P O R T A D A    

Casa de Isla Negra, bar. María José Sánchez-Cascado


Alacena elemental
(la cocina
de las Odas)

 

Pensar todo apretar;
nada cogiendo
[1],
pesadilla de alcoba insolidaria.
. Salir

1953, "La Chascona"[2], la nueva casa, en la ladera del cerro de San Cristóbal, junto a una cascada que vertida en arroyo breve pasa bajo ella. Dos plantas. Un comedor y otras dependencias volcadas hacia el patio. Dos mesas, una redonda; la otra, alargada. Un sendero lleva al estudio repleto de libros, fotografías, cacharrería diversa y estrafalaria... mercadería querida. En el rincón, un caballo de mimbre.

 

La Chascona.

Una estancia al fondo, entrar negligente en la cocina, donde nada en apariencia reclama, quizá la inminencia del hambre o la sed; tal vez el dar rumbo al deambular por la casa entre objetos.

Silencio esencial entre tanta habla de alcoba, salón, biblioteca, bar, amante, mar... ¡Tanto alrededor pidiendo nombre, sonido, verso! Del átomo a la tristeza. Todo exigiendo residencia o canto. Sordo cansancio de uno mismo, de arcaico yo ensimismado en tanta esquina, de tanto "allá y acá"... Por fin, ni Dios en la cocina.

Clara mudez propicia a celebrar el cuerpo. Epifanía. Todo a punto de laica transustanciación en caldillo de congrio, en pan solidario, en lunar cebolla cristalina.

Como hombre, por fin, invisible mirando, oyendo, dispuesto a degustar lo de todos los hombres -sal, fuego, agua, aire-, a punto de la ofrenda y la ceremonia, ya tan cerca del nuevo banquete poético. Banquete en que lo crudo emplaza a lo cocido y las uvas, sin ira, dan turbia voz a las copas de Oliverio.

Conciliación. El mundo deficiente parece tierno como el corazón de la armada alcachofa.

Los cantos se serenan, las horas se sitúan, la materia nada pide diverso a su existencia; persevera en sí, en su quietud, consiente mansamente ser dicha o devorada. La boca ya tiene ambas funciones. En el verbo el mundo elemental y el cosmos con "luz no usada", el ágape no culpado por indigesta inteligencia. Brindis solar y carnavalesco. Abrazo fraterno a Epicuro, mientras Bajtin sonríe por la censura de Marx y los suyos.

Ser o estar, ser y estar con la cebolla en la mano, ante un Hamlet aplacado. Entrar en madera. Ver en el pan al panadero y en el tomate "el astro de la tierra" , comulgar apio para que los mimbres del corazón desbocado no se ahoguen.

"En fin , en fin, tras tanto caminar...", llegar a los 50 y descansar en el mundo abreviado del mundo, recogerse en la alacena y amablemente nominarla de nuevo y entonar su Oda, ser anfitrión de uno mismo -de todos-, en los objetos elementales preservando su " indómita pureza".

La Chascona, salón. Fotografía de Ana María Díaz.

NOTAS (o etiquetas de los frascos de la alacena):

1 1. Verso del soneto Reconocimiento de la vanidad del mundo, de Francisco de Aldana

2 2. Del año 1952 a 1957 Pablo Neruda residió en Chile, periodo que abarca aproximadamente el ciclo de confección y publicación de las tres series de Odas, En 1953, construye su nueva casa, "La Chascona", término usado en el país con el significado de " pelo revuelto o enredado" , en referencia al de Matilde Urrutia. El arquitecto fue el exiliado español Germán Rodríguez Arias.

© María José Sánchez-Cascado Datos sobre el autor
Jordi Graupera: Sólo puedo quererte con olas a la espalda. Hernán Andrés Vargas Leguás:  Crecer con Pablo. María José Sánchez-Cascado: Alacena elemental (la cocina de las Odas). Mercedes Serna Arnaiz:  El erotismo doliente. Nostalgia y soledad sexuales. Manuel Garrido Palacios: Nerudiana. César Antonio Sotelo: Que pase el mar... Pieza breve en tres escenas.
Andreu Navarra Ordoño:  Tendido sobre la última sombra (lecho de muerte). Juan Diego Incardona: Mañana de Cobre. Fabio Borquez: Isla Negra. Antología Enlaces Un juego
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