(Mi
más profundo agradecimiento a la persona concreta que haya
conseguido presentar esta exposición en Madrid, en el marco
de PHE02, para gozo mío...)
106
perlas cuadradas, fugaces
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Quiero
(eternamente) regresar al espacio donde Francesca Woodman se
asoma a través de pequeñas y mágicas ventanas
de como mucho 15x15, se asoma, permanece...
Perfectos
cuadrados de exquisita plata sin título, sólo
un lugar, sólo una fecha...
...
Puro placer visual, su silencio, en el Cuartel del Conde Duque:
ningún catálogo, ningún medio de reproducción
logra transmitir el hechizo de sus positivados... Se exagera
con el tamaño, no se respeta el secreto, el murmullo
suave pero tenaz de su hacer...
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La
piel de Francesca es pequeña, íntima y poderosa...
Ella lo sabía con exactitud. Por eso es necesario ir
y ver justo lo que ella quería.
Exactamente
supo a los 13 años autoretratarse... Hablé con
George y Betty Woodman, (él pintor, ella ceramista),
y les pregunté acerca de esa extraordinaria lucicez.
Me describieron una infancia en la que su hija jugaba con
amigos suyos artistas, y veranos en Grecia, Italia...
Después
de visitar nuestro museo del Prado, la pequeña Francesca
de 7 años no cesó de dibujar muñecas
a las que les añadía una falda rectangular...
...
necesario ir y ver justo lo que ella quería, penetrar
en su misteriosa danza con las cosas... Betty me mostró
algunas páginas de su diario. Indicaba con rigurosidad
qué elementos, en qué plano... La espontaneidad
de sus imágenes es sólo aparente...
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Una
tarde una gran caracola susurró a Francesca que debía
figurar en una foto en la que ella se cubriera, descubriera,
con papel de pared, escucha el murmullo del mar, la transparencia
del cristal, el tacto del barro, alcanza la sabiduría
del árbol y cubre tus manos con sus guantes...
Y
un espejo es la mujer, lugar en el que el hombre se descubre...
Charlie es su modelo, exhibe su brutal carnalidad desnuda,
siento casi horror cuando advierto la cercanía del
cuerpo de Francesca... Pero ella parece estar tan segura...
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la fugacidad de su rostro, sólo aparente. Leo y releo
que ella lo escondía: No. Ella sencillamente sabe cuándo
mostrarlo, en qué momento-rincón exacto. (106
perlas...).
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Leo
y releo sobre su evanescer, creo que su inasibilidad sucede
justo en este momento en el que alguien, con honestidad, tiene
algún tipo de razón para escribir sobre ella.
(La mía: id a la exposición y descubrid por vosotros...).
Creo que Francesca trabaja con realidades invisibles, pero sabiendo
que ella no era invisible: dejaba rastros.
En
encuadres imposibles descubre la sombra de su cuerpo sobre
el suelo, la pared... (Cuando salgais de la exposición
mirad paredes, interpretad los signos de lo callado). Tras
una esquina una flor blanca se descubre mientras ella cubre
su pubis con la mano... Habita la luz al borde de la sombra
de habitaciones abandonadas por el tiempo en la ciudad, bajo
la sombra de bosques olvidados por el ojo...
Sí,
eso es... Deja rastros en el lugar del no-tiempo...
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Desnuda,
sabia, poderosa en el no-tiempo: se le ven sus pies bajo la
sábana, en una urna de cristal su cuerpo quiere trascender,
un cuello de piel de zorro colgado de una cuerda sorprende a
su cuerpo, pellizca su piel con pinzas, inquieta encubre-descubre
y seduce... Seduce... Inquieta...
Francamente
no comprendo cómo aún pueden existir los estafadores,
los asesinos del Arte... por su incuestionable lenguaje, la
madurez, especificidad, constancia y coherencia interna. Francesca
rescata al Vacío, escribe sobre hoja en blanco, crea
simbología nueva... Ni siquiera especula... Todo son
hallazgos, (perfectos cuadrados), encuentros...
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Quiero
regresar eternamente al espacio de las 106 perlas. Porque ella rescata
a la Fotografía de lo anecdótico, (exactitud), necesariamente
escritura de luz, cuando es Enigma.
©
Calenco
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