e o m . aire . 2 . agosto 2001            
                     
                       
        e o m . aire . 2 . agosto 2001          
          Versos
sinceros

Osvaldo Julio Schiavoni

       
                       
       

 

¡ESAS BROMAS DE MAL GUSTO!

Ayer me puse a hacer una cometa.
Con cañas que corté en lo de una tía,
papel de molde que mamá tenía
y algo de maña, al fin logré mi meta.

La remontamos con mis compañeros,
nos cansamos al rato, y raudamente,
en bicicleta fuimos a la fuente
de la plaza, a ver quién llega primero.

El Bocha Vila me invitó al ratito
a pescar al arroyo unas mojarras.
¡Qué fantástico fue seguir la farra!
Con agujas armé los anzuelitos.

Luego fuimos a hacerle la pasada
en bicicleta siempre, a la rusita
ojos de Husky, bella princesita,
a quien nunca jamás le dije nada.

Tomé la leche -me chupé los dedos-
y, ya de noche, con ¡tres! huevos fritos
me fui a la cama y me llevé un librito,
y un "Más Allá" que me prestó tío Alfredo.

...

Todo esto fue ayer. Hoy de mañana,
al asomarme y ver en el espejo,
del otro lado se aparece un viejo
medio pelado, pura arruga y cana.

¡Muchachos, que eso no se hace! ¡vamos...!
¿creen que es divertido hacerme esto?
la verdad, me siento muy molesto:
devuélvanme mi espejo, y olvidamos.

 

 

ASÍ ES LA VIDA

Cuando era chico le tenía miedo,
y todo lo veía inalcanzable;
años después, sólo lo razonable
me importaba: lo demás, un bledo.

Y fui creciendo, y aprendí que a veces
la razón es de lo más inútil
para explicar lo que creemos fútil
e importa más de lo que nos parece.

Vamos ganando habilidades nuevas
a medida que el tiempo va pasando;
virtudes nuevas vamos acopiando,
y las viejas, la vida se las lleva.

Con poca maña, pero mucha saña,
y a través de experiencias inefables,
descubrí esta verdad (no muy notable):
La vida es como la mujer: extraña.

Y con la cosa aún nada entendida
voy llegando a la edad en que debiera
diferenciar otoño y primavera,
pero no tengo claro qué es la vida.

Y resumiendo, para ser sincero,
no sé cómo es la vida, pero es cierto
que, desde que nací hasta que haya muerto,
cuanto menos me ofrece... más la quiero.

 

 

LA COLINA

Le interesa subir a esa colina
porque, lo que hay detrás, no lo imagina,
y piensa que al mirar desde la altura
sabrá algo más del mundo y de su anchura.

Seguramente, al ver el horizonte
desde el punto más alto de ese monte,
entenderá las cosas que su mente
trata de comprender inútilmente.

Por eso, con esfuerzo sin medida
trepa por senda nunca recorrida,
y va haciendo camino al recorrerlo
el sacrificio enorme de ascenderlo.

Mas entre tanto que se acerca al cielo
con asombro comprueba que su anhelo
se ve frustrado por un imprevisto:
comparado con todo lo que ha visto,
es más lo que no ha visto todavía.
Justo al revés de lo que suponía,
el horizonte se ve más lejano
y nunca está al alcance de la mano.

Exactamente igual nos pasa a todos
cuando queremos escapar del lodo
de la ignorancia que nos tiene atados:
creemos aprender por todos lados
con la esperanza de salir sabiendo,
luego resulta que al ir aprendiendo
vemos cada vez más cuánto ignoramos,
y al comprobarlo nos desanimamos.

Pero a pesar de todo, es innegable
que aprender es derecho inalienable
al mismo tiempo que un deber sagrado;
suele el ignorante estar confiado
e indiferente, hasta que le llega
una fatalidad. La vida es ciega:
nos disciplina cuando le parece,
y aunque castiga cruel a quien se niega
a obedecer su ley, una y mil veces,
a quien procede bien, premia con creces.

 

 

YA SÉ...

Que pude haber hablado y quedé mudo,
y que hablé justo cuando no debía;
que a veces dije lo que no sentía
y que fui -más que un poco- testarudo.

Que critiqué sin causa a algún amigo,
que me ofendí por cosas del momento,
y que no manifesté agradecimiento,
y que al desamparado negué abrigo.

Que mis ojos pararon en lo ajeno,
y que la envidia carcomió mi pecho,
y que no quise deshacer lo hecho,
y me sentí de vanidades lleno.

Que la pereza encadenó mi mano
y que la rabia dominó mi mente,
que a mi puerta llamaron vanamente,
y que juzgué los actos de mi hermano.

Y que la gula envenenó mi cuerpo,
y el egoísmo malhirió mi alma,
que sembré desazón en vez de calma,
y fui de desacierto en desacierto.

Todo eso lo sé, bien de seguro:
y aunque mi vida pudo ser confusa,
para algunos pecados tengo excusa
mas, para otros, debo ser muy duro.

Pero algo he de decir en mi defensa:
soy, para bien o para mal, humano
y el errar no habrá sido todo en vano
porque enseña a vivir, si bien se piensa.

Por eso tengo una esperanza firme
de ser alguna vez, no ya perfecto,
sino quizás, merecedor de afecto
antes que llegue el día de morirme.

 

 

VR (Virtual Reality)

Cada vez que me pongo, en mi PC
(Raramente me da por hacer sebo)
a ver alguno de esos juegos nuevos,
me sorprendo, a pesar de que bien sé

que el ingenio del hombre es increíble,
por lo bien que ha logrado ese programa
imitar de este mundo el panorama
con sólo una "IBM compatible".

Las barreras que han ido derribando
para conseguir eso, las intuimos
los que desde hace años compartimos
el lindo oficio de andar programando.

Pero pensando bien en este asunto
he llegado al final a preguntarme
si no sería más lógico asombrarme
de la vida real en su conjunto.

Dicen que un adoquín no es otra cosa
que una nube dispersa de protones,
rodeado cada uno de electrones
girando en una danza caprichosa.

Y que cada partícula es tan chica
que no merece ser tenida en cuenta,
y que ni la mirada más atenta,
con lupa y buena luz, la identifica.

Pero... ¡que no te pegue en la cabeza
esa difusa nube de protones!,
porque, o bien te la llena de chichones,
o te la parte, y no es una agudeza.

Entonces, es la Realidad Virtual
un doble engaño cruel a los sentidos,
ya que -tal como es, siempre lo ha sido-
lo que llamamos realidad real...

¡No es tal!

 

 

Raúl Barboza

Piazzola litoral, extraña cruza
de Gershwin y zorzal, raro algoritmo;
amo del acordeón, dueño del ritmo,
mayoral de corcheas y de fusas.

Tu acordeón gime un llanto montaraz,
música pura que no da razones:
brindás el alma junto a tus canciones,
te escucho un rato y quiero oírte más.

El chamamé en tus brazos se agiganta
con los latidos de tu sangre noble:
te desgarrás en un rasguido doble,
y un sapucay lastima mi garganta.

 

 

     
 

Osvaldo Julio Schiavoni,

es argentino y es un hombre bueno; no tiene libros publicados, pero escribe con el corazón. Siento no poder incluir un buen vino para celebrar sus versos y la suerte de haberlo conocido.

 
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