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Supongámonos en un escenario
medievalizado, estilo teatro filmado con Sir Lawrence Olivier interpretando
personaje de Shakespeare, pero no está el actor, y se va
a representar una obra supuestamente ambientada
en la antigua Grecia, la de los dioses. Escasean los seres humanos.
Supongamos
que "la verdad" es uno de los nombres usados para designar la (legendaria)
acción de abrir la Caja de Pandora.
Regalo
súbitamente avieso: los males , la adversidad, las enfermedades y las
plagas acechan como espíritus embrionarios y le saltan a la cara al
primer (o segundo) hombre que se acerca a Pandora, que sostiene la caja
antes de abrir la tapa, sobre el suelo, arrodillada sobre la tierra
con la caja en el suelo, mujer de gran belleza (Pandora).
Imaginemos
la gran belleza (exterior) de esa caja, o cofre.
Entre
las plagas que, al abrirse la caja, surgen: la depresión del siglo XXI,
epidémica entre los países ricos, desarrollados, occidentalizados o
japonizados. Presas de la Depresión, ricos, ricos nuestros hijos en
los hipermercados del lujo y de la abundancia: hallamos aquí los tesoros
ocultos de nuestros cuentos de hadas, por ejemplo, y los de las mil
y una noches, personajes de libros de aventuras: el tesoro de la Isla
y sus piratas, en la prosperidad fabricada en serie que se ofrece a
nuestros cinco sentidos, abierta (aunque existan los vigilantes de seguridad)
24 horas al día, todos los días del año. Nuestro tesoro capitalista.
Templos de la abundancia, nuestros supermercados y centros comerciales,
nuestro pequeño comercio interior (consumo). Y para colmo, al alcance
de las masas, que ya han vivido su revolución: tesoro que se obtiene
sólo con mirarlo, con acercarse a la cola de gente que serpentea por
estos lugares que ofrece la vida (no elegimos nacer en esta época).
Nuestra
riqueza entraña pobreza en otro extremo, y nuestra riqueza sólo es aparente,
no podemos comprar todo lo que se nos ofrece, ilusoriamente, pero tampoco
el pirata codicioso podía rellenarse los bolsillos con todas las gemas
del cofre del tesoro, porque había otros compañeros "caballeros de fortuna"
que reclamaban su derecho a compartirlo con él. Y es más, los filibusteros
del capitán Flint no tenían la inteligencia necesaria para maquinar
sobornos ni fraudes a gran escala.
Fabricados
por los esclavos del mundo, ensalivados por los pobres, embreados por
los trabajadores de Metrópolis, los productos y artículos resplandecen
en las estanterías que abarcan enormes superficies de lo sagrado.
¿La
Caja de Pandora? En nuestra época podría ser los media de la sociedad
de la desinformación, como un río de viento por el que pusiéramos rumbo
a la catástrofe, la caída de la bolsa, la depresión de nuestro bolsillo,
la huída o el hurto del tesoro. En la Isla que imaginó Stevenson, al
valiente le aguarda la horca, si ha nacido pobre. Los piratas son despojos
de la moralidad de sus señores: el tesoro es la aventura ofrecida al
niño, que no sabe de qué lado quedarse, con quién aliarse en esta exhibición
de valentía, agitándose entre la fascinación de Long John Silver (el
Mal) y la sensatez (aburrida, a la larga) del capitán Smollett o del
médico Dr. Livesay (entre las fuerzas del Bien). Repugnante, la pobreza
de los piratas ilumina su grosería, su brutalidad sin pátina de buenos
modales, con la excepción de Long John Silver, tan elegante como una
serpiente, hipócrita, bifronte, ambicioso y desesperado, con la misma
desesperación que mueve a los demás piratas ( ateos, blasfemos).
Puesto
el niño Hawkins del lado de la ley y el orden, seducido por la elegancia
(clara, rubia) del capitán Smollet, por las virtudes que encarna, tradicionalmente
nobles: lealtad al rey (Jorge), civilidad, cortesía, buenos modales,
patriotismo, administración del dinero. Uno de los rasgos que estropean
(o embellecen) la imagen de los piratas: el despilfarro, la falta de
previsión para la vejez. Sin duda estos piratas nunca pagaron tributo
a la corona, no eran contribuyentes de la hacienda pública o aristocrática,
por tanto su delito debió de ser, sobre todo, fiscal. castigado con
la horca por haber nacido, además, todos indefectiblemente, de madres
pobres, prostitutas, etc., bastardos o hijos a su vez de carne de horca:
los pobres del s. XVIII vociferan detrás de las barbas de estos caballeros
de la fortuna, que pretenden ascender en la escala social, disfrutar
de privilegios que deberían estarles vedados. Los personajes que representan
la ley y el orden se encargarán de "meterlos en cintura", a la larga,
ya que la justicia pende como espada de Damocles sobre la maldad de
la mitad de los protagonistas de esta aventura: los bucaneros. ¡No te
vayas a creer, niño Hawkins, que se puede desobedecer la ley impunemente!
Claro
que la belleza de la relectura de la Isla del Tesoro nos descubre que,
si a pesar de todo, nos atrae este texto o discurso, es tal vez por
la mirada del niño, punto narrativo, voz de la acción (vertiginosa),
Pandora con su cofre, ya que de la búsqueda del tesoro o de la caja
de Pandora emanan todas las aventuras, la vida del relato y la materia
para la rememoración del niño Hawkins convertido en hombre, materia
épica.
En
las últimas páginas, la piedad cristiana de Stevenson le hace un regalo
a los pecadores filibusteros de ficción: son abandonados en la isla,
como antes ellos mismos habían hecho con Ben Gunn. Pero se salvan de
morir en la horca. Y el archimalvado Long John Silver accede a la eternidad:
desaparece antes de llegar a Inglaterra, huye en la primera escala del
buque en el que navegan de vuelta a la patria, llevándose unos saquitos
de guineas que logró hurtar. Y, sobre el hombro, al capitán Flint, que
seguirá entonando para siempre, en las pesadillas del niño narrador,
su cantinela: "¡Piezas de a ocho! ¡Piezas de a ocho!", como promesa
de su reaparición.
Bibliografía:
STEVENSON,
Robert Louis. La Isla del Tesoro. Traducción de Fernando
Santos Fontela. Madrid: Alianza Editorial, 1997.
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Amparo
Arróspide
Es traductora y filóloga, reside en Madrid
y ha recibido varios premios literarios. Ha publicado colaboraciones
en las
importantes y prestigiosas revistas
Espéculo y The Barcelona Review. Esperamos contar con su
colaboración durante mucho tiempo.
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Datos
en el índice de autores |
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