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ELEGÍA
DE ROSA
TIERRA
demolida, rosa contraria al Rosa de tu nombre, india con moños
en domingo ¿para ser llevada al cine? ¿O sólo
a la barranca, donde el río muerto mostraba un potro duro de
osamentas? ¿O realmente ibas al pueblo y allí: labios,
vestidos, y rebozos desde las rudas escenas de Jorge Negrete y María
Félix?
Yo
me recuerdo acompañándote a recoger huevos y manzanas;
a ordeñar vacas y cabras; a ver si el único castaño
tenía retoños en abril.
Tú me acostabas
Me buscabas angustiada
cuando jugaba a escondidas con el tiempo. Y un día dejé
de verte: había un camión enfrente de la hacienda para
mudarnos de piel. La ciudad esperaba. Supe a lo lejos que caíste
derramando un pavor sanguinolento, y se ignoró la causa. Todo
un muro contradictorio se volvió después mi vida propia.
Los desencantos, en otra esquina del mundo, te esperan y elogian.
Continuaremos juntos donde estás, sometida a un orden natural
de mieles y racimos. En la rosa misma que te conozcan los demás.
Hoy nada más búscame
Encuéntrame
Maduremos castañas todos los veranos.
A
IMAGEN MÍA Y SEMEJANZA
Para
Felix Báez -Jorge
Yo
soy mi propio autor. Descubrimiento
y réplica de una sola añoranza.
Lo que de mí hicieron es invento,
estallido de esta triste tardanza.
Negra
la luz, gruta el conocimiento,
cuando no acierto giros en la danza,
lejano voy, amargo el pensamiento:
desatendido, pues, en mi esperanza.
Entre
mar y ciudad, grito quién vive
el arsenal archivo de mis horas.
Sólo contesta un nudo que prohibe
al
sueño hacerse. Y la pasión se encierra
en el dominio oscuro de las moras.
Yo soy mi propio autor. Yo soy la tierra.
DE
LA CALLE EN QUE VIVO
A Enriqueta Ochoa
ALGÚN
día me ausentaré de esta calle.
Pasarán entonces ante la puerta
de mi memoria el hijo ciego y la madre
que lo llevaba integrado de nuevo
a su cuerpo, porque ella siempre fue sus ojos,
su único depósito de luz en la tierra
Volverán
los niños que arrojaron piedras
al aislamiento callado que cercaba
mi casa, y la mirada impura
con que vecinos espiaron en mi persona
a través de las horas; pero también Elena,
Lucy y Enrique, piadosas compañías
sonrientes, a calmarme la angustia;
Y Boby y El Nene, saludos de sol
en cada mañana de esenciales huesos;
el radiante padre de familia
con una bolsa de pan rumbo a su hogar
a la caída exacta del atardecer,
y la contemplación de mi ternura, rota
por el salitre innumerables veces.
Regresarán
las estaciones, la lluvia,
los ensueños entendidos de estrellas,
el viento nocturno escapando más allá
del límite marcado en los patios,
y los días hechos, elaborados
con luminosas monedas antiguas
que poéticamente yo repartía
como un verdadero patrimonio del hombre.
Y sobre todo el amor, nunca saciado,
la carencia de muchos otros instantes:
peces inaprehensibles, yéndose
desde la red de un precioso momento.
Algún
día me ausentaré de esta calle.
Caeré
Me callaré, grave, herido
de vida, por la ofrenda del canto.
Fragmento de LAS PALABRAS DE JUAN
VI
EN TI y por ti celebro el amor,
la vida de los bálsamos y las fragancias,
la vastedad de tu cuerpo
donde un incienso magnánimo
derramó brechas de activa miel.
El anzuelo más alegre y más fácil
para que me perdiera
y dejara llevar. ¿Te dije
que el aroma del tomillo
me conducía de niño a caminos de montaña
y a la embriaguez y al júbilo?
Entonces
buscaba yo rastros de conejos
y me tendía sobre la hierba
para encontrar su olor.
Con el tiempo viví tristemente.
He
disfrutado tanto tiempo que ames
la esencia del tomillo
cuando lo desgajas, verde,
entre tus dedos.
Hoy
nada más hubiese yo querido
volver a poseer tu olor.
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Jorge
Lobillo
Poeta
injustamente valorado por la crítica de México.
Nació en un lugar cercano a Xalapa en la década
del 40. Ha publicado los libros de poemas, Las migajas y los
pájaros, e Informe de la casa.
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Datos
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