1.
Tampoco se lee en la Internet.
Desde hace algún tiempo abundan los artículos sobre
el auge del hispanismo o sobre la presencia del español en
el mundo y en la Internet. Los diarios El País y ABC,
entre otros, y algunos medios de comunicación en la Red,
como Comunica o el sacrosanto Centro Virtual Cervantes,
han publicado abundante información relacionada y supuestamente
documentada. En general, se percibe un cierto interés por
seguir alimentando ciertos tópicos que analizaremos en otro
momento. Preferimos comentar un detalle común a todas estas
informaciones que parece pasar desapercibido, en casi todos estos
artículos se ha recomendado una página web:
Página de la Lengua Española, creada por Miguel
Ángel Monjas Llorente; se trata de una página que
fue actualizada por última vez en febrero de 1998, un proyecto
interesante y bien documentado en aquel momento, pero que, tres
años más tarde, ha quedado desfasado, la mayor parte
de sus enlaces no conducen a ninguna parte y, por tanto, carecen
de utilidad. Sin embargo, todos los medios de información
insisten en recomendar la citada página, al mismo tiempo,
pasan por alto (o por bajo) otros sitios en la Red que sí
están actualizados pero que no pertenecen a las instituciones
oficiales o a sus amistades íntimas.
Se deduce que algunos periodistas recomiendan páginas que
no han visitado, que no han investigado y que, evidentemente, no
han leído. Si estos periodistas no leen será difícil
esperar que lo haga el resto de la población.
2.
La calidad o el nombre en el arte y la literatura.
Todos los tiempos han tenido sus artistas y sus críticos.
La Historia nos proporciona un interminable listado de creadores
que murieron en el anonimato o en la miseria y hoy son estrellas
rutilantes en cualquier subasta o víctimas de todos los centenarios
posibles, organizados por instituciones que ignoran la existencia
de autores jóvenes y no tan jóvenes, pero vivos (esa
imperfección transitoria). A la vez, se ha creado otro listado,
menos conocido, de artistas y críticos famosos en vida que
ya nadie recuerda. Hay escritores que no tienen un solo premio,
en cambio, hay otros, los oficiales, que acumulan galardones año
tras año. Resulta evidente que se trata de un proceso mimético,
similar al de la página web antes citada, y no necesariamente
a la real importancia de las obras premiadas.
Uno de los libros más alabados por la crítica durante
los últimos años, Cuaderno de Nueva York de
José Hierro, acaba con un soneto poco afortunado, pero es
de José Hierro y eso bastará para incluirlo sin más
demora en cualquier antología. No entro a valorar la poesía
de José Hierro, poeta con mayúsculas aunque desigual
como la mayoría de los poetas, sino a la extendida tendencia
a afirmar sin rubor que cualquier obra de Picasso o Miró
o García Lorca es buena por la firma (en la calle se dice:
"por la cara", no sabemos de quién) y, en cambio,
si Anónimo Pérez no ha publicado en una editorial
de "prestigio" será porque no tiene calidad.
Hace pocos días se publicaba en El País una
composición mucho peor, pero firmada por otro de los poetas
oficiales más galardonados y apreciados por la crítica
del momento, representante de la llamada "poesía de
la experiencia" como si esa etiqueta sirviese para algo (conste
que se trata de un poeta que admiro profundamente y que ha escrito
poemas inolvidables). Los versos en cuestión repasan el estado
actual del "Barça", famoso club de fútbol,
y sitúan el clímax en la exaltación del "Real
Madrid", equipo favorito del poeta, ¡una monada!.
Así está el patio, no sé si "vamos a menos",
como bien comentaba Goytisolo, pero sí me parece que hay
abundancia de lectores que no leen, de editores que no asumen riesgos,
de suplementos culturales que sólo aprecian la firma de algunos
autores y apuestan siempre por el caballo ganador o lo acaban de
empujar.
Estas razones exigen a nuestra revista publicar al margen de la
fama de sus colaboradores y de los criterios oficiales de la crítica,
para permitir que el público opine libremente y que el tiempo
decida.
Para concluir, creo que estamos necesitando un cuñado funcionario,
un amante editor, un abuelo premiado, una sobrina periodista, o
unas vacaciones en Marbella o en alguna isla de moda; aunque un
señor en paro, sin gimnasio y sin rentas, como yo, tiene
difícil este tipo de recursos.
Ánimo, aquí tenéis nuestro segundo número,
el futuro es incierto, pero el presente en eom
vale la pena.
Francisco Javier Cubero