10
abril 2002

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César
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Fondo Editorial Pequeña Venecia

Un poema y tres cartas del libro
Vida de poeta

Viaje hacia la noche

Cartas:  I - II - III

César Moro
© Inés Westphalen y Silvia Westphalen
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Un poema y tres cartas de Vida de poeta

 

Viaje hacia la noche

 

Es mi morada suprema, de la que ya no se vuelve
Krishna, en el Bhagavad Gita

 

Como una madre sostenida por ramas fluviales
De espanto y de luz de origen
Como un caballo esquelético
Radiante de luz crepuscular
Tras el ramaje dense de árboles y árboles de angustia
Lleno de sol el sendero de estrellas marinas
El acopio fulgurante
De datos perdidos en la noche cabal del pasado
Como un jadear eterno si sales a la noche
Al viento calmar pasan los jabalíes
Las hienas hartas de rapiña
Hendido a lo largo el espectáculo muestra
Faces sangrientas de eclipse lunar
El cuerpo en llamarada oscila
Por el tiempo
Sin espacio cambiante
Pues el eterno es el inmóvil
Y todas las piedras arrojadas
Al vendaval a los cuatro puntos cardinales
Vuelven como pájaros señeros
Devorando lagunas de años derruidos
Insondables telarañas de tiempo caído y leñoso
Oquedades herrumbrosas
En el silencio piramidal
Mortecino parpadeante esplendor
Para decirme que aún vivo
Respondiendo por cada poro de mi cuerpo
Al poderío de tu nombre oh poesía

 

Lima, la horrible, 24 de julio o agosto de 1949

 

 

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Un poema y tres cartas de Vida de poeta

 

Querido Westphalen:

Me ha desilusionado no haber recibido carta el día de mi aniversario, en todo caso puedes decir que yo tampoco te escribí para el tuyo, pero he pensado mucho en ti el 14 de julio. En fin, ya pasó. Es un día triste para mí porque tiene algo de mágico y no logro llenarlo. Pero ¿qué no es triste para mí? ¡Ay!, todo me aísla más y más en mi tristeza.

Me siento tan afligido esta noche que no sabría qué decirte. Y no deseo hablar de nada. No deseo ya nada, me he adormecido sobre mi pena y mi cansancio es largo en la noche interminable. Todos los rumores de la noche llegan hasta mí. Una noche ciudadana con ruidos estúpidos pero cargados de vida: trenes, autobuses que pasan. Y estoy solo, no voy a ninguna parte, nada es para mí.

Tú tienes el mar cerca tuyo y ese olor nocturno que a veces envuelve a Lima. Estaremos juntos para vencer esta tristeza, me hago a esa idea.

Te voy a encargar una misión desagradable; es necesario que digas a Carlos que debo internarme de nuevo en una clínica para operarme. El médico no puede operarme sino en una clínica y no en el hospital como yo creía. No cobrará nada por la operación pero habrá que pagar por lo menos diez días de clínica. Quisiera saber lo más pronto posible si puedo contar con algo para dar mi respuesta al médico. Si no puede, tanto peor. Esperaré y eso será todo. Ya no me acuerdo de la salud. Hará un año en octubre que no estoy bien.

¿Recibiste "Aurelia"? Espero que sí. Te encantará leer esa pura maravilla.

No respondes nunca a mis cartas. ¿Recuerdas esa experiencia que tuve cuando estaba muy enfermo? No me has dicho nada al respecto.

¿Crees tú que se podrían vender algunos ejemplares de mi libro en Lima?

Nadie ha escrito una línea sobre ese famoso libro. Al autor desde luego le importa un comino. Aunque siempre se desee encontrar un eco y nada como la poesía para suscitar un eco. En la espera, soy un empleado cien por ciento.

Escríbeme. ¿Qué hay de nuevo en Lima? Me rehúso a pensar que entre los jóvenes no haya algo que valga la pena. Contaré los días hasta que llegue tu carta. Alguien se ríe en la calle. Todo es posible, lo que hace que la vida esté llena de una esperanza sin cesar desengañada pero renaciente. Te abrazo con todo afecto.

Moro

P.D.: Gracias si llevas su carta a mi madre.

 

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Un poema y tres cartas de Vida de poeta

 

28 de diciembre de 1944

Mi querido Westphalen:

No sé si he contestado ya a tu carta. Creo que no, pero estoy tan sumergido en el trabajo y atrapado por tantas pequeñas circunstancias y arrastrado por una voluntad tan extraña a mis fuerzas que mil veces deseo y una vez realizo mi deseo. Necesito que me envíes los libros de Eguren. Sólo la poesía y la mayor cantidad posible de notas biográficas y bibliográficas. Me parece inútil que te des el trabajo de buscar en la biblioteca otros textos pues creo que todo lo que valía verdaderamente la pena Eguren lo reunió en esos libros. ¿No crees lo mismo? Estoy muy curioso de conocer tu opinión sobre la política y tus divergencias conmigo. Para mí la cosa es simple: la política no me interesa en absoluto. Encuentro que se ha perdido mucho tiempo haciendo predicciones y haciendo el apóstol y posando de salvador de esa gran abstracción: la masa. Rara vez he visto pasar como algo muy concreto a la más grande de las abstracciones: la masa. Quiero que me dejen en paz. Quisiera tener dinero, tú también desde luego, y hacer lo que me plazca. En el fondo es la aspiración de todos los pretendidos revolucionarios. Todo esto no quiere decir que esté en lo menor de acuerdo con este mundo podrido de prejuicios, de crueldad y de avidez. Yo creo en el individuo y no puedo creer sino en el individuo repetido formando una masa por venir. Si me engaño, tanto mejor; no pido sino mantenerme en mis posiciones, reaccionarias según el evangelio pero más cercanas de la realidad según yo mismo que sigo mi evangelio para mi propio y particular uso. No se trata de adoptar la fraseología revolucionaria para ocultar una ceguera parcial ante la realidad. A veces esta ceguera es casi total. Para muchos militantes revolucionarios es un buen refugio, pequeño refugio en reemplazo exacto del cielo. Ello da un aplomo, cómico en verdad, para resolver todo problema con el cuchillo dialéctico. Y veo y he visto a tales pendejos y a tales canallas ataviarse y enmascararse con la dialéctica que no me siento por nada dispuesto a ser de su laya. La Torre de Marfil es de la más grande actualidad. Tanto peor si no es sino de simple tierra. Ya no se pueden aceptar dogmas con la excomunión al extremo de la madeja por cualquier pequeño descarrío. No hablo de mí, que los he hecho y grandes, de pensamiento desde luego pues no interesándome por definición en la acción, sería difícil suscitar otros saltos que los completamente ideales.

Espero pues tu respuesta y no la simple promesa de escribirme al propósito. Te hablaré ahora de otras cosas menos sublimes pero, para mi pequeñísimo ser egoísta, de importancia mucho mayor. Estoy en proceso de curarme, creo. Me siento indudablemente mejor que en esos últimos dos años en que estaba realmente moribundo y más cerca de la muerte que de la vida. Cuando reveo 1941, 1942, 1943 y parte de este año, no comprendo cómo he podido soportar el golpe y zafarme del aprieto. Debía ver pronto a mi médico, pero desgraciadamente él mismo está ahora enfermo y he tenido que quedarme un largo tiempo sin verlo. Parece que estará visible a principios del año; entonces podré saber con toda certeza cuál es el estado real de mi salud. Escríbeme, te ruego. No estés horas, quiero decir meses, en un silencio que me entristece. Mil deseos de felicidad para ti y tu mujer en el año que empieza. Acaba de nacer un hijo de A. No lo conozco todavía pero tiene la obligación de ser bello, misterioso y potente. En el fondo ¿no es acaso todo ello profundamente triste? ¿Cómo podría ser de otra manera para mí? No veo apenas en toda vida noble sino un fracaso profundo. El mío viene de tan lejos que data de antes de mi nacimiento. Te abrazo dejando así las cosas.

Moro

 

 

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Un poema y tres cartas de Vida de poeta

 

21 de marzo de 1945

Querido Westphalen:

Te escribo esta carta en un estado de profunda depresión y te envío la otra que te había escrito hace ya tanto tiempo. Todo ha cambiado y está confuso. Acabo de atravesar la más extraña crisis en mi salud. He estado completamente inconsciente más de 48 horas y semiinconsciente seis días. He comido al sexto día y heme de nuevo trabajando como un imbécil. Estaba solo en mi cuarto y únicamente al sexto día se me ha ocurrido hacer llamar a alguien. Todo principió con una gripe más o menos banal y un día me he despertado en un mundo absolutamente neutro sin reacciones, ni siquiera he tenido la idea de comer. Al sexto día vino Remedios, la mujer de Péret, a quien hice llamar con una nota. Todo ello ha ocurrido hacia el 9 de marzo y hago un esfuerzo por escribirte ahora. Mi presión arterial está extremadamente baja. Estoy muy débil y debo estar herido profundamente. El médico me ha aconsejado que vaya a reposarme a alguna parte pero no tengo con qué. ¿Qué podría añadirte? No se me ocurre nada. Debo detener esta carta que me exige un esfuerzo y me enfrenta a pensamientos demasiados dolorosos.

Te abraza

Moro

Portada del libro Vida de poeta de César Moro  © Inés Westphalen y Silvia Westphalen

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