e o m . tierra . 5 . noviembre 2001 | |||||||||||
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Los
Otros |
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We
are such stuff W. Shakespeare
La diferencia entre los muertos y los vivos no es solamente ésa,
la más obvia, la que separa un sustantivo de otro, delimitándolos
en los infranqueables territorios de los opuestos. Otra diferencia,
no menos brutal, separa al que sabe que está muerto, de quien
aún lo ignora. Sería interesante intentar desvelar cómo Amenábar se las arregla para que la revelación de esa verdad, una de las bases del argumento, se convierta en un viaje metafísico para el espectador. Con una aterrorizada protagonista, Grace, la madre austera, piadosa, estricta y desesperada que interpreta Nicole Kidman, nos enfrentamos al misterio: La casa ha de estar siempre en penumbra, y no pueden abrir una puerta si previamente no han cerrado la anterior: Tal es la regla que (creada para proteger a los fotofóbicos hijos de Grace, cuyo padre ha huído al frente) deben obedecer los tres sirvientes que también son tres mensajeros del otro mundo. Porque en Los Otros, la madre de los niños enclaustrados (como en Otra Vuelta de Tuerca, la novela de Henry James, aunque éstos no padecieran enfermedad aparente) aunque ha cometido algo peor que un suicidio, también lo desconoce, y también está loca: su locura la protege haciéndole creer que sigue viva y borrando de su memoria el paso, la transición, hasta que se produce la anagnórisis, y la epifanía. Tenemos cerca en el recuerdo la película Más allá de los sueños y también la unamuniana El arte de morir: internándonos en la "realidad" de algún personaje, penetraremos en un sueño, hasta que descubramos, junto con él, que somos soñados por otro, tal vez por un muerto. Y en Los Otros, somos convocados, junto con los demás, somos títeres movidos también por la mano de la médium ... De aquí la sensación de pavor. Pero también la reflexión: nosotros, como los protagonistas, nos movemos entre tinieblas (¿qué conocemos?) y nos alimentamos de sombras... Y , como Grace, nos aferramos desesperadamente a este lado de la realidad, que hemos de defender a toda costa. En los minutos finales del vertiginoso desenlace, se confirman nuestras últimas hipótesis, las que quedan en pie, tras haber ido desechando, a lo largo del argumento, las anteriores: que estamos viviendo dentro de Otra Vuelta de Tuerca, o que algunos personajes malvados (los tres sirvientes, incluso la hija pequeña de Grace) intentan enloquecer a una mujer neurasténica para llevarla a la destrucción o a la muerte y así lograr sus objetivos (quedar como amos y señores de la mansión, donde sirvieron una vez, hace medio siglo). Estas dos hipótesis son las primeras respuestas que suscitó en mí la película, mientras avanzaba por los nudos de la trama. La revelación final es doble: la de la madre, porque se enfrenta al hecho de haber matado a sus propios hijos (interpretados por James Bentley y Alakina Mann) y a sí misma; y la de que todos los protagonistas visibles durante el transcurso de la película "son" muertos, manifestaciones hechas visibles gracias a la médium, la espiritista de ojos velados que celebra sesiones en la misma casa, años o días después (porque el tiempo no es el mismo para los muertos) del crimen que hizo que huyeran los anteriores criados. Fionnula Flanagan, la sirvienta niñera, es la magnífica actriz irlandesa que poco a poco ayuda a desvelar el misterio e introduce la duda acerca de la lucidez o el engaño de Grace, como en Otra Vuelta de Tuerca hacía el ama de llaves. Con ella se sostienen algunos de los diálogos más insinuantes, y pasamos las páginas del pavoroso Libro de fotografías de soñadores del sueño eterno...
Lo único aparentemente cierto y firme, la mansión, con
su gran jardín, es también paisaje de ensoñación
constante, de misterio creado por la niebla, reino de fantasmas donde
lo que creemos real se revela ilusorio, y al revés, los vivos
son los muertos, y los fantasmas son los vivos. Cueva de la existencia
humana, donde tomamos por realidad las sombras que proyectan nuestras
lámparas. Y donde siempre hay alguna puerta que cerrar a lo sobrenatural,
por llamarlo de algún modo... Cabe destacar el encuentro, en
la niebla del bosque, de Grace y su marido, que tras año y medio
desaparecido en la guerra, parece haber retornado. El padre ausente,
que le confiesa: "a veces sangro", y con quien comparte una
última noche, una elipsis narrativa que el final desvelará. Nuestra forma de conocimiento no es la única: puede incluso ser ilusoria para los Otros, sean quienes sean estos Otros, los intrusos que invaden la casa, el mundo, para echarnos con la revelación de su Verdad. La revelación para el espectador, entonces, tiene otra fase más: hemos asistido -sabemos en los últimos momentos - a una sesión de espiritismo, de un mundo saltamos al otro, ni más ni menos real que el anterior, el de quienes se creen vivos, donde los fantasmas (el niño Víctor) somos nosotros. Los intrusos son los dobles: ¿Quien es más real? ¿Mi doble o yo? ¿Los vivos o los muertos? ¿Lo que fui o lo que soy? La otra trama aparente en esta película, el doble filicidio, asombra por la delicadeza y hasta la piedad con que está tratada: Grace accede, junto a la verdad, a una segunda oportunidad por la que recobra el amor de sus hijos. Por debajo, queda imaginar los pasos que la llevaron a la desesperación.
Biblio-Filmografía:
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