1
el ojo es el límite del universo
pero los párpados la línea central que lo dividen
en la piel del gato sarcófago
las calles con diluvio horizontal
mojan los miembros amputados de una ciudad obscena
su cinturón ramifica un bosque de objetos irreales
en el caldero de la mente
la locura es el principio de la forma
esta noche verás caballos ebrios jinetes
como manchas de tiza hundiéndose en lo gris
hasta no ser
estrangula todo resto de miedo
toda tu humana perversidad
en la esquina cóncava un buey invierte su cuerpo
bajo el humus del agua su rostro con orejas de hombre
con voz piedra de hombre
mastica mis puros instintos animales
me castra con la sombra de su desnudez
en un sablazo de odio
para crucificar una bestia
es necesario que tu grito se ahogue entre sus muslos
hasta que la sangre nos separe
2
me enseñas a dibujar esta ciudad desde tu abrazo zurdo
un manojo de voces hierve en cada piedra
o en el aleteo de una langosta verde
la lluvia procrea murciélagos
sobre nuestras cabezas
bajo del árbol donde colgué de espaldas
tres días en negro
bajo de mi propia frente usurpada por la amnesia
gotas de barro forman una imagen que se desdobla
más allá de los pedregales
anularte en la conciencia y en el tiempo
anularte en el óxido sumergido en mi piel
como una daga oblicua que propicia el placer de la venganza
o la hecatombe
la irrealidad me conduce a una jaula cautiva por domadores ciegos
en el circo de nadie
hacia la tierra que me otorga un cuerpo inhumano
un rostro que incendia con pureza
el agua mágica de tu nombre
3
hacia la tarde el fardo empieza a figurar desnudo
en el abismo de su camisa de fuerza
lo que ven los dientes se escribe con sangre
o con el veneno que inyecta un suicida deforme
entre mis venas iniciáticas
el muro naranja me adiestra en la sustitución de tu presencia
en otra funeraria ceremonia
de insectos que zumban mi membrana
y la disuelven
abro el capullo mi rostro se despoja de identidad
ahora la luz no es un alacrán moreno
como ojo de pez
es la materia que rasga pelusas terrenales
bajo el vértice o la raíz del tronco primitivo
mi cráneo ha virado hacia el anonimato
escupo una mueca adherido a mi corteza sin ojos
a mi esqueleto sin brazos
a lo que me devora con rabia entre sus fauces
la dualidad es el sentido de la forma
he aprendido a convivir con el embrión que me fornica
que me tiende sin miedo entre la grama
como un bulto picoteado por pájaros o nubes
sin reposo
desde el pedestal de heno se yergue un cuello metálico
la bestia renace invicta
por tercera vez
(De El Otro Desierto. Perú, 2004. Edición del autor.)
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