Poemas
***
Mi madre
gorda cuando duerme parece una ballena encallada en la playa. Entonces
río, y mis ojos que la miran desde el sueño, se vuelven
agua de su océano y mis manos arena de la orilla.
Mientras
duerme pienso si la vida se entrega a la tierra como las ballenas,
y si en vano ahora intento mover su cuerpo hacia las aguas que no
quiere más visitar
***
Mi casa,
como el desierto, no tiene techo ni puerta, sólo boca.
Mi casa,
como la piedra, no posee vigas ni cimientos, sólo una mano
empuñada la sostiene.
Esta
casa la he construido quitando ladrillos y entregando mis huesos
al vacío que resta.
La casa
es oscura como mi voz en sus corredores.
Vivo
en la casa que camino, la que acecho y me persigue como el gusano
tras la carne enferma.
A cada
grito se levanta; con cada silencio la destruyo
***
Poco
a poco el silencio ha ido llenando mi alma de ruidos, con pisadas
temerosas como de fiera perseguida por el temblor del corazón
que afila su cuchillo.
Es la
ciega voz que mantiene abiertos mis ojos.
Y -entre
mí- pienso en el otro cielo que afuera de la casa me espera:
mi cielo, el que inventa la lluvia en un rincón de la calle.
Un cielo
de aguas podridas. De ahogada luna turbia, salvada del lodo por
la mano del sueño.
Cielo
mío de aguas podridas, sólo en tu carne brillan mis
dientes caídos.
Cielo
repentino de orín de invierno, ven a llenar con tu cuerpo
mis manos vacías de ciego sin tacto. Cielo mío de
pájaro sin cielo. Cielo de agua de vientre.
Cielo
mío, hondo como la piedra
***
Viajo
en un tren de veintiún vagones conducido por todos mis muertos.
Miro a través del cristal roto de la ventana una batalla
de mariposas mutiladas por el cielo quemado de mis cinco años.
Converso
con los árboles de la intemperie que desaparecen en mis ojos;
los que no tienen camino, con los pájaros que son ya recuerdos
del viento.
Yo tampoco
sé que tierra es ésta
***
Los
pájaros clavan sus picos en mi carne.
Sobre
mis palmas reposan. Beben el agua de mis ojos y mi lengua calla.
La dicha de ser su alimento no me alcanza.
Otra
será mi gloria, no los cielos.
***
evito
las palabras. A cada palabra evito las palabras.
Con
cada paso. Cuando escribo no quiero usarlas, no quiero tocarlas
cuando hablo.
Escribo
para dejar de escribir:
***
traes
un poco de pan y algo de vino para alimentar la vigilia en la noche
de tu alma.
Al fondo
de tus ojos miras las manos que ofrendaron sus huesos para construir
la casa y llenarla de palabras.
Mientras,
la escritura en la oscuridad crece con el parpadeo de las llamas,
tu corazón calla; su temblor cesa de latir.
De pronto
ya nadie existe.
Estamos
solos y sólo en ella piensas. Te entregas al vino de la risa
y al pan del silencio, y a tus recuerdos: estos pensamientos que
inflaman tu lengua y arden como las palabras que te consumen.
Y quieres
morir, y para eso escribes:
***
uno
cree en la escritura. Que la escritura es aire, y basta.
Mas
el lenguaje habita la intemperie de la casa, persiste en la humana
gravedad.
Porque
escribir es cargar con la procesión de tu vida, con los enseres
que no caben en otro rincón que no sean los días,
que uno tras otro son la nada.
Porque
la muerte es irse y ya.
Y es
la voluntad del amor el morir.
Sí,
el amor del morir, la única escritura:
***
recuerda,
alma mía, que vamos a morir.
Será
bajo la lluvia discursiva que traen los recuerdos, la que anuda
las manos a la escritura.
Sin
queja moriremos. Esta será la noche y no habrá otro
lecho para morir, porque la muerte es la hierba del deseo que se
alimenta con el cuerpo.
(y la
luna en el cielo miro: caballo que inmóvil se desboca)
Recuerda
que más tarde, vendrá la hoz y seremos uno en las
manos del pastor nocturno:
***
tal
vez, y por su fin, estas palabras digan algo.
Lejos
ya del mundo y de la mano que las traza, pueda estar el camino.
Quizá,
alguna tarde de otro cielo, estas palabras se levanten y vayan por
ahí en paz y sin nombre entre el polvo nuevo.
Tal
vez, porque no al fin, por su fin, estas palabras digan algo, no
pidan nada:
***
la
nada toca mi mano con su voz
expulsa el aire del paisaje
cuando levanto la mirada del polvo para preguntar
¿quién
vive?
¿soy
yo alrededor sin mí?
la
nada toca con su mano mi voz
escucho así las nubes dispersar mis pensamientos sobre la
piedra
formas del silencio escrito por un cielo roto de preguntas
soy
yo me digo para esconder el miedo afuera
donde
oculto de mí vigilo la sombra espiar mi voz
***
no
digo aquí el día, allá la noche
el sueño o la realidad
no
digo aquí el río dentro, allá el agua en la
piedra vacía
ni en mi mano por mi boca el mundo
digo
la noche sueña el día en que despierta la realidad
es desvelo, cuando el origen del río es la piedra
profunda
sombra, viento detenido la piedra
así
juntos por última vez en la herida del comienzo que perdimos
al tomar las palabras y entregar más palabras sin mundo al
mundo de palabras, una seguida de otra como el rosario en la oración
de mano en mano la vida hasta saltar al abismo de la duda
en
la descosida realidad tejida por una mano ciega como una colcha
de retazos que nos cubre la desnudez y el hambre del corazón
y
para esto hizo el hombre al lenguaje humano
para
desatar los paisajes
en la mirada del pensamiento
para no andar solos. Más el hombre menos en la suma del mundo
que
resta la realidad como el hilo roto de la escritura hace de la colcha
remiendo de su horror
yo
no digo yo
solo recojo mis pedazos del lenguaje para el todo silencio al fin
juntar
***
¿quién
en la voz
distingue luz de tinieblas?
¿quién
puede decir vivo, en la voz, quién al callar muero?
¿quién
el silencio, cuál en nosotros el habla?
hora
del ayer:
mañana de un antes del somos solos juntos única sombra
¿quién
la alegría de su sangre ofrece?
¿quién
en llanto bebe su vino?
***
riego
mis ojos con saliva
para darme de beber de esa agua que ya no tengo
la voz que ya no soy en la mirada que me abandona
el
animal del pensamiento en la luz hiere
toco
con mi lengua las manos
y me inclino ante mi sombra
que me sostiene entre las piedras
el
polvo de ser un nombre
¿Me
llamo? ¿Me oiría si gritase adentro de mí?
si
me persigo en mi voz que no alcanzo a decir obediente a la costumbre
del silencio como el perro en torno
***
¿puede
una mano enterrar el aire que la sostiene?
¿puede
el aire ser sepultado en un puño de tierra junto al pecho
como un gesto natural del habla?
¿puede esa mano ser aire para luchar contra lo invisible?
¿puede
lo invisible del mundo ser visto por el lenguaje como el cuerpo
en su sombra?
es
el alto destino de caer
***
así
el amor nos quite los dientes, y en el polvo temblando la furia
nada sean para el mundo su escritura
triste
delirio donde ya no estamos
de
todo cuanto dijimos sólo queremos ser lo que se aleja roto
entre las manos por el aire
y
si por el amor perdimos los dientes, pudiéramos en el grito
amar el silencio, si ahora la risa queda
***
pobre
rabia mía, poco eres para encender el canto
tu
llama no alumbra los ojos ciegos que miran todo en su calma arder
pobre
rabia mía, leño de mis ramas con que palpo el aire
vacío
apenas
un bastón para la noche cruzar y el manto de la voz a oscuras
queda
***
(resulta
natural, y así acontece, que en un instante perdamos el camino,
y la vida escrita sea extraña a ese modo ahora antiguo de
respirar. Aunque el aire es invisible a nuestras manos, algo hace
en la voz que su fuerza espere con mayor paciencia. Si la dicha
estalla y reímos en el extravío, no habremos perdido
la luz ni el horizonte. Basta con vivir dibujando el aire que nos
abandona, el hálito de un cuerpo cansado de su sombra en
la muerte. Y si esa luz no alcanza, de la oscuridad será
la mano que abra su palma para beber el amor y tocar en el fondo
de ese silencio la superficie del nombre donde las palabras a otro
cuerpo se unen como las ramas en el viento al cielo)
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