América
y
La metamorfosis: Dos viajes
kafkianos
a la frontera
|
|
|
SI
PENSAMOS QUE TODO DEVENIR implica un cambio, un traslado de condición,
situación, categoría, lugar o tiempo, podemos afirmar
que, de alguna forma, todo devenir es un viaje. Todo devenir, o
proceso de cambio, es un viaje entre una condición, situación,
categoría, lugar o tiempo anterior a una condición,
situación, etc. posterior. En estos términos también
podemos afirmar que tanto La metamorfosis como América
de Kafka se erigen como obras de viaje. Si en ambas obras se cuenta
el devenir devenir animal, devenir Negro, en ambas obras
se cuenta un viaje.
Y estos viajes, como dije antes, parten de
una situación o categoría diferente a la cual arriban.
Esta oposición entre los extremos del "viaje" (del
devenir) nos deja implícita la idea de frontera: la frontera
que divide a estos dos estados o situaciones.
En La metamorfosis, Gregor Samsa,
cruzando una frontera, "viaja" (deviene) de hombre a animal;
en América, Karl Rossmann, cruzando una frontera,
"viaja" (deviene) de Karl Rossmann a Negro.
En La metamorfosis:
"Una mañana,
Gregor Samsa despertó de un sueño intranquilo y se
encontró convertido en un enorme insecto"
[1].
En América también
se da el "viaje". En este caso, el que poseía un
nombre, una cultura y una tradición, "viaja" hacia
el despojo de todo aquello, a la existencia, paradójica,
del sin nombre, "viaja" hacia el apodo [2]:
"¿Negro?
Preguntó el jefe, y volvió su cabeza haciendo
una mueca, como si ahora hubiera alcanzado Karl el colmo de la inverosimilitud"
[3].
Es decir, como si ahora hubiera Karl, el nombre,
arribado en este "viaje", devenir, a la meta de ser Negro,
el sin nombre, "colmo de la inverosimilitud".
Y en ese punto intermedio entre los extremos
(hombre/animal; nombre/sin nombre) que es la frontera, es donde
"suceden" estas dos obras. Ambas obras cuentan la tensión
de esa frontera, de ese proceso llamado devenir que no es otra cosa
más que un viaje de situación, categoría, etc.
a otra. La frontera es tensión, siempre. Y en los devenires
kafkianos también. Porque la frontera, ese límite
en donde se acabaría el nos y comenzaría el
otros es ese punto intermedio del viajero (del que deviene)
en donde no sólo se halla el borde que divide sino también
que une.
Así pues, la frontera es una línea
de tensión que funciona como disyuntivo y copulativo a la
vez, es el nosotros violento en donde se encuentran los bandos
antagónicos: el hombre y el animal, el nombre y el sin nombre.
Y en este viaje por la frontera no sólo
se mueve el personaje en cuestión, Gregor Samsa-animal o
Karl Rossmann-Negro, sino también el narrador, la perspectiva
o mirada de la enunciación que acompaña como una cámara
focalizando sobre el personaje principal, sobre sus dificultades
en el proceso de cambio, en su devenir, en su viaje.
Entonces sucede un desplazamiento, un "viaje"
no sólo en la historia del personaje, en el sujeto del enunciado
sino también en el orden establecido para la observación,
en la enunciación del sujeto que narra. Lo que sucede, y
que sucede tanto en La metamorfosis como en América
es que el objeto (el animal o el Negro) que antes era mirado, percibido,
desde la distancia como un horizonte en este "viaje" o
devenir ahora es el punto de partida. Es decir, la mirada, la percepción
se da vuelta, se invierte. Y repito: ya no sólo en lo enunciado
sino también en la enunciación que focaliza invertidamente
para poder contar desde este otro nuevo lugar, o categoría
o condición o existencia.
Por ejemplo, en La metamorfosis,
el narrador que "viaja" junto al personaje cuenta desde
la condición del insecto, se mete en sus necesidades, en
sus gustos y dolores.
"Por la noche
apenas conseguía soportar la inmovilidad, y la comida ya
no le procuraba ningún placer. Y así, pues, para entretenerse,
adoptó la costumbre de trepar por las paredes y el techo
en todas direcciones. Sobre todo le gustaba quedarse arriba,
en el cielo raso; era muy distinto que estar echado en el suelo;
se respiraba con mayor libertad..."[pág.
49].
También en América
el narrador se "encarna" con el personaje, al viajar con
su cámara junto a él:
"Cuando Karl
llegaba a alguna parte se complacía en reflexionar
qué cosa se podía mejorar allí y cuánto
placer experimentaría uno interviniendo inmediatamente..."
[4]
De esta forma, la mirada cambia el sentido,
o mejor dicho lo está haciendo, se pasea por la frontera
del viaje, entre el hombre y el animal, entre el nombre y el sin
nombre. En consecuencia, podríamos decir, que ya no sólo
Gregor Samsa se está transformando en un enorme insecto sino
que también, en esta frontera de tensión, en este
nosotros entre el nos y el otros, lo está
haciendo el narrador. Lo mismo con Karl Rossmann: también
el narrador con su cámara viaja y se está convirtiendo
en "Negro". Y si vamos más lejos, también
los lectores, por su condición de acompañantes por
antonomasia. Los lectores siguen las imágenes del "viaje"
del narrador que, a su vez, sigue al "viaje" del personaje
principal. He aquí lo magnífico: la lectura de La
metamorfosis o de América supone el
inevitable "viaje", devenir, a la condición de
animal o de Negro. Supone convertirse también en homo Kafkianus.
Se dice, entre profesores y estudiosos de Kafka,
que los personajes de estas obras han devenido ("viajado")
porque han buscado una salida, un punto de fuga. Estoy de acuerdo
con esa afirmación, aunque discreparía con la idea
de que estos personajes hayan logrado tal emprendimiento. Creo que
los personajes kafkianos han sido condenados a vagar en la eternidad
por una zona intermedia. La zona que he denominado frontera, línea
de tensión copulativa y disyuntiva a la vez. Y si alguna
salida hubo en estas obras fue la muerte de Gregor Samsaanimal.
Sin embargo, no creo que la muerte sea una salida. Creo que la muerte
es la muerte.
Y estos personajes que han arrastrado al narrador
y junto a él a los lectores no pueden avanzar ni retroceder,
y deben "viajar" eternamente por la frontera, sin encontrar
fin a sus suplicios por lo que Borges explicó que hacía
Kafka de alguna forma con la literatura: "regresus in infinitum".
Es decir, llevar a cabo el procedimiento que consiste en una postergación
infinita en las distancias tanto temporales como espaciales por
el fraccionamiento interminable: la mitad de la mitad de la mitad
de la mitad... [5]
Tal vez, también por "regresus
in infinitum" es que la mayoría de las obras de Kafka
han quedado inconclusas. Quizá, por este aterrador procedimiento,
aunque las obras hubieran "viajado" a través de
millones de páginas, aún así no hubieran encontrado
su final.
Y en toda esta condena eterna, frontera que
se está cruzando[6]
entre el nos y el otros, condena del que intenta escapar,
fugar, y jamás termina de lograrlo, frontera--condena por
donde vagan los personajes kafkianos, los narradores kafkianos y
los lectores kafkianos, podemos intuir que también ha quedado
atrapado para siempre el mismo autor kafkiano. Kafka escribe:
"Esto se entiende
así: ya señalé que a través de mi tarea
de escribir y de todo lo que se relaciona con ella realicé
con muy poco éxito intentos de emancipación, de fuga;
todo me dice que no serán más que pequeños
intentos."[7]
NOTAS:
1.
Franz Kafka, La metamorfosis, Buenos Aires,
Cántaro editores, 1997, (Pág. 49). Todas las
citas corresponden a esta edición. Los subrayados que
aparezcan son míos.
2.
El pasaje del nombre al apodo funciona en América también
como "un viaje", un devenir a lo largo del texto.
En la pág. 220 de la edición de América
referida en la nota [3],
dice: "Dijo por lo tanto, ya que al instante no se
le ocurría ningún otro nombre, el apodo
de sus últimos empleos: Negro."
Al decir "el apodo de sus últimos empleos"
se pone en evidencia el progreso de ese devenir, de ese viaje,
que lo estaba transformando de Karl Rossmann a Negro.
3.
Franz Kafka, América, Barcelona, Seix
Barral, 1987, (Pág. 210). Todas las citas corresponden
a esta edición. Los subrayados que aparezcan son míos.
4.
Distintas marcas como el "Se - impersonal" de "se
respiraba con mayor libertad" o el "Uno",
que es una alternativa impersonal del "Se", de "cuánto
placer experimentaría uno", nos ponen en evidencia
la forma impersonal que utilizan los narradores, tanto de
América como de La metamorfosis,
para la descripción de las sensaciones de los personajes.
En los usos impersonales suele interpretarse un sentido colectivo,
extensivo más allá de la persona, del
individuo. En este caso, las sensaciones dejan de ser un atributo
de los personajes para convertirse en sensaciones sin dueño,
sin persona, y esto sucede porque el narrador se está
encarnando con el personaje y, en consecuencia, transformando
las sensaciones particulares en sensaciones colectivas.
5.
Ver Jorge Luis Borges, Prólogo a La metamorfosis,
Ediciones Orión, Buenos Aires, 1991. En este prólogo
Borges explica el "regresus in infinitum" derivado
de las paradojas que Zenón de Elea enseñaba
en Grecia y de qué forma Kafka aplica a las letras
un procedimiento similar.
6.
Uso el gerundio con la intención de dar al verbo el
sentido de acción que se está realizando, de
acción aún no completada. Ver, además,
el tercer párrafo de la pág. 1 de este trabajo
en donde también utilizo el gerundio.
7.
Franz Kafka, Carta al padre, Buenos Aires, Cántaro
Editores, 1997. (pág. 117).
|
©
Juan
Diego Incardona
|