Johnny
Guitar:
la
poética del cine
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"Johnny
Guitar es la
película más bonita del mundo gracias a sus
imperfecciones"
Jean
Wagner,
crítico
de cine
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La
adscripción de Johnny Guitar
al género del western es un factor que se ha ido contemplando,
con el paso del tiempo, como algo meramente circunstancial. De hecho,
una historia de pasiones arrebatadoras y de odios intensos como
ésta podría haberse ubicado en otros marcos temporales
y espaciales, cosa que habría determinado su catalogación
en un género cinematográfico distinto (tal es el caso,
por ejemplo, de Chicago, años 30
con respecto al film noir o de Rebelde
sin causa en relación al drama de la juventud
contestataria). Por lo tanto, son las convenciones de un entorno
referencial las que justifican que, en cierta manera, las películas
de Nicholas Ray sean clasificables dentro del panorama del cine
de géneros.
La esencia de la obra de Ray reside en otros elementos que son el
verdadero motivo de la definición de su personalidad creadora:
el voluntario exilio interior en que viven sus personajes, la opresiva
realidad del entorno que les rodea y la necesidad de escapar de
él. Éstos son, sin lugar a dudas, los auténticos
componentes de su estilo cinematográfico.
Johnny
Guitar se inicia con la llegada de un jinete cargado
con una guitarra a la espalda (Sterling Hayden) a un paraje asolado
por una tormenta de arena. Su destino es el salón de Vienna
(Joan Crawford), una mujer cuya actitud e indumentaria lleva
pantalones y una extraña corbata rematada alrededor del cuello
en forma de pajarita
reflejan un carácter más bien viril. El encuentro
entre ambos, presidido por la comitiva del pueblo que viene a dar
un ultimátum a Vienna para que cierre su local, es frío,
distante y extrañamente impersonal cuando se supone que Vienna
ha contratado los servicios de un músico. El pueblo acusa
falsamente a Vienna de ser la amante de Dancing Kid (Scott Brady),
jefe de una banda de forajidos que supuestamente a asaltado la diligencia.
Por el contrario, la portavoz del pueblo, Emma Small (Mercedes McCambridge),
sí está realmente enamorada de Kid y, por eso, odia
a Vienna. En este enrarecido entorno se desarrollarán las
múltiples expresiones de sentimientos, rencores y venganzas
que configuran el clima de esta película.
El inicial desconocimiento del guitarrista y su relación
con Vienna es uno de los aspectos clave para la presentación
de esta historia que se desatará con mayor agresividad y
turbulencia conforme avance el film. Por ello, Ray prefiere detenerse
a mostrarnos todo un juego de miradas y un cruce de palabras con
el propósito de introducirnos paulatinamente en el análisis
de la psicología de los dos personajes protagonistas, Johnny
el
guitarrista
y Vienna. Esta parte inicial de la película es riquísima
en matices y ambigüedades: Nicholas Ray pone todo su talento
para la exposición psicológica por medio de una sorprendente
dirección de actores y de una brillante puesta en escena,
repleta de detalles expresivos.
Una
vez que la comitiva del pueblo se marcha y Vienna se queda a solas
con Johnny, se descubre todo lo que antes tan sólo ha sido
sugerido: ambos fueron amantes en el pasado. El rencor de la separación
y la distancia los ha marcado, especialmente a ella que, para sobreponerse,
ha masculinizado su carácter. En ese momento entra en juego
la mano maestra de Philip Yordan, guionista inteligente y hábil
que coloca en boca de ambos personajes diálogos que diseccionan
y ponen de manifiesto una auténtica explosión de pasiones
y resentimientos que, en realidad, revela, mediante un procedimiento
inverso, el ansia con que aún se aman. Un diálogo
en particular ha pasado a la Historia del Cine como una de las declaraciones
de amor más intensas jamás filmadas.
Johnny: |
¿A
cuántos hombres has olvidado? |
Vienna: |
A
tantos como mujeres tú recuerdas. |
Johnny: |
¡No
te vayas! |
Vienna: |
No
me he movido. |
Johnny: |
Dime
algo agradable. |
Vienna: |
Claro.
¿Qué quieres que te diga? |
Johnny: |
Miénteme.
Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo. |
Vienna: |
Te
he esperado todos estos años. |
Johnny: |
Dime
que habrías muerto si yo no hubiese vuelto. |
Vienna: |
Habría
muerto si tú no hubieses vuelto. |
Johnny: |
Dime
que aún me quieres como yo te quiero. |
Vienna: |
Aún
te quiero como tú me quieres. |
Johnny: |
Gracias
(bebe). Muchas gracias. |
Este
extraordinario diálogo ha tenido tal repercusión que
varios cineastas lo han reproducido de nuevo dentro de sus propias
obras, como es el caso de Jean-Luc Godard en El
soldadito, André Techiné en Barocco
o Pedro Almodóvar en Mujeres al
borde de un ataque de nervios.
Han pasado muchos años desde que Johnny y Vienna se separaron.
Cada cual ha tratado de olvidar al otro con todas sus fuerzas, negándose
a aceptar que el destino pudiese volver a unirles tarde o temprano.
Por la vida de Vienna han pasado muchos otros hombres y Johnny también
ha tratado de encontrar a Vienna en otras mujeres, pero a ninguno
de los dos les ha servido de consuelo este amargo sustituto. Por
mucho que lo nieguen, se aman tanto como años atrás,
pero el orgullo y el rencor les impiden ser sinceros. El único
modo que tienen de dejar entrever sus auténticos sentimientos
es a través de mentiras que delatan un amor que son incapaces
de afrontar abiertamente. La sumisión amorosa de Vienna la
lleva a repetir todas las declaraciones que Johnny le pide solícito.
Y, mientras tanto, él bebe para intentar olvidar todo ese
tiempo que han permanecido separados.
En esta antológica secuencia, Vienna ha cambiado sus masculinas
ropas por un camisón de dormir, detalle que resulta importante
porque, a lo largo de film, cada uno de sus vestidos manifiesta
externamente el estado interior del personaje. Tras esta secuencia,
que concluye con la reconciliación de la pareja, ella volverá
a vestir faldas y dejará a un lado su ruda actitud hacia
los hombres.
El
otro gran componente de Johnny Guitar
es el tratamiento del color. Ray procuró, como también
haría en sus posteriores grandes films (Más
poderoso que la vida, Muerte
en los pantanos y los citados anteriormente), que la
intensidad de los colores fuese un elemento que transmitiese los
estados anímicos y los sentimientos con la misma fuerza que
lo hacían los propios diálogos. Por ello, empleo colores
muy vivos e intensos y una iluminación adecuada para cada
escena, recurriendo, por ejemplo, a la utilización del claroscuro
en la citada secuencia de la reconciliación o en la del intento
de linchamiento de Vienna.
Como se ha podido observar a lo largo de esta exposición,
lo que predomina en el cine de Nicholas Ray no es el propósito
de cultivar géneros concretos (como el western, en
este caso), sino la voluntad de crear una poética en torno
a sus historias. Todas ellas rebosan un singular lirismo, una poesía
que trata de conmover al espectador sin caer jamás en fáciles
concesiones melodramáticas. En la obra de Ray se pone de
manifiesto un gran respeto en el modo de tratar al público,
a quien se le invita a analizar la fuerza y el contenido de las
imágenes y lo que éstas transmiten, siempre con una
gran voluntad de captar el espíritu crítico y analista
del espectador.
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Lamentablemente,
la industria hollywoodiense muy pocas veces comprendió
las intenciones de Ray, que se vio forzado a trabajar en ocasiones
bajo la penuria económica de las producciones de serie
B. Johnny Guitar fue uno
de esos casos. Sin embargo, pese a los obstáculos que
le conllevó trabajar en esas condiciones escasos
medios, tiempo de rodaje extremadamente limitado, reducida distribución
de las películas,
Ray supo hacer frente a todas estas adversidades y realizar
una de las obras más admiradas por los amantes de la
poética del cine. |
©
Carlos
Giménez Soria
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