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conversación: |
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parábola
sobre la
incomunicabilidad
humana
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"Yo
no temo a la muerte,
pero temo al asesinato"
(Gene
Hackman en una escena
de
La conversación)
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Dentro
de la filmografía de Francis Ford Coppola, hay una película
que, con frecuencia, ha quedado relegada a un segundo plano en la
memoria colectiva del espectador en beneficio de otras como El
padrino Iª y IIª parte (1972-74), Apocalypse
Now (1979) o Drácula de Bram Stoker
(1992) y que, no obstante, es una de las obras más importantes
de su autor. Se trata de La conversación (1974),
que se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes
y que aborda la difícil temática de la violación
de la vida privada.
El protagonista es Harry Caul (Gene Hackman),
un especialista en técnicas de sonido que recibe el encargo
de enregistrar la conversación que mantiene una pareja de
jóvenes en una concurrida plaza de San Francisco. Sin embargo,
cuando llega el momento de entregar la grabación, Harry se
echa atrás y es advertido de la peligrosidad del material
que tiene en sus manos. De regreso a su laboratorio, escucha con
detenimiento las cintas magnetofónicas y detecta en ellas
el indicio de un posible intento de homicidio contra la pareja a
la que ha seguido. El hecho de que ya en el pasado tres personas
resultasen asesinadas a causa de otro enregistramiento que hizo
le induce a plantearse la responsabilidad ética de su trabajo.
Un destacado número de factores hace
que La conversación sea una pieza clave en
la carrera de su director, empezando por los estrictamente coyunturales:
el film fue estrenado poco después de que saliese a la luz
el escándalo Watergate, hecho que contribuyó a su
éxito tanto crítico como comercial.
El mítico Blow Up (1966)
de Michelangelo Antonioni, ganador también de la Palma de
Oro, influyó en la génesis del proyecto. En la película
de Antonioni, el protagonista era un fotógrafo que descubría
un crimen a través de unas instantáneas tomadas en
un parque londinense. Coppola sustituyó todo ese mundo de
cámaras y material fotográfico por uno nuevo donde
los artefactos empleados para captar la realidad eran micrófonos
y cintas magnetofónicas. En ambos casos, la técnica
fue tratada como una prolongación de los sentidos, un instrumento
que servía para percibir aquello que el ojo y el oído
no habían sido capaces de ver ni de escuchar.
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Para realizar este ejercicio de aproximación
a unos hechos, Coppola optó por otorgar a su película
un ritmo pausado que permitiese al espectador adentrarse lentamente
y del modo más contemplativo posible en la narración.
Este tratamiento determinó completamente el enfoque que iba
a tener el film: el modo de mostrar los acontecimientos se volvió
así detallado y minucioso. En La conversación,
captamos las cosas a la par que el protagonista, por medio de un
punto de vista subjetivo, y nunca llegamos a conocer más
de lo que él sabe.
Por otra parte, Harry es un individuo solitario
y taciturno. Ha desarrollado por deformación profesional
una desconfianza hacia las personas y un carácter introvertido
que hacen de él un ser incomunicativo. Este aspecto pone
de nuevo en relación la cinta de Coppola con la obra de Antonioni
(sin lugar a dudas, el más audaz cronista del drama de la
incomunicabilidad humana). Caul vive completamente solo en un apartamento
al que teóricamente nadie tiene acceso y que está
protegido con las mayores medidas de seguridad. Nunca da su número
de teléfono a nadie y siempre llama a sus clientes desde
una cabina. Su vida diaria está rodeada por un silencio abrumador
y detesta que le hagan preguntas tanto como intercambiar confidencias.
Personaje aséptico donde los haya, Caul es la viva imagen
del observador apático, siempre más preocupado de
cómo queda la grabación que de aquello que está
grabando.
La puesta en escena es tan precisa que somos
capaces de aprehender todo cuanto percibe el protagonista con la
pasividad que le caracteriza. Actitud que cambia diametralmente
cuando la posibilidad de un crimen despierta los mecanismos de su
conciencia de ese prolongado estado de letargo y procura evitar
que alguien pueda resultar perjudicado por su culpa.
Debido al interés de Coppola por la
narración rigurosa y a su preferencia por un tempo
lento, La conversación adquiere un tono hiperrealista
que llega a estremecer al espectador, quien, por momentos, puede
llegar a tener la impresión de estar contemplando fragmentos
de una vida privada.
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No obstante, la óptica tan subjetiva
que adopta el film provoca que de ese exceso de realismo se acabe
pasando al extremo opuesto, a la deformación personal del
objeto contemplado. Es entonces cuando el entorno se vuelve realmente
hostil para el protagonista porque su mente, gravemente afectada
por la paranoia, le sugiere la idea de que el antiguo observador
se ha convertido ahora en el sujeto observado. Pero, ¿es
así realmente? La respuesta queda en manos de aquel espectador
que tenga ganas de dejarse sorprender por esta parábola sobre
la incomunicabilidad humana, rodada con un pulso narrativo impecable
y envuelta en una sobrecogedora atmósfera de suspense. Hackman
está grandioso en su complejo papel, al que sabe dotar de
un espíritu fuertemente introspectivo y de un mortificante
hermetismo. La película también dio la oportunidad
a un jovencísimo Harrison Ford en los inicios de su
carrera como actor y recién salido de su experiencia en American
Graffiti (1973) de perfilar uno de los personajes
más intrigantes de su vida profesional.
©
Carlos
Giménez Soria
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