Sumario 20

 

Winston
Morales
Chavarro

 

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Escribir Poesía
en tiempos
de Colombia

 

El mal de la poesía son los
falsos poetas que toda la gente
entiende y no los revolucionarios
que toda o casi toda la gente
considera ininteligibles.

Casais Monteiro

 

Dice el poeta argentino Roberto Juarroz que la Poesía es búsqueda y creación de realidad... Debe ser la transmutación de todo hecho y toda cosa...Una transubstanciación que rebalsa al hombre mismo, que salta sobre los hechos y las cosas y alcanza, como un osado taumaturgo, la fuente y las corrientes de lo que no es, del no ser.

Indudablemente que la Poesía, cualquiera que sea su origen, prevalece sobre todo lo demás cuando está revestida de creación y sugerencia, pues dicha creación transmuta y revierte, se constituye en un nuevo paradigma para la sociedad y el hombre que se mueve sobre el continente inédito de lo que nace.

En este punto vale la pena aseverar que no todo lo que está escrito en verso es poesía, como no todos los que escriben poesía pueden considerarse poetas. De igual manera todo aquello que está enmarcado en un cuadro no puede garantizarse como pintura, ni lo que está esculpido sobre el mármol o la piedra puede aceptarse como escultura. La Poética va más allá de todo esto. La Poética es hablar de lo que en apariencia no existe, lo que está cifrado en la naturaleza misma del hombre o del texto metafísico: la muerte, lo oscuro, lo inhóspito, el viaje.

La poesía es ese lenguaje que se cifra a través del alma, es esa necesidad de desenmascarar lo cotidiano: ella va sobre las cosas menos comunes, sobre los elementos primarios del ser y sus cosmologías.

No obstante, hablar de poesía en tiempos de Colombia es una tarea casi suicida. Por un lado, nos asalta la pregunta de si es posible escribir poesía en un país que le da la espalda a ella y, por el otro, la necesaria reflexión del poeta colombiano en relación con el oficio o estro poético. En el primer caso, se resuelve la pregunta por si sola, pues el poeta no está sujeto a escribir poesía en tiempos apacibles o reconfortantes, ni mucho menos a contar con la aceptación o solidaridad de sus coetáneos; está más que comprobado que los mejores poetas han nacido en tiempos de crisis y los mejores poemas se han concebido en momentos de suma dificultad. ¿Cómo explicar el siglo de plata de la Poesía Rusa? En el segundo caso la cosa es más compleja. Si bien es cierto que el país ha dado buenos poetas, también es cierto que no ha existido en toda su historia un poeta descollante que traspase las barreras de lo nacional a escalas equiparables a las de un Borges, un Huidobro o un César Vallejo. Es mas, podemos aseverar, sin temor a ser lapidados por ello, que la poesía colombiana ha estado anquilosada en todas sus épocas y estructuras ideológicas por una corriente de pensamiento pobre, en donde la reflexión de un Rilke, un Baudelaire o un Blake están lejos de aparecer por estas latitudes. Se agrega a todo lo anterior el desconocimiento de los poetas nacionales a las vanguardias del resto de Latinoamérica y, peor aún, del resto del mundo.

En el caso de ciertos poetas nacionales compilados en infinidad de parnasos y antologías poéticas, se encuentra en ellos una excesiva superficialidad que tiene más que ver con juego de palabras, asociación de versos y presencia desaforada de provincialismo que con verdadera poesía; en lugar de provocar placer en la lectura lo que causan es un gran daño en sus lectores, máxime cuando aquellos apenas están penetrando en los pórticos de la Diosa de todas las musas.

Sorprende que muchas antologías nuestras sean superiores a antologías de poetas franceses, ingleses o rusos. Esto demuestra no sólo el provincialismo de los poetas compilados, sino también el exceso de ignorancia de los antologistas y editores. Si bien no funciona un criterio estético en los segundos, funciona en ellos una constante de "Tú me incluyes, yo te incluyo" o "Yo te elogio, tú me elogias".

Esta es una de las razones por las cuales la poética nacional descansa sobre sofismas e hipérboles comarcanas. Ya lo dijo Rafael Maya en Las consideraciones críticas sobre la literatura colombiana. No obstante, puede considerarse a Rafael Maya un poeta como Paz o Mutis?

La poética nacional, como he mencionado anteriormente, ha desconocido hasta la saciedad las vanguardias. Si bien es cierto que Silva es considerado unos de los precursores del modernismo, debemos aceptar que dicho movimiento llega tarde al país. ¿Cuántos poemas de Silva son conocidos en el exterior e incluso en Colombia? De otro lado, Barba Jacob, considerado por la crítica nacional uno de los tantos íconos de la poesía colombiana, recoge la propuesta de un Rubén Darío cuando ésta toca la decadencia. ¿Cómo se explica el hecho que un poeta como él, quien ha confrontado su obra en sus múltiples viajes al exterior, pueda poseer una voz tan regular en medio de una panorámica más generosa en el resto del mundo? Guillermo Valencia, quien vive hasta 1943, no se desprende de este recurso literario e insiste en una poesía ataviada de elementos contrarios a los que se presentaban en el sur de América desde comienzos del siglo XX. Cómo entender semejante impermeabilidad, cuando Europa ya había procreado hombres como Maurice Sceve, Gerard de Nerval o Fedor Sologub?

La poesía colombiana es una poesía pobre. Y esto no puede justificarse desde el argumento tolerante de que Colombia es una nación joven. Si bien es cierto que el país no posee más de 300 años en el terreno de la creación literaria, cómo se explica el caso de un Ramos Sucre en Venezuela, un César Dávila Andrade en el Ecuador o un Rubén Darío en Nicaragua?

El problema de la poesía nacional no es un problema de juventud. Aunque muchos argumentan esto, no puede aceptarse tal explicación para voltear los ojos a una verdad que hostiga y azota. Otros, por el contrario, encuentran en la tradición oral imperante, en la falta de cultura escrita, en la ausencia de bibliotecas y en el nulo apoyo por parte del estado a sus escritores una respuesta a esta preocupación. Sin embargo, no puede entenderse esta disquisición como un argumento sólido para evidenciar tales falencias en la creación nacional: debe aceptarse que ha sido también un problema de talento y brillantez

 

Iconografía nacional: Reality Show

"Colombia es un país de poetas", decía un desprevenido académico de mi país al referirse a figuras colombianas como Barba Jacob, Ismael Enrique Arciniegas o Julio Florez.

Indudablemente que uno de los problemas de nuestra poesía ha sido la poca o nula formación que han tenido en ella los llamados hombres y mujeres de la pedagogía nacional. Es mas, hasta hace poco competían en los salones hombres como El Indio Duarte y Pablo Neruda, el Indio Rómulo y César Vallejo. Para muchos académicos poeta es el que declama, el individuo capaz de izarse en una tarima y lanzar sus graznidos en medio de la ovación de un público igual de desinformado o displicente; mientras se declama se alza la botella, se saca el revólver, se entona la ranchera.

La poética tuvo mucha relación con esa forma primaria de vida. Sólo un grupo reducido de hombres tenía acceso a los libros y por ende a los grandes escritores. Aun en nuestros días la gente que acude azarosamente a un recital espera encontrarse con el brindis del bohemio, el duelo del mayoral o Por qué no bebo más, poemas con los cuales, aceptémoslo o no, crecimos. De tal modo que la poesía colombiana ha tenido serios avatares y son esos avatares los que han permitido la aparición de hombres y mujeres entregados a un sincero oficio. Sin embargo, hasta qué punto nuestros poetas han expresado un conocimiento de renovación y ruptura? ¿será que, salvo unas contadísimas excepciones, el canon poético que nos identifica no ha tenido mayores fisuras en el transcurso de los tiempos?. La poesía colombiana se ha caracterizado por ser una poética cargada de sentimentalismo, confesiones, arrepentimientos autobiográficos, moralistas o políticos. ¿Es posible pensar Unas Flores del mal en el país?

De otro lado, además de las constantes señaladas, recae sobre la realidad literaria la invención de grandes mitos e iconos, falsamente esculpidos por una clase poética dirigente. Así como alguna vez cometimos el error garrafal de ponerle el rótulo de país de poetas a la nación y de llamarla la Atenas suramericana, así mismo nos inventamos el nadaismo como un movimiento de vanguardia, cuando ya había existido el dadaísmo, el surrealismo y la generación beat. ¿Qué beneficios le dejo al país en términos literarios el nadaismo? Sin desconocer la fortaleza de un poeta como Jaime Jaramillo Escobar o el periodismo heroico de Gonzalo Arango, ¿qué ruptura podemos encontrar en Jota Mario o Darío Lemos? Sin lugar a dudas el nadaismo llegó en un momento oportuno al país, pero fue aceptado más por escándalo que por propuesta o búsqueda literaria. Como suele suceder en Colombia, donde el espectáculo y lo sensacional apabullan lo verdaderamente poético y honesto, el nadaismo se instaló como una propuesta estética irreverente, impulsada por sus propios integrantes, que en la mayoría de los casos cayeron en lo mismo que persiguieron y condenaron. No creo que textos como el Manifiesto al Congreso de escribanos católicos pueda considerarse un escrito de largo aliento, es mas, ni siquiera logra ser un manifiesto.

Igual que los nadaistas podemos citar una lista interminable de "poetas" a quienes podemos entender como aquellos hombres que buscan un pretexto de vida para resistir a las dificultades cotidianas; la poesía y el ser poeta garantizan cierta aceptación en la sociedad, lo que posibilita la supervivencia. La poesía se convierte casi en una pose y además de convertirse en una pose se traza en ella un elemento común que es el que tiene que ver con el poeta maldito, alcohólico, enfermo, el de la desobediencia civil, el hombre marginal, el lascivo. Además de abordarse la poesía se asumen ciertos modelos popularizados entre nosotros como es el caso de un Poe, un Baudelaire, un Rimbaud o un Villon medieval. Si no se asume ese prototipo no se es poeta. Es mas, el poeta tiene cierta manera de ataviarse, de comportarse ante la gente, de agredirse físicamente entre sus iguales, algo que no es cuestionable siempre y cuando haya una obra de peso, un argumento literario, un universo que rompa con la torta uniforme de la poesía nacional.

La poesía no es sólo vivir poéticamente, cosa que creen muchos académicos instaurados en una racionalidad y una lógica extraña. Será que vivir poéticamente y asumir la poesía desde un modo de vida garantiza la calidad de un poeta? La poesía es una sustancia universal, una transubstanciación instalada en algunas mentes sensibles, la energía colectiva de un universo ávido de propagar una transformación de pensamiento, ya lo dijo Holderlin: " y el amor también fija ojos atentos; mas lo que permanece, lo fundan los poetas!". Las renovaciones, las trasformaciones, los grandes cambios humanos han llegado siempre a través de la poesía. Esto lo constata Apolonio de Tyana cuando afirma: "que no son los individuos visibles los que se modifican, es la substancia universal la que se modifica en cada uno de ellos".

Los poetas colombianos hasta bien entrado el siglo XX no tuvieron mayores motivaciones universales. La poesía se golpeaba contra las paredes de lo coloquial e intimo, sin presentarse la transubstanciación de la que hemos hecho referencia. Al verdadero poeta lo empuja una fuerza suprapersonal y supranacional que nada tiene que ver con él como individuo —así la materia prima sea su propia substancia— sino con un cerebro universal y cósmico, de todas maneras los problemas siguen siendo los mismos en cualquier latitud o espacio geográfico. El poeta debe ubicarse en una atemporalidad que permita la lectura de sus textos y la asimilación de ellos en lo casi supraespacial del continente literario.

Solamente con un León de Greiff empieza a percibirse esta tendencia poética, pues ni siquiera Luis Carlos López, quien se constituye en un francotirador contra la repetida y disfrazada perfección poética del momento logra la universalización soñada.

En el caso de Luis Vidales, con el él se abre y se cierra un ciclo en la poesía nacional, pero a mi modo de ver, tampoco se constituye en un paradigma para la poesía latinoamericana. Una cosa es lo que se percibe desde el país y otra muy distinta lo que se percibe fuera de él. Muchas gente en el exterior y, peor aún, muchos poetas en el exterior no tienen un conocimiento claro de ciertos poetas que son gloria para el nuestro. Cuando uno pregunta por poetas nacionales solamente nos mencionan a Silva o a León de Greiff, ni siquiera el gran poeta nariñense Aurelio Arturo, quien pasó a la posteridad con una veintena de poemas, es conocido por la torta literaria del continente latinoamericano, ¿qué decir de Norteamérica o Europa? Y vale la pena mencionar que los recordados son poetas de finales del siglo XIX y principios del XX. ¿Qué decir de poetas nacidos después de 1950? No será que ese problema de desinformación también subyace en nosotros mismos; está más que claro que los poetas que adquieren renombre en la nación, así sean poetas sólo de nombre o apellido, se constituyen en una especie de cartel cuyos intereses van más allá de lo estético y lo artístico. Por eso es muy distinto ser un poeta de Bogotá o Medellín, a ser un poeta de Popayán o Tunja. Afortunadamente esto ha empezado a cambiar gracias a los festivales de poesía que organizan en Manizales, Medellín, Bogotá o Cali. No obstante, un número reducido de ellos funciona como una especie de banda o cartel: "Tú me invitas, yo te invito". Y qué decir de las revistas? Muchas de ellas, sin desconocer la importancia y la vitalidad urgente de la mayoría, se constituyen en un trampolín de poder para abrir espacios gracias a la retribución que pueda hacerse a poetas extranjeros: Con ellas se logra presencia, dinero y continuidad literaria.

Es Piedra y Cielo, por encima de los tardíos nadaístas, el movimiento literario que comienza a permitir una mayor percepción universal en sus integrantes. No obstante, cuántos de sus poetas son recordados como grandes vates? Personalmente no disfruto con Arturo Camacho Ramírez, Eduardo Carranza, Carlos Martín o Daniel Samper. Su proximidad a la generación del 27 e incluso a Neruda, los hace un movimiento menor, lejano, supremamente lejano en el tiempo y el espacio, a otros movimientos literarios emanados en Argentina o Chile. Es, entonces, una poesía poco original, sin alteraciones de forma y fondo, lejana a propiciar una ruptura o fisura en lo ya establecido por el resto del mundo.

Me parece que con otros movimientos como Cántico, conformado por Charry Lara, Rogelio Echavarrìa, Andrés Holguín, entre otros, empieza a delinearse una poesía personal, con alientos propios y, sobre todo, de suma diferenciación entre sus integrantes. Charry Lara es un poeta que se abre al universo, Rogelio Echavarrìa casi funda un estilo. En cuanto a Mito, su incursión en la poética es ya un fenómeno supranacional, en donde convergen, gracias a la revista, las múltiples voces de América y Europa. Ya lo dijo Rafael Gutiérrez Girardot: "la fundación de la Revista Mito en 1955, significó un salto en la historia cultural de Colombia. Desde el nivel y la perspectiva de sus artículos, los poetas y escritores oficiales, los académicos de una novela —el subrayado es mío—,las "glorias locales", aparecían como lo que en realidad siempre habían sido: restos rezagados menores de un siglo XIX de campanario, Mito desenmascaró indirectamente a los figurones intelectuales de la política, al historiador de lejanos canónicos y jurídicos, al ensayista florido, a los poetas para veladas escolares, a los sociólogos predicadores de encíclicas, a los críticos lacrimosos..."

A pesar de los apuntes de Gutiérrez Girardot, cuántas de esas cosas han dejado de ser problema? No es acaso cierto que muchos, por no decir que la mayoría, de los poetas nacidos después del 45 o 50 son puras "glorias locales". Dónde ubicar por ejemplo a Mercedes Carranza o a Fernando Garavito en la panorámica internacional?

 

Los Carteles de la Poesía: En busca del Vellocino de oro

Cuando aflora el siglo XXI uno es consciente que la poesía nacional contemporánea es tan disímil como heterogénea. Si bien la poesía que se escribió en los setenta y ochenta e incluso a comienzos de los noventa es una poesía casi homogénea, sin voluntades rupturistas, escrita al parecer por una sola voz y muchas manos, también es cierto que en ese tiempo "nacieron" buenos poetas como Juan Manuel Roca, José Manuel Arango, Guillermo Martínez González, William Ospina, Giovanni Quessep, entre otros. Sin embargo, y como dice un ensayo publicado en el número 3 de la Revista Argentina La Pecera sobre la mayoría de integrantes de la Generación desencantada o Generación sin nombre: "Se los ve queriendo hacer poesía urbana, sin demasiada o ninguna voluntad de renovación, sino más bien con el deseo de sumarse a las múltiples voces posvanguardistas de un Borges aún en tímido ascenso, un Paz instituido ya como ensayista y poeta, un Pacheco desencantado, un Cardenal revolucionario y un antipoeta como Nicanor Parra".

Nuestra poesía sigue siendo una poesía autobiográfica e intimista. "...de ahí que estos poetas, por lo general, forman parte del status quo económico del aparato cultural del estado, en un proceso acentuado de institucionalización de la poesía, con casas de la poesía, certámenes, fundaciones, revistas especializadas y editoriales".

Esos son los carteles literarios del País. Poetas que se auto proclaman la panacea de la literatura nacional y, además de esto, los mecenas de las nuevas figuras: "Yo descubrí a tal o cual poeta" "Gracias a mí se hizo poeta". Por esta y otras razones es casi una odisea abrirse campo en la poética nacional, no porque el camino sea extremadamente estrecho, sino por la nulidad de permitir espacio a nuestros iguales. Además, muchos de los que cierran el camino lo hacen precisamente por su baja estatura; abrir camino a otro sería casi perecer en el acto. Por eso escogen sus prosélitos y seguidores, a los cuales van rotulando para que tomen las banderas de la creación literaria y les preserven a sus maestros un busto o una estatua en la tabla periódica de la poesía nacional.

La poesía renovada y rupturista está emergiendo. Si bien es cierto que desde Mito empezó a vislumbrarse un panorama más alentador, hay que aceptar que después de los noventa se ve una poesía escrita a muchas voces y muchas manos, eso ya es algo; la poesía de los ochenta parecía emerger de un patrón universal e incluso se percibe una similitud en ella con los poemas traducidos al español, es como si el fenómeno de la traducción hubiese tomado partido en la percepción y lógica de nuestros escritores.

Tal vez la excelente poesía, aquella equiparable a un Seamus Heaney , a un Derek Walcott, a un Hans Magnus Enzensberger está por escribirse. No obstante, no podemos desconocer la efusión milagrosa de poetas de muchas regiones del país, regiones incluso relegadas por la fuga céntrica de las grandes capitales, como Ibagué, Popayán, Manizales, Cúcuta o Valledupar.

Aquí podemos mencionar, pese a nuestra sesgada visión de lo que se está escribiendo desde la contemporaneidad, a hombres como Flòbert Zapata, Juan Felipe Robledo, Felipe García Quintero, Jhon Jairo Junieles, Francisco Javier Gómez Campillo, Javier Cortés, Javier Bosh Fossi, Luis Eduardo Gutiérrez, Nelson Romero Guzmán, Luis Mizar Mestre. A pesar de no existir una similitud generacional -algunos de ellos nacieron antes del 60- hay una conexión de época en sus textos, pues muchos de esos escritos apenas han empezado a circular y a publicarse en las escasísimas páginas de la literatura nacional. No obstante, el camino es bastante abrupto. Por un lado, hay nula difusión de ellos en las esferas internacionales y, por el otro, la obra es conocida únicamente por los mismos poetas, es decir, que se escribe poesía para poetas y en la mayoría de las ocasiones ni siquiera los mismos poetas conocen la obra de sus contemporáneos. ¿Qué hacer al respecto? ¿Cuál la solución, máxime si las generaciones anteriores tuvieron al menos la posibilidad de los magazines culturales?

El poeta de la contemporaneidad no posee las herramientas de Piedra y Cielo, Mito, los Nadaístas o la Generación sin nombre. Existe el Internet, pero eso es un arma de doble filo; se publica mucho, pero la mayoría de lo publicado es basura. La democratización de la literatura ha generado anarquía. Esa misma anarquía genera confusión en los lectores y la popularización de la poesía conduce a una percepción caótica de ella. La desaparición de los Suplementos Culturales del Espectador y del Tiempo ha sumido en la periferia absoluta y en la insularidad a poetas que tal vez tienen la mejor disposición con su oficio y que superan con creces a toda esa mata pegachenta de "Glorias locales" que hoy por hoy forman inmisericordemente la tabla periódica de la poesía nacional.

Sin embargo, únicamente el tiempo puede decirnos cuántos de ellos sobrevivirán a la uniformidad de la poesía colombiana de los últimos tiempos y se levantarán como verdaderos aedas hacia las esferas inconmensurables de la poesía universal.

Para terminar, rueda por allí una antología de poetas nacidos después del 60 y sorprende cómo esta antología supera en número de poetas a los compilados en la antología de Poesía francesa. Realmente existe tanto poeta en Colombia? Qué es lo que impulsa a un antologista a reunir o preparar una antología de poesía?: Amistad? Folclor? Solidaridad con el que traza versos irresponsablemente sobre el papel? Ojalà la Diosa blanca pueda perdonarnos tanto atrevimiento.

 

© Winston Morales Chavarro   

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