P O R T A D A      

 

4.287 km a través de los Andes, serie fotográfica de Fabio Borquez Los abismos suelen atormentar a los más intrépidos, sólo el objetivo de ser cruzados, a veces, es lo único que importa. Uno nunca sabe lo que le depararán los próximos pasos que se darán. Uno no puede ver mas allá de ese gran vacío, ese precipicio que se interpone, que sólo puede ser vadeado con la fe, con las ansias de conocer, de ver que hay en el otro lado. La mítica búsqueda que los viajeros llevan en la sangre, la sagrada vocación de guardar nuevas imágenes tras nuestras retinas, sobredosis de rostros, colores, olores y sabores que hasta ese momento nos eran ajenos o que incluso ni podíamos intuir. Ver el sol desaparecer en un horizonte nuevo. Tener en la punta de la lengua el desasosiego, mientras el hielo entumece mi carne y veo una luna nueva, esa que estuvo siempre ahí, pero que allí es tan distinta...

4.287 km a través de los Andes, serie fotográfica de Fabio BorquezEl primer abismo desde Düsseldorf, era el Océano Atlántico, pero bueno, cruzarlo no era ya para mí algo nuevo, sólo 12.000 kilómetros de encierro y estaría de nuevo en Buenos Aires. Otros 1.500 kilómetros hasta Jujuy y, desde allí, uno sí podría volver a hablar de abismos y medir el camino en lo que duraría nuestro viaje, es decir, en 4.287 kilómetros a través de los Andes... luego estaríamos en el otro lado de la incertidumbre una vez que hubiéramos llegado a Lima...

Un bendito cielo azul, propiedad exclusiva del Cono Sur, acompañó nuestros días; el frío andino nuestras noches de apunamiento, y así se fueron yendo nuestras semanas, primero Purmamarca, después Tilcara, Humahuaca y, tras La Quiaca, dejar el país que en algún momento me vio nacer. Ya en Bolivia, se puede perder la orientación y no saber si uno esta situado en Oriente o en Latinoamérica, enjambres de personas con ropas multicolores hombreando pesado bultos en un caos infinito. 4.287 km a través de los Andes, serie fotográfica de Fabio BorquezDesde Villazón hasta Tupiza, uno entiende por qué en Bolivia hay tan pocas rutas asfaltadas. Llegar a la desértica ciudad de Uyuni con siete grados bajo cero, a la una y media de la madrugada y sin hotel puede ser una de las más infelices ideas que se le puedan ocurrir a alguien, pero sólo con ver un amanecer en el gran Salar todo puede olvidarse; internarse a través de 160 kilómetros de sal es una de esas experiencias que no tienen precio. Más allá está Oruro y luego La Paz, una de esas ciudades que uno jura no volver a pisar, o será que a los 4.000 metros de altura las cosas se sienten de otra manera y, si no se toma un té de coca, parece que la cabeza pueda estallar en cualquier momento. Más allá, la magia olvidada de Tiahuanaco, una de las principales ruinas de la cultura Aymara. Llegar a Copacabana a orillas del sagrado lago Titicaca en medio de una fiesta popular con todo un pueblo bajo los efectos de la chicha para después abandonar Bolivia con destino Puno y volver al lago, una vez más, surcar sus frías aguas mientras nuestra barca se iba inundando lentamente con el peligro de zozobrar y yacer a trescientos metros de profundidad, pero a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, parecía más que una surrealista manera de morir. 4.287 km a través de los Andes, serie fotográfica de Fabio BorquezTaquile estaba allí para no dejar que nos fuésemos a pique. Volver a Puno y cambiar de planes repentinamente y, sin saberlo, no tomar el autobús que deberíamos haber tomado y que iba a acabar en el fondo de una quebrada. Fuimos testigos de cómo, tras la tragedia, la policia amontonaba en una gran pila las mochilas de los que habían volado hacia el lecho del río en un vehículo sin control. Nuestro próximo día de saludable y azarosa suerte nos encontró en la puertas de la imperial ciudad de Cuzco, y de allí hasta nuestro objetivo, un pequeño pueblo perdido entre las montañas y la selva, al cual sólo se accede por tren o caminando cuatro días, llamado Aguas Calientes que está al pie de ese extraño legado inca llamado Machu Picchu. 4.287 km a través de los Andes, serie fotográfica de Fabio BorquezEstábamos casi al otro lado y ya no eramos los mismos, los mil kilómetros que quedaban hasta Lima fueron sólo un abrir y cerrar de ojos entre esos Andes que siempre parecían estar al alcance de nuestras manos. El polvo en nuestras mochilas, el sabor extraño de lo que acabábamos de conocer y que pronto íbamos a dejar atrás, la eucarística llegada al otro lado del camino y el saber implicito de que uno había atravesado ese abismo de cultura, de conocimiento, de...

Nostálgicos encuentros y despedidas... y de eso se trataba, mis cuarenta rollos de fotos habían sido sensibilizados de distintas maneras y esas fracciones de segundos en que habían alcanzado la luz, posibilitarían que eternamente pueda regresar a aquellos remotos caminos...

 

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