Sumario 26

 

Javier
Esteban
Gayo

 

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Con quién casarme o no casarme

¿Cómo rescatar mi vida? ¿Con quién
casarme o no casarme? Un pedal fácil
ya fornido en la algarada. Querías,
fortuito y lapso, al violín de la pausa.
Matizara burdos cuyos sin nudos,
planteamientos, desenlaces y a calzar
qué les atañe. Astucia, anda su página
perenne, signo de interrogación,
cierro paréntesis. Traba y canción
se desentienden: ¿cómo rescatar, quién
se refiere, inciso, al colmo tan manido,
oh, atroz desprovisto? De casarme
avienen lances. ¿Permitiese yo
al refrito arisco y sordo merecer?

 

 

 

Adverbio de negación

Si caen los párpados tersos del cristal,
agua deshilachada, y si resbalan
de algún vaho torcido nuestras bocas
para retener la tarde, el gris atónito
que pudo ser siquiera un pensamiento,
harás tú el gesto de prender un cuarto
con bocetos de calor, mordazas
y luz mínima, abrasada porque es otro,
somos otros, quien acerca su fervor
al labio, quien bucea con las manos
bajo el suéter, quien respira una lana
fugada, taciturna y rasga al azar
estos folios de su nieve, de país
feroz y cierto, en sogas de saliva.

 

 

 

Novio

A modo de variación, un trémolo,
final acorde de turno cuando esperas,
novio, en la puerta del cine Doré.
Te cuentas tu edad frívola entre tanto.
El tacón trama, quehacer recurrente,
un rastro de escayola por la acera.
Si vuelves la mirada adentro, obtienes
delicias: ronroneasen, ágiles, con
impaciencia. Tú sabes ahora que ella,
el matiz hábil, la cafetería,
la película van a aburrirte y saldrás,
cómo no, de matizada migraña,
tu noticia la única de hoy, gloriosa
liturgia, basto el chiste y todo amor.

 

 

 

Pastiche

Que haga aún méritos esta camada.
A él no le sorprenderán más, me huelo,
nuestras letras en cursiva, las mayúsculas
que brillan por su ausencia, tanta leche
autobiográfica y los recitales,
duelos, de cerveza y pentatónicas.
Sabrá que nadie muere en los poemas.
Moriremos ya después, antes, durante,
pero nadie ha muerto nunca en un poema.
Yo no digo que no haya que intentarlo
alguna vez, sólo pregunto: ¿es que es mejor,
y no me deis la razón, si no queréis,
odiar con la franqueza, con la misma
y cotidiana y pendenciera rima?

 

 

 

Mandril

Fui y estuve aquí, no término medio,
si no orificios limpios en el pecho
del mandril de aquella vez -concédeme
ponerle piernas, brazos, a lo nuestro,
ya explicaste cómo era el que las cosas
pasan y no pasan pero aún dejan
de pasar y yo le busco al que pasaba
que no sea sólo hocico dando el cante,
remordiendo su melena por perdida
aun sin saberse liza o si patraña,
y pues que no interesa, y ya ni quieres
su cabeza, por mi el bicho se caerá
de bruces del espanto al verse manos
en lugar de un cepo y carrillera.

 

 

 

Ficticio

Y no ibas a quedarte, entiéndete:
supones que has gastado en esa cosa
del concubinato con tu santo hacer
un bufo etcétera tarado y salvas
al renglón que sigue de abrazarte
ensimismado; así que, por lo tanto,
no farfulles ni siquiera por pedir
tu tiempo al tiempo y la constelación
al charco en el que acaban de escupir
la madrugada, el adoquín de niebla
y la parada de autobús, tu rito arado
que resume un triunfo por consuelo
y te enrevesa más de chuzo inútil,
de hostigada coda, si lo insistes

 

 

 

© Javier Esteban Gayo

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