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"¡Oh inteligencia, soledad en llamas,
que todo lo concibe sin crearlo!
Muerte sin fin
José Gorostiza
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Los
vedas
La
filosofía vedanta tiene como principio fundamental la conciencia
de la unidad, considera que existe una entidad suprema denominada
Mahat, o mente cósmica, origen de la inteligencia
universal que se manifiesta en el plano consciente a través
de un elemento llamado akasa; todo lo que percibimos por
medio de nuestros sentidos, es una manifestación de akasa.
Existe también una energía primigenia que al actuar
sobre akasa da como resultado el universo, esta fuerza primordial
se nombra prana. En nuestro universo, el principio de la
acción tiene lugar en el ámbito de lo invisible y,
de sus entrañas, emana cada nueva proyección. El lapso
que habita entre una manifestación y otra, se denomina en
sánscrito kalpa, que significa ciclo; antes de iniciar un
nuevo ciclo, prana reposa en el océano inmóvil
e infinito de akasa. En el preciso instante en que prana
inicia su actividad, se origina el movimiento y de su vibración,
surgen todos los fenómenos así como las energías
que circundan y dan forma a los seres humanos; al concluir un ciclo
estelar o humano, prana inicia un nuevo periodo de reposo.
La verdad Hindú establece que todo el universo constituye
una sola existencia: la Substancia, el Alma o el Yo universal (Brahman)
y su aparente multiplicidad se debe al nombre y a la forma.
Budismo
Los
budistas, por su parte, consideran que el universo se rige por una
permanente interrelación de fuerzas que provocan su inestabilidad,
en él, cohabitan el movimiento y el reposo; sin embargo,
quien atestigua el movimiento no ve la calma absoluta y, quien logra
mantenerse en el regocijo que ofrece la calma, es porque ante su
conciencia, ha cesado todo movimiento. Para las filosofías
budistas este mundo es en sí mismo completo, los adjetivos
de fondo salen sobrando. Reducir la atención a nuestra respiración
otorga todas las respuestas porque nos liberarnos del pensamiento
y de las expectativas. Buda comentó a sus discípulos:
"Oh bhikkhus, aquel que logra sobrepasar la duda estará
libre de la vacilación y podrá ver las cosas
tal y como son (yathabhutam)". En el budismo no hay
nada absoluto; todo es relativo, condicionado e interdependiente,
no existe una substancia absoluta, inmutable, imperecedera denominada
Yo, alma o Atman. Ver al universo sin ilusión o ignorancia,
extingue al sufrimiento y se descubre el Nirvana, el cual,
está más allá de la causa y el efecto. La Verdad
no es un suceso al cual se arriba por medio de estados místicos,
espirituales o mentales, lo único que podemos hacer es verla
por percepción directa, experimentarla.
Mesoamérica
Desde
la conquista española, nuestros ancestros mesoamericanos
han sido interpretados como primitivos adoradores de los elementos
de la naturaleza y, se presupone que su desarrollo, estuvo condicionado
a las peripecias de las sociedades agrícolas; sin embargo,
algunos investigadores, como el Dr. Rubén Bonifaz Nuño
en su libro Imagen de Tláloc, consideran que las civilizaciones
mesoamericanas contaron con un conocimiento metafísico de
lo existente. Durante muchos años, la obra de Carlos Castaneda
fue el refugio idóneo para "los libertinos de lo sobrenatural"
quienes se limitaron a bordear el conocimiento de los brujos del
México Antiguo y a venerar a Carlos y a Don Juan. Castaneda
reconoció a partir de su libro Viaje a Ixtlán
que el nagual que él decidió llamar Don Juan, le había
proporcionado las plantas de poder: Datura inoxia (toloache),
Lophophora williamsii (peyote) y un hongo psicotrópico
del género Psilocybe, porque se encontraba demasiado
sólido para poder acceder a "otra realidad" y aclara
que es posible ingresar al conocimiento silencioso sin necesidad
de ellas. Don Juan nombraba a dicho conocimiento "Toltequidad",
Miguel León Portilla lo llama "Toltecayotl" y Castaneda
"Tensegridad". El universo, para la Toltequidad, se concibe
como hilos incandescentes que se expanden hacia todas las direcciones;
delicados filamentos luminosos que poseen conciencia de sí
mismos, los seres humanos somos una carga energética blanquecina
y brillante que tiene la forma de un huevo luminoso, esta luminiscencia
es más grande que nuestro cuerpo físico y está
constituida de los mismos filamentos que forman el universo. Nuestro
huevo luminoso cuenta con una zona más brillante en el omóplato
derecho, es ahí donde los filamentos del universo se "unen"
con los nuestros y se forma la percepción (en nuestra infancia
contamos con la capacidad de percibir esa "otra realidad energética"
pero la perdemos cuando amoldamos nuestra vida a los condicionamientos
sociales), si logramos mover el sitio de intersección de
nuestros filamentos con los del universo (punto de encaje)
accedemos a otras percepciones, para ello, se necesita aplicar dos
desafiantes prácticas llamadas: "el arte de ensoñar"
y "el arte de acechar". Quien se interese en recobrar
nuestra capacidad para ver energía y ensoñar,
tendrá que volverse flexible a través de un duro y
complejo procedimiento llamado "el camino del guerrero"
que tiene como finalidad llegar a la totalidad de nosotros mismos.
La
Toltequidad manifiesta que los seres humanos contamos con dos campos
de conocimiento: el lado derecho, donde se localiza la conciencia
normal (tonal) y el lado izquierdo, en el cual se ubica la
conciencia acrecentada (nagual). Ambas conciencias forman
un todo, sin embargo, la mayoría de los seres humanos ubicamos
nuestra percepción del universo en el lado derecho del conocimiento.
Para lograr la totalidad es preciso eliminar nuestra importancia
personal ya que ésta nos obliga a dispensar demasiada energía
para mantenerse brillante y presuntuosa, convirtiéndonos
en seres duales, pletóricos de intereses en conflicto e intolerantes
hasta con nosotros mismos. Es precisamente nuestra importancia personal
la causante de que nos hayamos alejado de las zonas de nuestro plano
sensorial donde se localiza lo abstracto y el espíritu. La
Toltequidad nos invita ser humildes con nuestra razón porque
ella es muy limitada, a constatar que somos capaces de ver energía
y aprehender, además del discernimiento racional, un infinito
campo de percepciones energéticas que circulan en la órbita
de las posibilidades humanas.
Jade
y obsidiana
El
budismo Vipassana y la Toltequidad tienen conceptos en común
a pesar de sus equidistantes orígenes; en la práctica
Vipassana (meditación en movimiento), el tiempo se colapsa,
en ocasiones se localiza en posiciones múltiples, de pronto
reconocemos que es de noche y un instante después, de día.
Nuestra conciencia recorre nuestro cuerpo, pero, lo realmente trascendente,
acontece en todo lo que ignoramos en el plano racional y que nuestro
cuerpo recuerda. En el templo budista Wat Ram Poeng (Tapotaram)
de la ciudad de Chiang-Mai al norte de Tailandia; el
maestro Luang Poh Banyat Akkayano Bhikkhu decidió abandonar
su profesión como neurocirujano para dedicarse por completo
al reconocimiento de su entorno. Un sol, se le ocurrió ponerse
unos cátodos en su corteza cerebral y luego los conectó
a un sofisticado equipo electrónico que medía su actividad
neuronal, cuando el maestro Luang Poh entró en el estado
de conciencia meditativa, ahí donde el tiempo se colapsa:
las señales en la pantalla, mostraban que su cerebro estaba
clínicamente muerto. Después de un tiempo, regresó
al nivel de conciencia tridimensional y, como de costumbre, no recordaba
lo que había vivido en el otro lado de la banqueta de la
calle del conocimiento pero tenía presente la experiencia
adquirida. De igual forma, en la Toltequidad, ocurre que las actividades
que se realizan en el plano consciente (tonal), nos permiten
acumular energía para discurrir por el nivel de la conciencia
acrecentada (nagual) y, es el cuerpo y no la razón
, el que en el plano consciente recuerda el aprendizaje adquirido
en las actividades de la ensoñación que se realizan
en el nivel de la conciencia acrecentada. El nagual Don Juan advirtió
a todos los aprendices que tuvo a su cargo que deberían contar
con una formación científica y racional para poder
comprender el significado de lo desconocido.
En
ocasiones, a los buscadores nos resulta revelador que podemos materializar
nuestros pensamientos e inquietudes y los catalogamos como momentos
mágicos, nos alegramos de coincidir con nuestro entorno,
en ese estado de plenitud, algunos reconocen a Dios en cada evento.
Sin embargo, no tiene nada de extraordinario, por el contrario,
lo excepcional es olvidar que somos seres dotados con la capacidad
de reconocernos conscientes en un universo constituido de múltiples
realidades, todas ellas, a nuestro alcance. En la Toltequidad, el
universo se interpreta con la acción y no con la razón,
he aquí porque algunos indígenas nos llaman (a los
mestizos) gente de razón.
Espejos
Retomando
el planteamiento vedantino de la forma y el fondo como subterfugio
para volver tangible la unicidad del universo, recuerdo un fragmento
del poema Horal, de Jaime Sabines: "El mar se mide por olas/
el cielo por alas/ nosotros por lágrimas./ El aire descansa
en las hojas/ el agua en los ojos/ nosotros en nada..." El
maestro hindú Swami Vivekananda comenta que "...la ola
difiere del mar solo en la forma. ¿Qué queda de la
ola una vez que ha pasado? Nada. La ola existe gracias al mar, pero
el mar en ningún sentido depende de la ola. La ola existe
mientras conserva su forma; en cuanto la pierde deja de existir.
El nombre y la forma son productos de maya (ilusión).
Todos nacemos de maya, y por obra de maya es que parecemos
distintos unos de otros. Sin embargo, maya es algo tan irreal
como la forma misma, puesto que su existencia estará siempre
condicionada". Ahora bien, una gota en el mar refleja las estrellas
y es un océano atómico donde las mismas fuerzas que
rigen el universo interactúan en ella para mantener su forma
y, a pesar de que, en el fondo, el mar puede prescindir de la gota,
en la forma, sin ella, no se sabe completo. Nosotros, como gotas
de agua, estamos constituidos por millones de átomos que
aunque juntos, entre ellos, existen infinitos espacios subatómicos.
Somos luz a la cual le hemos dado una forma sólida, pero
en el fondo, formamos parte de un todo energético que condicionamos
a los parámetros del discernimiento racional. Si colocamos
adjetivos a las energías, perdemos contacto con la unicidad,
aparecen los intereses materiales y egoístas, el pensamiento
crea a un pensador... nos evaporamos. Para ver la unicidad
con el infinito que nos rodea y que nos contiene, la
forma y el fondo, deben mutar hacía el plano energético.
Mas
la forma en sí misma no se cumple.
Desde su insigne trono faraónico,
magnánima,
deífica,
constelada de epítetos esdrújulos,
rige con hosca mano de diamante.
Está orgullosa de su orondo imperio.
¡En las augustas pituitarias de ónice
no juega, acaso, el encendido aroma
con que arde a sus pies la poesía?
...!oh
inteligencia, páramo de espejos!"
Muerte
sin fin
José Gorostiza
Nota:
Para la elaboración de este ensayo recopilé y transformé
algunos criterios vertidos por: Swami Vivekananda El poder del
jñana yoga, el camino de la razón para conocer a Dios,
Walpola Rahula Lo que buda enseñó, Rubén
Bonifaz Nuño Imagen de Tláloc, Miguel León
Portilla Toltecayotl, aspectos de la cultura náhualt,
Alfredo López Austin Cuerpo Humano e ideología,
las concepciones de los antiguos nahuas, Carlos Castaneda Una
realidad aparte, Viaje a Ixtlán, El don del águila,
El arte de ensoñar, La rueda del tiempo y Guillermo Marín
Para leer a Carlos Castaneda, a ellos y a los poetas Jaime
Sabines y José Gorostiza, mi agradecimiento por la luz de
sus palabras.
©
Claudio
Obregón Clairin
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