7
enero 2002
Antonio
 
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FUI POR LUNA

Fui fulmíneo por luna en la cumbrera
revestido de cálamos
dispuesto
Quise dejar gesto tangible en su mirada
para que todos lo vieran
y apunté generoso mis vivencias
mis amores y mis penas
en las ramas del espejo.
No tendría que haberlo hecho,
si del árbol ahora penden en el cielo
los íntimos enseres de mi casa
y las llagas de mi cuerpo
y las huellas de mi alma.

 

© Antonio Álvarez Burgüer

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VENGO DE ASALTAR TU CUERPO

Ando aún de trotar vesánico
a lomo de estrella
Vengo de asaltar tu cuerpo
en algodones blancos
por el éter
y de volar sin alas
sobre jardines jadeantes

Ando ruin de ladronear en tus sentidos
entre tus brazos
y tus piernas desvestidas
atezadas por fiebres
incendiarias,
descreído en ruta ahora
en el recuerdo de tu cuerpo,
por la línea gruesa de tu sombra
en el hálito inconexo
del orgasmo más cercano.

Ando aún de tí en travesía
por los mares del incienso
con estrellas refulgentes en el rostro
e islas no pobladas en las manos.

Devoto del recuerdo
en madrugada
con lámparas argénteas en los ojos
y una mueca de euforia
dibujada,
vengo de asaltar tu cuerpo.

 

© Antonio Álvarez Burgüer

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PECADO DEL HOMBRE

De qué decir
mañana
diáfana intocada
De qué soñar
quimera,
si el mismo hombre
se ha ensañado
ante el pavor de las bestias
De qué decir
mañana
redención
con serpientes en el cinto
y de qué silencio
reclamar las injustas muertes
He aquí al Padre
abismado del hijo
arrogante
Heme aquí hijo
abonando a las culpas de todos
como maldecido
por lluvias de fuego.
De qué decir
salvo
entonces
hijo eterno
si el hombre mata al hombre
y no hay mañana
para siempre.

 

 

© Antonio Álvarez Burgüer

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LOS DOS LLORAMOS

Desde el estómago, ebrio,
atisbando hacia abajo
y la mirada que vomita
improperios, con la carne
colgada de los huesos
de mi cráneo.
Las imágenes que huyen
fugaces hacia atrás, exactas;
la música que serpentea
entre los asientos del autobús
y tú en la inquietud
de que te duelo con mi ausencia
de bohemio despiadado.
El viaje hacia tí, embriagado,
para brindar ya
con licor de amaneceres;
la vida que se hace trizas
y los dos que lloramos
desde todos los rincones.

 

© Antonio Álvarez Burgüer

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PARECE

Parece que no tengo ya cristales en los ojos.
Parece que transito sin desplazarme en cuerpo,
ya vencido, ya huidizo, como niño regañado.

La pestilencia de los espíritus diminutos
me provoca repugnancia.
Sólo quiero la mordedura rápida de la víbora,
sólo quiero alejarme del retorno y no ver
máscaras ni osamentas caminando sin rumbo.

Parece que no tengo ya las manos
para blasfemar fuerte
ni una lengua sórdida ni pies ni aura
Parece que no tengo ya cristales en los ojos.

Y sería tan hermoso acribillar a insultos
a una enana maldita o incrustarle espinas
venenosas en el rostro a un gobernante.
Qué placer lanzar un piano
a cualquier calle sombrosa
y viajar dentro para oír la dulce melodía
del estrépito fatal.

Sin embargo, ya me canso
Sólo quiero ser aire en el aire
ser lirón empedernido, extenuado
de construir árboles y ríos inconfesables.
Sólo quiero piedras encajadas en los muros,
un lecho blando de agua tibia por los huesos,
un invierno renegado
y miles, miles de silencios.

Parece que no tengo ya cristales en los ojos.
Parece que escribo el canto y me lo guardo.
Parece que me da vueltas el mundo
en el estómago, sobre mi cabeza,
bajo mis pies, dentro y fuera de todo.

 

© Antonio Álvarez Burgüer

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MEMORIA

Aquí estoy otra vez
-brazos cruzados-
con una brizna de silencio,
con dolor de evocación
de aromas de maderos y de trenes.
Estoy de ojo parpadeando
recuerdos, pena a pena,
sin claudicar ni un instante.
No soy yo el del conjuro,
eres tú, alma, que para coger
peces dulces en la orilla me dueles
en lo más profundo.

 

© Antonio Álvarez Burgüer

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