Sumario 26

 

 

Juan Diego
Incardona

 

 

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Reflexiones acerca de la Cadena del Ser
en la obra de Shakespeare

ser Y no ser



"La imagen que la lectura nos ofrece echa raíces en nosotros mismos. Se convierte en un ser nuevo en nuestra lengua, nos expresa convirtiéndonos en lo que expresa. Es a la vez un devenir de expresión y un devenir de nuestro ser. Aquí, la expresión crea ser."
Gastón Bachelard, La Poétique de l´espace.



Aquí, en el escenario pálido de los géneros, pensamiento parcial que teme a su lector, que rinde cuentas por cada extravagancia, que aplasta ideas debajo del banquillo de los acusados, aquí mismo, he leído a Shakespeare y he visto la humanidad en cada personaje, he contemplado la existencia, travestismo de la no existencia, he disfrazado mi identidad, distorsionando mi papel asignado: Yo, lector de William Shakespeare, he revestido mi nombre con la facundia ostentosa que legitiman los pretéritos más perfectos, sepultando de este modo mi tiempo presente debajo de pesados atavíos bordados de símbolos, símbolos que actúan para mí, en mí. Por eso yo, el lector, ya no soy. Ahora, por Shakespeare, soy Hamlet, soy Viola, soy Falstalf, soy bufón de algún bufón.

Ciertamente es, la identidad y el séquito de movimientos que ésta acarrea, el motor que pone en funcionamiento las obras de este genio misterioso, obras circulares que trasladan a cada personaje, incesantemente, hasta su horizonte: el otro personaje. Pues sin dudas no seré juzgado si afirmo que el personaje de Shakespeare, ambicioso, o tal vez disconforme con su función o existencia, ha decidido "vivir" al personaje que lo rodea.

Cavando pozos en las páginas, sacudiendo luego de polvo las oraciones que mi recuerdo almacena, señalo algunos ejemplos en donde los actores shakespereanos hacen teatro dentro del teatro donde habitan:

En Hamlet, son unos cómicos ambulantes quienes representan un drama ante la corte, recordándole a Claudio el asesinato que éste cometiera. En Enrique IV, el príncipe Enrique y Falstalf se actúan mutuamente y hacen también el papel del rey Enrique IV. Por su parte, el Sueño de una Noche de Verano gira alrededor de los ensayos de una farsa que será representada por artesanos cómicos en el final de la obra.

Cabe señalar que la actuación dentro de la actuación no sólo se efectúa mediante representaciones organizadas como eventos, sino también como cambios de hábito de personajes individuales que están apremiados por algún peligro o que han obrado de esta forma por otras causas. Sin embargo, aunque en estos casos los que deciden cambiar su identidad son personajes solitarios, es evidente que sus transformaciones influyen y condicionan al resto, convirtiendo, en consecuencia, la metamorfosis individual en una que acapara a la totalidad de la "vida" en el texto y, por qué no, también a la parte que, fuera de ella, nos corresponde a nosotros, los lectores o espectadores, objetos sujetos a una realidad inestable, realidad distorsionada, nunca literal, siempre ficticia y disfrazada, realidad que encuentra su identidad en la irrealidad[1]. Así pues, la realidad es un espejo de la irrealidad y viceversa; todo lo que acontece en la obra de Shakespeare es un juego interminable de reflejos. Los personajes son, de alguna manera, espejos enfrentados que proyectan sus imágenes hasta el infinito.

Dos obras nos muestran la transformación individual, por ejemplo, en el cambio de sexo: En Noche de Reyes, Viola se disfraza de hombre, su nueva identidad es Cesario; en Cimbelina, Imógena se disfraza de hombre, su nueva identidad es Fidel. En las dos obras, el travestismo del personaje individual hace mutar también las actitudes del resto, desatando la nueva identidad una serie de enamoramientos y odios imprevistos. Además, si pensamos que en aquella época las mujeres de la escena eran representadas por jóvenes muchachos que, en estos casos, volvían nuevamente a convertirse en hombres, nos expondremos, como aquellos espectadores perdidos por los siglos, al personaje del continuo cambio y, por lo tanto, a cambiar continuamente nuestras miradas, nuestras lecturas, nuestras percepciones, hasta ser también nosotros un constante ida y vuelta, hasta ser blancos y negros, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres. En todas estas metamorfosis dignas de Ovidio, ya no será "Ser o no Ser", será siempre Ser y no Ser. Como dicen los Hindúes: Brahma es sat y no sat, lo que es y no es; dicen satyam y asatyam, realidad más irrealidad. Es como si el personaje de Shakespeare dijera: Yo mismo, que soy todos, dejo de ser yo mismo y defino mi nombre en una sola palabra: Nosotros.

Y yo mismo, que voy habitando con mi lectura cada rincón, cada disfraz, cada personaje, descubro que en este trajín manipulado la cadena me alcanza, me integra, me absorbe, y al intentar, pues, examinar mi propia identidad ya no sé cómo nombrarme, quizás sea yo, un lector de Shakespeare, personaje suyo, o tal vez sea yo, un autor de personajes, posible disfraz de Shakespeare. En fin, aquí, en la cadena del ser, yo mismo, que soy todos, que soy blancos y negros, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres actuándose mutuamente, dejo de ser yo mismo y defino mi nombre en una sola palabra: Nosotros.

 

NOTA:

1 1. Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra "identidad" significa, en primer término, "hecho de ser una persona la misma que dice ser". Luego, la palabra es definida como "calidad de idéntico". Es este último significado el que carga la palabra en la oración: "...realidad que encuentra su identidad en la irrealidad". Es decir, allí debe leerse: "...realidad que encuentra su idéntico en la irrealidad".

 

 

© Juan Diego Incardona

Variaciones sobre un retrato de Shakespeare, de Francisco Javier Cubero.

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