I
Y un fraile en piedra mira
el correr de las aguas, río inmenso
caracoles y piedras
rocas rojas y el blanco caserío
apretujándose en torno al campanario
pájaros desemplumados que desparrama el viento
era allí donde en la triste infancia
caminabas, allí donde supiste
del dolor y el amor
y la busca de Dios
la pena de ser hombre, la dicha
de estar solo, dicha
para los labios
saciados, para la boca henchida
por el gozo, para el cuerpo cansado
para el alma que a tientas
vuelve a la infancia y busca
lo que ignora y presiente
lo que en ninguna lengua tiene nombre
todo querías saberlo, devorabas
páginas blancas en polvorientos libros
querías saberlo todo e ignorabas
que al punto vuelve el círculo, que el ángel
que te acecha lleva máscaras vanas
que los años le arrancan
hasta el día fatal
en que el rostro desnudo
primero y último
fugaz y eterno instante
veas

II
Buenos Aires otra vez
como hace veinte años
que no es nada dirán
pero tú sabes
del tiempo la ilusión
su terca realidad
su suave engaño
aquí están la esquinas
familiares
los cafés y la noche
los árboles inmensos
y las plazas
íntimas como patios
y el viejo amor que acecha
y el viejo amor que espera
para quebrarte el alma
una vez más
para anegarte
el torpe corazón con su agua amarga
para decirte adiós
para dejarte
aquí
para volverte
definitivamente hacia ti mismo
para verte
tal cual eres
para siempre jamás
un hombre solo

III
Y ahora la ciudad en que naciste
se confunde con esa que atraviesa
un largo río, allí donde sentiste
que se cerraba el círculo, allí
donde el amor ya no vendrá a buscarte
con su importuna magia
no volverá a envolverte
con su sedas inútiles
su ternura voraz su dulce llanto
allí donde tus pasos
tejerán tu destino
durante tanto
tiempo como te sea concedido
el sueño del vivir
hasta el día final
primer y último instante
sol y luna fugaz
en que despiertes
Buenos Aires, París, agosto-septiembre de 2005

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