12
junio 2002

 

José Luis
 
  García
 
  Herrera


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Tres poemas

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Volver a Aire

 

 

 

 

 

 

12
junio 2002

José Luis
 
  García
 
  Herrera


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Volver a Aire

LA PROMESA
(a partir del milenio)

 

Un día más ha de venir y cerraré el círculo de hielo.
No seré inmortal ese día, ni otro día lo fui;
pero me sentiré con agallas para arrojar al vacío
el carromato de las verdades que guardé en el corazón
y no supe desvelar a su debida hora
porque el trago de la sinceridad
debe beberse a solas, entre muros de cal y de sombra.
Me desvelará el ruido de las pisadas en la niebla,
el mensajero de agua que traerá la luz en una red,
la mano que escribe mi nombre en la ceniza
y sabe que todo ha de ser pasto del fuego y del olvido.
No seré inmortal ese día, aunque tocaré la cenefa del cielo
y seré una burda copia del héroe que no fui
porque los héroes no esperan la llamada del destino
sentados bajo un soportal, resguardados de la lluvia.
Aceptaré esa copa de aguardiente al final de la noche,
cuando la oscuridad despliega su alfombra de tristeza
y acuden las gaviotas al espigón, a la fría tormenta
que anuncia la tragedia de un marino en tierra
que anda a la deriva entre las olas de la soledad.
No seré inmortal ese día. Quemaré mis palabras
y así no podré entregar ni testamento ni memoria
que me niegue un palmo de horizonte.
Aceptaré ese brindis que propone el jinete de escarcha
con el deseo de celebrar que viviré otro día
aunque mañana sea un día áspero y frío.
No seré inmortal ese día
pero me sentiré con fuerzas para empezar de nuevo.

 

© José Luis García Herrera

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12
junio 2002

José Luis
 
  García
 
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Volver a Aire
YESTERDAY BLUES
 

Escribo, escondido entre rocas, contrahuellas.
Ignoro dónde descansan las sandalias del mar,
sobre qué columnas afirma sus versos de salmuera
que a mi boca llegan como caballos de fuego. Versos
que estallan en mi retina como una confesión a quemarropa,
sinceros y fieles al final de una larga noche en vela,
de una escena anónima de milonga triste y abandono.

Con las manos de ayer trazo un círculo
alrededor de mi sombra rasa. La brisa
huele a madera vieja y bandada de algas,
a prisión de madrugada en los ojos enrojecidos
que buscaron su reflejo en la transparencia del agua.
La brisa conduce su tropel de humedad
a través de mi piel de crudo pergamino,
sonsacándome el frío de las horas perdidas,
las épocas donde la locura habitaba mi sangre
y una onza de rabia latía
sobre la flor amarga de la herida,
sobre la mínima luz que no ilumina
la alta bóveda de la oscuridad y el miedo.

La luz naranja del amanecer anuncia mi fragilidad,
me descubre sentado al borde del mar,
con una rama de pino en las manos,
el rostro escondido sobre el pecho, el silencio
estallándome a borbotones por el alma
con su idioma de sangre,
desbocado, salvaje, libre y veloz.

Escribo mis voces con huellas de gaviota,
con las últimas fuerzas de este combate
contra mí mismo, forzado a cantar mi derrota
con la garganta ronca de las caracolas.

Olvidar es descalzarse en silencio,
arrojar sobre las ruinas la danza de las huellas,
rasgar todas las páginas desde la edad temprana
y hallar que no se tiene un lugar en el tiempo
ni un espacio en la tierra
donde recitar las horas que perdimos
nadando en el interior de la tormenta.
Olvidar es morir
y morir es quemar la memoria.

 

© José Luis García Herrera

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12
junio 2002

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LA CANCIÓN DEL DERROTADO
 

Esta noche acepto la canción del derrotado,
la hago mía, la entono y canto a viva voz.
Cada estrofa de esta canción refleja lo que soy
en esta madrugada de hielo y de navajas.
Vivo la vida a sorbos largos
como el borracho que acepta al alcohol
como pura compañía y mantiene cualquier conversación
si así ahuyenta a los jinetes de la soledad.
Esta noche bebo vino agrio y peleón,
busco olvidar las penas sin perder la cartera.
Ser franco y fiel a uno mismo exige desdoblarse
y vernos desde esos ojos vidriosos
que atraviesan los jardines de la infancia.
Plañid esta noche el laúd de la derrota.
Las canciones más amargas brotan del corazón,
patean el hígado sin saña y nacen
desde las entrañas de una voz quejumbrosa.
Busco un destierro temporal
porque llorar en tierra extraña
nos acerca más a lo amado, a lo vivido,
a la añoranza que exige papel y letra profunda.
Largo camino es llegar para volver
sin más recompensa que el polvo y el dolor,
la sed y la pesadumbre.
Largo camino es llegar a ningún sitio
y comprobar que nadie te espera.

 

© José Luis García Herrera

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