P O R T A D A      

Off the Beaten Track
o los vientos soplaron hacia el oeste

Chiloé, serie fotográfica de Fabio Borquez (detalle)La verdad que me cuesta recordar dónde escuché por primera vez alguna referencia sobre la isla de Chiloé, lo cierto es que después de un accidentado cruce de los Andes en 1999 tuve que postergar un par de años mi llegada hasta esas latitudes. En la guía de Chile de Lonely Planet figura como uno de los destinos "off the beaten track" y, un poco por azar otro poco por intuición, aquella mañana de septiembre cuando todo indicaba que el camino de regreso desde Bariloche iba ser a través de Madryn, repentinamente, cambie el rumbo y la contundencia del Nahuel Huapi y de aquella mañana de primavera patagónica me condujeron mansamente primero hasta Villa la Angostura, luego hasta el paso Cardenal Samoré y, cuando me quise acordar, ya había cruzado la pesadillezca cordillera con respeto y precaución. Contorneaba el majestuoso volcán Osorno, con proa hasta Puerto Montt, de allí sólo a 65 km, Pargua separa el continente de la isla.

Chiloé, serie fotográfica de Fabio Borquez (detalle)Después de cruzar el canal se llega a Chacao, ya uno puede empezar a respirar otro aire, estaba en Chiloé, 1057 Km nos separaban de Santiago de Chile. Aquí el valle central se hunde en un mar interior y la cordillera se fragmenta en múltiples grupos de islas, el archipiélago se compone de cuarenta islas menores, de las cuales treinta y cinco están habitadas por unas veinte mil personas, gente amable y cálida, estas islas a su vez se agrupan en archipiélagos menores del mar interior: Chauquenes, Quinchao, Lemuy, Quehui-Chelin y Desertores, entre los golfos de Ancud por el Norte y corcovado por el Sur. La Isla Grande de Chiloé es una provincia que tiene 9.181,6 km2 de superficie y 130.389 habitantes, con un extenso territorio, de ensenadas y canales, golfos, lagos y lagunas, llamativas construcciones, fortificaciones españolas y una zona de iglesias de madera únicas en el mundo, varias declaradas monumento nacional. Cruzar con el ferry hacia la isla no es sólo un trayecto físico hacia un destino diferente, es una invitación a descubrir este archipiélago indígena y español que aún se resiste a renunciar a sus tradiciones ancestrales.


Rosario de pueblos a lo largo de la ruta 5,
buen momento para un padrenuestro

Chiloé, serie fotográfica de Fabio BorquezExisten dos grandes ciudades o mejor dicho pueblos grandes, que son: Ancud y Castro, por tal motivo es preferente tomarlas como base y desde ahí recorrer los pequeños pueblitos que se van desglosando a medida que se recorre el ondulante paisaje de la ruta panamericana, entre verdísimos valles y lomadas llenas de curvas desde donde se atisba el mar, a veces a cada lado de la ruta. Cuando uno camina por las calles de la isla percibe desde el primer momento un aroma en el aire muy particular, al principio indescifrable, cuando se empiezan a decantar los usos y costumbres del lugar uno se da cuenta que el olor de las maderas (de la casi totalidad de las construcciones de cada pueblo), la utilización de cocinas a leña, el kerosene de las lámparas, todo se funde e impregna de un realismo mágico en cada paso que uno deja atrás, incluso la misma ciudad de Castro no pierde ese misticismo propio de viejos pueblos pesqueros. Un paseo por la isla nos puede llevar a conocer una riqueza de manifestaciones que reflejan el universo cotidiano del lemuyano. Dentro de éstas se destaca la religiosidad chilota expresada en la construcción de iglesias de madera, algunas con más de doscientos años de antigüedad. Si bien para los ojos de un extraño la construcción sobre palafitos, las casas totalmente hechas en alerce, la tradición de las tiraduras (consiste en el traslado por tierra o mar de edificios o casas de madera ya sea por partes o completos para reubicarlos en la topografía de la isla) son factores de especial interés, el hecho de encontrar mas de 150 iglesias con una tipología única en el mundo trastorna los sentidos y puebla la vista de pequeñas joyas, que no tienen lo ostentoso o lo magnánimo de la arquitectura europea, pero si el concepto acabado de un trabajo auténtico que fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Las Iglesias tradicionales de Chiloé se emplazan cerca de la costa, enfrentando una explanada. La diversidad de expresión entre los diferentes templos está dada básicamente por las variaciones que atañen a la dimensión, la composición y la ornamentación. Colores chillones, característicos de cualquier pueblo de pescadores donde, por una cuestión práctica, si se pintaban los barcos por qué no el mismísimo pueblo con la contundencia del color. La técnica de construcción y la arquitectura de las iglesias de Chiloé son propias del lugar: los antecedentes (España, Bavaria) fueron adaptados y reformulados. Debieron originarse en la conjunción de las habilidades de la población local en el tratamiento de la madera y en los conocimientos de los jesuitas y franciscanos europeos. Los ejemplos de esta arquitectura son dignos de encontrarse en Ancud, a lo largo de la ruta , en Quenchi, Dalcahue, Curacao de Vélez, Achao, Castro, Puqueldon (en la Isla de Lemay) Queilen , Chonchi y Quellon. Si uno está entre los 41/46 grados de latitud Sur y 72/75 grados de longitud Oeste puede darse un tiempo para soñar atravesando la mágica puerta que se nos abre al llegar a Chiloé.

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Curanto y otras yerbas, degustar
los sabores oscuros de la comida Chillota

Hablar de frutos de mar en Chile es hablar de cholgas, almejas, choritos, picorocos, locos, un océano de distancia con los mariscos que vienen del Atlántico; otros sabores, otras texturas, otros tamaños, quizás paladar para exigentes o sólo para aquellos que abren su mente y su estómago para entregarse a nuevos placeres por explorar. No se debe abandonar la isla sin haber probado el plato típico por naturaleza: el "curanto". Se hace un hoyo en la tierra de más o menos medio metro. Para cubrir ese hoyo se colocan piedras grandes, sobre las que se hace una buena fogata para que las piedras calienten hasta ponerse rojas, además se ponen hojas que son generalmente de pangue. Luego se retiran los tizones y aunque queden algunas hojas se vacían sobre ellos los sacos de mariscos. Luego, en fuentes grandes se ponen las carnes, longanizas, pollo, chancho ahumado y chorizos. Se tapa todo con hojas de pangue o coles y, además, sacos paperos mojados, dejando todo sumamente cubierto, a tal fin se emplean champas (pedazos de tierra con pasto) y el pasto debe quedar hacia abajo, dejándose cocer al vapor aproximadamente por espacio de una hora. Este curanto al servir va acompañado de un pebre que consiste en: sal, agua, cebollín, ají de color, cilantro, perejil y otros. Puede degustarse en los restaurantes o a la vera de algún camino, mejor la segunda opción, que permite no sólo los sabores sino tambien disfrutar el paisaje de Chiloé. La isla cuenta con toda la infraestructura para el turismo, aunque uno puede acceder por un par de pesos a alquilar una habitación en la casa de algún habitante del pueblo y despertarse con un desayuno típico de campo, pan casero, la leche recien ordeñada se calienta sobre la cocina de leña, y la mermelada de frutillas tiene el sello de hecho en casa.

Chiloé, serie fotográfica de Fabio BorquezUna isla donde la leyenda y la realidad corren por la misma senda con una mitologia poblada de seres fantásticos, algunos de los cuales se enlazan con los fundamentos cristianos y cobran vida a través de la fe de la gente. Casas sobre palafitos, iglesias de madera, sabores vedados a nuestro espectro culinario, paisajes de cuento que se reflejan una y otra vez sobre las tranquilas aguas de un mar sin nombre, visitar Chiloé es un viaje de ida, volver es más difícil, uno se resiste a despertar...

Chiloé, serie fotográfica de Fabio Borquez

© Fabio Borquez Datos sobre el autor
 
         
  27 agua - imagen        
             
  Fabio Borquez  
 

Una mágica isla
cerca del fin del mundo:

CHILOÉ

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