13
julio - agosto 2002

 

Felipe
Benítez
Reyes

 

 

De Los vanos mundos:
Advertencia

De Sombras particulares:
Noche de San Juan

De El equipaje abierto:
La condena
Kasida y rondó
Nube de nada

De Escaparate de venenos:
La noche
París, librerías de viejo
La flecha del tiempo

poemas
seleccionados por el propio autor
eom
Volver a Aire

 

 

 

 

 

 

 

13
julio - agosto 2002

Felipe
Benítez
Reyes


eom
Volver a Aire

De Los vanos mundos

 

ADVERTENCIA


Si alguna vez sufres —y lo harás

por alguien que te amó y que te abandona,
no le guardes rencor ni le perdones:
deforma su memoria el rencoroso
y en amor el perdón es sólo una palabra
que no se aviene nunca a un sentimiento.
Soporta tu dolor en soledad,
porque el merecimiento aun de la adversidad mayor
está justificado si fuiste
desleal a tu conciencia, no apostando
sólo por el amor que te entregaba
su esplendor inocente, sus intocados mundos.

Así que cuando sufras y lo harás
por alguien que te amó, procura siempre
acusarte a ti mismo de su olvido
porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato.
Y aprende que la vida tiene un precio
que no puedes pagar continuamente.
Y aprende dignidad en tu derrota,
agradeciendo a quien te quiso
el regalo fugaz de su hermosura.

 

© Felipe Benítez Reyes  

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13
julio - agosto 2002

Felipe
Benítez
Reyes


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De Sombras particulares

 

NOCHE DE SAN JUAN


Qué secreta y hermosa
es la noche festiva para aquel
que no tiene pasado: un tiempo frío
dentro del corazón.
                                        Qué exacta noche
de fuego y juventud.
                                        Qué diferente
ya de cuando éramos
aquellos que en la sombra
furtivos se besaban y reían.

Las muchachas se obsequian como entonces
y los amigos beben en una copa igual
a la que ya apuramos cuando fuimos
como estos que ahora se adueñan de la vida.

 

© Felipe Benítez Reyes  

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13
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Felipe
Benítez
Reyes


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De El equipaje abierto

 

LA CONDENA


El que posee el oro añora el barro.
El dueño de la luz forja tinieblas.
El que adora a su dios teme a su dios.
El que no tiene dios tiembla en la noche.

Quien encontró el amor no lo buscaba.
Quien lo busca se encuentra con su sombra.
Quien trazó laberintos pide una rosa blanca.
El dueño de la rosa sueña con laberintos.

Aquel que halló el lugar piensa en marcharse.
El que no lo halló nunca
es desdichado.
Aquel que cifró el mundo con palabras
desprecia las palabras.
Quien busca las palabras que lo cifren
halla sólo palabras.

Nunca la posesión está cumplida.
Errático el deseo, el pensamiento.
Todo lo que se tiene es una niebla
y las vidas ajenas son la vida.

Nuestros tesoros son tesoros falsos.

Y somos los ladrones de tesoros.

 

 

© Felipe Benítez Reyes  

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13
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Felipe
Benítez
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De El equipaje abierto

 

KASIDA Y RONDÓ


Las ciudades sin ti no las recuerdo

Son las flores cerradas del mundo

Las ciudades sin ti no tienen nombre

Las ciudades sin ti no las recuerdo

La noche solitaria que parece

Tan sólo una tiniebla vagabunda

La noche en que no estás tiembla mi noche

Si el vacío me mira con tus ojos

Vale más el vacío que la vida

Si me mira el vacío con tus ojos

La noche en soledad corrompe sueños

La noche en que no estás tiembla mi noche

 

 

© Felipe Benítez Reyes  

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13
julio - agosto 2002

Felipe
Benítez
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De El equipaje abierto

 

NUBE DE NADA


Hay un lugar en que la vida tiembla
ante el viento y la noche
igual que un pensamiento equivocado.
Un lugar de cristal que alguien ha roto
y en que ya no andará descalza la inocencia.
Un lugar en que flota
el cadáver de un niño ahogado en un mar de relojes
que giran con el dolor de los juguetes averiados.
Y ese mar suena a orquesta de difuntos que interpreta
las partituras indescifrables del tiempo.
Y hay un baile de espectros incesantes,
y sus rostros son los mismos de aquellos
que andaban por la casa, que hablaban de viajes y países,
que traían regalos de ultramar,
                                                    cuando tenía
antifaces la vida, y era la dama loca
que se abría como una flor de nieve
cada día en los ojos
que miraban asombrados los naufragios
de los buques fantasmas,
el vuelo de las cometas en la playa errabundas
y la fugacidad
de los castillos de pólvora, al final de los veranos eternos,
cuando se desgarraban los toldos por el viento y volaban
por las calles vacías los sombreros perdidos,
plumas de gaviotas y arenisca, los jirones
de carteles de cines y de circos
que traían el silbido de las balas,
la furia de las fieras
y los ojos vendados del lanzador de cuchillos
ante la ruleta de la muerte.
Hay un lugar en que aún suenan
los broncos abordajes de piratas a los barcos británicos,
el rugido de tigres de Bengala
y la sonrisa rota
de los magos de Holanda y de Turquía.
Hay en ese lugar
imágenes borrosas de mujeres
en cuartos de hotel, en asientos
traseros de unos coches furtivos, parados en los bosques
como brillantes amuletos de juventud;
imágenes borrosas de mujeres
en alcobas prestadas, en pasillos
de edificios que tienen
la condición de laberintos recordados.
Hay un lugar en que recorren
las sierpes del rencor la arena blanca.
Hay un lugar en que todo está dicho
y todo está perdido.
Y ese lugar
apréndelo es tu corazón.

 

© Felipe Benítez Reyes  

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13
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Felipe
Benítez
Reyes


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De Escaparate de venenos

 

LA NOCHE


Todos hemos llegado, a esta hora,
al final indistinto de otro día.

Igual que las columnas de los templos turísticos,
igual que las antenas
que cubren la ciudad, permanecemos
de frente ante la noche,
fatigados de luz y de trabajo.

Alguno se dispone a la lectura
de una nueva novela o de unos versos
de geométricas metáforas
y algún otro recorre el laberinto
de intriga y de ambición que es nuestra Historia
en alguna costosa enciclopedia
ilustrada con gráficos y fotos
de holocaustos modernos.

En la penumbra tersa y repentina,
habrá quien se apresure a celebrar
el espejismo frágil de otro cuerpo
conmovido y hierático,
desnudo como el agua,
que el tiempo arañará con garra firme.

Alguien escribirá una carta inútil,
traicionada sin duda
por esos enemigos poderosos
de la expresividad: los adjetivos
que intentan transmitir la esencia íntegra
del dolor verdadero.

Alguno invocará su paz con ansiolíticos
y algún otro será
el solitario alquimista del sexo de los ángeles
en la galaxia virtual de las cabinas porno,
absorto y sorprendido como un niño.

Alguien colocará explosivos redentores
en nombre de una raza y su bandera
y algún otro abrirá la puerta helada
del infierno acordado con él mismo.

En esquemáticos apartamentos de alquiler,
hay quien hace reír y quien llorar
a seres temerosos que miran las estrellas
o las luces en línea de aeropuertos lejanos.

Alguno sueña ya con los piratas
heroicos y feroces de una infancia inmortal
y muchos tejerán las pesadillas
barrocas que conciben los adultos
con visionarios fallos de guión.

Todos hemos llegado al final de otro día.

Y cada cual se dispone a proseguir
su más secreto rumbo
por el túnel salvaje de la noche.

 

© Felipe Benítez Reyes  

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13
julio - agosto 2002

Felipe
Benítez
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De Escaparate de venenos

 

PARÍS, LIBRERÍAS DE VIEJO


Mientras huelo la rosa de papel,
marchita y amarilla, de Ronsard,
alguien clava una aguja
en los ojos dormidos que navegan
por el mar ondulante del somnífero
que han vertido en su copa.

Mientras toco el cristal esmerilado
de un verso ornamental de Mallarmé
alguien está
elevando el andamio de tu incierta ventura
al romper un papel o al perder una llave.

Jardines del Luxemburgo, cuando os cruzo aterido
y paso ante la estatua de Verlaine,
achinado en la piedra, alguien resuelve
esa fórmula química
que sembrará el alivio o el horror
en nuestra realidad desamparada.

Al mismo tiempo que leo
el verso en que recrea Baudelaire
la imagen de una serpiente
que baila sobre la punta de un palo,
alguien le dice a alguien al oído
esa frase que siempre quiso oír
para sentir por una vez
el estremecimiento ante el abismo del futuro.

Cuando miro flotar a la pálida Ofelia
sobre el lago de un verso de Rimbaud,
alguien está agitando
en el vibrante cubilete del azar
los dados que deciden
la vida y el amor o sus contrarios.

Mientras voy con mis libros en la bolsa,
alguien está alterando para siempre
esa trama insondable del destino común
al diseñar la pieza de un ingenio mecánico
capaz de procrear o destruir.

La primavera brilla sobre el río
con una luz de encaje dieciochesco,
mientras yo me dirijo al café de los Dos Monigotes
pensando inquietamente en estas cosas,
al modo en que se piensa en un cuchillo
que penetra en la carne temblorosa del mundo.

 

 

© Felipe Benítez Reyes  

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13
julio - agosto 2002

Felipe
Benítez
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De Escaparate de venenos

 

LA FLECHA DEL TIEMPO


Nunca seríamos
como esos adultos
nos juramos
que miraban ansiosos, turbiamente,
a través del cristal de las cafeterías
como en cierto poema de Rimbaud
la entrada de los jóvenes altivos
en la cueva dorada de la noche.
Y sin embargo
ahora estamos aquí, sin entender gran cosa,
ante un vaso de hielo y de ansiedad,
arañando con fiebre y con rencor
en el cristal del tiempo un espejismo.

 

© Felipe Benítez Reyes  

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