Sumario 26

 

Winston
Morales
Chavarro

 

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Entrevista a
Enrique Serrano López
,

uno de

los nuestros

Enrique SerranoEnrique Serrano es considerado por la crítica nacional y extranjera el escritor más sólido, universal y mejor estructurado de la literatura colombiana contemporánea. Premio Juan Rulfo de cuento, su trabajo literario ha sido reconocido por escritores de la talla de García Márquez y Álvaro Mutis. La Marca de España y De Parte de Dios, sus primeros libros publicados.

En su paso por el sur de Colombia logramos conversar de temas tan disímiles y cercanos: su obra, la literatura colombiana, la situación violenta del país, el conflicto en oriente medio. Por razones de espacio trascribimos sólo algunas de sus respuestas.

Winston Morales: Enrique, La Marca de España y De Parte de Dios, sus primeros trabajos literarios, se constituyen en un antecedente o punto de partida para la literatura colombiana contemporánea, ¿qué sigue ahora en su producción y búsqueda narrativa?

Enrique Serrano López: He optado particularmente por aprender a escribir novelas y como sólo se aprende escribiéndolas, he empezado con la novela histórica epistolar, y eso es lo que se va a llamar El Imperio Inútil. Ya existe la novela, va a salir publicada con Seix barral, como mis dos producciones anteriores. Es un intento por continuar en la misma tónica en la que irremisiblemente siento que debo escribir, pero alrededor de la reconstrucción de seres universales. Me parece que no sólo por Colombia sino en general por la literatura uno debe aspirar a eso y no renunciar aunque muchas fuerzas intenten desanimarlo.

W. M.: ¿De qué trata El Imperio Inútil?

E. Serrano: La novela es la historia de Tamerlàn, el conquistador, quien me parece un personaje de una talla impresionante no sólo por lo que significó en términos históricos. Tamerlàn fue mucho para el Islam, para occidente, para el surgimiento del mundo contemporáneo. Fue también un sujeto trágico como Aníbal, como Alejandro Magno. Es un turco que está a medio camino entre la vida sedentaria y la vida nómada, entre la violencia y la cultura, entre el saber y la brutalidad más extrema. Es ya un sujeto lúcido, alguien que tiene un proyecto que en su tiempo se hacía únicamente por la vía de la fuerza, y además me llama la atención el hecho que el gusto contemporáneo sea tan reticente al uso de la fuerza, de la exhibición pública de esa fuerza, cuando es el arquitecto de la historia. La historia se ha hecho fundamentalmente por esa vía. El hecho que estemos o no de acuerdo con ese método no invalida a personajes como Tamerlàn, cuya trascendencia incluso llega a ser religiosa, incluso llega a ser metafísica. Mi destino es la novela corta, la novela histórica y particularmente biográfica.

W. M.: Escritores como Jorge Franco, Mario Mendoza, Santiago Gamboa y hasta Fernando Vallejo recurren a personajes de la cotidianidad, a historias muy elementales, sencillas, un poco llanas. ¿Escribir sobre esos personajes históricos y un tanto anónimos para nuestra cultura y nuestra patria no es un riesgo?

E. Serrano: Evidentemente si yo estuviera pensando en que me leyeran en Colombia y en educar a los niños sería un riesgo. Creo que es más fácil que lean a Rosario Tijeras y se eduquen con eso, pero me parece una forma monstruosa de educarse, no obstante válida dada las circunstancias actuales, no porque sea malo. Los escritores contemporáneos hacen su mejor esfuerzo y muchos de ellos tienen calidad literaria, sería absolutamente prepotente de mi parte disminuir o subvalorar sus energías. Creo que los temas son el problema. Están tratando sobre circunstancias que son arquetípicas. La mayor parte de la gente en Colombia no participa de esa bestialidad y brutalidad que se retrata en las novelas, es una sociedad víctima únicamente. En cambio, me parece que el sentido histórico atraviesa las fronteras, la gente está ansiosa de saber hoy de dónde proviene y no sólo en términos materiales porque al fin y al cabo la historia le puede explicar el origen, sino en términos espirituales, cuál ha sido el ideario espiritual y estético que nos ha llegado hasta hoy. Entonces lo que yo intento e intentaré siempre es rastrear en la vida de los seres humanos. Ahí está la clave. La vida es bastante universal, a todos nos pasan cosas parecidas: todos hemos tenido infancia, adolescencia, dudas, la idea de que tenemos un gran destino, después la comprobación de que no, la nostalgia de ver el tiempo pasar, más hoy cuando se va tan rápidamente, el temor ante la muerte y lo desconocido. Eso me parece más interesante que lo que hace Jorge Franco, Santiago Gamboa y los demás. Sin embargo, ellos no consideran la cosa así, lo ven al revés, pero como creo que ya es un consenso, es muy bueno que exista esa diversidad. Ellos se ocupan de esas cosas y yo me ocupo de otras. En ese orden de ideas construimos un panorama de literatura sensiblemente mayor, más ancho.

W. M.: ¿Cómo ve la literatura colombiana actual?

E. Serrano: Yo estoy de acuerdo con los que dicen que hay un renacimiento, que hay algo bueno, que hay un movimiento y una vitalidad extraordinaria que no se registraba con claridad hace diez o quince años. Tal vez estaba en gestación, pero no tenía todavía fuerza. Creo que el golpe de García Márquez y de Mutis, el sello dejado por ellos es muy profundo, muy duro, pero hemos reconocido que si ellos no hubiesen existido no existiríamos nosotros. Sin ellos la literatura colombiana todavía yacería en un estadio muy parecido al de los años treinta, los años cincuenta cuando estaba en larvada, en estado de potencia pero sin frutos. Claramente la generación post-boom de los cincuenta y sesenta y las nuevas generaciones que han aparecido en los ochenta, los noventa y más recientemente indican que hay una posibilidad de reaccionar. La literatura de hoy no es programática ni obedece a camarillas literarias como lo fuera hasta los tiempos de Mito. Los géneros son muy prolijos y muy profusos, la mala literatura también abunda, las personas que ensayan todo tipo de herramientas narrativas son cientos y tal vez miles; nunca antes había tenido un carácter tan masivo la literatura colombiana como hoy.

W. M.: ¿Cómo ha sido el comportamiento editorial de sus libros en el exterior? ¿Se venden mucho o poco?

E. Serrano: En realidad la situación ha sido discreta. Creo que los editores confían en mí y me siguen la corriente, pero mis libros no son de gran público, ni en Colombia, ni en España, ni en México o Argentina, que son los países donde han incursionado. Esto se debe a razones un poco obvias: esos países todavía prefieren a sus escritores nativos, este tipo de temas que yo trato no corresponden con lo que se espera de un colombiano. Y sin embargo, en aras de una literatura más universal, algunos grupos de personas los han elogiado; desde el punto de vista del amor por el lenguaje, amor por la literatura, amor por los temas universales, por la naturaleza humana que es lo que pretenden descifrar. En ese aspecto yo aspiro a una literatura de largo aliento, que algún día encuentre sus lectores. Con eso me basta, con los reconocimientos que he recibido y con el hecho de ser reconocido como alguien particularmente enamorado, apasionado por la belleza en la literatura, con eso me siento bien pagado, aunque sea un tanto simbólico. Evidentemente sería estúpido o falso que yo dijera que no aspiro a un reconocimiento mucho mayor y a más dinero y cosas de ese estilo y a una fama perenne y a ser un poco deificado como otros lo han sido, pero si eso no llega yo me siento satisfecho porque en verdad las cosas que he escrito han resonado en el alma de algunos y eso creo que para cualquier escritor que está trabajando es una satisfacción muy grande.

W. M.: Enrique Serrano, el escritor, el hombre, ¿es escéptico a una salida negociada del conflicto o tiene esperanzas en torno a una pacificación del país y al encuentro con una nación estable en lo social y lo político?

E. Serrano: Gracias al narcotráfico y a la guerrilla la nación entera se dio cuenta que no sólo desea la paz sino que aspira a ella. Ese favor le han hecho al país los grupos armados. Yo creo particularmente que esto es sólo la demencia de un grupo político fundamentalista, que heredó el negocio del narcotráfico y la lógica perversa de la violencia y que es un problema difícil de solucionar en pocos años, pero ayudaron con estos actos a construir la nación colombiana, aceleraron el proceso de consolidación de la misma y por tanto yo soy más bien uno de los tantos optimistas que ven un futuro de paz en el país. Optimismo que no quiere decir que el conflicto se va a acabar mañana —durará años y sus secuelas persistirán tal vez décadas—, pero al mismo tiempo le han dado como a otras naciones conflictivas la pelea que necesitaba para salir de la adolescencia. Colombia es una nación adolescente, todavía hoy, pero está empezando a entender que la guerra no es el mejor camino, que vivir en un ámbito de caos, de miseria, de brutalidad e injusticia no le conviene. Entonces tiene que curar sus heridas como nación. Creo que eso es mucho más importante que si hay proceso de paz o no. Creo que estos señores de la FARC no están interesados en proceso de paz y no saben, le tienen miedo a la paz, y por tanto solamente negociarán cuando se vean forzados militarmente a hacerlo. No sé cuando será eso, si se podrá conseguir en este gobierno o no, si se podrá construir después, pero es inevitable que haya paz. Todo el mundo la desea, la inmensa mayoría la apetece y aunque algunos les convenga la guerra, evidentemente el clima de una nación civilizada relativamente normal es lo que primará en mediano plazo.

W. M.: Enrique, abriéndonos a esferas universales, esta última pregunta: recién sucedió lo del 11 de septiembre usted fue entrevistado por noticieros de televisión y radio debido a su experiencia en estos asuntos de relaciones internacionales, y comprobamos que usted refutaba muchos conceptos de periodistas como Oriana Falacci quienes irresponsablemente ponían en la picota Pública a las sociedades musulmanas, confinándolas todas dentro del calificativo de terroristas, ¿qué nos puede referir al respecto como conocedor de estas culturas?

E. Serrano: Yo creo que occidente ha sido enemigo del Islam desde su misma fundación. Hace 1400 años cuando nació el Islam ya occidente estaba ahí enfrentado. Con el cristianismo, con el imperio bizantino, con la visión centrada en el monoteísmo que ha venido galopando a través de los 1400 años como si occidente sintiese que el Dios de Mahoma, el Alá, el dios único fuese distinto del Dios cristiano. Como si el involucrar a los semitas propiamente fuera un pecado contra occidente, un desafío. En realidad hay muchos sentidos políticos y estéticos. El Islam desafió a occidente y lo venció durante los primeros 600 años del forcejeo, pero vino el contragolpe de la edad moderna y otra vez el Islam quedó sometido. Creo que Oriana Falacci como tanta gente imprudente italiana dice lo primero que se le ocurre. Creo que exageran la superioridad de occidente. En realidad la superioridad es mínima. Desde el punto de vista espiritual los musulmanes son más sobrios, más tolerantes. La historia del Islam es más cercana al pensamiento universal contemporáneo que la historia cristiana. Pero fuera de eso, de esa característica puramente histórica, creo que occidente se complace en una presunta victoria que en realidad no existe. Occidente está en extinción desde el punto de vista demográfico, mientras que el Islam está perfectamente vivo. Las religiones de occidente, particularmente el cristianismo, claudican todos los días, desfallecen en medio de un secularismo que no es más que el signo de su decadencia. La sociedad musulmana, los valores, la familia, la tradición, respiran con una vitalidad mucho mayor, las sociedades musulmanas son jóvenes por contraste con las cristianas que son viejas. Ese pensamiento adulto, individualista, solitario, nostálgico, deprimido de occidente contrasta con la serena ingenuidad si se quiere, irresponsable tal vez, del Islam Persa, del Islam Árabe, del Islam de Indonesia o de la India, que representa un mundo mucho más amplio y que tendrá más futuro. Dentro de cien años el cristianismo será una minoría de gente arrellanada en su vejez, retirada de este mundo, mientras que el Islam seguirá existiendo como una religión muy importante de por lo menos una tercera parte de la humanidad.

 

© Winston Morales Chavarro

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