, en un insumo fundamental,
como el papel, que tiene precios exorbitantes debido a aumentos
injustificados".
"El
verdadero negocio de la feria es ayudar a sostener la actividad
editorial durante todo el año".
La Rural
Los 35.000 metros cuadrados de la Feria del Libro,10.000 más
que el año pasado, que ocupan los 1370 sellos editoriales
, distribuidos en 410 stands, se vieron colmados por el público,
con gente que más que comprar recorrió, paseó
y buscó datos sobre las novedades de esta ciudad de
papel, que genera unos $ 700 millones por año y muestra
los primeros signos de recuperación comercial.
|