Enrique
Serrano es considerado por la crítica nacional y
extranjera el escritor más sólido, universal y mejor
estructurado de la literatura colombiana contemporánea. Premio
Juan Rulfo de cuento, su trabajo literario ha sido reconocido por
escritores de la talla de García Márquez y Álvaro
Mutis. La Marca de España y De Parte
de Dios, sus primeros libros publicados.
En
su paso por el sur de Colombia logramos conversar de temas tan disímiles
y cercanos: su obra, la literatura colombiana, la situación
violenta del país, el conflicto en oriente medio. Por razones
de espacio trascribimos sólo algunas de sus respuestas.
Winston Morales:
Enrique, La Marca de España
y De Parte de Dios, sus primeros trabajos literarios,
se constituyen en un antecedente o punto de partida para la literatura
colombiana contemporánea, ¿qué sigue ahora
en su producción y búsqueda narrativa?
Enrique
Serrano López: He optado particularmente
por aprender a escribir novelas y como sólo se aprende escribiéndolas,
he empezado con la novela histórica epistolar, y eso es lo
que se va a llamar El Imperio Inútil. Ya existe
la novela, va a salir publicada con Seix barral, como mis dos producciones
anteriores. Es un intento por continuar en la misma tónica
en la que irremisiblemente siento que debo escribir, pero alrededor
de la reconstrucción de seres universales. Me parece que
no sólo por Colombia sino en general por la literatura uno
debe aspirar a eso y no renunciar aunque muchas fuerzas intenten
desanimarlo.
W. M.:
¿De qué trata El Imperio
Inútil?
E. Serrano:
La novela es la historia de Tamerlàn, el conquistador, quien
me parece un personaje de una talla impresionante no sólo
por lo que significó en términos históricos.
Tamerlàn fue mucho para el Islam, para occidente, para el
surgimiento del mundo contemporáneo. Fue también un
sujeto trágico como Aníbal, como Alejandro Magno.
Es un turco que está a medio camino entre la vida sedentaria
y la vida nómada, entre la violencia y la cultura, entre
el saber y la brutalidad más extrema. Es ya un sujeto lúcido,
alguien que tiene un proyecto que en su tiempo se hacía únicamente
por la vía de la fuerza, y además me llama la atención
el hecho que el gusto contemporáneo sea tan reticente al
uso de la fuerza, de la exhibición pública de esa
fuerza, cuando es el arquitecto de la historia. La historia se ha
hecho fundamentalmente por esa vía. El hecho que estemos
o no de acuerdo con ese método no invalida a personajes como
Tamerlàn, cuya trascendencia incluso llega a ser religiosa,
incluso llega a ser metafísica. Mi destino es la novela corta,
la novela histórica y particularmente biográfica.
W. M.:
Escritores como Jorge Franco, Mario Mendoza,
Santiago Gamboa y hasta Fernando Vallejo recurren a personajes de
la cotidianidad, a historias muy elementales, sencillas, un poco
llanas. ¿Escribir sobre esos personajes históricos
y un tanto anónimos para nuestra cultura y nuestra patria
no es un riesgo?
E. Serrano:
Evidentemente si yo estuviera pensando en que me leyeran en Colombia
y en educar a los niños sería un riesgo. Creo que
es más fácil que lean a Rosario Tijeras y se eduquen
con eso, pero me parece una forma monstruosa de educarse, no obstante
válida dada las circunstancias actuales, no porque sea malo.
Los escritores contemporáneos hacen su mejor esfuerzo y muchos
de ellos tienen calidad literaria, sería absolutamente prepotente
de mi parte disminuir o subvalorar sus energías. Creo que
los temas son el problema. Están tratando sobre circunstancias
que son arquetípicas. La mayor parte de la gente en Colombia
no participa de esa bestialidad y brutalidad que se retrata en las
novelas, es una sociedad víctima únicamente. En cambio,
me parece que el sentido histórico atraviesa las fronteras,
la gente está ansiosa de saber hoy de dónde proviene
y no sólo en términos materiales porque al fin y al
cabo la historia le puede explicar el origen, sino en términos
espirituales, cuál ha sido el ideario espiritual y estético
que nos ha llegado hasta hoy. Entonces lo que yo intento e intentaré
siempre es rastrear en la vida de los seres humanos. Ahí
está la clave. La vida es bastante universal, a todos nos
pasan cosas parecidas: todos hemos tenido infancia, adolescencia,
dudas, la idea de que tenemos un gran destino, después la
comprobación de que no, la nostalgia de ver el tiempo pasar,
más hoy cuando se va tan rápidamente, el temor ante
la muerte y lo desconocido. Eso me parece más interesante
que lo que hace Jorge Franco, Santiago Gamboa y los demás.
Sin embargo, ellos no consideran la cosa así, lo ven al revés,
pero como creo que ya es un consenso, es muy bueno que exista esa
diversidad. Ellos se ocupan de esas cosas y yo me ocupo de otras.
En ese orden de ideas construimos un panorama de literatura sensiblemente
mayor, más ancho.
W. M.:
¿Cómo ve la literatura colombiana
actual?
E. Serrano:
Yo estoy de acuerdo con los que dicen que hay un renacimiento, que
hay algo bueno, que hay un movimiento y una vitalidad extraordinaria
que no se registraba con claridad hace diez o quince años.
Tal vez estaba en gestación, pero no tenía todavía
fuerza. Creo que el golpe de García Márquez y de Mutis,
el sello dejado por ellos es muy profundo, muy duro, pero hemos
reconocido que si ellos no hubiesen existido no existiríamos
nosotros. Sin ellos la literatura colombiana todavía yacería
en un estadio muy parecido al de los años treinta, los años
cincuenta cuando estaba en larvada, en estado de potencia pero sin
frutos. Claramente la generación post-boom de los
cincuenta y sesenta y las nuevas generaciones que han aparecido
en los ochenta, los noventa y más recientemente indican que
hay una posibilidad de reaccionar. La literatura de hoy no es programática
ni obedece a camarillas literarias como lo fuera hasta los tiempos
de Mito. Los géneros son muy prolijos y muy profusos, la
mala literatura también abunda, las personas que ensayan
todo tipo de herramientas narrativas son cientos y tal vez miles;
nunca antes había tenido un carácter tan masivo la
literatura colombiana como hoy.
W. M.:
¿Cómo ha sido el comportamiento
editorial de sus libros en el exterior? ¿Se venden mucho
o poco?
E. Serrano:
En realidad la situación ha sido discreta. Creo que los editores
confían en mí y me siguen la corriente, pero mis libros
no son de gran público, ni en Colombia, ni en España,
ni en México o Argentina, que son los países donde
han incursionado. Esto se debe a razones un poco obvias: esos países
todavía prefieren a sus escritores nativos, este tipo de
temas que yo trato no corresponden con lo que se espera de un colombiano.
Y sin embargo, en aras de una literatura más universal, algunos
grupos de personas los han elogiado; desde el punto de vista del
amor por el lenguaje, amor por la literatura, amor por los temas
universales, por la naturaleza humana que es lo que pretenden descifrar.
En ese aspecto yo aspiro a una literatura de largo aliento, que
algún día encuentre sus lectores. Con eso me basta,
con los reconocimientos que he recibido y con el hecho de ser reconocido
como alguien particularmente enamorado, apasionado por la belleza
en la literatura, con eso me siento bien pagado, aunque sea un tanto
simbólico. Evidentemente sería estúpido o falso
que yo dijera que no aspiro a un reconocimiento mucho mayor y a
más dinero y cosas de ese estilo y a una fama perenne y a
ser un poco deificado como otros lo han sido, pero si eso no llega
yo me siento satisfecho porque en verdad las cosas que he escrito
han resonado en el alma de algunos y eso creo que para cualquier
escritor que está trabajando es una satisfacción muy
grande.
W. M.:
Enrique Serrano, el escritor, el hombre, ¿es
escéptico a una salida negociada del conflicto o tiene esperanzas
en torno a una pacificación del país y al encuentro
con una nación estable en lo social y lo político?
E. Serrano:
Gracias al narcotráfico y a la guerrilla la nación
entera se dio cuenta que no sólo desea la paz sino que aspira
a ella. Ese favor le han hecho al país los grupos armados.
Yo creo particularmente que esto es sólo la demencia de un
grupo político fundamentalista, que heredó el negocio
del narcotráfico y la lógica perversa de la violencia
y que es un problema difícil de solucionar en pocos años,
pero ayudaron con estos actos a construir la nación colombiana,
aceleraron el proceso de consolidación de la misma y por
tanto yo soy más bien uno de los tantos optimistas que ven
un futuro de paz en el país. Optimismo que no quiere decir
que el conflicto se va a acabar mañana durará
años y sus secuelas persistirán tal vez décadas,
pero al mismo tiempo le han dado como a otras naciones conflictivas
la pelea que necesitaba para salir de la adolescencia. Colombia
es una nación adolescente, todavía hoy, pero está
empezando a entender que la guerra no es el mejor camino, que vivir
en un ámbito de caos, de miseria, de brutalidad e injusticia
no le conviene. Entonces tiene que curar sus heridas como nación.
Creo que eso es mucho más importante que si hay proceso de
paz o no. Creo que estos señores de la FARC no están
interesados en proceso de paz y no saben, le tienen miedo a la paz,
y por tanto solamente negociarán cuando se vean forzados
militarmente a hacerlo. No sé cuando será eso, si
se podrá conseguir en este gobierno o no, si se podrá
construir después, pero es inevitable que haya paz. Todo
el mundo la desea, la inmensa mayoría la apetece y aunque
algunos les convenga la guerra, evidentemente el clima de una nación
civilizada relativamente normal es lo que primará en mediano
plazo.
W. M.:
Enrique, abriéndonos a esferas universales,
esta última pregunta: recién sucedió lo del
11 de septiembre usted fue entrevistado por noticieros de televisión
y radio debido a su experiencia en estos asuntos de relaciones internacionales,
y comprobamos que usted refutaba muchos conceptos de periodistas
como Oriana Falacci quienes irresponsablemente ponían en
la picota Pública a las sociedades musulmanas, confinándolas
todas dentro del calificativo de terroristas, ¿qué
nos puede referir al respecto como conocedor de estas culturas?
E. Serrano:
Yo creo que occidente ha sido enemigo del Islam desde su misma fundación.
Hace 1400 años cuando nació el Islam ya occidente
estaba ahí enfrentado. Con el cristianismo, con el imperio
bizantino, con la visión centrada en el monoteísmo
que ha venido galopando a través de los 1400 años
como si occidente sintiese que el Dios de Mahoma, el Alá,
el dios único fuese distinto del Dios cristiano. Como si
el involucrar a los semitas propiamente fuera un pecado contra occidente,
un desafío. En realidad hay muchos sentidos políticos
y estéticos. El Islam desafió a occidente y lo venció
durante los primeros 600 años del forcejeo, pero vino el
contragolpe de la edad moderna y otra vez el Islam quedó
sometido. Creo que Oriana Falacci como tanta gente imprudente italiana
dice lo primero que se le ocurre. Creo que exageran la superioridad
de occidente. En realidad la superioridad es mínima. Desde
el punto de vista espiritual los musulmanes son más sobrios,
más tolerantes. La historia del Islam es más cercana
al pensamiento universal contemporáneo que la historia cristiana.
Pero fuera de eso, de esa característica puramente histórica,
creo que occidente se complace en una presunta victoria que en realidad
no existe. Occidente está en extinción desde el punto
de vista demográfico, mientras que el Islam está perfectamente
vivo. Las religiones de occidente, particularmente el cristianismo,
claudican todos los días, desfallecen en medio de un secularismo
que no es más que el signo de su decadencia. La sociedad
musulmana, los valores, la familia, la tradición, respiran
con una vitalidad mucho mayor, las sociedades musulmanas son jóvenes
por contraste con las cristianas que son viejas. Ese pensamiento
adulto, individualista, solitario, nostálgico, deprimido
de occidente contrasta con la serena ingenuidad si se quiere, irresponsable
tal vez, del Islam Persa, del Islam Árabe, del Islam de Indonesia
o de la India, que representa un mundo mucho más amplio y
que tendrá más futuro. Dentro de cien años
el cristianismo será una minoría de gente arrellanada
en su vejez, retirada de este mundo, mientras que el Islam seguirá
existiendo como una religión muy importante de por lo menos
una tercera parte de la humanidad.
©
Winston
Morales Chavarro
|