Escribir
Poesía
en tiempos
de Colombia |
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El
mal de la poesía son los
falsos poetas que toda la gente
entiende y no los revolucionarios
que toda o casi toda la gente
considera ininteligibles.
Casais
Monteiro
Dice el poeta argentino Roberto Juarroz que la Poesía es
búsqueda y creación de realidad... Debe ser la transmutación
de todo hecho y toda cosa...Una transubstanciación que rebalsa
al hombre mismo, que salta sobre los hechos y las cosas y alcanza,
como un osado taumaturgo, la fuente y las corrientes de lo que no
es, del no ser.
Indudablemente
que la Poesía, cualquiera que sea su origen, prevalece sobre
todo lo demás cuando está revestida de creación
y sugerencia, pues dicha creación transmuta y revierte, se
constituye en un nuevo paradigma para la sociedad y el hombre que
se mueve sobre el continente inédito de lo que nace.
En
este punto vale la pena aseverar que no todo lo que está
escrito en verso es poesía, como no todos los que escriben
poesía pueden considerarse poetas. De igual manera todo aquello
que está enmarcado en un cuadro no puede garantizarse como
pintura, ni lo que está esculpido sobre el mármol
o la piedra puede aceptarse como escultura. La Poética va
más allá de todo esto. La Poética es hablar
de lo que en apariencia no existe, lo que está cifrado en
la naturaleza misma del hombre o del texto metafísico: la
muerte, lo oscuro, lo inhóspito, el viaje.
La
poesía es ese lenguaje que se cifra a través del alma,
es esa necesidad de desenmascarar lo cotidiano: ella va sobre las
cosas menos comunes, sobre los elementos primarios del ser y sus
cosmologías.
No
obstante, hablar de poesía en tiempos de Colombia es una
tarea casi suicida. Por un lado, nos asalta la pregunta de si es
posible escribir poesía en un país que le da la espalda
a ella y, por el otro, la necesaria reflexión del poeta colombiano
en relación con el oficio o estro poético. En el primer
caso, se resuelve la pregunta por si sola, pues el poeta no está
sujeto a escribir poesía en tiempos apacibles o reconfortantes,
ni mucho menos a contar con la aceptación o solidaridad de
sus coetáneos; está más que comprobado que
los mejores poetas han nacido en tiempos de crisis y los mejores
poemas se han concebido en momentos de suma dificultad. ¿Cómo
explicar el siglo de plata de la Poesía Rusa? En el segundo
caso la cosa es más compleja. Si bien es cierto que el país
ha dado buenos poetas, también es cierto que no ha existido
en toda su historia un poeta descollante que traspase las barreras
de lo nacional a escalas equiparables a las de un Borges, un Huidobro
o un César Vallejo. Es mas, podemos aseverar, sin temor a
ser lapidados por ello, que la poesía colombiana ha estado
anquilosada en todas sus épocas y estructuras ideológicas
por una corriente de pensamiento pobre, en donde la reflexión
de un Rilke, un Baudelaire o un Blake están lejos de aparecer
por estas latitudes. Se agrega a todo lo anterior el desconocimiento
de los poetas nacionales a las vanguardias del resto de Latinoamérica
y, peor aún, del resto del mundo.
En
el caso de ciertos poetas nacionales compilados en infinidad de
parnasos y antologías poéticas, se encuentra en ellos
una excesiva superficialidad que tiene más que ver con juego
de palabras, asociación de versos y presencia desaforada
de provincialismo que con verdadera poesía; en lugar de provocar
placer en la lectura lo que causan es un gran daño en sus
lectores, máxime cuando aquellos apenas están penetrando
en los pórticos de la Diosa de todas las musas.
Sorprende
que muchas antologías nuestras sean superiores a antologías
de poetas franceses, ingleses o rusos. Esto demuestra no sólo
el provincialismo de los poetas compilados, sino también
el exceso de ignorancia de los antologistas y editores. Si bien
no funciona un criterio estético en los segundos, funciona
en ellos una constante de "Tú me incluyes, yo te incluyo"
o "Yo te elogio, tú me elogias".
Esta
es una de las razones por las cuales la poética nacional
descansa sobre sofismas e hipérboles comarcanas. Ya lo dijo
Rafael Maya en Las consideraciones críticas sobre la literatura
colombiana. No obstante, puede considerarse a Rafael Maya un
poeta como Paz o Mutis?
La
poética nacional, como he mencionado anteriormente, ha desconocido
hasta la saciedad las vanguardias. Si bien es cierto que Silva es
considerado unos de los precursores del modernismo, debemos aceptar
que dicho movimiento llega tarde al país. ¿Cuántos
poemas de Silva son conocidos en el exterior e incluso en Colombia?
De otro lado, Barba Jacob, considerado por la crítica nacional
uno de los tantos íconos de la poesía colombiana,
recoge la propuesta de un Rubén Darío cuando ésta
toca la decadencia. ¿Cómo se explica el hecho que
un poeta como él, quien ha confrontado su obra en sus múltiples
viajes al exterior, pueda poseer una voz tan regular en medio de
una panorámica más generosa en el resto del mundo?
Guillermo Valencia, quien vive hasta 1943, no se desprende de este
recurso literario e insiste en una poesía ataviada de elementos
contrarios a los que se presentaban en el sur de América
desde comienzos del siglo XX. Cómo entender semejante impermeabilidad,
cuando Europa ya había procreado hombres como Maurice Sceve,
Gerard de Nerval o Fedor Sologub?
La
poesía colombiana es una poesía pobre. Y esto no puede
justificarse desde el argumento tolerante de que Colombia es una
nación joven. Si bien es cierto que el país no posee
más de 300 años en el terreno de la creación
literaria, cómo se explica el caso de un Ramos Sucre en Venezuela,
un César Dávila Andrade en el Ecuador o un Rubén
Darío en Nicaragua?
El
problema de la poesía nacional no es un problema de juventud.
Aunque muchos argumentan esto, no puede aceptarse tal explicación
para voltear los ojos a una verdad que hostiga y azota. Otros, por
el contrario, encuentran en la tradición oral imperante,
en la falta de cultura escrita, en la ausencia de bibliotecas y
en el nulo apoyo por parte del estado a sus escritores una respuesta
a esta preocupación. Sin embargo, no puede entenderse esta
disquisición como un argumento sólido para evidenciar
tales falencias en la creación nacional: debe aceptarse que
ha sido también un problema de talento y brillantez
Iconografía
nacional: Reality Show
"Colombia
es un país de poetas", decía un desprevenido
académico de mi país al referirse a figuras colombianas
como Barba Jacob, Ismael Enrique Arciniegas o Julio Florez.
Indudablemente
que uno de los problemas de nuestra poesía ha sido la poca
o nula formación que han tenido en ella los llamados hombres
y mujeres de la pedagogía nacional. Es mas, hasta hace poco
competían en los salones hombres como El Indio Duarte y Pablo
Neruda, el Indio Rómulo y César Vallejo. Para muchos
académicos poeta es el que declama, el individuo capaz de
izarse en una tarima y lanzar sus graznidos en medio de la ovación
de un público igual de desinformado o displicente; mientras
se declama se alza la botella, se saca el revólver, se entona
la ranchera.
La
poética tuvo mucha relación con esa forma primaria
de vida. Sólo un grupo reducido de hombres tenía acceso
a los libros y por ende a los grandes escritores. Aun en nuestros
días la gente que acude azarosamente a un recital espera
encontrarse con el brindis del bohemio, el duelo del mayoral o Por
qué no bebo más, poemas con los cuales, aceptémoslo
o no, crecimos. De tal modo que la poesía colombiana ha tenido
serios avatares y son esos avatares los que han permitido la aparición
de hombres y mujeres entregados a un sincero oficio. Sin embargo,
hasta qué punto nuestros poetas han expresado un conocimiento
de renovación y ruptura? ¿será que, salvo unas
contadísimas excepciones, el canon poético que nos
identifica no ha tenido mayores fisuras en el transcurso de los
tiempos?. La poesía colombiana se ha caracterizado por ser
una poética cargada de sentimentalismo, confesiones, arrepentimientos
autobiográficos, moralistas o políticos. ¿Es
posible pensar Unas Flores del mal en el país?
De
otro lado, además de las constantes señaladas, recae
sobre la realidad literaria la invención de grandes mitos
e iconos, falsamente esculpidos por una clase poética dirigente.
Así como alguna vez cometimos el error garrafal de ponerle
el rótulo de país de poetas a la nación y de
llamarla la Atenas suramericana, así mismo nos inventamos
el nadaismo como un movimiento de vanguardia, cuando ya había
existido el dadaísmo, el surrealismo y la generación
beat. ¿Qué beneficios le dejo al país en términos
literarios el nadaismo? Sin desconocer la fortaleza de un poeta
como Jaime Jaramillo Escobar o el periodismo heroico de Gonzalo
Arango, ¿qué ruptura podemos encontrar en Jota Mario
o Darío Lemos? Sin lugar a dudas el nadaismo llegó
en un momento oportuno al país, pero fue aceptado más
por escándalo que por propuesta o búsqueda literaria.
Como suele suceder en Colombia, donde el espectáculo y lo
sensacional apabullan lo verdaderamente poético y honesto,
el nadaismo se instaló como una propuesta estética
irreverente, impulsada por sus propios integrantes, que en la mayoría
de los casos cayeron en lo mismo que persiguieron y condenaron.
No creo que textos como el Manifiesto al Congreso de escribanos
católicos pueda considerarse un escrito de largo aliento,
es mas, ni siquiera logra ser un manifiesto.
Igual
que los nadaistas podemos citar una lista interminable de "poetas"
a quienes podemos entender como aquellos hombres que buscan un pretexto
de vida para resistir a las dificultades cotidianas; la poesía
y el ser poeta garantizan cierta aceptación en la sociedad,
lo que posibilita la supervivencia. La poesía se convierte
casi en una pose y además de convertirse en una pose se traza
en ella un elemento común que es el que tiene que ver con
el poeta maldito, alcohólico, enfermo, el de la desobediencia
civil, el hombre marginal, el lascivo. Además de abordarse
la poesía se asumen ciertos modelos popularizados entre nosotros
como es el caso de un Poe, un Baudelaire, un Rimbaud o un Villon
medieval. Si no se asume ese prototipo no se es poeta. Es mas, el
poeta tiene cierta manera de ataviarse, de comportarse ante la gente,
de agredirse físicamente entre sus iguales, algo que no es
cuestionable siempre y cuando haya una obra de peso, un argumento
literario, un universo que rompa con la torta uniforme de la poesía
nacional.
La
poesía no es sólo vivir poéticamente, cosa
que creen muchos académicos instaurados en una racionalidad
y una lógica extraña. Será que vivir poéticamente
y asumir la poesía desde un modo de vida garantiza la calidad
de un poeta? La poesía es una sustancia universal, una transubstanciación
instalada en algunas mentes sensibles, la energía colectiva
de un universo ávido de propagar una transformación
de pensamiento, ya lo dijo Holderlin: " y el amor también
fija ojos atentos; mas lo que permanece, lo fundan los poetas!".
Las renovaciones, las trasformaciones, los grandes cambios humanos
han llegado siempre a través de la poesía. Esto lo
constata Apolonio de Tyana cuando afirma: "que no son los individuos
visibles los que se modifican, es la substancia universal la que
se modifica en cada uno de ellos".
Los
poetas colombianos hasta bien entrado el siglo XX no tuvieron mayores
motivaciones universales. La poesía se golpeaba contra las
paredes de lo coloquial e intimo, sin presentarse la transubstanciación
de la que hemos hecho referencia. Al verdadero poeta lo empuja una
fuerza suprapersonal y supranacional que nada tiene que ver con
él como individuo así la materia prima sea su
propia substancia sino con un cerebro universal y cósmico,
de todas maneras los problemas siguen siendo los mismos en cualquier
latitud o espacio geográfico. El poeta debe ubicarse en una
atemporalidad que permita la lectura de sus textos y la asimilación
de ellos en lo casi supraespacial del continente literario.
Solamente
con un León de Greiff empieza a percibirse esta tendencia
poética, pues ni siquiera Luis Carlos López, quien
se constituye en un francotirador contra la repetida y disfrazada
perfección poética del momento logra la universalización
soñada.
En el caso de Luis Vidales, con el él se abre y se cierra
un ciclo en la poesía nacional, pero a mi modo de ver, tampoco
se constituye en un paradigma para la poesía latinoamericana.
Una cosa es lo que se percibe desde el país y otra muy distinta
lo que se percibe fuera de él. Muchas gente en el exterior
y, peor aún, muchos poetas en el exterior no tienen un conocimiento
claro de ciertos poetas que son gloria para el nuestro. Cuando uno
pregunta por poetas nacionales solamente nos mencionan a Silva o
a León de Greiff, ni siquiera el gran poeta nariñense
Aurelio Arturo, quien pasó a la posteridad con una veintena
de poemas, es conocido por la torta literaria del continente latinoamericano,
¿qué decir de Norteamérica o Europa? Y vale
la pena mencionar que los recordados son poetas de finales del siglo
XIX y principios del XX. ¿Qué decir de poetas nacidos
después de 1950? No será que ese problema de desinformación
también subyace en nosotros mismos; está más
que claro que los poetas que adquieren renombre en la nación,
así sean poetas sólo de nombre o apellido, se constituyen
en una especie de cartel cuyos intereses van más allá
de lo estético y lo artístico. Por eso es muy distinto
ser un poeta de Bogotá o Medellín, a ser un poeta
de Popayán o Tunja. Afortunadamente esto ha empezado a cambiar
gracias a los festivales de poesía que organizan en Manizales,
Medellín, Bogotá o Cali. No obstante, un número
reducido de ellos funciona como una especie de banda o cartel: "Tú
me invitas, yo te invito". Y qué decir de las revistas?
Muchas de ellas, sin desconocer la importancia y la vitalidad urgente
de la mayoría, se constituyen en un trampolín de poder
para abrir espacios gracias a la retribución que pueda hacerse
a poetas extranjeros: Con ellas se logra presencia, dinero y continuidad
literaria.
Es Piedra y Cielo, por encima de los tardíos nadaístas,
el movimiento literario que comienza a permitir una mayor percepción
universal en sus integrantes. No obstante, cuántos de sus
poetas son recordados como grandes vates? Personalmente no disfruto
con Arturo Camacho Ramírez, Eduardo Carranza, Carlos Martín
o Daniel Samper. Su proximidad a la generación del 27 e incluso
a Neruda, los hace un movimiento menor, lejano, supremamente lejano
en el tiempo y el espacio, a otros movimientos literarios emanados
en Argentina o Chile. Es, entonces, una poesía poco original,
sin alteraciones de forma y fondo, lejana a propiciar una ruptura
o fisura en lo ya establecido por el resto del mundo.
Me
parece que con otros movimientos como Cántico, conformado
por Charry Lara, Rogelio Echavarrìa, Andrés Holguín,
entre otros, empieza a delinearse una poesía personal, con
alientos propios y, sobre todo, de suma diferenciación entre
sus integrantes. Charry Lara es un poeta que se abre al universo,
Rogelio Echavarrìa casi funda un estilo. En cuanto a Mito,
su incursión en la poética es ya un fenómeno
supranacional, en donde convergen, gracias a la revista, las múltiples
voces de América y Europa. Ya lo dijo Rafael Gutiérrez
Girardot: "la fundación de la Revista Mito en 1955,
significó un salto en la historia cultural de Colombia. Desde
el nivel y la perspectiva de sus artículos, los poetas y
escritores oficiales, los académicos de una novela
el subrayado es mío,las "glorias locales",
aparecían como lo que en realidad siempre habían sido:
restos rezagados menores de un siglo XIX de campanario, Mito desenmascaró
indirectamente a los figurones intelectuales de la política,
al historiador de lejanos canónicos y jurídicos, al
ensayista florido, a los poetas para veladas escolares, a los sociólogos
predicadores de encíclicas, a los críticos lacrimosos..."
A
pesar de los apuntes de Gutiérrez Girardot, cuántas
de esas cosas han dejado de ser problema? No es acaso cierto que
muchos, por no decir que la mayoría, de los poetas nacidos
después del 45 o 50 son puras "glorias locales".
Dónde ubicar por ejemplo a Mercedes Carranza o a Fernando
Garavito en la panorámica internacional?
Los
Carteles de la Poesía: En busca del Vellocino de oro
Cuando aflora el siglo XXI uno es consciente que la poesía
nacional contemporánea es tan disímil como heterogénea.
Si bien la poesía que se escribió en los setenta y
ochenta e incluso a comienzos de los noventa es una poesía
casi homogénea, sin voluntades rupturistas, escrita al parecer
por una sola voz y muchas manos, también es cierto que en
ese tiempo "nacieron" buenos poetas como Juan Manuel Roca,
José Manuel Arango, Guillermo Martínez González,
William Ospina, Giovanni Quessep, entre otros. Sin embargo, y como
dice un ensayo publicado en el número 3 de la Revista Argentina
La Pecera sobre la mayoría de integrantes de la Generación
desencantada o Generación sin nombre: "Se los ve queriendo
hacer poesía urbana, sin demasiada o ninguna voluntad de
renovación, sino más bien con el deseo de sumarse
a las múltiples voces posvanguardistas de un Borges aún
en tímido ascenso, un Paz instituido ya como ensayista y
poeta, un Pacheco desencantado, un Cardenal revolucionario y un
antipoeta como Nicanor Parra".
Nuestra
poesía sigue siendo una poesía autobiográfica
e intimista. "...de ahí que estos poetas, por lo general,
forman parte del status quo económico del aparato cultural
del estado, en un proceso acentuado de institucionalización
de la poesía, con casas de la poesía, certámenes,
fundaciones, revistas especializadas y editoriales".
Esos
son los carteles literarios del País. Poetas que se auto
proclaman la panacea de la literatura nacional y, además
de esto, los mecenas de las nuevas figuras: "Yo descubrí
a tal o cual poeta" "Gracias a mí se hizo poeta".
Por esta y otras razones es casi una odisea abrirse campo en la
poética nacional, no porque el camino sea extremadamente
estrecho, sino por la nulidad de permitir espacio a nuestros iguales.
Además, muchos de los que cierran el camino lo hacen precisamente
por su baja estatura; abrir camino a otro sería casi perecer
en el acto. Por eso escogen sus prosélitos y seguidores,
a los cuales van rotulando para que tomen las banderas de la creación
literaria y les preserven a sus maestros un busto o una estatua
en la tabla periódica de la poesía nacional.
La
poesía renovada y rupturista está emergiendo. Si bien
es cierto que desde Mito empezó a vislumbrarse un panorama
más alentador, hay que aceptar que después de los
noventa se ve una poesía escrita a muchas voces y muchas
manos, eso ya es algo; la poesía de los ochenta parecía
emerger de un patrón universal e incluso se percibe una similitud
en ella con los poemas traducidos al español, es como si
el fenómeno de la traducción hubiese tomado partido
en la percepción y lógica de nuestros escritores.
Tal
vez la excelente poesía, aquella equiparable a un Seamus
Heaney , a un Derek Walcott, a un Hans Magnus Enzensberger está
por escribirse. No obstante, no podemos desconocer la efusión
milagrosa de poetas de muchas regiones del país, regiones
incluso relegadas por la fuga céntrica de las grandes capitales,
como Ibagué, Popayán, Manizales, Cúcuta o Valledupar.
Aquí
podemos mencionar, pese a nuestra sesgada visión de lo que
se está escribiendo desde la contemporaneidad, a hombres
como Flòbert Zapata, Juan Felipe Robledo, Felipe García
Quintero, Jhon Jairo Junieles, Francisco Javier Gómez Campillo,
Javier Cortés, Javier Bosh Fossi, Luis Eduardo Gutiérrez,
Nelson Romero Guzmán, Luis Mizar Mestre. A pesar de no existir
una similitud generacional -algunos de ellos nacieron antes del
60- hay una conexión de época en sus textos, pues
muchos de esos escritos apenas han empezado a circular y a publicarse
en las escasísimas páginas de la literatura nacional.
No obstante, el camino es bastante abrupto. Por un lado, hay nula
difusión de ellos en las esferas internacionales y, por el
otro, la obra es conocida únicamente por los mismos poetas,
es decir, que se escribe poesía para poetas y en la mayoría
de las ocasiones ni siquiera los mismos poetas conocen la obra de
sus contemporáneos. ¿Qué hacer al respecto?
¿Cuál la solución, máxime si las generaciones
anteriores tuvieron al menos la posibilidad de los magazines culturales?
El
poeta de la contemporaneidad no posee las herramientas de Piedra
y Cielo, Mito, los Nadaístas o la Generación sin nombre.
Existe el Internet, pero eso es un arma de doble filo; se publica
mucho, pero la mayoría de lo publicado es basura. La democratización
de la literatura ha generado anarquía. Esa misma anarquía
genera confusión en los lectores y la popularización
de la poesía conduce a una percepción caótica
de ella. La desaparición de los Suplementos Culturales del
Espectador y del Tiempo ha sumido en la periferia absoluta y en
la insularidad a poetas que tal vez tienen la mejor disposición
con su oficio y que superan con creces a toda esa mata pegachenta
de "Glorias locales" que hoy por hoy forman inmisericordemente
la tabla periódica de la poesía nacional.
Sin
embargo, únicamente el tiempo puede decirnos cuántos
de ellos sobrevivirán a la uniformidad de la poesía
colombiana de los últimos tiempos y se levantarán
como verdaderos aedas hacia las esferas inconmensurables de la poesía
universal.
Para
terminar, rueda por allí una antología de poetas nacidos
después del 60 y sorprende cómo esta antología
supera en número de poetas a los compilados en la antología
de Poesía francesa. Realmente existe tanto poeta en Colombia?
Qué es lo que impulsa a un antologista a reunir o preparar
una antología de poesía?: Amistad? Folclor? Solidaridad
con el que traza versos irresponsablemente sobre el papel? Ojalà
la Diosa blanca pueda perdonarnos tanto atrevimiento.
©
Winston
Morales Chavarro
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