14
septiembre 2002

 

Carlos
Giménez

  Soria


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Johnny Guitar:  
 
la poética del cine
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14
septiembre 2002

Carlos
Giménez

   
Soria


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Johnny Guitar:
    la poética del cine

"Johnny Guitar es la película más bonita del mundo gracias a sus imperfecciones"

Jean Wagner,
crítico de cine

 

La adscripción de Johnny Guitar al género del western es un factor que se ha ido contemplando, con el paso del tiempo, como algo meramente circunstancial. De hecho, una historia de pasiones arrebatadoras y de odios intensos como ésta podría haberse ubicado en otros marcos temporales y espaciales, cosa que habría determinado su catalogación en un género cinematográfico distinto (tal es el caso, por ejemplo, de Chicago, años 30 con respecto al film noir o de Rebelde sin causa en relación al drama de la juventud contestataria). Por lo tanto, son las convenciones de un entorno referencial las que justifican que, en cierta manera, las películas de Nicholas Ray sean clasificables dentro del panorama del cine de géneros.

La esencia de la obra de Ray reside en otros elementos que son el verdadero motivo de la definición de su personalidad creadora: el voluntario exilio interior en que viven sus personajes, la opresiva realidad del entorno que les rodea y la necesidad de escapar de él. Éstos son, sin lugar a dudas, los auténticos componentes de su estilo cinematográfico.

Johnny Guitar se inicia con la llegada de un jinete cargado con una guitarra a la espalda (Sterling Hayden) a un paraje asolado por una tormenta de arena. Su destino es el salón de Vienna (Joan Crawford), una mujer cuya actitud e indumentaria —lleva pantalones y una extraña corbata rematada alrededor del cuello en forma de pajarita reflejan un carácter más bien viril. El encuentro entre ambos, presidido por la comitiva del pueblo que viene a dar un ultimátum a Vienna para que cierre su local, es frío, distante y extrañamente impersonal cuando se supone que Vienna ha contratado los servicios de un músico. El pueblo acusa falsamente a Vienna de ser la amante de Dancing Kid (Scott Brady), jefe de una banda de forajidos que supuestamente a asaltado la diligencia. Por el contrario, la portavoz del pueblo, Emma Small (Mercedes McCambridge), sí está realmente enamorada de Kid y, por eso, odia a Vienna. En este enrarecido entorno se desarrollarán las múltiples expresiones de sentimientos, rencores y venganzas que configuran el clima de esta película.

El inicial desconocimiento del guitarrista y su relación con Vienna es uno de los aspectos clave para la presentación de esta historia que se desatará con mayor agresividad y turbulencia conforme avance el film. Por ello, Ray prefiere detenerse a mostrarnos todo un juego de miradas y un cruce de palabras con el propósito de introducirnos paulatinamente en el análisis de la psicología de los dos personajes protagonistas, Johnny el guitarrista y Vienna. Esta parte inicial de la película es riquísima en matices y ambigüedades: Nicholas Ray pone todo su talento para la exposición psicológica por medio de una sorprendente dirección de actores y de una brillante puesta en escena, repleta de detalles expresivos.

Una vez que la comitiva del pueblo se marcha y Vienna se queda a solas con Johnny, se descubre todo lo que antes tan sólo ha sido sugerido: ambos fueron amantes en el pasado. El rencor de la separación y la distancia los ha marcado, especialmente a ella que, para sobreponerse, ha masculinizado su carácter. En ese momento entra en juego la mano maestra de Philip Yordan, guionista inteligente y hábil que coloca en boca de ambos personajes diálogos que diseccionan y ponen de manifiesto una auténtica explosión de pasiones y resentimientos que, en realidad, revela, mediante un procedimiento inverso, el ansia con que aún se aman. Un diálogo en particular ha pasado a la Historia del Cine como una de las declaraciones de amor más intensas jamás filmadas.

Johnny: ¿A cuántos hombres has olvidado?
Vienna: A tantos como mujeres tú recuerdas.
Johnny: ¡No te vayas!
Vienna: No me he movido.
Johnny: Dime algo agradable.
Vienna: Claro. ¿Qué quieres que te diga?
Johnny: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
Vienna: Te he esperado todos estos años.
Johnny: Dime que habrías muerto si yo no hubiese vuelto.
Vienna: Habría muerto si tú no hubieses vuelto.
Johnny: Dime que aún me quieres como yo te quiero.
Vienna: Aún te quiero como tú me quieres.
Johnny: Gracias (bebe). Muchas gracias.

Este extraordinario diálogo ha tenido tal repercusión que varios cineastas lo han reproducido de nuevo dentro de sus propias obras, como es el caso de Jean-Luc Godard en El soldadito, André Techiné en Barocco o Pedro Almodóvar en Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Han pasado muchos años desde que Johnny y Vienna se separaron. Cada cual ha tratado de olvidar al otro con todas sus fuerzas, negándose a aceptar que el destino pudiese volver a unirles tarde o temprano. Por la vida de Vienna han pasado muchos otros hombres y Johnny también ha tratado de encontrar a Vienna en otras mujeres, pero a ninguno de los dos les ha servido de consuelo este amargo sustituto. Por mucho que lo nieguen, se aman tanto como años atrás, pero el orgullo y el rencor les impiden ser sinceros. El único modo que tienen de dejar entrever sus auténticos sentimientos es a través de mentiras que delatan un amor que son incapaces de afrontar abiertamente. La sumisión amorosa de Vienna la lleva a repetir todas las declaraciones que Johnny le pide solícito. Y, mientras tanto, él bebe para intentar olvidar todo ese tiempo que han permanecido separados.

En esta antológica secuencia, Vienna ha cambiado sus masculinas ropas por un camisón de dormir, detalle que resulta importante porque, a lo largo de film, cada uno de sus vestidos manifiesta externamente el estado interior del personaje. Tras esta secuencia, que concluye con la reconciliación de la pareja, ella volverá a vestir faldas y dejará a un lado su ruda actitud hacia los hombres.

El otro gran componente de Johnny Guitar es el tratamiento del color. Ray procuró, como también haría en sus posteriores grandes films (Más poderoso que la vida, Muerte en los pantanos y los citados anteriormente), que la intensidad de los colores fuese un elemento que transmitiese los estados anímicos y los sentimientos con la misma fuerza que lo hacían los propios diálogos. Por ello, empleo colores muy vivos e intensos y una iluminación adecuada para cada escena, recurriendo, por ejemplo, a la utilización del claroscuro en la citada secuencia de la reconciliación o en la del intento de linchamiento de Vienna.

Como se ha podido observar a lo largo de esta exposición, lo que predomina en el cine de Nicholas Ray no es el propósito de cultivar géneros concretos (como el western, en este caso), sino la voluntad de crear una poética en torno a sus historias. Todas ellas rebosan un singular lirismo, una poesía que trata de conmover al espectador sin caer jamás en fáciles concesiones melodramáticas. En la obra de Ray se pone de manifiesto un gran respeto en el modo de tratar al público, a quien se le invita a analizar la fuerza y el contenido de las imágenes y lo que éstas transmiten, siempre con una gran voluntad de captar el espíritu crítico y analista del espectador.

Nicholas Ray Lamentablemente, la industria hollywoodiense muy pocas veces comprendió las intenciones de Ray, que se vio forzado a trabajar en ocasiones bajo la penuria económica de las producciones de serie B. Johnny Guitar fue uno de esos casos. Sin embargo, pese a los obstáculos que le conllevó trabajar en esas condiciones escasos medios, tiempo de rodaje extremadamente limitado, reducida distribución de las películas, Ray supo hacer frente a todas estas adversidades y realizar una de las obras más admiradas por los amantes de la poética del cine.

 

© Carlos Giménez Soria

 

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