Reflexiones acerca de la Cadena
del Ser
en la obra de Shakespeare
ser
Y no ser
|
|
"La imagen que la lectura nos ofrece echa
raíces en nosotros mismos. Se convierte en un ser nuevo en
nuestra lengua, nos expresa convirtiéndonos en lo que expresa.
Es a la vez un devenir de expresión y un devenir de nuestro
ser. Aquí, la expresión crea ser."
Gastón Bachelard, La Poétique de l´espace.
Aquí,
en el escenario pálido de los géneros, pensamiento
parcial que teme a su lector, que rinde cuentas por cada extravagancia,
que aplasta ideas debajo del banquillo de los acusados, aquí
mismo, he leído a Shakespeare y he visto la humanidad en
cada personaje, he contemplado la existencia, travestismo de la
no existencia, he disfrazado mi identidad, distorsionando mi papel
asignado: Yo, lector de William Shakespeare, he revestido mi nombre
con la facundia ostentosa que legitiman los pretéritos más
perfectos, sepultando de este modo mi tiempo presente debajo de
pesados atavíos bordados de símbolos, símbolos
que actúan para mí, en mí. Por eso yo, el lector,
ya no soy. Ahora, por Shakespeare, soy Hamlet, soy Viola, soy Falstalf,
soy bufón de algún bufón.
Ciertamente es, la identidad y el séquito de movimientos
que ésta acarrea, el motor que pone en funcionamiento las
obras de este genio misterioso, obras circulares que trasladan a
cada personaje, incesantemente, hasta su horizonte: el otro personaje.
Pues sin dudas no seré juzgado si afirmo que el personaje
de Shakespeare, ambicioso, o tal vez disconforme con su función
o existencia, ha decidido "vivir" al personaje que lo
rodea.
Cavando pozos en las páginas, sacudiendo luego de polvo las
oraciones que mi recuerdo almacena, señalo algunos ejemplos
en donde los actores shakespereanos hacen teatro dentro del teatro
donde habitan:
En
Hamlet, son unos cómicos ambulantes quienes
representan un drama ante la corte, recordándole a Claudio
el asesinato que éste cometiera. En Enrique IV,
el príncipe Enrique y Falstalf se actúan mutuamente
y hacen también el papel del rey Enrique IV. Por su parte,
el Sueño de una Noche de Verano gira alrededor
de los ensayos de una farsa que será representada por artesanos
cómicos en el final de la obra.
Cabe
señalar que la actuación dentro de la actuación
no sólo se efectúa mediante representaciones organizadas
como eventos, sino también como cambios de hábito
de personajes individuales que están apremiados por algún
peligro o que han obrado de esta forma por otras causas. Sin embargo,
aunque en estos casos los que deciden cambiar su identidad son personajes
solitarios, es evidente que sus transformaciones influyen y condicionan
al resto, convirtiendo, en consecuencia, la metamorfosis individual
en una que acapara a la totalidad de la "vida" en el texto
y, por qué no, también a la parte que, fuera de ella,
nos corresponde a nosotros, los lectores o espectadores, objetos
sujetos a una realidad inestable, realidad distorsionada, nunca
literal, siempre ficticia y disfrazada, realidad que encuentra su
identidad en la irrealidad[1].
Así pues, la realidad es un espejo de la irrealidad y viceversa;
todo lo que acontece en la obra de Shakespeare es un juego interminable
de reflejos. Los personajes son, de alguna manera, espejos enfrentados
que proyectan sus imágenes hasta el infinito.
Dos obras nos muestran la transformación individual, por
ejemplo, en el cambio de sexo: En Noche de Reyes,
Viola se disfraza de hombre, su nueva identidad es Cesario; en Cimbelina,
Imógena se disfraza de hombre, su nueva identidad es Fidel.
En las dos obras, el travestismo del personaje individual hace mutar
también las actitudes del resto, desatando la nueva identidad
una serie de enamoramientos y odios imprevistos. Además,
si pensamos que en aquella época las mujeres de la escena
eran representadas por jóvenes muchachos que, en estos casos,
volvían nuevamente a convertirse en hombres, nos expondremos,
como aquellos espectadores perdidos por los siglos, al personaje
del continuo cambio y, por lo tanto, a cambiar continuamente nuestras
miradas, nuestras lecturas, nuestras percepciones, hasta ser también
nosotros un constante ida y vuelta, hasta ser blancos y negros,
jóvenes y ancianos, hombres y mujeres. En todas estas metamorfosis
dignas de Ovidio, ya no será "Ser o no Ser", será
siempre Ser y no Ser. Como dicen los Hindúes: Brahma es
sat y no sat, lo que es y no es; dicen satyam y asatyam,
realidad más irrealidad. Es como si el personaje de Shakespeare
dijera: Yo mismo, que soy todos, dejo de ser yo mismo y defino mi
nombre en una sola palabra: Nosotros.
Y
yo mismo, que voy habitando con mi lectura cada rincón, cada
disfraz, cada personaje, descubro que en este trajín manipulado
la cadena me alcanza, me integra, me absorbe, y al intentar, pues,
examinar mi propia identidad ya no sé cómo nombrarme,
quizás sea yo, un lector de Shakespeare, personaje suyo,
o tal vez sea yo, un autor de personajes, posible disfraz de Shakespeare.
En fin, aquí, en la cadena del ser, yo mismo, que soy todos,
que soy blancos y negros, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres
actuándose mutuamente, dejo de ser yo mismo y defino mi nombre
en una sola palabra: Nosotros.
NOTA:
1.
Según el diccionario de la Real Academia Española,
la palabra "identidad" significa, en primer término,
"hecho de ser una persona la misma que dice ser".
Luego, la palabra es definida como "calidad de idéntico".
Es este último significado el que carga la palabra
en la oración: "...realidad que encuentra su identidad
en la irrealidad". Es decir, allí debe leerse:
"...realidad que encuentra su idéntico en la irrealidad".
|
©
Juan
Diego Incardona
|