En el espejo se embellece la mirada
salida de una marea de bocas
en los bordes del renunciamiento.
Los aleros de otro psalmo
guardarían el celocísimo cuchillo
que donas como un pan de jazmines.
Qué ondulada tierra para la enajenación
esta rabiosa piel de máscara en solsticio.
Preeminencias de un jardín.
Ventanas a punto de abrirse por el sueño.
¿Será una epifanía
esta casa donde moran los juguetes?
Alamos de sangre, rueca cenicienta:
¿Tan solamente el ardor
subiendo por los patios de mi desconsuelo?
Vi desfilar las sábanas de frío
como olvidadas tumbas
bajo la lluvia filosa, bajo las madrigueras,
desfondadas en los aserraderos
de un continente de indómita memoria.
El taumaturgo es desposeído por la tempestad.
La herida tienta.
La araña incuba un huevo dorado.
¿De qué mutaciones surjo todavía?
¿En qué gramillas de infierno reposaste
la tenue desnudez de la madera?
¿Probaste el vinagre amargo y los colmillos,
estas zarzas diminutas, los escombros fatales?
Hay puertas para el corazón del hombre.
Allí, detrás del humo
donde labras tu pasión por el fuego.