Sumario 19

 

Carlos
Giménez
Soria

 

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La
 
conversación:  
  parábola
  
sobre la
  
incomunicabilidad
  
humana
 

  "Yo no temo a la muerte,
  pero temo al asesinato"

  (Gene Hackman en una escena
  de La conversación)

 

Cartel de La conversación

 

Dentro de la filmografía de Francis Ford Coppola, hay una película que, con frecuencia, ha quedado relegada a un segundo plano en la memoria colectiva del espectador en beneficio de otras como El padrino Iª y IIª parte (1972-74), Apocalypse Now (1979) o Drácula de Bram Stoker (1992) y que, no obstante, es una de las obras más importantes de su autor. Se trata de La conversación (1974), que se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes y que aborda la difícil temática de la violación de la vida privada.

El protagonista es Harry Caul (Gene Hackman), un especialista en técnicas de sonido que recibe el encargo de enregistrar la conversación que mantiene una pareja de jóvenes en una concurrida plaza de San Francisco. Sin embargo, cuando llega el momento de entregar la grabación, Harry se echa atrás y es advertido de la peligrosidad del material que tiene en sus manos. De regreso a su laboratorio, escucha con detenimiento las cintas magnetofónicas y detecta en ellas el indicio de un posible intento de homicidio contra la pareja a la que ha seguido. El hecho de que ya en el pasado tres personas resultasen asesinadas a causa de otro enregistramiento que hizo le induce a plantearse la responsabilidad ética de su trabajo.

Un destacado número de factores hace que La conversación sea una pieza clave en la carrera de su director, empezando por los estrictamente coyunturales: el film fue estrenado poco después de que saliese a la luz el escándalo Watergate, hecho que contribuyó a su éxito tanto crítico como comercial.

El mítico Blow Up (1966) de Michelangelo Antonioni, ganador también de la Palma de Oro, influyó en la génesis del proyecto. En la película de Antonioni, el protagonista era un fotógrafo que descubría un crimen a través de unas instantáneas tomadas en un parque londinense. Coppola sustituyó todo ese mundo de cámaras y material fotográfico por uno nuevo donde los artefactos empleados para captar la realidad eran micrófonos y cintas magnetofónicas. En ambos casos, la técnica fue tratada como una prolongación de los sentidos, un instrumento que servía para percibir aquello que el ojo y el oído no habían sido capaces de ver ni de escuchar.

Coppola

Para realizar este ejercicio de aproximación a unos hechos, Coppola optó por otorgar a su película un ritmo pausado que permitiese al espectador adentrarse lentamente y del modo más contemplativo posible en la narración. Este tratamiento determinó completamente el enfoque que iba a tener el film: el modo de mostrar los acontecimientos se volvió así detallado y minucioso. En La conversación, captamos las cosas a la par que el protagonista, por medio de un punto de vista subjetivo, y nunca llegamos a conocer más de lo que él sabe.

Por otra parte, Harry es un individuo solitario y taciturno. Ha desarrollado por deformación profesional una desconfianza hacia las personas y un carácter introvertido que hacen de él un ser incomunicativo. Este aspecto pone de nuevo en relación la cinta de Coppola con la obra de Antonioni (sin lugar a dudas, el más audaz cronista del drama de la incomunicabilidad humana). Caul vive completamente solo en un apartamento al que teóricamente nadie tiene acceso y que está protegido con las mayores medidas de seguridad. Nunca da su número de teléfono a nadie y siempre llama a sus clientes desde una cabina. Su vida diaria está rodeada por un silencio abrumador y detesta que le hagan preguntas tanto como intercambiar confidencias. Personaje aséptico donde los haya, Caul es la viva imagen del observador apático, siempre más preocupado de cómo queda la grabación que de aquello que está grabando.

La puesta en escena es tan precisa que somos capaces de aprehender todo cuanto percibe el protagonista con la pasividad que le caracteriza. Actitud que cambia diametralmente cuando la posibilidad de un crimen despierta los mecanismos de su conciencia de ese prolongado estado de letargo y procura evitar que alguien pueda resultar perjudicado por su culpa.

Debido al interés de Coppola por la narración rigurosa y a su preferencia por un tempo lento, La conversación adquiere un tono hiperrealista que llega a estremecer al espectador, quien, por momentos, puede llegar a tener la impresión de estar contemplando fragmentos de una vida privada.

Harrison Ford

No obstante, la óptica tan subjetiva que adopta el film provoca que de ese exceso de realismo se acabe pasando al extremo opuesto, a la deformación personal del objeto contemplado. Es entonces cuando el entorno se vuelve realmente hostil para el protagonista porque su mente, gravemente afectada por la paranoia, le sugiere la idea de que el antiguo observador se ha convertido ahora en el sujeto observado. Pero, ¿es así realmente? La respuesta queda en manos de aquel espectador que tenga ganas de dejarse sorprender por esta parábola sobre la incomunicabilidad humana, rodada con un pulso narrativo impecable y envuelta en una sobrecogedora atmósfera de suspense. Hackman está grandioso en su complejo papel, al que sabe dotar de un espíritu fuertemente introspectivo y de un mortificante hermetismo. La película también dio la oportunidad a un jovencísimo Harrison Ford —en los inicios de su carrera como actor y recién salido de su experiencia en American Graffiti (1973)— de perfilar uno de los personajes más intrigantes de su vida profesional.

 

© Carlos Giménez Soria

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