8
febrero
2002
Gil
de
Saro
y
Antoni
Cortadella
Datos en el
índice de autores 
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Una historia
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no
explicada
imágenes: Antoni Cortadella
texto: Justo Gil de Saro
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No
voy a negar que es muy fácil revolcarse por el lodo,
sólo hay que dejarse caer en la ciénaga viscosa,
pero es curioso contemplar como se aúnan las circunstancias
para facilitar ese descenso a la herrumbre del alma:
te
embarga una sensación de tristeza, de dolor, de desánimo,
y entonces llueve; llueve con insistente levedad, pero parece
lluvia desbocada. El cielo adopta esa imagen pesada que tiene
el color amordazado por la ausencia de luz y, como la boca abierta
de una gárgola, un caño roto deja caer, como un
torrente, el agua desalojada del terrado, que cae a peso sobre
el tejadillo del patio de luz.
Este
edificio era un silencio absoluto hace unas horas, cuando la
noche aún significaba sueño para casi todos, pero
no para mí, despierto, desvelado y silencioso. Ahora
el agua golpea, en el tejado, la soledad oscura de algunos momentos
de mi vida.
No
voy a negar que es fácil olvidar, interesadamente, los
buenos momentos, aunque todos sabemos que hay un tiempo para
cada cosa y que lo bueno es apreciable en tanto que hemos aprendido
a padecer lo malo. Siempre acaba haciendo presencia el maniqueísmo
más simplista, puesto que necesitamos modelos claramente
distinguibles. Ahora soy un deshecho donde antes fui dios y,
sin embargo, ni entonces había motivos razonables para
la divinidad ni ahora debe haberlos para la miseria.

Pero
estoy triste y lloro escondido tras el ruido del agua que no
cesa.
Lloro
como un niño, más por la sorpresa que por el daño,
más por el miedo que por la herida. Después, la
herida dolerá más allá de aquel vago momento
en el que cicatrice, pero ya no tendrá esas lágrimas
sinceras, sino que será elaborada mentalmente, tal vez
intelectualizada, y se tornará distante, casi ajena.
Ahora es el momento de enfrentarse a la desdicha de una cama
vacía y un horizonte incierto y de lavar las sábanas
para arrancarles una historia concluida y no explicada.
©
Antoni
Cortadella y Justo Gil de Saro
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