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Rafa Tormo. Implosió impugnada 5
Arte, industria y territorio surge en el año 2000, coincidiendo con el centenario de la creación de la Compañía Minera de Sierra Menera en Teruel. Su objetivo principal es suscitar el debate en torno a la revitalización de estas minas de hierro, que la compañía explotó entre 1900 y 1987, año del cese de la actividad. La propiedad del coto minero y de las instalaciones en desuso, acabaron en manos del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, quien se desentendió completamente de la protección y control del patrimonio industrial heredado, el cual ha sufrido un continuo proceso de destrucción.
Tras el cierre de las minas, las poblaciones de su entorno sufrieron la implacable sangría del descenso demográfico, en beneficio de los dos grandes polos de succión colindantes con Teruel: Valencia y Zaragoza. La pérdida de significación poblacional y el declive de la actividad económica se sintió especialmente en la localidad de Ojos Negros, en cuyo término se encuentra la mayor parte de la concesión de la explotación minera. La localidad pasó de los 3.000 habitantes, de la primera década del pasado siglo, a los 560 de la actualidad, de los cuales tan sólo 40 viven ahora en el Barrio Minero.
Un año antes del centenario, se publicó el libro Minas de Ojos Negros, un filón por explotar[1], en el que se exponían algunas propuestas de actuación, para desplegar una programación cultural en las instalaciones mineras en desuso. La publicación sirvió de preámbulo a la primera convocatoria de Arte, industria y territorio, que ponía su énfasis en la relación del arte contemporáneo con los enclaves naturales alterados por la actividad industrial y su propuesta de utilización como soporte para la práctica artística. El programa estaba dividido en dos actividades: un encuentro científico a cargo de especialistas pertenecientes a diversas disciplinas: arte, arquitectura, sociología, desarrollo local, etc., y un certamen de artes plásticas en el que se seleccionaron cuatro propuestas artísticas a desarrollar en distintos puntos de las minas. Los textos de las ponencias y las obras de los artistas quedaron recogidos en las correspondientes actas-catálogo[2] que se editaron con posterioridad. Aquel primer impulso sirvió para que el ayuntamiento de Ojos Negros tomara conciencia del potencial de su patrimonio minero para integrarlo en estrategias de desarrollo local. Entre otras actuaciones, abordó la adquisición de la propiedad de las minas, la reparación y señalización de las pistas de acceso y la rehabilitación de las antiguas oficinas de la compañía minera como albergue y centro cultural.

Diego Arribas. Cruce de miradas
En esta segunda edición de 2005, se ha seguido el mismo esquema de la anterior, contando con la colaboración de especialistas en arqueología industrial, gestión del patrimonio, minería, arte contemporáneo y arquitectura. En la parte de las intervenciones artísticas, se ha invitado a seis artistas para que desarrollen sus propuestas en diversos espacios del complejo minero: Iraida Cano, Josep Ginestar, Rafa Tormo, Diego Arribas y los alemanes Bodo Rau e Isabeella Beumer. Todos ellos son creadores que además de su actividad expositiva en espacios convencionales, como galerías, museos o centros de arte, están desarrollando iniciativas en el medio rural, desde el ámbito artístico, con una clara vocación social que repercute en el desarrollo de las localidades de actuación. Trabajan con la recuperación de la memoria colectiva, con la valoración del patrimonio natural, cultural o industrial, acercando la práctica artística contemporánea a los ciudadanos que, poco a poco, y de forma natural, van familiarizándose con ella.
Encuentro científico y acción artística, tenían como objetivo en esta segunda convocatoria, llamar de nuevo la atención de la administración regional, para reclamar su ayuda en la puesta en marcha de un plan de actuación cultural sobre el patrimonio minero de la localidad. El debate giró en torno a la necesidad de continuar el proceso de transformación en el que está inmerso Sierra Menera, que pasó de enclave natural a espacio industrial en una primera etapa. Ahora se pretende dar un nuevo paso, convirtiéndolo en un lugar cultural, que integre sus dos estadios anteriores: naturaleza e industria.
Creemos que la fórmula empleada, al vincular el arte contemporáneo a la suerte del patrimonio industrial abandonado, puede aportar nuevas perspectivas al tratamiento de la puesta en valor del complejo minero después de su cierre. Por un lado, el arte está actuando como un reclamo que lanza su grito por encima del esquema convencional de las disciplinas científicas, dándolas a conocer a un público más amplio. Las interferencias entre arte y patrimonio han generado sinergias que refuerzan cada uno de estos dos ámbitos. La propuesta principal, en este sentido, es la consideración del paisaje minero y sus instalaciones como soporte de la actividad creadora, dando cabida a los nuevos comportamientos artísticos vinculados al espacio y a la historia del lugar.
La práctica artística en un escenario industrial como el que nos ocupa, puede emplear distintos formatos de actuación, como escultura, instalaciones, acciones, performance u otros. Todos ellos se plantean como una puesta en escena de las ideas, facilitando la visualización del discurso científico, y reforzándolo mediante su presentación en clave estética. El escenario elegido para su desarrollo, se integra en la obra como una parte fundamental de ella, quedando desde entonces unido a la propuesta artística desarrollada, en la memoria de los asistentes que la presenciaron. El genius loci del lugar se enriquece con esa nueva aportación, y los elementos o enclaves en los que se ha actuado, incorporan un nuevo valor añadido, consecuencia de su consideración como parte de una intervención artística.
Un aspecto muy positivo de este encuentro ha sido la "contaminación" que se dio entre disciplinas, tanto en el grupo de alumnos asistentes a las conferencias, como entre los ponentes y entre ambos colectivos entre sí. Personas que acudieron interesados en principio por la geología, han conocido formas de manifestación artística que desconocían y, artistas o estudiantes que acudieron a presenciar las intervenciones y las conferencias de arte, pudieron descubrir ese otro lado de la minería más sensible hacia la estética del paisaje, o las posibilidades de la arqueología industrial como instrumento de desarrollo.

Josep Ginestar. Te busqué hasta en lo más profundo
Como parte de los objetivos alcanzados, hay que señalar el anuncio del Director General del Patrimonio de Aragón, presente en la mesa redonda final, del comienzo de un estudio desde su departamento para la declaración de Sierra Menera como Parque Cultural, una de las reivindicaciones del ayuntamiento de Ojos Negros. Su aprobación y puesta en marcha comportaría la posibilidad de desarrollar actuaciones de mayor envergadura sobre el territorio afectado, con la asignación económica correspondiente procedente de la administración regional. Algo fundamental para poner en marcha cualquier iniciativa, ya que las arcas de un pequeño ayuntamiento como el de Ojos Negros no pueden hacer frente a muchos de los planes diseñados para su patrimonio industrial, que esperan desde hace años sobre la mesa del consistorio, por falta de financiación.
Por su parte, el segundo componente del proyecto, el arte contemporáneo, ha recibido también el espaldarazo de otra institución aragonesa para apoyar su continuidad en Ojos Negros. Lo anunció, al finalizar las jornadas, la Directora del Centro Aragonés de Arte Contemporáneo de la Fundación Beulas, al proponer una cooperación conjunta en distintas actividades artísticas. Este centro que se pondrá en marcha a finales del presente año, centrará su programa museístico en la relación entre el arte contemporáneo y la naturaleza, analizando las corrientes de land-art, earthworks , arte ambiental y otras iniciativas que toman el territorio como soporte de sus planteamientos. Un enfoque con el que sintoniza plenamente la línea de actuación de Arte, industria y territorio. La oferta se concretó en una primera colaboración, en la que la Fundación Beulas asume el coste de la edición de las actas-catálogo de esta segunda edición, como el preámbulo de nuevas actuaciones conjuntas.
Son dos buenas noticias, que dicen mucho sobre la sensibilidad de las dos instituciones mencionadas, hacia los esfuerzos desplegados por pequeños colectivos ciudadanos o municipios como el de Ojos Negros, en torno a la recuperación de su patrimonio.
Quiero hacer referencia también a otro elemento fundamental en el desarrollo de las jornadas, que fue la implicación de los vecinos de la localidad. Si bien la gran mayoría de mineros que fueron despedidos en 1987, abandonaron Ojos Negros, los que decidieron permanecer en la localidad, ya como jubilados, o como trabajadores en activo en otras ocupaciones, manifestaron su interés hacia esta nueva actividad en las minas. Durante los días que duró el desarrollo de las jornadas, han percibido que su localidad, su trabajo, su historia y la de sus padres o abuelos, mineros todos ellos, era algo importante. Que ha sido motivo para que profesores, alumnos y artistas se desplacen desde distintos puntos de nuestra geografía (Madrid, Sevilla, Almería, Asturias, Valencia, Alicante, Zaragoza, Barcelona y otros) para hablar sobre las minas de Ojos Negros y algunos enclaves similares. Muchos de ellos nos acompañaron en los debates y conferencias, colaboraron en el desarrollo del encuentro, y visitaron las instalaciones de los artistas con los demás participantes, dando detalles a los asistentes sobre éste o aquel rincón de la mina, con el orgullo recobrado a flor de piel. Creo que durante esos días estos hombres y mujeres de Sierra Menera se sintieron importantes. Vieron como se volvía a hablar de su trabajo, como aparecían artículos de sus minas en los periódicos y se emitían entrevistas y programas en varias emisoras de radio que cubrieron el encuentro.
Personalmente, creo que los comentarios de satisfacción que escuché de algunas personas del Barrio Minero, acerca de la actividad que se había generado esos días en torno a sus minas, podrían ser el mejor balance de esta segunda edición. La complicidad surgida entre mineros y asistentes, nos hace pensar que la hipótesis de que el arte contemporáneo puede actuar como un catalizador, que acelere los procesos de transformación del territorio, está comenzando a cumplirse en este rincón minero. Al menos como ese primer impulso, siempre difícil, que venza el escepticismo inicial de la administración, y la anime a desplegar los mecanismos necesarios para abordar la recuperación de una localidad cuyo futuro, después del cese de la actividad industrial, había quedado estancado en la encrucijada de la incertidumbre.
Diego Arribas
Director de "Arte, industria y territorio"
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