e o m . aire . 3 . septiembre 2001            
                     
                       
        e o m . aire . 3 . septiembre 2001          
         

Un poema
y un fragmento
de Matar al padre

Cindy Bautista

       
                       
       

 

TESORO ENCONTRADO
ENTRE LA MULTITUD DE LA CALLE

 

Lo más importante, lo más deseable, lo más encomiable,
el modelo,
el nuestro.

Entonces las bocinas malhumoradas,
entonces el costo del mandado que la muchacha lleva,
junto a las primeras salidas, allá, en la noche,
que sus piernas firmes y morenas hallaron frente al tedio de la vida, sin darse cuenta.

La gota de sudor reluciente en la frente del hombre sentado en el café
que resbala perezosa entre sus labios gordos,
entre la mujer que espera a su lado como un vestido recién estrenado.

Las uñas sucias del niño que no están como las nuestras,
limpias.

La madre superiora que no puede echar a volar un barco
porque se quiso quedar tuerta.

Nosotras con almidón hasta el broche de nuestros pequeños pezones.
Nosotras, con nuestros buenos modales.

Reventar el espacio con pequeña aguja.
Mirar que bien esta, tan detenida.
mirarla a ella,
solitaria,
inmersa en su cabeza.

Mirarse en sus peceras con piedritas de colores,
zambullidas,
con sirenitas y castillo por donde entrar.
Mirarse en ellas mirando por el vidrio, asustadas por la distorsión de las imagenes.

mirar para ya no ser,
para no entrar
mirar para detenerse

hemos mirado; estamos mirando, mirando.

Mirar para detenerse.
he aquí como sucede que dos niñas han sido fascinadas en un día
de las dos de la tarde,
con tanto calor, por un maniquí.

 

 

Fragmento de MATAR AL PADRE

María pregunta a sus padres como es una ciudad,
si hay globos como el sol de grandes y si los dulces, allá,
no pican los dientes.
Pero sus padres no contestan y se van a la ciudad, se van de viaje,
Para bailar y beber champagne.

Yo creo que María quería un gran libro
en donde la vida fuera una estampa,
un libro donde leer todas las cosas y escribir lo que quieres ser.
Un libro donde arrancar las páginas que no te gustan.

Jugar a la vida, así, niñita, con un beso, con un abrazo,
Con un te quiero.

Abrir los muros que lento le escalaban,
Adhiriéndose a la piel.

María se vistió de blanco dándole la espalda al espejo,
al libro que quería romper,
porque nunca lo vio,
y se encerró en su casita, donde sólo ella cabía,
sin jamás abrirla.

 

I

Con la gente eres amable,
eres cándido,
pero yo no soy gente, soy yo, soy joven, y tú, un anciano,
un hombre anciano que cuando se ve al espejo, ve mi rostro
y se pregunta que hizo mal,
si no siguió los pasos indicados.
Soy tu desvelo, por eso el espejo con la mano apartas,
eres tan cruel que ni siquiera lo rompes.

En los días de mi vida, ¿por qué eres tú?.
Porque es ella, que no puso las entrañas en mi cuerpo completas,
se guardó un pedazo,
lo carga en su bolso como un cordel,
para siempre soltarme.

Momento a momento el agua que hierve,
¿no has oído el tamborileo de la tapa?.
Una decisión hay que tomarla, por los pies tomarla para que germine.
Hay que matar al padre.

Matarlo a besos como si fueran golpes.

 

IX

El padre dice que soy muy gorda y no quepo,
y yo quiero entrar.
El padre dice, el padre dice, siempre dice,
a todas horas, cuando estoy sola dice.

Ahora te enseño que estoy sucia, pues acabo de jugar,
pero abrazos no,
la camisa se mancha.
Pero ver la enciclopedia con hombres desnudos, no,
y cuando cierro los ojos para no verlo a él, al padre,
gente desnuda,
torsos libres, piernas hermosas.


El padre ha dicho, ha dicho siempre que no hay nada más perfecto
que la anatomía de un muñeco de plástico,
cuando lo acuestas cierra los ojos,
y si lo desvistes para bañarlo, no tiene sexo.
Por eso tantos juguetes, tanta ropita,
pero ya no quepo,
y yo quiero entrar.

 

XI

Yo sueño,
yo alzo mis ojos muy abiertos para saber
de las dos manos frías que mis mejillas rozan
y mis cabellos vuelven hacia atrás,
y yo sonrío padre, porque me gusta como me besa.


Yo camino padre,
y en el suelo hay piedras y tomo una y te la arrojo,
pero en tu hombro, es una hoja que del árbol cae.

Yo corro, también me caigo y me duele,
no sientes cuanto me duele,
ni ves como me sangra.
Yo río y lloro, pero no entiendes lo que soy,
pero no ves mis senos.
Tanto,
mucho, poco,
llorar para poner el agua en una vasija
y regar las plantas que tus manos secan cuando las tocas,
que tus pies pisan como un insecto en la cocina
encontrado a media noche, al prender la luz.

Yo habló, pero tú metes,
con tus palabras acariciando, mi cabeza en el horno
para que tenga interlocutor,
y no me quede sola, te preocupa esto,
tan malo es quedarse sola,
pero afuera todos abren sus bocas y tú al dibujarme,
no pusiste en mi retrato unos labios para oírlos.

No dejaste de poner en mi boca algo que no fueran tus ojos,
y no he de hablar.
No hablaré, porque intento arrancarme la lengua
Para no ser tú.

 

 

     
 

Cindy Bautista

Puerto de Veracruz, 1976.
Estudia Filosofia en la U.V. Su poesía de corte intimista sobresale y se distingue entre muchas voces de la joven poesía mexicana, poesía mexicana caracterizada en muchos casos por la enfermiza y mala imitación de Octavio Paz
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