Sumario 19

 

Juan Diego
Incardona

 

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América y
La metamorfosis:
Dos viajes
kafkianos
a la frontera

 

 

SI PENSAMOS QUE TODO DEVENIR implica un cambio, un traslado de condición, situación, categoría, lugar o tiempo, podemos afirmar que, de alguna forma, todo devenir es un viaje. Todo devenir, o proceso de cambio, es un viaje entre una condición, situación, categoría, lugar o tiempo anterior a una condición, situación, etc. posterior. En estos términos también podemos afirmar que tanto La metamorfosis como América de Kafka se erigen como obras de viaje. Si en ambas obras se cuenta el devenir —devenir animal, devenir Negro—, en ambas obras se cuenta un viaje.

Y estos viajes, como dije antes, parten de una situación o categoría diferente a la cual arriban. Esta oposición entre los extremos del "viaje" (del devenir) nos deja implícita la idea de frontera: la frontera que divide a estos dos estados o situaciones.

En La metamorfosis, Gregor Samsa, cruzando una frontera, "viaja" (deviene) de hombre a animal; en América, Karl Rossmann, cruzando una frontera, "viaja" (deviene) de Karl Rossmann a Negro.

En La metamorfosis:

"Una mañana, Gregor Samsa despertó de un sueño intranquilo y se encontró convertido en un enorme insecto" [1].

En América también se da el "viaje". En este caso, el que poseía un nombre, una cultura y una tradición, "viaja" hacia el despojo de todo aquello, a la existencia, paradójica, del sin nombre, "viaja" hacia el apodo [2]:

"—¿Negro? —Preguntó el jefe, y volvió su cabeza haciendo una mueca, como si ahora hubiera alcanzado Karl el colmo de la inverosimilitud" [3].

Es decir, como si ahora hubiera Karl, el nombre, arribado en este "viaje", devenir, a la meta de ser Negro, el sin nombre, "colmo de la inverosimilitud".

Y en ese punto intermedio entre los extremos (hombre/animal; nombre/sin nombre) que es la frontera, es donde "suceden" estas dos obras. Ambas obras cuentan la tensión de esa frontera, de ese proceso llamado devenir que no es otra cosa más que un viaje de situación, categoría, etc. a otra. La frontera es tensión, siempre. Y en los devenires kafkianos también. Porque la frontera, ese límite en donde se acabaría el nos y comenzaría el otros es ese punto intermedio del viajero (del que deviene) en donde no sólo se halla el borde que divide sino también que une.

Así pues, la frontera es una línea de tensión que funciona como disyuntivo y copulativo a la vez, es el nosotros violento en donde se encuentran los bandos antagónicos: el hombre y el animal, el nombre y el sin nombre.

Y en este viaje por la frontera no sólo se mueve el personaje en cuestión, Gregor Samsa-animal o Karl Rossmann-Negro, sino también el narrador, la perspectiva o mirada de la enunciación que acompaña como una cámara focalizando sobre el personaje principal, sobre sus dificultades en el proceso de cambio, en su devenir, en su viaje.

Entonces sucede un desplazamiento, un "viaje" no sólo en la historia del personaje, en el sujeto del enunciado sino también en el orden establecido para la observación, en la enunciación del sujeto que narra. Lo que sucede, y que sucede tanto en La metamorfosis como en América es que el objeto (el animal o el Negro) que antes era mirado, percibido, desde la distancia como un horizonte en este "viaje" o devenir ahora es el punto de partida. Es decir, la mirada, la percepción se da vuelta, se invierte. Y repito: ya no sólo en lo enunciado sino también en la enunciación que focaliza invertidamente para poder contar desde este otro nuevo lugar, o categoría o condición o existencia.

Por ejemplo, en La metamorfosis, el narrador que "viaja" junto al personaje cuenta desde la condición del insecto, se mete en sus necesidades, en sus gustos y dolores.

"Por la noche apenas conseguía soportar la inmovilidad, y la comida ya no le procuraba ningún placer. Y así, pues, para entretenerse, adoptó la costumbre de trepar por las paredes y el techo en todas direcciones. Sobre todo le gustaba quedarse arriba, en el cielo raso; era muy distinto que estar echado en el suelo; se respiraba con mayor libertad..."[pág. 49].

También en América el narrador se "encarna" con el personaje, al viajar con su cámara junto a él:

"Cuando Karl llegaba a alguna parte se complacía en reflexionar qué cosa se podía mejorar allí y cuánto placer experimentaría uno interviniendo inmediatamente..." [4]

De esta forma, la mirada cambia el sentido, o mejor dicho lo está haciendo, se pasea por la frontera del viaje, entre el hombre y el animal, entre el nombre y el sin nombre. En consecuencia, podríamos decir, que ya no sólo Gregor Samsa se está transformando en un enorme insecto sino que también, en esta frontera de tensión, en este nosotros entre el nos y el otros, lo está haciendo el narrador. Lo mismo con Karl Rossmann: también el narrador con su cámara viaja y se está convirtiendo en "Negro". Y si vamos más lejos, también los lectores, por su condición de acompañantes por antonomasia. Los lectores siguen las imágenes del "viaje" del narrador que, a su vez, sigue al "viaje" del personaje principal. He aquí lo magnífico: la lectura de La metamorfosis o de América supone el inevitable "viaje", devenir, a la condición de animal o de Negro. Supone convertirse también en homo Kafkianus.

Se dice, entre profesores y estudiosos de Kafka, que los personajes de estas obras han devenido ("viajado") porque han buscado una salida, un punto de fuga. Estoy de acuerdo con esa afirmación, aunque discreparía con la idea de que estos personajes hayan logrado tal emprendimiento. Creo que los personajes kafkianos han sido condenados a vagar en la eternidad por una zona intermedia. La zona que he denominado frontera, línea de tensión copulativa y disyuntiva a la vez. Y si alguna salida hubo en estas obras fue la muerte de Gregor Samsa—animal. Sin embargo, no creo que la muerte sea una salida. Creo que la muerte es la muerte.

Y estos personajes que han arrastrado al narrador y junto a él a los lectores no pueden avanzar ni retroceder, y deben "viajar" eternamente por la frontera, sin encontrar fin a sus suplicios por lo que Borges explicó que hacía Kafka de alguna forma con la literatura: "regresus in infinitum". Es decir, llevar a cabo el procedimiento que consiste en una postergación infinita en las distancias tanto temporales como espaciales por el fraccionamiento interminable: la mitad de la mitad de la mitad de la mitad... [5]

Tal vez, también por "regresus in infinitum" es que la mayoría de las obras de Kafka han quedado inconclusas. Quizá, por este aterrador procedimiento, aunque las obras hubieran "viajado" a través de millones de páginas, aún así no hubieran encontrado su final.

Y en toda esta condena eterna, frontera que se está cruzando[6] entre el nos y el otros, condena del que intenta escapar, fugar, y jamás termina de lograrlo, frontera--condena por donde vagan los personajes kafkianos, los narradores kafkianos y los lectores kafkianos, podemos intuir que también ha quedado atrapado para siempre el mismo autor kafkiano. Kafka escribe:

"Esto se entiende así: ya señalé que a través de mi tarea de escribir y de todo lo que se relaciona con ella realicé con muy poco éxito intentos de emancipación, de fuga; todo me dice que no serán más que pequeños intentos."[7]

 

NOTAS:

1 1. Franz Kafka, La metamorfosis, Buenos Aires, Cántaro editores, 1997, (Pág. 49). Todas las citas corresponden a esta edición. Los subrayados que aparezcan son míos.

2 2. El pasaje del nombre al apodo funciona en América también como "un viaje", un devenir a lo largo del texto. En la pág. 220 de la edición de América referida en la nota [3], dice: "Dijo por lo tanto, ya que al instante no se le ocurría ningún otro nombre, el apodo de sus últimos empleos: —Negro."
Al decir "el apodo de sus últimos empleos" se pone en evidencia el progreso de ese devenir, de ese viaje, que lo estaba transformando de Karl Rossmann a Negro.

3 3. Franz Kafka, América, Barcelona, Seix Barral, 1987, (Pág. 210). Todas las citas corresponden a esta edición. Los subrayados que aparezcan son míos.

4 4. Distintas marcas como el "Se - impersonal" de "se respiraba con mayor libertad" o el "Uno", que es una alternativa impersonal del "Se", de "cuánto placer experimentaría uno", nos ponen en evidencia la forma impersonal que utilizan los narradores, tanto de América como de La metamorfosis, para la descripción de las sensaciones de los personajes. En los usos impersonales suele interpretarse un sentido colectivo, extensivo más allá de la persona, del individuo. En este caso, las sensaciones dejan de ser un atributo de los personajes para convertirse en sensaciones sin dueño, sin persona, y esto sucede porque el narrador se está encarnando con el personaje y, en consecuencia, transformando las sensaciones particulares en sensaciones colectivas.

5 5. Ver Jorge Luis Borges, Prólogo a La metamorfosis, Ediciones Orión, Buenos Aires, 1991. En este prólogo Borges explica el "regresus in infinitum" derivado de las paradojas que Zenón de Elea enseñaba en Grecia y de qué forma Kafka aplica a las letras un procedimiento similar.

6 6. Uso el gerundio con la intención de dar al verbo el sentido de acción que se está realizando, de acción aún no completada. Ver, además, el tercer párrafo de la pág. 1 de este trabajo en donde también utilizo el gerundio.

7 7. Franz Kafka, Carta al padre, Buenos Aires, Cántaro Editores, 1997. (pág. 117).

© Juan Diego Incardona

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